DISCOS
«Plagado de viejas canciones y nuevas interpretaciones que harán germinar en el oyente lo más importante en la música: las emociones»
Luz Casal y la Real Filharmonía de Galicia
Solo esta noche 21/07/2021
UNIVERSAL, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
La carrera de Luz Casal es incontestable. En sus más de cuarenta años en los escenarios ha ido desgranando un repertorio que tiene hechuras de gran dama de la canción. Ya desde su primer single —un reggae nuevaolero llamado “El ascensor”— el oído avizor podía atisbar que ahí se escondía una posible y prometedora carrera, y no se trataba solamente de una de esas pruebas al tuntún que las discográficas realizaban para descubrir dónde sonaba la flauta. Desde sus primeros elepés se advertía que tenía una voz propia; entró en los noventa con paso firme y se mantuvo. Sin muchas alharacas, pero con constancia.
Parte del atractivo de su figura deriva de circunstancias extramusicales. El carácter cercano de su personalidad y las luchas a las que ha tenido que enfrentarse la han modelado como una figura que lleva toda esa prestancia al escenario. Pero, a ello, se deben añadir sus excepcionales cualidades como cantante: una voz que sabe decirte que está viviendo lo que cuenta y una presencia escénica que fagocita todo a su alrededor como un agujero negro de belleza.
Con todos estos atributos, y con la presencia de la Real Filharmonía de Galicia en el decorado sonoro, estaba claro que el concierto que ofreció el 21 de julio del año pasado, en Santiago de Compostela, iba a estar plagado de hechizos. La Filharmonía de Galicia, fundada en 1996 para difundir la música clásica por todo el territorio gallego, ha demostrado también su buen hacer en bandas sonoras de películas —Arrugas, sobre el cómic de Paco Roca— y en el acompañamiento a algún disco de música popular, como las versiones de Rosalía de Castro hechas por Amancio Prada.
Con su colchón detrás, Luz Casal inicia su actuación con una apuesta imbatible, el “Lo eres todo” que le compusieron Vainica Doble. Entra en el concierto con nerviosismo, y se percibe en la voz que no logra hacer suya la canción, pero son únicamente los momentos iniciales, poco a poco va acomodándose en ella.
Tras esta introducción, el escenario es suyo. Dedica un pequeño bloque a los boleros que conformaban su disco La pasión, y en “Cenizas”, del mexicano Wello Rivas, ya mastica palabras como si fuera el dolor que de veras siente. No solo canta, se abre y cuenta. La sección se cierra con lo que, según presenta, es una canción desgarradora: “Historia de un amor”. Y aquí la voz ya está definitivamente suelta, susurra, ruega. Más allá de la técnica, mucho más allá, realmente sufre. Hay momentos en que la piel de gallina te asalta sin avisar.
La noche, por todos estos factores, iba derivando en emocional, y esta conexión con su público llegó a su culmen cuando recordó el germen de “Lucas”, dedicada a un niño de Vigo que murió a los seis años, a quien su compañera de clase, Macarena, fue dejando cada año cartas en su tumba. Macarena es también sobrina de Luz Casal. Y, tras “Lucas”, el escenario cambia de inmediato.
Empieza la ronda de grandes éxitos con una versión más calmada de “Entre mis recuerdos”, la canción que le compuso Albert Hammond, para potenciar de golpe, con “No me importa nada”, las cadencias tropicales que la composición ya tiene de por sí. La orquesta, en estado de gracia, le imprime un fuerte carácter cálido y salsero. Y, por aparecer, también aparecen guitarras eléctricas desde “Besaré el suelo” —esta se la hizo Carlos Goñi—, que se convierten en rockeras en “Te dejé marchar” —de David Summers— y “Pedazo de cielo”.
Un último cambio de escenario en el bis para los dos boleros que le han dado prestigio cinematográfico. La orquesta se convierte en la banda de un casino de los años cuarenta o cincuenta, y de ahí emergen “Piensa en mí” y “Un año de amor”, que llega a ser casi cinematográfica, una historia narrada por la orquesta.
Hemos pasado por alto la presencia de dos composiciones del acervo cultural gallego, la más clásica “Negra sombra” y la encostada en la tradición popular “Camariñas”, que cantó con Luar na Lubre, y que está repleta de viejas dornas y nuevos amores. Igual que el disco, plagado de viejas canciones y nuevas interpretaciones que harán germinar en el oyente lo más importante en la música: las emociones.
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Anterior crítica de discos: Carreteras secundarias, volumen2, de El Twanguero.