OPERACIÓN RESCATE
“Los Clash, con un mensaje intelectual y armado, podían suponer un verdadero peligro para su desestabilización”
Reivindicando la igualdad, criticando la hipocresía y sacudiendo el sistema. Así se presentaron los Clash a finales de los setenta en su disco de debut, de título homónimo. Un pistoletazo punk que recupera Sara Morales.
The Clash
“The Clash”
CBS, 1977
Texto: SARA MORALES.
Cuando los Clash se calzaron las botas para ponerse en marcha en 1976 lo tenían claro. En plena explosión del punk británico, con unos Sex Pistols dando la matraca a la Corona y pinchando las calles con sus imperdibles, ellos iban a apostar por una vertiente más profunda y con conciencia en el contenido y un fulgor menos estruendoso y más meticuloso en el continente.
Sin salirse de los insurrectos parámetros del movimiento callejero que inundaba Londres aquellos días, pero con su atención puesta en el poso humano de todo aquello, Joe Strummer, Mick Jones y Paul Simonon se dispusieron a levantar los cimientos de la que, para los restos, quedaría como la obra clave del género en Europa.
El primer paso fue este álbum debut y homónimo de catorce temas, publicado el 8 de abril de 1977. Un reactivo de poco más de treinta y cinco minutos, con el que iban a saldar cuentas achuchando lo estipulado y poniendo sobre la mesa asuntos que supondrían un tirón de los gordos a las corbatas del establishment.
Sin demasiados adornos en el sonido, pero con una técnica más virtuosa que la de otros grupos coetáneos, engrandecieron el punk matriz adornándolo con trizas de ska, de reggae e incluso de pop rock con las que, además de ampliar el abanico receptor, rematarían una propuesta ecléctica y rica en tonalidades. Por tanto, no sorprende encontrarse en esta carta de presentación canciones como ‘Police and thieves’, una de las composiciones capitales del reggae jamaicano (original de Junior Murvin y Lee Perry en 1976) que The Clash se lanzaron a versionar ante la atónita y crítica mirada de sus creadores, a los que nos les convenció en absoluto «el destrozo». Sin embargo, muy lejos de considerarlo tal, aunque entendiendo el celo, damos con una cover brillantísima en la que Paul Simonon sobresale con su bajo por encima de la guitarra principal de Mick Jones y la rítmica de Joe Strummer, quien, por cierto, añadió justo al principio la frase «They’re going through a tight wind», propia de los Ramones en su eterno alarido ‘Blitzkrieg bop’.
Resulta que la banda de Queens se encuentra más presente en este álbum debut de los Clash de lo que podría parecer. Y es que Joe Strummer, reconocido acólito suyo, seguía muy de cerca las pautas punk que se marcaban a la otra orilla del Atlántico, a pesar de que criticara abiertamente las dinámicas de aquel país en ‘I’m so bored with USA’. A los Ramones, y a su particular modo de encarar el género desde Nueva York, les guiña un ojo constantemente desde este primer disco; por eso nos topamos con el segundo de estos gestos homenaje en ‘White riot’, un tema que aborda la lucha de clases a través de la enérgica simplicidad del punk americano, con un tempo muy similar al que practicaba la banda de Joey. Y otro más, la portada. Ese blanco y negro como protagonista, con una fotografía realizada en un callejón cercano a su local del ensayo, en la que posan los tres miembros fundadores (el batería Tory Crimes no aparece porque tenía pensado abandonar al concluir la grabación del disco), nos conduce mentalmente hasta la estética del debut discográfico de Joey, Johnny, Tommy y Dee Dee.
Dando lecciones
El cuarteto londinense se asomó al mundo con «The Clash» y buena parte de este les dio la bienvenida tachándoles de panfletarios, populistas y demagogos. Un disco que sostiene una incisiva crítica política acompañada del alzamiento de los derechos sociales, plagado de exhortaciones e incitaciones al movimiento y a la acción, no cayó demasiado bien. Los Pistols eran molestos y ruidosos para el sistema, pero los Clash, con un mensaje más intelectual y armado, podían suponer un verdadero peligro para su desestabilización. Aun así, parecía ser justo lo que necesitaba la facción más abierta de la sociedad inglesa, sobre todos los jóvenes: un empujón en forma de canciones que reivindicaran la igualdad y la identidad (‘What’s my name?’), que criticaran la hipocresía (‘Janie Jones’) y las guerras (‘Heat and war’), que condenaran la precariedad laboral (‘Career opportunities’) o que incluso le cantaran con sorna a una conocida marca de condones de los setenta (‘Protex blue’).
En definitiva, que revolucionara los patrones de conducta más allá de la rebeldía que parecía venir de serie en el punk, prefabricada en algunos casos incluso. Que sirviera como detonante del cambio, de un cambio real en las conciencias; y eso lo trabajaron radiantemente en la gran insignia del álbum, ‘Londons burning’, con la que se mofaron del adoctrinamiento y se rebelaron contra las rutinas impuestas por los de arriba sobre el pueblo.
El álbum consiguió alzarse con el puesto número doce en las listas británicas durante varias semanas; al parecer, el mensaje de Joe Strummer y su banda había calado en quien tenía que calar. Y esto no había hecho más que empezar, este no fue más que el primer paso hacia la maravillosa oda a lo urbano que fue la obra de los Clash, a un ritmo trepidante e infeccioso que escuece todavía hoy.
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Anterior entrega de Operación rescate: “Luces de ciudad” (1982), de Episodio.