FONDO DE CATÁLOGO
«Mostró el excelente momento que atravesaba Hilario a principios de los ochenta, capaz de firmar un trabajo en el que todas las piezas encajaban primorosamente»
Cuarenta años cumple este 2023 Subir, subir, el quinto álbum de estudio del cantautor madrileño. Un trabajo con el que puso letras y melodías a multitud de estampas urbanas y emocionales, y para el que se dejó acompañar por Joaquín Sabina en alguna de sus canciones. Luis García Gil regresa a él.
Hilario Camacho
Subir, subir
MOVIEPLAY, 1983
Texto: LUIS GARCÍA GIL
Suele decirse con evidente apresuramiento que en los años ochenta decaen irreversiblemente los cantautores, reducidos además a una etiqueta protestataria y a unos modos de guitarra y voz que no correspondía al talante musical de muchos de ellos. El año 1983 desdice a los enterradores, por la pluralidad de voces surgentes y consolidadas. Javier Ruibal graba su ópera prima, Duna, y Aute su directo Entre amigos. Serrat entrega Cada loco con su tema y Patxi Andión Amor primero. Mientras tanto Hilario Camacho, que fue siempre por libre, ecléctico y moderno, al margen de encasillamientos, grabó Subir, subir, que cierra su fructífera etapa con el sello Movieplay bajo el lema de que no había quinto malo, y este indudablemente no lo fue.
Un disco muy elaborado de antemano, desde la pieza inaugural “Tus ojos” hasta la de clausura, “Sin decir adiós”. Con arreglos de Fernando Sancho y Joaquín Torres, Subir, subir comienza con los símiles amorosos y poéticos de “Tus ojos”. Bajo una arquitectura pop, Hilario demostraba una vez más su probada sensibilidad como letrista, apoyado a veces en colaboradores cómplices: «Tus ojos son como un imán / fuerza y luz / me miran siempre por primera vez / son agua de algún nuevo manantial / mi música ambulante / dos sombras peregrinas».
“¡Taxi!” —la segunda canción del disco— y “Negra noche” son parte del Hilario más urbano y cotidiano que junta su mirada a la de Joaquín Sabina, una colaboración propiciada por Joaquín Torres. Subir, subir trepa hacia un realismo nada mágico, de estampas callejeras en las que suele apelarse al aprovechamiento del instante. «Ahora voy / tratando de vivir en cada momento / sabiendo que no es fácil / avanzar entre la tormenta / No miro atrás / mañana empieza hoy», canta en “Estrella polar”.
Hilario Camacho fija un retrato de la soledad del noctámbulo disoluto en la gran y tumultuosa urbe, verbigracia la rocanrolera “Licantropía”. Para esos relatos nocturnos tiene su importancia el uso de las instrumentaciones y de los arreglos con teclados preeminentes, guitarras con mucho funky y la puntual aparición de un saxo. Nada que remita, pues, al estatismo musical de los cantautores donde se le ubicaba aún en estos años.
Dos chicas de la madrileña Costa Fleming, que bautizara como tal el periodista Raúl del Pozo, inspiran “Chica de papel”, cuya carnalidad evanescente es descrita en uno de los pasajes amorosos de este disco en el que Hilario no rehúye de ese lado romántico que siempre le acompañó y que llevó al extremo en “Tristeza de amor”.
Subir, subir contaba como carta de presentación con una simpática portada de Hilario ascendiendo al cielo entre nubes y portando en una de sus manos un puñado de globos. En algunas de las canciones colabora como letrista el prolífico Carlos Villarrubia, que entendía perfectamente ese territorio voluble en el que se movía Hilario del que el puro humo adictivo de la enérgica “Nicotina” es otro ejemplo. «El humo me ha nublado la razón», canta Hilario en una canción en la que la nicotina es tan deseada como una mujer amada.
La descarnada y reprobatoria “Sin dar la cara” —otro de sus autorretratos amorosos— y la poética y nostálgica “Sin decir adiós” —evocación de un primer amor en un portal— rubricaban un disco que mostró el excelente momento que atravesaba Hilario a principios de los ochenta, capaz de firmar un trabajo en el que todas las piezas encajaban primorosamente a modo de un mapa urbano de historias veraces y concentradas.
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Anterior entrega Fondo de Catálogo: Beggars banquet (1968), de The Rolling Stones.