DISCOS
«Un disco que construyen con convicción y una increíble destreza. Saben lo que quieren y lo aplican»
Los Radiadores
Sorbos de electricidad
BONAVENA MÚSICA, 2024
Texto: CÉSAR PRIETO.
Llevan ya cinco discos con una estética muy marcada, una estética que en grupos de su condición resulta amurallada, porque no es fácil salirse de ella. Siempre ha habido en Los Radiadores gotas de The Clash, mucha vida en los bares, Los Enemigos y The Sonics. O sea, rock de toda la vida, con dejes de esa chulería del estilo, con un espíritu punk pop —o rock— y un aire casual, sin que ello impida que la producción y el sonido estén precisados con cuidado y dejen limpias esas guitarras, ese bajo y esa batería. En “Moriré más por ti”, la canción que abre el disco, se distinguen perfectamente estas características.
Una cierta autoironía se cuela en la segunda, “La misma canción”, con su guitarra saltarina y potente, más ochentera que noventera, deudora de Pistones, de Farmacia de Guardia y de Loquillo, incluso con coros rockabilly a la par que galácticos. Incluso recuerdan a un grupo que pocos lectores conocerán, que eran de Villarobledo y que se llamaban Terry IV. La misma exaltación de lo natural, la misma fuerza y los mismos tres acordes y fantasía.
No se puede decir que sea un disco que experimente, ni que se aparte de los parámetros que marcan todas las canciones, pero lo construyen con convicción y una increíble destreza. Saben lo que quieren y lo aplican, tomando como base todos los grupos del espectro español que pueden ser afines, sin imitarlos ni recrearlos, simplemente siguiendo el mismo camino. “He visto cosas que no podrás creer” tiene como maestros a Ilegales y a Surfin Bichos, aunque sea más festiva en su resolución musical. Igual que “Rápido”, que mira a Fernando Alfaro de frente y lo alía con un poquito de reggae.
En esencia, el poder es de las guitarras, compactas y llenas de vida y energía en “Ya no somos jóvenes”, con punteos sonoros de rock en su estado más puro. También en los trallazos de “Esto ya lo vi”, que empujan la canción sin dejarla respirar un segundo, y en “Ayúdame”, donde el derroche ya es brutal, que encara la falta de grandes figuras en el rock de nuestros tiempos. Precisamente las letras, sin llegar a ser un prodigio lírico, marcan un territorio en el que, a cierta edad, las cosas se escapan de las manos. Sucede también en la citada “Ya no somos jóvenes” y en “Han vuelto a llamar”, con unos recuerdos que siempre engañan y un cóctel de todos los sonidos que les gustan con alusiones a la Tamla Motown o a The Cramps.
De la misma manera, vuelven a rozar la ironía en algunos temas. En “Querido dolor”, con sus guitarras y sus punteos country rock, convierten en interlocutor a un sufrimiento que no llega a ser tal, y hace fluctuar el disco entre la ligereza y los mensajes levemente melancólicos. En todo caso, es una música llena de estallidos y hecha de manera visceral, rock del que se ha hecho siempre con una artesanía de maestros y una producción de Carlos Ortigosa con músculo y con ganas. Los Radiadores están convencidos de lo que hacen, por eso lo hacen tan bien.
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