FONDO DE CATÁLOGO
«Este es el último gran disco de los Stones»
Manel Celeiro recupera uno de los discos más reivindicables de los Stones, Some girls. Un disco inspirado en el punk y la música disco cuyo sencillo, “Miss you”, los llevó a lo más alto de las listas.
The Rolling Stones
Some girls
ROLLING STONE RECORDS, 1978
Texto: MANEL CELEIRO.
Si normalmente es conveniente contextualizar, en este caso está más que justificado. A mediados de los setenta, los Stones vivían un periodo de cierta incertidumbre tras el abandono de Mick Taylor. Mientras le encontraban sustituto grabaron Black & blue (1976), con Harvey Mandel, Wayne Perkins y Ronnie Wood en las guitarras acompañando a Keith Richards. El disco tuvo un recibimiento más bien tibio, pese a no funcionar del todo mal en ventas. Los devaneos funk o los ritmos jamaicanos no acabaron de calar en el personal y ha sido el tiempo, por lo menos en lo que corresponde a mi persona, el que le ha otorgado una mejor nota. No es un mal disco y canciones como “Memory motel”, “Fool to cry” o “Crazy” llevan en sus notas el más puro ADN stoniano.
A todo esto podemos sumar que el estallido del punk se lo estaba llevando todo por delante con su irreverencia, su filosofía del «háztelo tú mismo» y su ataque despiadado a la industria musical y a los artistas y bandas establecidos, a los que adjetivaron como «dinosaurios» en plena decadencia. Curiosamente y frente al esputo, el imperdible y las chupas de cuero claveteadas, uno de los géneros musicales más triunfantes de la época era la música disco, cuyo mayor auge se vivió en la segunda mitad de los setenta, con lugares como Studio 54, con Mick Jagger y su esposa Bianca siendo asiduos del local, o películas como Fiebre del sábado noche partiendo la pana. Como andanada final, tenemos al inefable Richards metido como de costumbre en líos de drogas con su famoso incidente en Canadá. Incidente que, de haber tenido otro desenlace, podía haber significado un duro traspiés e incluso el final del grupo.
Pero si hay un tipo que sea capaz de darle la vuelta a esa situación y convertirla en una baza a su favor este es Jagger. Más listo que el hambre y tan camaleónico como Bowie —o más— para adaptarse a cualquier situación, decidió ponerse en marcha y darle en los morros, nunca mejor dicho, a todos aquellos elementos en su contra. Ronnie Wood, un tipo que había nacido para ser un Stone, entra definitivamente en la banda para alegría de Keith —son dos almas gemelas— y el grupo se mete en unos estudios parisinos, Pathé Marconi, con las pilas bien cargadas y con ganas de reivindicarse, especialmente Jagger. Así alumbraron una obra que puede mirar cara a cara a sus mejores trabajos y que, posiblemente, sea su última grabación memorable.
Esas noches interminables gastando suelas en la pista del Studio 54 tuvieron reflejo en el tema de apertura. “Miss you” pudo sorprender de primeras, pero su seductora y elegante melodía, la armónica a cargo de Sugar Blue, el saxofón de Mel Collins y el falsete de Mick acabaron con todos los prejuicios. Y es que nadie puede resistirse a mover el esqueleto al compás de su ritmo sensual y tórrido. Y punto final: esos cuatro minutos y pico son la única concesión que se permitieron. Lo que viene después es lo que mejor han sabido hacer desde el primer día, y además con una dosis extra de mala leche. Vuelven a rascar, a ser los más malos del vecindario, a ejercer de apóstoles del lado oscuro soltando latigazos de rock and roll de altísimo nivel. “When the wips come down” y “Shattered” huelen a peligro con las guitarras escupiendo azufre, “Lies” les da vara de la buena a los cachorros de los pelos multicolores, es un «aquí estamos» en toda regla, y “Respectable” pone al día las enseñanzas de Chuck Berry con todas las letras, es un rocanrolito —como diría Johnny Burning— ante el que es imposible permanecer indiferente.
Juguetean de nuevo con el country en “Far away eyes”, baladón tan intenso como cachondo, impagable al acento sureño de Mick y esta memorable estrofa: «Conducía a casa el domingo por la mañana temprano a través de Bakersfield, escuchando música góspel en la emisora de radio / Y el predicador dijo: / «Sabes que siempre tienes al Señor a tu lado» / Y me alegró tanto enterarme de eso que me salté veinte semáforos rojos en su honor / Gracias Jesús, gracias Señor». Aclaran que el soul tampoco tiene secretos para ellos con la dulce “Beast of burden”, clase y distinción a rebosar que se repite en la versión del “Just my imagination (Running away from me)” popularizado por The Temptations, con unos coros que se vienen arriba y Bill pulsando el bajo con precisión mayúscula.
Dejamos para el final “Some girls”, con Jagger fraseando chuleta y lascivo , una composición arrastrada y carnal, lujuriosa y húmeda, con guitarras cruzadas y de nuevo Sugar Blue soplando la armónica para darle poso blues. Y ya solo nos queda el tema que se encarga de cantar Richards, “Before they make me run”, uno de los mejores que jamás haya compuesto para su voz, con un riff marca de la casa, una letra real como la vida misma y un estribillo más pegajoso que la resina.
Aquellas sesiones fueron la mar de productivas. Hubo temas descartados que aparecieron en álbumes posteriores, y la reedición del 2011, que contiene una docena de temas inéditos, entre originales y versiones, tan buenos o más que los incluidos en la versión original, lo dejan visto para sentencia. El veredicto es concluyente: sí, este es el último gran disco de los Stones.
–
Anterior Fondo de catálogo: Songs from Venice Beach (1996), de Ted Hawkins.