LIBRO
«Un solvente ejercicio de autoanálisis para su autor, regido por una autocrítica de lo más transparente, y una delicia para el lector»
Brett Anderson
Tardes de persianas bajadas
CONTRA, 2019
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Hay veces en las que, quienes no estamos directamente al tanto de lo que se oculta tras los oropeles del éxito (es decir, la gran mayoría de nosotros), podemos llegar a intuir determinadas zozobras. Servidor recuerda muy bien cómo Brett Anderson, entre finales de los noventa y principios de los 2000, se había convertido casi en una caricatura de sí mismo: sus visitas a nuestro país se repetían con una frecuencia que rayaba lo cansino (repitieron dos FIBs seguidos sin que nadie pudiera advertir diferencia alguna entre ambos conciertos, en 2002 y 2003), su estampa lucía más demacrada que nunca, la ambigua sexualidad estilosa que irradiaba en escena se había trocado en arrogancia macarra y, sobre todo, su voz —deslumbrante solo unos años antes— andaba tan cascada que parecía irrecuperable. Si la cara es el espejo del alma, entonces nadie podía negar que la imagen de Suede en directo era la plasmación de una banda en franco declive. Precisamente son esos años los que coinciden con el grado de intensidad máxima en la relación de Anderson con las drogas, y saber eso de primera mano a través de las páginas de este libro ayuda a entender por qué A new morning (2002) fue un álbum tan ramplón y autocomplaciente que, en sus propias palabras, ni siquiera debería haberse editado, al menos viniendo de dónde venían. Hasta la portada carece por completo de personalidad.
Quizá el propio Brett Anderson haya borrado de su memoria muchos de esos conciertos facturados en serie. La dinámica rutinaria de las giras, con su eterna repetición y su vorágine de excesos, está aquí tan bien descrita que se comprende que apenas haya hueco para su detalle. Lo que no se le ha olvidado, y exhibe en ello una memoria prodigiosa, es la ambientación del entorno de muchos de los momentos que explican el auge y caída de Suede, esos momentos en el estudio y esas conversaciones clave que son excelentemente descritos en esta brillante secuela de Mañanas negras como el carbón (2018).
Vuelve a primar aquí un registro literario notable, a través del cual podemos llegar a entender la trastienda que se hurdía tras la factura de cada uno de los álbumes de Suede hasta 2002. Reconforta la lucidez del autor para somatizar con el tiempo las incongruencias del éxito y poner en cuestión sus estereotipos, las servidumbres de una prensa entonces omnipotente, la vulgaridad de gran parte de ese brit pop en el que ellos fueron encajonados de forma poco juiciosa, la esclavitud de la banda ante el espejo de su público (relegaban canciones excelentes a las caras B de sus singles por no romper la enérgica dinámica de sus álbumes, en favor de otras más briosas pero también más flojas) o su forma tan clarividente de lamentar conductas que, como el cisma con Bernard Butler, hubiera afrontado ahora de una forma distinta (¿y quién no?).
Es este un solvente ejercicio de autoanálisis para su autor, regido por una autocrítica de lo más transparente, y una delicia para el lector. «Si he de ser sincero, no soy un músico particularmente dotado por naturaleza, y ni siquiera un narrador de especial talento. Pese a todo, una característica que me ha ayudado a lo largo de los años es el hecho de que sencillamente no tiro jamás la toalla», dice su autor. Su resurrección creativa y escénica de la última década, que queda fuera de estas páginas (¿habrá tercera parte?) es la mejor prueba.
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Anterior crítica de libros: Aviador Dro. Anarquía científica, edición de Patricia Godes.