LIBROS
“Matheson no será un buen músico, pero es un excelente escritor de calado británico”
Andrew Matheson
“Te potaría encima. Sick on you”
CONTRA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Si observan la fotografía de la solapa, percibirán que el personaje que la anima es un trasunto de Brian Ferry: la misma prestancia en su postura, la misma elegancia en el traje, el mismo peinado… No es extraño, Andrew Matheson pertenece a la misma generación e incluso coincidió con él algunas veces en la pista del Speakeasy, el club de moda en Londres en los primeros setenta, allí donde acudía todo el que era alguien. Matheson no era nadie; sin embargo, durante cuatro años, al frente de su grupo, los Hollywood Brats, estaba convencido de que se iba a comer el mundo.
Londres, 1971. Una ciudad chabacana y deslumbrante. Los sesenta habían acabado y no se sabía qué iba a empezar. La música efusiva ha muerto y nuestro hombre se propone rescatarla, así que empieza a colocar anuncios en el “Melody Maker” y van apareciendo músicos variopintos que no son lo que esperaba. Mmmm, petos y blues descartados, pero es lo único que había… De hecho, Matheson es extremadamente purista: solo respeta a los Rolling Stones y a los Kinks. Y un poquito a los Beatles y a Bowie. Poco a poco, va reuniendo una cohorte de chiflados que se visten con una mezcla de harapos gitanos y glamour de pacotilla y que deciden llamarse The Queen. Pero corre por ahí otro grupo con el mismo nombre y aunque ellos ganan su disfrute con un puñetazo directo a la mandíbula de Freddie Mercury, ya no les gusta el nombre.
Lo curioso es que esta potente fe en la rendición del mundo a sus pies se da de bruces con su vida cotidiana. El grupo vive ocupando casas o de alquiler en antros plagados de ratas o en los que se derrumba el techo, su mundo cultural consiste en contemplar la televisión y su vida social bascula entre fiestas de locura y pasar días enteros en pubs habitados por infraseres. Sin embargo, consiguen grabar un disco, pero —¡ohhh, sorpresa!— no es para un sello, sino para una agencia de management que lo intenta vender al mejor postor. El disco refleja ese sonido cortante de guitarras que buscaban, que hoy entendemos como propio de la época glam —o protopunk incluso—, pero que entonces no procedía. Y al final no hay postor. Ya desgarrado el grupo, unos incipientes Sex Pistols se plantan a la puerta de casa de Matheson para demostrarle su admiración y llevarlo hasta el gurú McLaren, que quiere incorporarlos a su equipo. Matheson acude a la cita, pero está diez minutos y se marcha sin dar crédito a la ridiculez del personaje. Ahhh, sí, el disco al final apareció solamente para el mercado noruego. Vendió exactamente 563 copias.
Lo curioso es que esta historia de perdedores, de destino aciago —otros grupos peores se recuerdan más— está escrita con un estilo hilarante. Matheson no será un buen músico, pero es un excelente escritor de calado británico. No duda en hurgar en episodios que parecen no dejarlo en buen lugar; y son continuos, a uno por página casi. Intentos de eliminar ladillas con limpiasuelos hiperconcentrado, robos de cajas de comida de un supermercado que al abrirlas en casa contienen anguilas vivas —hacía años que no me reía tanto—, la llegada a lo López Vázquez a los clubs de moda…
Lees los propósitos del grupo y son los Ramones cuatro años antes. Puede que no triunfaran, pero también es injusto que sean el típico grupo de lista impersonal de época, porque no solo se es grande por serlo, sino también por saber contarlo. Lo primero lo demuestra el disco que editó muchos años después Cherry Red, lo segundo el libro de su líder.
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Anterior crítica de libros: “The Beatles. 501 historias que deberías conocer”.