The Doors: Cuarenta años de estancia en el Morrison Hotel

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A cuarenta años de su publicación, Charly Hernández nos introduce en los entresijos de «Morrison Hotel», una de las grandes obras de los Doors.

 

Texto: CHARLY HERNÁNDEZ.

 

Corría el año 69, exactamente el mes de septiembre, cuando Jim Morrison, Ray Manzarek, Robbie Krieger y John Densmore entraban a grabar el que sería el quinto y penúltimo trabajo de The Doors. No eran buenos tiempos para la banda californiana debido a las malas críticas recibidas por “The soft parade”, su anterior trabajo discográfico, y por si eso fuera poco, Morrison tenía problemas con la justicia y con las puritanas leyes norteamericanas que lo acusaban de escándalo público, tanto fuera como sobre el escenario.

Pero vayamos al grano; la época de transición que vivía el grupo no fue bien aceptada por el público que les siguía, “The soft parade” incluía temas que les alejaban del estilo al que acostumbraban, incluyendo instrumentos de metal consiguiendo aquel característico sonido de orquesta. Tanto el single ‘Touch me’ como ‘Tell all the people’ son los máximos ejemplos de ello, y para agravar aquella situación, la voz de barítono de Morrison empezaba a ponerse en duda debido a los abusos de las drogas y el alcohol. Es más, durante la grabación de “Morrison Hotel”, en noviembre de aquel último año de la década de los sesenta, Jim fue arrestado junto al actor y amigo del músico Tom Baker por haberse comportado de manera indebida bajo los efectos del alcohol con el staff de unas aerolíneas en Phoenix y algún acto más de escándalo público, como el arresto sobre el escenario en New Haven, altercados en Miami… entre otras lindezas propias del músico, que provocaron la interrupción de las sesiones de grabación intercaladas con los conciertos.

 

GRABACIÓN Y PRODUCCIÓN

Era el momento de grabar un nuevo disco, Paul A. Rotchild, productor de todos los trabajos de The Doors en la disquera Elektra/Asylum, excluyendo “L.A. Woman”, los mantuvo entre septiembre y diciembre de aquel año gestando y grabando el disco en La Ciénaga y en los Elektra Sound Studios. La formación en el estudio era básica ya que no querían los arreglos orquestales de “The soft parade”, el sonido tenía que ser el más puro que podía dar una banda de rock como los Doors. Los textos se volvieron resueltos y algo más crudos, aunque seguían resultando crípticos, encontramos en “Morrison Hotel” a un Jim más chamánico, maduro y sensual como cantante de blues y alejado de la oscuridad y de poesía sombría. Como se ha mencionado, su voz ya no llegaba a los registros de los primeros discos y se empezaba a dudar de su fuerza por lo que, ante tal situación, en la producción cuidaron ese matiz bajando la voz de Morrison, subiendo las guitarras de Krieger y por la parte de Manzarek dando suavidad al sonido del teclado de modo que se disimulaba la carencia de la voz que tanto se discutía y, por otro lado, continuaron desarrollando el aspecto blues en el sonido.

Bruce Botnick, ingeniero de sonido en esta etapa y en la siguiente, con “L.A. Woman”, además de participar en las sesiones del “Let it bleed” de los Stones, se encargaría de darle forma a toda aquella amalgama hasta hallar el sonido que buscaban; un disco conceptual dividido en dos partes. La cara A bautizada como “Hard Rock Café”, y la B como “Morrison Hotel”, que contenían once cortes, seis en la primera parte y los cinco restantes en el reverso, pero de las canciones hablaremos más adelante. A Jim Morrison como vocalista, Robbie Krieger a la guitarra, Ray Manzarek en los teclados y John Densmore como batería se le unirían Ray Neopolitan, encargado del bajo salvo en ‘Roadhouse blues’ y en ‘Maggie M’Gill’, donde era Lonnie Mack el que se ocupaba de tal menester. El último músico en intervenir era Giovanni Puglese alias de John Sebastian, quien aportaba el arpa y armónica únicamente en ‘Roadhouse blue’. La curiosa acreditación de John Sebastian como Giovanni Puglese tiene varias versiones; una de ellas seguraba que no podía utilizar su verdadero nombre por cuestiones de derechos con la compañía discográfica y la otra, y más fiable, sacada de boca del propio productor Paul A. Rotchild, venía a explicar, dos años después de la publicación de “Morrison Hotel”, que, simplemente, John Sebastian no quería ser relacionado con The Doors.

 

PORTADA

La mítica portada y su foto fueron claves para terminarle de dotar de personalidad al álbum, aunque ya de por sí era un disco redondo. La fotografía de los cuatro miembros dentro del hotel fue tomada por el fotógrafo y ex componente de la Modern Folk Quartet, Henry Diltz (1938, Missouri). Curiosa la historia de Diltz, comenzando como músico que tras codearse con gente del rock y realizar algunas fotos se dio cuenta de que su verdadero talento era el de fotografiar a gente del «rock and roll circus» como Steppenwolf, Crosby, Stills, Nash & Young o, como en este caso, The Doors. Incluso fue el encargado de inmortalizar el festival de Woodstock y Monterrey. Actualmente sigue aguantando el tirón en su casa del sur California y sus instantáneas han sido publicadas en «Rolling Stone», «Time», «People», «Life», etc.

Continuando con el emplazamiento del “Morrison Hotel”; el afamado local se encuentra en el downtown de Los Ángeles, exactamente en el 1246 de la calle South Hope y era, por entonces, un albergue barato para gente de paso y vagabundos. En la actualidad permanece cerrado y su fachada totalmente tapiada y deteriorada. Como era de esperar, hay “hoteles” y alguna que otra tienda y/o museo que ha imitado la fachada con mayor o menor detalle, así como el nombre. ¿Casualidad entre el nombre del disco y el hotel? Para nada, aun estando grabadas todas las canciones todavía no existía un título como tal hasta que el grupo recordó este establecimiento y se dirigieron allí, junto a Diltz, para realizar la sesión de fotos. Realmente no tenían permiso alguno para fotografiar tanto la fachada como el interior, el propio Henry Diltz contó en su momento la anécdota de la siguiente manera:

«Era un albergue para vagabundos. Un hotel para huéspedes de paso. Entramos y le pregunté al tipo que se encontraba tras la recepción que si podíamos sacar fotos. Él me dijo ‘No, no pueden’. Así que salimos y les iba a sacar la foto en frente de la ventana, cuando vi al tipo dejar la recepción y meterse en el ascensor. Les dije ‘¡Rápido! ¡Meteos ahí!’. Se metieron corriendo, se pusieron en sus marcas y yo comencé a sacar fotos como loco. Saqué exactamente un rollo de película y después nos largamos».

Tras la finalizar la furtiva sesión fotográfica, banda y fotógrafo fueron a tomar alguna copa, ese bar al que se acercaron estaba en el número 300 de la East 5th Street y es el que aparece en la contraportada con la fachada roja llamado Hard Rock Café, meses después llamó un empresario británico preguntando por el nombre de dicho local, pues aquel tipo pretendía abrir un restaurante con el mismo nombre y fue, como ya se pueden imaginar, el nacimiento de la famosa franquicia mundialmente conocida que abrió en 1971 su primer establecimiento en Hyde Park Corner de Londres. Tanto al abrir la carpeta del vinilo como el libreto del compacto, veremos desplegar una foto del grupo tomada dentro de este mismo lugar, aunque en alguna edición en vinilo se suprimió el formato «gatefold» y pasó a ser una simple funda.

 

LAS CANCIONES

Inicia la marcha ‘Roadhouse blues’, contundente blues-rock que arranca con la guitarra de Robbie Krieger a la que se le une la característica armónica de John Sebastian (G. Puglese) manteniendo un duelo con el guitarrista y los teclados de Ray Manzarek seguidos de las primeras entonaciones –»on the road»– de Morrison: “Ah Keep your eyes on the road / Your hands upon the wheel. / Keep your eyes on the road / Your hands upon the wheel. / Yeah, we’re going to the roadhouse, / Gonna have a real good-time”. Fue cara B del single de presentación, situándose en la primera cara ‘You make me real’, sencillo que alcanzó el puesto cincuenta en las listas estadounidenses. Grabada entre el cuatro y cinco de noviembre, constó de varias sesiones hasta que Rotchild y Botnick dieron con la perfección. Algunas de las tomas aparecen en la edición especial del disco remasterizado que contiene además algunos añadidos extra, nuevas armónicas o voces que se desecharon en la grabación original. Curiosos son los «outtakes» que podemos encontrar en las ediciones extra en las que tanto productor e ingeniero de sonido dan algunas órdenes a la banda –también entre los músicos-–como la frase de Rotchild a Krieger: “we’re going to the roadhouse, Robbie, not the bathroom!”. En Jim se puede apreciar, en alguna que otra toma, su alto estado de embriaguez para meterse en el papel de cantante de blues, tal y como explicaría Bruce Botnick en las anotaciones dentro de libretos de reediciones o box-set. La parte anecdótica, otra más, es que Morrison utiliza expresiones en nepalí en ciertos fragmentos que prácticamente pasaron desapercibidos.

El bajista de estas sesiones, Lonnie Mack, fue quien realmente ejecutaba el riff de introducción al tomar la guitarra de Robbie Krieger para experimentar algún tipo de melodía blues hasta que Krieger aprendiera, a partir de aquellos primeros pasos, el riff completo. No se sabe quién grabó finalmente aquella parte, si Mick o Krieger, lo que sí es seguro es que muchas partes de guitarra dentro de la canción fueron desarrolladas por Lonnie Mack aunque en los créditos, y para no desmerecer a Robbie Krieger, este último sería quien se llevara todo el mérito. Es más, en el primer minuto con treinta y nueve segundos de la canción, cuando arranca el solo de guitarra, Morrison grita: “Do it, Lonnie! Do it!” por lo que podemos deducir que el riff que perduró en la grabación final fue el que interpretó Lonnie. Aparte, Mick fue “el quinto” de la banda ya que en la gira posterior sería quien se ocupara de tocar el bajo –Manzarek ya no tenía que ocupar su mano izquierda para tocarlo mientras aporreaba las teclas– e incluso fue guitarra principal dejando a Robbie como guitarra rítmica. El sonido inicial de los teclados también sufrió cambios; de un Würlitzer eléctrico se pasó a un piano de tachuela exactamente igual al que utilizaron los Beach Boys en ‘Good vibrations’.

De sobra es conocida la versión en directo, que en tantos recopilatorios se ha incluido, con la presentación: “Ladies and gentlemen, from Los Ángeles, California… The Doors!” y que era idónea para arrancar los shows de la banda, aun años y décadas después, el experimento con Krieger, Manzarek e Ian Astbury llamados Riders on the Storm utilizarían esa misma introducción como presentación del espectáculo. Ha sido versionada infinidad de veces, desde Status Quo, pasando por Blue Öyster Cult hasta Frankie Goes to Hollywood o Stone Temple Pilots.

Siguiendo el orden de escucha, ‘Waiting for the Sun’, grabada en las sesiones del tercer trabajo de la banda en el 68 y titulada de manera homónima, no se incluyó finalmente en el LP y optaron por hacer la perteneciente a “Morrison hotel”. La versión generalizada que trata de arrojar luz –o sombra más bien– a este hecho viene a decir que debido al fracaso de crítica con “The soft parade”, el grupo quiso que al incluir ‘Waiting for the Sun’ en “Morrison hotel” la relacionaran directamente con este último, tratando de olvidar o aparcar, en cierta medida, el patinazo de “The soft parade”. Puede que recuerde a los primeros Doors, tanto en sonido como en textos y, lógicamente, en estilo, pues se aprecia una fuerte tendencia a la psicodélia como demuestra en la letra:

“At first flash of Eden, / We race down to the sea. / Standing there on freedom’s shore.”

Cobran especial protagonismo los teclados de Manzarek, la guitarra aunque omnipresente no tiene tanta relevancia como en el resto de composiciones dejando paso a la potente voz de Jimbo, primero con suavidad incluso en el estribillo manteniendo la tonalidad precisa hasta llegar a bastante más de la mitad de la duración donde suben el tono repitiendo una y otra vez el título para luego volver al punto inicial. Una melodía bien llevada que no desentona demasiado dentro de “Morrison hotel”.

‘You make me real’ y ‘Peace frog’ son las dos últimas piezas más rockeras antes de dar por finalizada la primera cara no sin antes escuchar la preciosa balada ‘Blue Sunday’ y ‘Ship of fools’. ‘You make me real’ cara A del single, tiene una clara estructura de rock and roll clásico gracias a la guitarra de Krieger. Si a esto le añadimos el piano con el que abre el bueno de Manzarek, tenemos la mezcla ideal. ‘Peace frog’ y su animado ritmo capitaneado por el riff con efecto wha-wha y el fantástico solo que salen de las afiladas cuerdas de la guitarra se une al pulso de la batería de Densmore sosteniendo el control de todo el tema. Morrison comienza prácticamente todas las líneas de texto con la palabra ‘sangre’, diecisiete veces exactamente, debido a la represión que se vivía por aquel entonces por la guerra de Vietnam, manifestaciones de estudiantes, derechos de la raza negra, etc. También la historia que se esconde detrás de la composición relata el acontecimiento vivido de niño mientras viajaba con sus padres y abuelos en coche y presenció un horroroso accidente automovilístico entre un turismo y una furgoneta con trabajadores indios. Prestando atención se puede entender en los versos sin demasiada metáfora parte de la historia perteneciente originariamente de un poema de Morrison titulado ‘Newborn awakening’:

“Indians scattered on dawn’s highway bleeding / Ghosts crowd the young child’s fragile eggshell mind.”

Este suceso también tiene protagonismo en ‘Ghost song’ y ‘Dawn’s highway’, dentro de “American prayer”.

El acorde final de ‘Peace frog’ enlaza con ‘Blue sunday’, balada dedicada a su compañera sentimental Pamela Courson dejando ver su amor, aunque ocasional, hacia la que fue su mujer hasta el final de sus días. No sería esta la única que dedicaría a Pamela, pues dentro del mismo “Morrison Hotel” también hace una clara alusión en ‘Indian summer’ y en ‘Queen of the highway’. Terminando la cara A, también llamada ‘Hard rock café’, tenemos la crudeza inspirada en Rimbaud de ‘Ship of fools’, relatando una especie de extinción espiritual de la humanidad y su autodestrucción en lo que el llama un viaje en un barco de locos.

Abriendo la puerta –y nunca mejor dicho– de la cara B y del resto del repertorio, ‘Land ho!’ es la primera en sonar con un ritmo de batería similar –que no igual– al que da Ringo Starr en el ‘Get back’ de los Beatles. A John Densmore se le ciñe perfectamente y en una simbiosis musical los teclados de Ray Manzarek. La letra, de temática marinera, narra las ansias de libertad de un viejo capitán de barco que busca pisar nuevas tierras extranjeras jugándose a su suerte el viaje y una mujer, la tónica es parecida a la anterior, ‘Ship of fools’. Luego llega ‘The spy’, para muchos una de las mejores de todo el disco, de fuerte raíz blues, fascinante instrumentación, como no podía ser de otra manera entre el oscuro piano y el slide de la guitarra. Sólo hay que detenerse en el tempo de la misma y dejarse llevar por la erótica de su poesía:

“I’m a spy in the house of love. / I know the dream, that you’re dreamin’ of. / I know the word that you long to hear / I know your deepest, secret fear”.

Dentro de un festival “love-song” aparece la ‘Queen of the highway’ que como antes dejaba constancia, iba dedicada a su novia Pamela Courson clarificándolo totalmente en la letra; “She was a princess / Queen of the Highway” para referirse a ella y “I hope it can continue / Just a little while longer”, donde el propio Morrison se retrata a sí mismo dentro de una autobiográfica declaración amorosa en toda regla. Grabada en noviembre, tiene otra versión hermana en clave de jazz, muy recomendable y que podemos encontrar en la edición remezclada del cuarenta aniversario, además de en ciertos bootlegs.

Y como no hay dos sin tres, la mística ‘Indian summer’ inunda de sosiego y de parsimonia armonía lo que queda de LP. Hay a quien le recuerda a la más que famosa ‘The end’, y es muy posible y factible, puesto que ambas guardan ciertas similitudes en cuanto al ritmo y la música se compuso en la primera etapa de la banda, en agosto del 66. Para esta ocasión fue regrabada la voz de Jim. Dispara la canción un estirado y meloso ‘I love you’ de boca de Morrison para dar rienda suelta a una letra sencilla pero rica en misticismo. Impresionante y totalmente arropador el bajo que se marca el músico de estudio Ray Neopolitan, otorgándole profundidad a la canción.

Finalizando esta gran obra de los Doors, cierra la enérgica ‘Maggie M’Gill’. Una melodía blues de principio a fin y letra abatida que cuenta la historia de Maggie M’Gill, hija atormentada de un padre estrella del rock and roll alcohólico que la abandona a su suerte. Tanto el ritmo, como la guitarra, teclados y, por supuesto, la voz, tienen todo para seguir la estela de blues que buscaban y continúa hasta el siguiente álbum y sexto de The Doors, “L.A. woman”.

 

RAREZAS Y LEGADO

Entre las cintas originales quedaron guardando polvo los tomas alternativas e inéditos que en cuentagotas saldrían en bootlegs, recopilatorios de rarezas tipo “Essential rarities” o se daban a conocer únicamente en los conciertos de la banda. Por fortuna, en los recopilatorios piratas podemos obtener prácticamente las sesiones de aquella grabación para así degustar grandes canciones como ‘Rock is dead’, ‘Whiskey, Mystics and Men’ (aunque casi podría quedar fuera de esta etapa por los pelos), ‘Carol’ (prácticamente igual a ‘L.A. woman’ en cuanto a ritmo se refiere y grabada un cuatro de noviembre), una versión instrumental de ‘Queen of the highway’ o ‘Blues for Lonnie’, una brutal pieza auténtica de blues que en la que, como ya indica el título, tiene que ver el bajista Lonnie Mack (podemos dar con ella en el reciente box-set «Perception»). En el caso de la edición del cuarenta aniversario se incluye como material extra «outtakes» y cortes de diálogos previos así como numerosas tomas de ‘Roadhouse blues’, un falso arranque de ‘Peace frog’, ‘Carol’, como se acaba de nombrar, y dos versiones jazz de ‘The spy’ y ‘Quen of the highway’. Esta última edición de “Morrison hotel”, remasterizaba y remezclaba las canciones con coros de Morrison, notas de piano y guitarras que fueron grabadas durante aquellas sesiones y no se utilizaron en principio.

La obra vio la luz en febrero del año 70, abrió nuevos caminos en cuanto a su búsqueda de sonido se trataba y que terminaría de definirse hasta la disolución del grupo. Fue un éxito de crítica alcanzando en las listas de ventas el cuarto puesto en Estados Unidos y el doce en Reino Unido. «La vuelta a las raíces» o «el mejor disco de The Doors», fueron algunos de los titulares en la prensa musical escrita, pero como la excepción que confirma la regla, aparecería Lester Bangs haciendo una reseña del disco tildando a Morrison de patético payaso violento y alcohólico exhibicionista que no era ni una caricatura de lo que fue.

Casi cuarenta minutos de duración fueron más que suficientes para convencer al público y crítica de que el grupo no estaba acabado, como en muchos medios se decía tras el lanzamiento de “Waiting for the sun” o “The soft parade”, y que estaban ahí para quedarse y perdurar. Desde luego así ha sido, con “Morrison Hotel” encontraron un icono tanto en la famosa imagen de la portada como en canciones que siguen siendo el buque insignia de la banda liderada por Jim Morrison y compañía.

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