Del 7 al 11 de agosto, regresa la cita festivalera de Aranda de Duero, el Sonorama Ribera. Un encuentro de cuatro días con la música nacional e internacional, y para la que Carlos H. Vázquez ha preparado un menú de recomendaciones «imperdibles».
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Foto: RODRIGO MENA RUIZ.
Se vienen tiempos en los que el turismo será el cabeza de cartel del próximo festival. Los telediarios ya no hablan de conciertos, sino de cifras y los beneficios económicos que han dejado en la hostelería de la zona. ¿Y la música? Es eso que sale entre el pronóstico del tiempo y los deportes. Lo importante es lo otro, lo que deja dinero. O eso es lo que dicen. El Sonorama Ribera de este presente 2024 es algo parecido a la esperanza blanca del panorama.
Lejos de replicar a los telediarios, en este texto se hablará de música. Es la idea. Tras más de veinticinco años, el festival Sonorama Ribera ha ido aumentando el espacio en su cartel para dar cabida a cuantos más grupos mejor. En esta nueva edición, la número veintisiete, Sonorama cuenta con más de ciento cincuenta artistas y bandas (todos ellos en ocho escenarios: tres urbanos y cinco en el recinto) que actuarán entre el 7 y el 11 de agosto.
Como es ya tradición, el concierto «grande» del Sonorama Ribera será el que se dé en la Plaza del Trigo. Quien toque allí hará historia y a lo mejor hasta cumple un sueño, como su director Javier Ajenjo, al que siempre —como dice— se la ha dado bien soñar: «Creemos en nuestra tierra, en las infinitas posibilidades de esta comarca rural, en la gente, en lo que son capaces de hacer quienes sueñan en voz alta y se dejan la piel en cualquier proyecto. Así éramos hace casi treinta años y así somos hoy. Sonorama Ribera se creó sabiendo que sería un festival diferente, atípico, con una identidad propia. No buscábamos crear una programación musical», le contaba en Efe Eme a Carlos Pérez de Ziriza en una entrevista. En esta charla, Ajenjo constataba —hablando en plural— que querían sumar todos los elementos para hacer algo único, «con ese espíritu que tiene la fiesta en nuestro pueblo», con los ingredientes necesarios para convertirlo en una cita ineludible. «Hemos trabajado mucho, nos hemos caído mil veces y levantado otras tantas. Pero nunca hemos desistido. Creo, sinceramente, que esa forma de trabajar, de soñar, en definitiva, es la que nos ha traído hasta aquí. El cartel era y es importante, obvio. Pero lo fundamental es que quien venga a Sonorama Ribera viva una experiencia única y se vaya pensando en volver. Y por eso creemos que la gente vuelve, porque no dejamos de pensar en esas personas, en mejorar para ellos. Al fin y al cabo, son nuestra familia».
Y como las familias no se eligen, a continuación se reúnen cinco nombres (y uno extra) como muestra de una selección de «platos familiares» a destacar en el próximo Sonorama Ribera. Ardua tarea, por cierto, que se ha redactado como si de un menú gastronómico se tratase, rico en grasas, hidratos, proteínas y glucosa.
Burning – Jueves 8 de agosto
Un clásico. En toda mesa no ha de faltar la ración de croquetas que a todo el mundo gustan, salvo a dos o tres psicópatas. Burning celebran medio siglo de vida sobre los escenarios y, en este caso, sobre la mesa; una ración par (siempre) será suficiente para abrir boca ante un menú variado pero tradicional, atrevido aunque conservador, para los que tienen un hambre «que da calambre». En lo que a Johnny Cifuentes respecta, las croquetas vendrán calientes, serán generosas en su contenido, fluido, sabroso y más que saciante. La razón por la cual uno sigue yendo a comer fuera de casa.
Natos y Waor – Jueves 8 de agosto
Son berenjenas encurtidas. No apto para todos los paladares. De sabor fuerte y predominante, mejor acompañarlos con pan multicereales para rebañar, porque merece mucho la pena. Al principio, con el primer bocado, resultan algo duros, pero sin duda espectaculares. Ellos solos hacen criba: si no te gustan, mejor; a más tocan los demás. Es un plato difícil de encontrar, incluso desconocido, sin embargo es el más sabroso de los entrantes.
Miranda! – 10 de agosto
Un plato a compartir. De aquí cogen todos. Son unos huevos revueltos con setas y espárragos trigueros. Quien lo desee puede tomar su porción, extenderla sobre una rebanada de pan tostado y ponerle unas gotas de picante, pues ahí es donde está la gracia de este manjar tradicional que en realidad es un lienzo en blanco que (casi) todo lo acepta, incluida la vertiente gastronómica más argentina. Mejor de dos en dos, que no cansa y permite repetir.
Niña Polaca – 9 de agosto
Por recomendación del chef Guille Mostaza, hete aquí un plato de reciente incorporación (desde 2018). Posiblemente, lo mejor de este menú. Niña Polaca pueden pasar desapercibidos en carta porque otros llaman la atención por distintas razones, pero no decepcionarán si finalmente son parte de la elección de los comensales. Un caldo para que adoren sus huesos, como el título de su álbum más reciente (Que adoren tus huesos), que es imprescindible para entrar en calor antes del lechazo.
Merino – 9 de agosto
Aquí llega el lechazo, anunciado a bombo y platillo. Merino, aunque no lo parezca, ha estado más veces en el Sonorama Ribera y su música sabe a Aranda de Duero, aunque son de Madrid. Se acompañan de vino Ribera de Duero (no podía ser de otra manera) y de patatas panadera como guarnición. Generosos en cantidad y en calidad (rara avis), más que recomendables son Sandra Merino y Álex Gallego, que hacen una música que limpia, fija y da esplendor.
Veintiuno – Viernes 9 de agosto
El postre, que corresponde a Veintiuno, es una Comtessa: algo viejuno pero siempre agradecido; recuerdan buenos momentos que refrescan el gaznate tras una copiosa degustación. Están por todas partes sin quemarse (derretirse y desaparecer) y estuvieron en todos los carteles. Son, como se diría, «infaltables» en toda celebración y vienen todavía con un último disco, El arte de perder, que sirve de chupito digestivo también antes de volver al recinto para tostarse al sol. La cuenta, por favor.