«Suede» (1993), de Suede

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OPERACIÓN RESCATE

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«Suede invocaban al espíritu de Ziggy Stardust y cultivaban el gusto por la ambigüedad de su artífice»

Hace veinticinco años vio la luz «Suede», el debut discográfico de la banda de Brett Anderson. A escasos días de la edición de su octavo trabajo, «The blue hour», Fernando Ballesteros recupera el primer paso discográfico de los británicos.

Suede
«Suede»
NUDE RECORDS, 1993

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS. 

 

El 2018 está siendo un año especialmente movidito para los fans de Suede. El 21 de septiembre se pone a la venta “The blue hour”, su octavo disco y el tercero de la segunda etapa que iniciaron con “Bloodsports” hace ya cinco años. Pero es que, además, mientras escribo esto miro de reojo al buzón, porque en cualquier momento puede llegar “Mañanas negras como el carbón,” la aclamada autobiografía de Brett Anderson. Y todo eso sin olvidar que, hace unos meses, se ponía a la venta una edición especial con motivo del 25 aniversario de su álbum de debut. Porque sí, amigos, hace ya un cuarto de siglo de aquello, aunque quizá haya que retroceder un poco más para entender mejor el revuelo que causaron aquellas canciones, antes incluso de su publicación.

En 1990, los elegidos eran The Stone Roses. Su flamante presentación mundial en Spike Island los situaba como el grupo escogido para llevar la bandera del pop de las islas en los siguientes años. Pero el tiempo pasó, y entre embrollos legales y problemas variados, su ansiado momento de un segundo disco se les escapó de las manos. En Estados Unidos ya habían movido ficha: Nirvana lo habían puesto todo patas arriba y el rock alternativo se había convertido en la norma de las listas.

Desde el Reino Unido se miraba con envidia. Algo había que hacer. Y apareció Suede, para ocupar de forma inmediata el centro de la escena. Antes de que se librara la gran batalla por el trono del britpop, los de Londres fueron designados por la prensa como la próxima «gran cosa». Ellos fueron los primeros en aparecer en portada junto a la etiqueta de marras. Sobre ese comienzo y un torrente de esperanzas acompañadas de elogios se iba a edificar el entramado que dominaría el pop británico durante, al menos, el siguiente lustro.

Tampoco nos puede extrañar mucho que, apenas con un single en la calle, Melody Maker les proclamara como la mejor banda nueva de Gran Bretaña. ‘The drowners’, su primer sencillo, era el motivo de aquel entusiasmo. Se trataba de una canción directa, heredera del glam-rock del que tomaba sus altas dosis de energía. Las cartas estaban sobre la mesa: Suede invocaban al espíritu de Ziggy Stardust y cultivaban el gusto por la ambigüedad de su artífice. Los Smiths, claro, también formaban parte de la ecuación, porque había algo de Morrissey en algunas de las formas vocales de Brett y porque, no nos engañemos, era casi imposible a comienzos de los noventa poner en marcha un grupo como este y no haber mamado, en mayor o menor medida, de los de Manchester.

‘The drowners’ fue incluida en su debut. A ella le sucedió la inmediatez del rock and roll del rock and roll de de ‘Metal Mickey’, el único tema se coló entre los diez primeros de Estados Unidos, un país que no parecía muy dispuesto a dejarse arrastrar por la «suedemanía». En todo caso, la alianza de Anderson con la guitarra de Bernard Butler seguía dando en la diana en una banda en la que la sección rítmica, integrada por el bajista Matt Osman y el batería Simon Gilbert, completaba una maquinaria en la que todo parecía encajar.

Aunque no siempre fue así. Todavía en 1991, cuando apenas habían salido del local de ensayo, su guitarra rítmica, Justine Frischman, protagonizó dos rupturas que tendrían mucha repercusión en el futuro: se marchó del grupo tras romper con Brett e inició una relación con el líder de Blur, Damon Albarn, que marcó profundamente al vocalista de Suede. Y al de Blur, poco más tarde, aunque esa es otra historia.

Bautismo comercial

Pero estamos ya en 1993, y ‘Animal nitrate’ con todo su salvaje esplendor, es el tercer single que aviva el fuego alrededor del grupo. La canción, una explosión con potentes dosis de ese desgarro tan característico de Suede, les coloca también en el top ten y en los Premios Brit reciben su bautismo en directo.

Repertorio

Todo iba viento en popa, pero lo crucial lo estaban cociendo en el estudio mientras todo esto sucedía. En concreto, en el Master Rock londinense donde registraron su homónimo debut a finales de 1992, con Ed Buller en la mesa de sonido. El 29 de marzo del siguiente año, Nude Records ponía a la venta una obra que tenía que responder a varias preguntas. La más importante era esta: ¿había para tanto?

La respuesta es afirmativa. Aparte de las tres bazas ganadoras que habían visto la luz en forma de single, «Suede» era uno de esos discos que, por echar mano del tópico, sabía capturar el espíritu de su tiempo y encapsularlo como canciones, en el mejor de los casos, incontestables. ‘So young’ lo abre con una de esas historias en las que hay drogas, euforia, desesperación y más sensaciones contradictorias. Bueno, todo eso y la voz de Anderson con un falsete exagerado. Un clásico.

Toda esa mezcla de sentimientos y la puesta en escena de arrogancia juvenil que contiene el disco se plasman en una portada provocativa, que tenía su reverso sombrío en pasajes como los de ‘Pantomime horse’, bella y dramática composición en la que Anderson da salida a todo el desencanto que le había dejado dentro el final de su relación con Justine.

‘Sleeping pills’, en la que vuelve a hacer acto de aparición la química, se eleva emotiva, con un trabajo vocal impecable y unas cuerdas sobresalientes. Mientras, ‘She’s not dead’ aborda el suicidio con otra historia que le toca de cerca: la de su tía y su pareja, una de esas relaciones de dos contra el mundo en la que la pareja termina perdiendo. Más allá de lo personal del texto, se trata de uno de los puntos álgidos del trabajo. Como ‘Breakdown’, seis minutos de brutal intensidad que crece en la parte final a golpe de distorsión.

No todo son plenos en los momentos acelerados del disco. Es verdad que ‘Moving’ abusa de los efectos de sonido y se aleja de lo que le gustaba transmitir al grupo en directo, y ‘Animal lover’, otro intento de zanjar cuentas con el pasado representado por Frischman y Albarn, no pasa del aprobado. Sí lo supera, y ampliamente, ‘The next life’, en la que Bernard se sienta al piano. Un homenaje de Brett a su madre fallecida en el que mira al pasado feliz y al futuro reencuentro con ella.

Su siguiente disco, «Dog man star», quiso ir más allá de los logros de su debut. En esa ambición radican buena parte de los aciertos que le convirtieron en su obra maestra para muchos. Si el objetivo en el tercero, «Coming up», era crear himnos pop, superó al primero. Pero «Suede» cumplía con las expectativas, que ya es mucho decir cuando estas son tan exageradas como las que generó este grupo entonces.

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