FONDO DE CATÁLOGO
«Un disco mayúsculo en mi opinión. Y es que, amigos, el lenguaje universal de la música puede con todo y más si se aglutina a un grupo semejante de talentos»
Manel Celeiro recupera The Muddy Waters Woodstock, el álbum que Muddy Waters, uno de los grandes colosos del blues, grabó en 1975 junto a un grupo de rockeros blancos.
Muddy Waters
The Muddy Waters Woodstock album
CHESS, 1975
Texto: MANEL CELEIRO.
Muddy Waters, uno de los grandes colosos del blues, una figura esencial si se quiere entender a fondo de que va el género. Su legado es fundamental perotambién atravesó sus momentos de confusión y dudas. Sin embargo, como casi siempre suele suceder, el asunto va en función de dos objetivos. A saber, el «crecimiento» o «evolución» musical –que puede ennoblecer o arruinar una carrera– o intentar llegar a una mayor audiencia en aras de conseguir popularidad, mejores ventas y, obviamente, más réditos económicos. En 1968 editó Electric mud, un disco en que se acercaba a la psicodelia y el rock buscando captar la atención del público afín a esos géneros, una audiencia mucho más joven que la suya habitual y que en aquel momentocapitalizaba la pulsión comercial de la industria discográfica. Waters siguió las indicaciones del hijo del fundador del sello, Marshall Chess, para ir en esa dirección y hay que reconocerle su mérito, pues aunque el aficionado blusero más purista puso el grito en el cielo, el lanzamiento tuvo repercusión y, ¡oh, sorpresa!, se convirtió en el primer álbum del bluesman en asomar en las listas de ventas. Aunque nunca dijo nada públicamente, que un servidor sepa, los mentideros afirman que pese a esos buenos resultados Muddy no quedó excesivamente contento con lo que había hecho. Aunque Electric mud ha sido objeto de reivindicación en décadas posteriores.
De ahí que a priori el purista blusero arrugara el morro y se pusiera en guardia ante la noticia de que el hombre volvía a las andadas. Y es que unos años después, 1975, se dirigió hacia la localidad de Woodstock para grabar lo que sería su siguiente trabajo. ¿Y cuál era el problema? Pues que se rodeaba de un grupo de blanquitos afines a la escena rockera para llevarlo a cabo. El disco se hizo realidad en un tiempo récord, en tan solo dos días –6 y 7 de febrero– quedó visto para sentencia en el granero que Levon Helm había convertido en estudio. Y además esas citadas sesiones fueron de las primera realizadas en el lugar. A un par de sus acompañantes habituales de escenario, Bob Margolin (guitarra), Pinetop Perkins (piano), se sumaban el propio Levon Helm (batería, bajo), que igualmente ejercía de productor con Henry Glover, y su compañero en The Band Garth Hudson (teclados, acordeón, saxofón), agregándose a la terna el armonicista Paul Butterfield (que lideraba su propia banda, The Paul Butterfield Band) y un par de afamados músicos de sesión, Fred Carter Jr. (bajo, guitarra) y el saxofonista Howard Johnson. ¿Qué podría salir de ahí?
Pues, sinceramente, un disco mayúsculo en mi opinión. Y es que, amigos, el lenguaje universal de la música puede con todo y más si se aglutina a un grupo semejante de talentos. Todos se pusieron al servicio del que mandaba, con el respeto que le debían y con la emoción de estar tocando a su lado, contribuyendocon su brillantez técnica y su inspiración, las intervenciones de Paul a la armónica o de Garth Hudson al acordeón (poniendoun poco de salsa picante cajún al blues) son excelsas, pero sin intentar tomar demasiado protagonismo ni salirse de los límites marcados para cada uno. El gigante tampoco se complica la vida en demasía, tira de versiones (“Let the good times roll”, “Caledonia”, “Why are people like that”, “Kansas city”) y registra composiciones suyas que ya tiene rodadas, la jovial “Going down to main street”, blues lentos y arrastrados “Born with nothing”, “Funny sounds” y un temazo como “Love, deep as a ocean” conducido por su rotunda voz y su punzante slide y por el doble ataque a las teclas de Pinetop Perkins y Garth Hudson. Hay una última canción de su puño y letra, “Fox squirrel”, que se incluyó en la reedición en formato compact disc y que es otra muestra del savoir faire del maestro.
The Muddy Waters Woodstock Album significó la despedida de Muddy Waters de Chess tras casi tres décadas con ellos y la debacle del sello perjudicó en buena medida que tuviera una merecida promoción, quedando como un clásico algo olvidado de su discografía pese a llevarse un Grammy, ese es otro debate pero… ¿qué valor real tienen esos premios?, aunque el favor de ulteriores generaciones lo ha puesto en su sitio. Un excelente muestrario de blues enriquecido con los matices aportados por los participantes y el avance de que todavía le quedaban unos cuantos años de cuerda a Waters. No hay más que ir a buscar sus siguientes pasos al lado de Johnny Winter, Hard again (1977), I’m ready (1978) o King bee (1981).
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Agents of fortune, de Blue Öyster Cult.