FONDO DE CATÁLOGO
«El disco reviste cierta curiosidad, casi arqueológica, por un repertorio que ha quedado absolutamente olvidado cuando pensamos en las grandes canciones de Julio Iglesias»
Julio Iglesias
Soy
COLUMBIA, 1973
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Los primeros discos de Julio Iglesias configuran un relato de un artista en construcción que parece predestinado, más temprano que tarde, al apabullante éxito internacional. Soy, el álbum que va a terminar grabando en 1973, es el cuarto de su discografía y todavía dibuja las señas de un cantautor ligero que irá evaporándose de manera inminente, entregando su repertorio y su propia imagen a otros compositores. Por eso, Soy reviste cierta curiosidad, casi arqueológica, por un repertorio que ha quedado absolutamente olvidado cuando pensamos en las grandes canciones de Julio Iglesias.
Aquel 1973 de crisis del petróleo y Operación Ogro, Julio Iglesias se fotografía en la portada de Soy bucólicamente, en primer plano y con sombrero de paja. Julio ya es un truhan y es un señor en el objetivo del fotógrafo Pedro A. Martínez Parra. Seduce a la audiencia con un polo Lacoste y un envidiable bronceado. Tiene claro ya que el éxito comporta renuncias y que América y lo anglosajón no solo le tientan, sino que ya están en su horizonte más inmediato.
Más allá de lo que nos dicen las fotos y el póster que acompañaba al disco, editado por Columbia (no confundir con la Columbia o CBS estadounidense, actual Sony; aquella era una empresa local que había nacido décadas atrás en San Sebastián), hay que destacar entre el nuevo repertorio las canciones que llevan el sello de Manuel Alejandro, por ejemplo “Así nacemos”, que interpretó con pasión en el Festival de Viña del Mar de Chile, el mismo año del infame golpe de estado de Pinochet que derrocó a Salvador Allende. “Así nacemos” actúa de canción estandarte del cantante, que sigue los pasos de aquella “Gwendolyne” que le consagrara. “Así nacemos” es una canción a la medida de su intérprete, que permitía al hierático Julio demostrar en directo sus cualidades vocales muchas veces negadas. Constituye, además, uno de esos poemas sencillos y existenciales que Manuel Alejandro sabe componer, contando en este caso el refuerzo del arreglo de José Luis Navarro, presente en casi todo el disco.
Soy se abría con la nostalgia pintada de “Vivencias”, en la que Julio Iglesias revela una melancolía confesional de juventud perdida de la que participan José Luis Navarro y el pontevedrés Carlos Fernández-Prida que, tras fundar el grupo Voces Amigas, trata de desarrollar en estos años una carrera como solista. Más allá de estos refuerzos a nivel compositivo, el cantante madrileño persistía en su faceta de letrista que se interrumpirá de pronto, pero que marca algunos de los devaneos creativos de sus primeros discos. «Se va el amor / se va la edad / el tiempo aquel / no vuelve más», canta lánguido, arropado musicalmente por el delicado arreglo de José Luis Navarro. “Vivencias” es una de las mejores canciones de este primer Julio Iglesias que anda buscándose a sí mismo y sabe jugar con las melodías, rítmicamente, a base de ese rubato romántico al que Hans Laguna hace referencia en su imprescindible Hey! Julio Iglesias y la conquista de América, un libro que prosigue la senda abierta por otros tantos, más o menos recientes, dedicados al cantante, como el de Oscar García Blesa o el de Andrés López Martínez.
El disco continuaba con la quejosa “En una ciudad cualquiera”, canción de iniciación amorosa en la que Iglesias frasea, a la manera quevedesca, que Don Dinero es la razón, lo que no deja de tener su miga. El tema se acompaña de etéreos coros femeninos y precede a “Soy”, la composición que da nombre al disco, poseedora de una instrumentación y un arreglo curioso, solo de guitarra incluido. Pese a ciertas convencionalidades, no cabe duda de que es a través de canciones como “Soy” en las que el cantante más se aproxima a una cierta idea de cantautor que se expresa en primera persona y llega hasta a dialogar con el viento, personificándolo, y cantando que se quedan los caminos y se mueren sus poetas; imágenes algo desconcertantes si no comprendemos el espíritu ciertamente lírico que impulsaba el primer Julio Iglesias.
Ese espíritu es el que alienta una canción llamada “Minueto”, en la que posee gran importancia el aporte de Rey Ruiz Martín a la hora de fijar todo un autorretrato del cantante, con un título muy musical que hace referencia a una composición instrumental, en compás ternario y movimiento moderado, tal como lo resume el DRAE. De nuevo se desliza en “Minueto” el autorreferencial soy y algunas afirmaciones un tanto chocantes, como esa definición de la sangre del cantante entre bohemia y burguesa. En cierto modo, se está construyendo una imagen del cantante a través de una serie de canciones que le sitúan lejos de la tentación protestataria, como cuando dice no presumir de ser liberal en el momento en que el tema sube de tono y asciende musicalmente, y deja un manifiesto de sí mismo no demasiado consistente, algo ambiguo y muy revelador: «Soy de un lugar / donde el viento se calma al llegar / donde nadie es mejor ni peor / sino igual». Cuando dos años más tarde grabe su disco en el siempre consagratorio Olympia de París, definitorio de un artista ya exigente y profesional, mantendrá aún de este álbum “Así nacemos” y este “Minueto”, que le sirve de cierre, al menos, en la estructura climática de aquel álbum en vivo.
La cara A de lo que fue el elepé de Soy se cerraba con “Mi amor es más que joven que yo”, del brasileño Claudio Fontana; plasmación de un amor filial en el que comparece el otro arreglista del disco, el madrileño Rafael Ferro, que siempre mantuvo el perfil bajo, la discreción de los grandes arreglistas de la época, pero sin dejar de aportar elegancia a todas sus aportaciones.
La cara B comenzaba con “Dieciséis años”, una de esas historias de iniciación amorosa firmada al alimón por Sonny Martin, tras el que se ocultaba Jesús González López, y por el asturiano Danny Daniel, especialista en baladas de corte romántico y quien realmente termina haciéndola suya cuando la grabe en 1973. En estos años, Julio Iglesias ya empieza a fijarse en composiciones de otros compañeros de profesión más o menos coetáneos. Lo hará con una cantautora tan rutilante como Cecilia y también con Marisol, que había interpretado “Niña”, de Manuel Alejandro, en el Festival de la OTI de 1972. Aquella composición encontró en Marisol su mejor intérprete, aunque Julio Iglesias también se aprovechara en este disco del potencial de esta canción que, en cierta manera, anticipa aquel celebérrimo y ochentero “De niña a mujer”.
Con “Una leyenda”, Julio Iglesias flaquea en lo que constituye una mala asimilación del cancionero de Atahualpa Yupanqui. Se trataba de una composición original de Dino Ramos y Omar Sánchez, que no aparecían acreditados en la edición original del disco de 1973. Tras la ya comentada “Así nacemos”, Soy se entrega a su final con la anafórica “Vete ya” en la que Julio Iglesias deja otra muestra voluntariosa de su faceta como letrista.
“Vete ya” plantea, sin excesivos reproches y con inevitable dosis de sensiblería, el final de una relación amorosa. Con todo, brilla su fraseo personal tan agradable al oído del oyente. «¿Quién te hará el amor/andando los caminos/ que yo anduve ayer?» se pregunta el cantante, manifestándose en primera persona con ese gusto por revelarse sentimentalmente frágil.
Soy padece cierta desconsideración dentro de la discografía de Julio Iglesias, pero no se puede negar que, pese a sus altibajos, contiene algunas canciones que van a definir la proyección ascendente del cantante en los años setenta; especialmente “Así nacemos”, que Manuel Alejandro escribe a su medida. Son años en los que se termina de redondear y de pulir la imagen del cantante, y su personalidad vocal y escénica con debut incluido en el Carnegie Hall de Nueva York.
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Anterior entrega Fondo de Catálogo: 1984 (1984), de Van Halen.