“Steven Tyler no es que simbolice la energía sin límites de la adolescencia, es que es la energía sin límites de la adolescencia”
Aprovechando la simbólica fecha del 70 cumpleaños de Steven Tyler, Juanjo Ordás reflexiona sobre la figura y obra del líder de Aerosmith, que pasará este verano por nuestro país.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Recuerdo perfectamente el titular publicitario de un suplemento cultural allá por 1997. Bueno, no lo recuerdo exactamente, pero aparecía el rostro de Steven Tyler a generoso tamaño en blanco y negro y sobre él ponía algo así como “este abuelo no canta nanas”. Más o menos. Lo de abuelo, seguro. La idea era anunciar que Aerosmith iban a ser portada del suplemento al día siguiente. Editaban “Nine lives”, su último gran disco, y él tendría unos cincuenta años recién cumplidos. Un poco pronto para llamarle abuelo, ¿no? Aunque lo mismo por entonces ya lo era. No lo sé. Tampoco importa. El caso es que la idea me dejó perplejo, porque para mí, que entonces tenía diecisiete años, era un tipo tan joven como yo. Ni siquiera podía verle como alguien mayor que mi padre. Steven y la palabra abuelo no conjugaban bien. Y hoy, cuando cumple setenta años, siguen sin encajar.
Steven Tyler no es que simbolice la energía sin límites de la adolescencia, es que es la energía sin límites de la adolescencia. Pero con savoir faire, siempre consciente de donde está el límite del ridículo, siempre sabedor de su carisma brutal. Te coge de la mano, ya sea en disco o en directo, y te lleva a dar un paseo por sus dominios y puntos de vista sobre una realidad que tú también habitas, pero que él colorea desde la atalaya del rockstar. ¿Cómo no estarle agradecido? Quizá haya que explicarlo mejor: es una estrella de rock, una de las más grandes que haya pisado el mundo, pero sus sentimientos han sido siempre mundanos, tanto como para que te puedas identificar cien por cien con sus letras. El amor le duele, el sexo le gusta y prefiere pasarlo bien a pasarlo mal. No es muy diferente a cualquiera de nosotros, ¿verdad? Y cae simpático. Siempre ha caído bien y siempre caerá bien.
Ahora podríamos continuar hablando de lo bien que sigue cantando. Salvo en los momentos de crisis brutales —digamos la etapa entre 1982 y 1984 de Aerosmith—, ha mantenido la voz a punto. La edad ha quitado registros, ha añadido otros, pero siempre ha seguido cantando excelentemente bien. Aquellos que vieran a Aerosmith el verano pasado lo habrán comprobado. Los que no, pueden escuchar “Aerosmith rocks Donington 2014”, editado hace tres años y buena muestra del poderío de la mejor banda estadounidense de todos los tiempos (he dicho). Es cierto que en estudio llevan demasiado tiempo sin entregar nada muy potente desde el mencionado “Nine lives”,y de eso hace ya más de veinte años, pero siempre nos quedan los conciertos y, por supuesto, una docena de discos sin mácula (ahí cada uno puede añadir o quitar los que quiera, pero de diez no baja la cuenta, fijo). Su única obra solista, “We’re all somebody from somewhere” (2016), estuvo bien, y sus conciertos junto a The Loving Mary son muy disfrutables, con canciones propias y versiones de Aerosmith en plan country. El poder de Nashville nunca debe infravalorarse, allí hay magia. Precisamente es así como se acercará a España este verano y deseando verle estoy. Una vez más y las que haga falta. Pero todavía queda para eso, ahora es el momento de gritarle: ¡feliz cumpleaños Mr.Tyler! ¡Por otros setenta años más!
Yo lo celebraré escuchando de nuevo “We’re all somebody from somewhere” para sacarle el jugo que quizá se me escapó en su momento y añadiendo a la sesión algunas de las canciones menos sobadas de Aerosmith. Los fans de verdad conocemos el placer de escuchar ‘Write me a letter’, ‘S.O.S (Too bad)’, ‘Uncle salty’ y ‘Joanie’s butterfly’. ¿Quieres unirte a nosotros y a al serpenteante fraseo de Steven?