FONDO DE CATÁLOGO
«The future resume el desmoronamiento de toda una época y también de unos ideales»
Luis García Gil regresa a 1992 para recuperar The future, un disco y una canción con los que Leonard Cohen resumía el desmoronamiento de toda una época y también de unos ideales, lejanos los tiempos de utopía revolucionaria de finales de los años sesenta.
Leonard Cohen
The future
COLUMBIA, 1992
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Un colibrí en la portada como aquel que salía más discretamente en la portada de Recent songs, con el que discográficamente Leonard Cohen culminó la década de los setenta. Un colibrí revoloteando, un corazón azul y unas esposas abiertas. Y un verso clave para un disco lleno de poesía cargada de futuro. «I’ve seen the future, brother / it is a murder» («He visto el futuro y es un crimen»). Todo un álbum, The future, resumido en un verso lapidario que, como si el canadiense fuera un Santos Discépolo del fin de siglo, bastaba para resumir el desmoronamiento de toda una época y también de unos ideales, lejanos los tiempos de utopía revolucionaria de finales de los años sesenta en los que vieron la luz Songs of Leonard Cohen y Songs of a room. Ese verso de Cohen sigue teniendo enorme vigencia como también lo tiene el planteamiento sociopolítico de todo su disco. Para saberlo basta leer en la revista Letras Libres, número de julio de 2022, la entrevista de Daniel Gascón a Leon Wieseltier, intelectual neoyorquino y judío, y sus respuestas a las dos preguntas finales, una de ellas sobre el estado de las democracias. «Han pasado más de treinta años desde la caída del Muro de Berlín. Vemos el ascenso de dictadores, el mundo se convierte en un lugar genuinamente estúpido. Y la Guerra de Ucrania es la expresión más extraordinaria de esta lucha», asevera Wieseltier. La profecía de Cohen –«He visto el futuro y es un crimen»– no está nada lejos de la realidad de este presente que vivimos.
The future, publicado en 1992, se componía de nueve canciones, la mayoría de cierta densidad, que superaban en la mayor parte de los casos los seis minutos. La excepción es “Be for real”, una de las dos versiones del disco, en este caso una balada soul de Frederick Knight que grabó Marlena Shaw en 1976 y en la que fue imprescindible para Cohen la colaboración del neoyorquino Steve Lindsey. El propio Lindsey también puso su talento al servicio del clásico de Irving Berlin, “Always”, otra de las versiones del disco, a la que Cohen resta mucho almíbar y conduce a territorios muy sugestivos, constituyendo la penúltima canción de The future. Para Cohen interpretar “Always” tenía algo proustiano ya que esa canción era una de las predilectas de su madre y él mismo la interpretaba con el clarinete en una banda de música en Montreal. La grabación de “Always” tuvo además un punto etílico, según testimonio del propio Lindsey que se recoge en la detallada biografía de Sylvie Simmons sobre Cohen.
Cohen los sintetizadores, Cohen y los disturbios raciales de Los Ángeles, Cohen y los colapsos históricos, Cohen y el verso apocalíptico como un susurro. “The future” es consecuencia de muchas cosas, pero sobre todo del impacto emocional de la caída del Muro de Berlín que propicia una de sus piezas de largo aliento que funciona por acumulación de imágenes, mezclándose los poetastros tratando de sonar como Charles Manson con el dictador Josef Stalin compartiendo verso con San Pablo. En otro momento de su canción dice: «I’m little Jew who wrote the Bible», un verso lleno de misterio, de sugerencia poética, muy propio del canadiense.
Cohen cruza el umbral del fin de la historia y refleja el cansancio de occidente y también sus pecados desde el Cracdel 29 a Hiroshima pasando por referencias al aborto o al sexo anal. “The future” es una canción que empezó a escribir tres años antes y que iba a titularse “If you could see what’s coming next”. Era la que mejor podía englobar la idea de todo el álbum que se abría, en el libreto, con una cita del Génesis, y que se grabó con músicos de procedencia muy diversa.
Un clásico de los discos de Cohen es la presencia de vocalistas femeninas. Aquí hay casi una treintena de esas vocalistas, entre ellas Jennifer Warnes o la californiana Perla Batalla, que grabó en 2013 todo un disco dedicado al canadiense, Bird on the wire-The songs of Leonard Cohen. A nivel de instrumentación The future era un disco suntuoso con instrumentos propios del rock, pero también de cuerda, sección de viento y hasta la presencia de una mandolina o de una guitarra de pedal, más propios del country que baña piezas como “Closing time”. Con todo el disco no es ningún batiburrillo y tuvo una elaboración compleja. Todo el disco gira en torno a la personalidad de Cohen, al sello de sus letras y a la atmosfera inequívoca que recorre todo su cancionero.
Entre los rescates del disco destaca la bellísima y cabalística “Anthem”, la quinta en la secuencia de canciones del disco y que debió haberse publicado en el disco Various positions. Los pájaros cantando cuando el día se destensa, la imagen de la paloma que nunca es libre o la de esa grieta por donde debe entrar la luz. Otra canción crítica con el tiempo presente, pero más positiva y espiritual que “The future” con esas campanas tocando y esa comunión perfecta de Cohen y los coros femeninos.
“Waiting for the miracle” –la segunda del disco– la firma con Sharon Robinson y es la más larga de todo el disco, cercana a los ocho minutos. Es otra de esas canciones de Cohen cocinadas lentamente a lo largo del tiempo ya que los primeros borradores de la canción se remontan a finales de los años setenta. La grabación es muy desnuda. Cohen a solas con el sintetizador y el muy ligero acompañamiento de cuerdas y batería con la mandolina de Dean Parks, el violín de Bob Furgo y la percusión de Lenny Castro. Y por supuesto el refuerzo vocal de los coros femeninos. No es preciso nada más. El arreglo lo firma Yoav Goren y –ojo al dato– la actriz Rebecca de Mornay, que fuera pareja del propio Cohen y a la que dedicó todo el disco.
Otro poderoso himno del disco, muy bien resuelto musicalmente, es “Democracy” con la bíblica alusión al Sermón de la Montaña. La democracia como ensayo y como laboratorio, entre la realidad y el deseo, que llega también con sus bienaventuranzas, como religión de occidente y como una grieta en la pared, desde las guerras contra el desorden, las sirenas, los fuegos de los indigentes y las cenizas de los homosexuales. De este modo –y citando la siempre ejemplar traducción de Alberto Manzano– es como llega la democracia a Estados Unidos, según nos canta Cohen en otra pieza profundamente escéptica ante un mundo sin certezas, progresivamente tambaleante. El estribillo, con ese barco del estado que navega a las costas de la necesidad, pasando por las barreras de la codicia a través de las ráfagas del odio,es ya suficientemente ilustrativo.
A los tambores resonantes de “Democracy” –sexta canción del disco– le sigue “Light at the breeze”, con la que el disco encuentra otro de sus momentos de reposo con el sexo como protagonista. El amor carnal es siempre una respuesta a lo incierto dentro de un disco que tiene al menos tres clásicos indiscutibles de Cohen, la canción que da nombre al disco, la punzada de “Democracy” y la belleza de “Anthem”.
“Closing time” y la relajada pieza instrumental “Tacoma trailer” completaban un disco que vio la luz cuatro años después de aquel impactante I’m your man. Como intérprete, la voz ronca de Cohen lograba sonar seductora y el disco poseía además un sonido contemporáneo que lo hacía más accesible y con menos sensación de morosidad. Tanto es así que Oliver Stone, que nunca dio puntada sin hilo, escogió tres de sus canciones –“The future”, “Anthem” y “Waiting for the miracle”– para la banda sonora de su controvertida película Asesinos natos, estrenada en 1994.
–
Anterior entrega de Fondo de catálogo: The Muddy Waters Woodstock album, de Muddy Waters.