CINE
«Si no fuera un film de superhéroes, sería una estupenda comedia adolescente al estilo clásico de la que John Hughes se hubiera sentido más que orgulloso»
«Spiderman: homecoming»
Jon Watts, 2017
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
Con “Spiderman: homecoming” asistimos a la tercera reencarnación del personaje en el cine en apenas quince años. Este Peter Parker, al que ya conocimos brevemente en “Capitán América: Civil War” (Anthony Russo, Joe Russo, 2016), será el que se integrará en el universo cinematográfico de Marvel como uno de los Vengadores, algo en lo que aquí se insiste sustituyendo la tradicional figura paternal in absentia del tío Ben por unos cuantos cameos por parte de Iron-Man (Robert Downey Jr.).
Del mismo modo que “Ant-Man” (Payton Reed, 2015) seguía la estructura de un film de robos al ordenar todo el relato en torno a la planificación, preparación y realización de un golpe, aquí la combinación con el subgénero de comedia de instituto consigue evitar el claro agotamiento que experimentan actualmente las películas de superhéroes, insertando elementos como fiestas, encuentros casuales en pasillos, un mejor amigo con algo de sobrepeso y función exclusivamente humorística, enamoramientos adolescentes e incluso el baile de fin de curso. La película es mucho más desenfadada y lúdica que otras del universo Marvel: si no fuera un film de superhéroes, “Spiderman: Homecoming” sería una estupenda comedia adolescente al estilo clásico de la que John Hughes se hubiera sentido más que orgulloso.
Este Spiderman (interpretado por Tom Holland) es el más juvenil, en todos los sentidos, de todos los que hemos visto en la gran pantalla hasta ahora. No solo su figura, movimientos y actitud encajan mucho mejor con la edad que se atribuye al personaje, sino que además su ilusión y emoción, su deseo de sentirse incluido y formar parte de los Vengadores lo pone casi en paralelo al espectador fiel que sigue con atención la cada vez más amplia saga de películas. Además de servir de alivio cómico, por supuesto, generando una ligereza que “Spiderman: homecoming” abraza, acepta y utiliza a su favor, consiguiendo salir muy airosa del peligro de repetitividad y hastío intrínseco en ser el “reboot” de un “reboot”.
Es sin embargo esta misma disneyficación del espectáculo cinematográfico que hace que el film funcione como entretenimiento la que lo convierte en un ejemplo más de la repetición de fórmulas, la adaptación indiscriminada a todo tipo de público (como en el resto de filmes de Marvel, a pesar de las escenas de acción no hay ni una sola gota de sangre que pueda comprometer la calificación por edades de la película) y, en definitiva, un nuevo recordatorio de que la industria cinematográfica quiere, ni más ni menos, nuestro dinero. “Spiderman: homecoming” se convierte así en un síntoma no intencional de nuestro tiempo.
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Anterior crítica de cine: “Dunkerque”, de Christopher Nolan.