FONDO DE CATÁLOGO
«La auténtica reencarnación musical de Sam Cooke, si este hubiera seguido vivo en los ochenta y los noventa»
Decidido a despertarle de su letargo mediático, Eduardo Izquierdo nos pone en el mapa a Ted Hawkins, y lo hace recuperando una joya repleta de versiones de clásicos del blues y el soul que se editó en 1996.
Ted Hawkins
Songs from Venice Beach
EVIDENCE MUSIC, 1996
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Cuando en 2014 empecé a escribir en Cuadernos Efe Eme, encargándome de la sección Héroes malditos, uno de los primeros nombres que me vinieron a la mente fue Ted Hawkins. Aquellos textos —junto a otros totalmente inéditos— fueron publicados en el libro Héroes malditos que publiqué en esta casa hace unos meses. «Blues en una esquina de la playa», titulaba aquellas cuatro o cinco páginas que pretendían dar el valor merecido a la carrera del músico de Biloxi, uno de los secretos mejor guardados de la música de raíces.
Se hace difícil escoger un solo álbum de Hawkins, porque todos y cada uno de ellos son maravillosos. La dificultad estriba, además, en que muchos no fueron publicados como tal, sino que eran simplemente recopilaciones de canciones sueltas. A pesar de eso, Watch your step (1982), Happy hour (1986) o The final tour (1998), por citar solo algunos, son auténticas delicias para paladares excelsos. Aunque me quedaré con Songs from Venice Beach (1995), por su contenido y por lo que significa. Y es que todo empezó para Hawkins tocando en el paseo marítimo de Venice Beach, donde sus versiones acústicas de clásicos del soul y del blues, con especial predilección por los temas de Sam Cooke, hacían que cualquiera que pasara por allí se parara a echarle unas monedas. Sus adicciones y su poco interés por convertirse en músico profesional acabaron con su carrera, aunque aquí hemos venido a hablar de las canciones de la playa de Venice, y a eso vamos.
El disco, largo, con sus catorce canciones, muestra la predilección de Ted Hawkins por aparecer en sus grabaciones en formato acústico. A lo largo de su discografía encontramos pocos momentos en los que se haya hecho acompañar por una banda y cuando así ha sido siempre lo ha hecho de manera discreta, sin estridencias. Hawkins es una artista callejero y lo demuestra desde el arranque con “Searching for my love”, tema popularizado por Bobby Moore & The Rhythm Aces en 1966, mostrando la sapiencia musical del que muchos hemos considerado la auténtica reencarnación musical de Sam Cooke, si este hubiera seguido vivo en los ochenta y los noventa. Y es que el fraseo de Hawkins, sus cambios de tono y sus dinámicas llevan una y otra vez al soulman de Clarksdale. Es difícil no pensar que la voz de Cooke hubiera evolucionado probablemente, con el paso de los años,hasta la de Hawkins, y las similitudes son realmente asombrosas.
Lejos de ir en contra de eso, Ted lo refuerza, porque ama a Cooke, y en este álbum incluye sus revisiones de “Good times”, “Somebody have mercy” y “Having a party”. Absolutamente aplastante escuchar esta última en acústico. Pero la cosa no se queda ahí. “Gypsy woman” de Curtis Mayfield o “He will break your heart” de Jerry Butler son espectaculares, y lo mejor de todo es que la única canción propia de todo el disco, “Ladder of success”, no desentona en absoluto a su lado. Aunque la joya de la corona sea el “There stand the glass” de Webb Pierce. Un tema que en su versión con banda —recuperada aquí debajo— podemos oír en The next hundred years (1994), pero que apabulla y sobrecoge mucho más en su versión desnuda.
Ted Hawkins tuvo más éxito en Europa que en Estados Unidos, aunque tampoco fue nada del otro mundo. En los noventa ya estaba de regreso en la playa de Venice, cantando sus canciones. Mediada la década parecieron convencerle de que todavía era posible, cerca de los sesenta, emprender una carrera musical consistente, pero un derrame cerebral se lo llevó con 58 años. Apenas le dio tiempo de ver publicado The next hundred years en 1994, el disco que debía encumbrarlo definitivamente. Y aunque en 2015 artistas como Kasey Chambers, James Mc Murtry, Tim Easton o Mary Gauthier quisieron rendirle homenaje con el emotivo Cold and bitter tears: The songs of Ted Hawkins, siguió permaneciendo en un permanente anonimato. Probablemente, para qué engañarnos, donde más le gustaba estar.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Gentlemen (1993), de The Afghan Whigs.