COMBUSTIONES
«Encuentro sustancia y tuétano, fragilidad sin cortar, emoción, delicadeza y vuelo en esa voz a punto de ser apedreada»
El anuncio del próximo disco de Spiritualized, previsto para el 25 de febrero de 2022, provoca estas líneas de Julio Valdeón sobre la carrera, el talento y las canciones de su alma máter, Jason Pierce.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
Suntuosos vendemotos o exploradores del espacio interior y exterior a lomos de rotundas tablas psicodélicas. Posmodernos chamanes que invocan a Syd Barrett y Sun Ra para confeccionar discos tan epidérmicos como vacíos, postales al gusto de modernitos, o auténticos generadores de música tan elegante como visceral y tan potente como rica. Uso el plural, pero en el caso de Spiritualized, que anuncian nuevo disco, Everything was beautiful, y reeditarán en vinilo de 180 gramos varios títulos clásicos —Lazer guided melodies (1992), Pure phase (1995), Ladies and gentlemen we’re floating in space (1997) y Let it come down (2001)—, sería mucho más ajustado hablar de Jason Pierce, Juan Palomo inspirado de un proyecto que nace de las cenizas de Spaceman 3, su anterior combo, que implosiona en 1991, cuando rompe definitivamente con Peter Kamber.
Cuentan que en el nuevo disco Pierce toca 16 instrumentos. Si el anterior, el soberbio And nothing hurt (2018), lo grabó en el estudio que tiene en casa, este habría nacido en más de una docena de estudios. A mí, que me cansan un pelo algunas de las cabalgadas, y que me interesan cada vez menos las glorificaciones más o menos místicas, más o menos autoindulgentes, del consumo de drogas, los trayectos cósmicos y hasta las excursiones freudianas regadas de dulces venenos, en cambio me enamora la síntesis de góspel, pop y country que colorea sus canciones. La capacidad de relojero para esculpir mecanismos perfectos. Pienso en la bellísima “I’m your man”, de su anterior rodaja. Ese lirismo descarnado bajo nubes de cuerdas. La lisérgica elegancia para cantar y contar cosas más allá del ombliguismo instrumental.
Tampoco creo que Pierce sea un listillo con más talento para la decoración y las postales que para el arte, como sostienen sus críticos. Encuentro sustancia y tuétano, fragilidad sin cortar, emoción, delicadeza y vuelo en esa voz a punto de ser apedreada, como de cristal muy soplado, en sus vientos de soul espacial, en las guitarras feroces pero tiernas, en la distorsión que, lejos de camuflar oquedades, reluce como una espada de plutonio a punto de sajar unas canciones que te cogen del cuello, te muerden, te acarician, siempre a caballo entre la luz y la sombra.
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Anterior entrega de Combustiones: Coros celestes empedraron el camino al rock and roll.