FONDO DE CATÁLOGO
«Desarrolló una carrera musical inconmensurable que le llevaría a ser reconocido por auténticos tótems de la guitarra blues»
Este fue, según la revista Blues Guitar, el disco que más influyó a los guitarristas de los sesenta, a los Jimi Hendrix, Eric Clapton o Jimmy Page. Motivo más que suficiente para recordar su valor. Por Eduardo Izquierdo.
T-Bone Walker
T-Bone blues
ATLANTIC, 1959
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
En 1835 el Gobierno de Estados Unidos firmó con el pueblo cheroqui el Tratado de Nueva Echota, un expolio más en el que los indios entregaban sus tierras a cambio de una reserva lejana, lo que llevó a una larga migración conocida como el Sendero de las Lágrimas en las que muchos fallecieron, especialmente mujeres y niñas. El mismo acuerdo, eso sí, incluía un delegado representante de los cheroqui en el Congreso. Todavía siguen esperando. Pero, a pesar de este tipo de afrentas, la cultura cheroqui ha seguido manteniéndose en el tiempo y, en muchos casos, se ha mezclado con la naciente y más novel cultura yanqui para conseguir explosivos resultados. No entraremos a valorar si Jimi Hendrix tenía sangre cheroqui o no, porque el que la tenía seguro es T-Bone Walker, y este puede considerarse uno de los creadores de una de las variantes del blues que —paradojas de la vida— más orgullo genera entre los estadounidenses: el Texas blues.
Es fácil que al buscar información sobre el blues de Texas nos encontremos con el consenso de que el padre del género es Blind Lemon Jefferson, pero también lo es encontrar en el escalafón siguiente a Lightnin’ Hopkins y T-Bone Walker. Este último, además, evolucionó el género hacia lo que se llamó west coast blues o jump blues. Afroamericano y de sangre india, Walker lo tenía todo para sufrir problemas racistas desde muy pronto. Y así fue. Eso no le impidió desarrollar una carrera musical inconmensurable que le llevaría a ser reconocido como una referencia por músicos del calibre de Albert King o Freddie King, auténticos tótems de la guitarra blues. Javier Pérez publicaba para el anuario de la Sociedad de Blues de Valencia que «a fines de los cuarenta y principios de los cincuenta era virtualmente imposible encontrar un guitarrista de blues eléctrico no influido o literalmente un imitador del estilo de T-Bone Walker», una afirmación tan rotunda como poco descabellada. Pero su impacto va más allá. De hecho, la revista Blues Guitar seleccionó T-Bone blues, publicado en 1959, como el álbum más influyente para los guitarristas de rock de los años sesenta. Esto, para que se hagan a la idea, incluye al ya citado Hendrix, Eric Clapton o Jimmy Page.
“Papa ain’t salty”, la canción de inicio, muestra a las claras qué es eso del jump blues, herencia de los sonidos de las big band de los años treinta. Un concepto saltarín de la música, con letras cargadas de ironía y humor, y mucho de boogie woogie. Aquí los puristas están ya a punto de asesinarme. Porque si bien esta es la canción de arranque en la mayoría de reediciones del disco, lo curioso es que en el prensaje original era la última de sus once temas. No se preocupen si en su copia esto tampoco coincide. De este disco hay tantas versiones que es imposible citar las canciones en un orden concreto, aunque lo justo sería irse a la primera edición que, como todo en el blues, también presenta sus dudas en cuanto a fechas, con un baile entre 1959 y 1960.
Incluso en algunas publicaciones encontrarán canciones como “Why not”, heredera del “Walking by myself” de Jimmy Rogers que luego versionaría Gary Moore, ¡que no estaban en el álbum original! Las que sí estaban eran la instrumental “Mean old world” con su lección de pericia guitarrística —como todo el álbum, por otro lado —, el medio tiempo arrastrado “Blues for Marili”, el rockabilly de “Shufflin’the blues” o ese “Call it stormy Monday” que con el título recortado simplemente a “Stormy monday” acabaría en el repertorio de The Allman Brothers Band.
Un auténtico pionero en todo, Walker lo fue incluso en cuanto a presencia escénica. Se adelantó a Chuck Berry en algo parecido a su danza del pato (duck walk) e incluso tocó la guitarra con los dientes tres décadas antes que Hendrix. Un auténtico visionario. Una leyenda y un disco fácil encontrar hoy en día en vinilo gracias a una conocida colección de fascículos sobre el género. Así que… ya saben.
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Anterior Fondo de catálogo: Rattus norvegicus (1977), de The Stranglers.