«No hay concesión alguna ni intento de ponerse al día. Él sigue su camino y lo hace con discos dignos, que mantienen el tipo»
Hay solistas que nunca alcanzan el éxito de sus bandas, pero también los hay que lo superan con holgura. Entre ellos, Van Morrison, que supo encontrar su lugar tras The Monarchs y Them. Lo recuerda Fernando Ballesteros.
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
Lleva más de medio siglo grabando discos a un ritmo más que considerable. Desde aquel debut con “Blowin’ your mind” en 1967 hasta hoy, no los busquen, porque no van a encontrar largos silencios discográficos. Pero antes de ser un solista, el león de Belfast, el hombre de los mil apodos (y pocas palabras) ya tenía a sus espaldas una corta pero destacable carrera.
Them, el grupo con el que grabó un par de elepés y unos cuantos singles, ha pasado a la historia por ser bastante más que el hogar en el que dio sus primeros pasos. Antes de aquello ya había formado parte de The Monarchs. Con ellos, igual que con Them, tocó un rythm and blues muy en boga en las Islas Brianicas por aquel entonces.
La voz privilegiada de Morrison, su garganta prodigiosa y ese timbre tan negro del que hacía gala suponían un valor añadido que marcaba la diferencia con la multitud de combos que intentaban hacer fortuna en aquella época dorada. De aquellos primeros días son los dos sencillos producidos por Bert Berns: “Baby please don’t go” / “Gloria” y “There comes the night” / “All for myself”. De estos cuatro cartuchos, solo “Gloria” llegaría a ser incluida en su álbum de debut (“The angry young) Them” que, como su continuación “Them again”, puso en la calle Decca. Aquellos discos, testimonio de una corta trayectoria, son canela fina.
Un directo imposible de registrar
Cuentan los que tuvieron ocasión de verlos que las actuaciones del grupo superaban ampliamente lo registrado en aquellos surcos. El propio Morrison admitió después que nunca lograron plasmar la espontaneidad y la energía de sus shows en sus grabaciones. Sus mayores momentos de esplendor se vivieron en el Club Maritime. Allí jugaban en casa mientras que en el estudio se veían sometidos a las prisas de Decca, que les obligaba a grabar y publicar a un ritmo frenético.
El revuelo causado por aquellas actuaciones volcánicas, en un momento de feroz competencia en el que era muy difícil asomar la cabeza entre tantos gallos, y el éxito cosechado por sus sencillos en las listas británicas, les hizo labrarse una fama que terminó llegando a Estados Unidos, por donde giraron para poner una piedrecita más en la invasión británica. Sin embargo, nada más volver a casa, el grupo saltó por los aires. Visto lo que vino después y lo que conocemos de Van, lo poco que nos deja ver, es complicado imaginar una carrera que hubiera trancurrido mucho más tiempo en el seno de una banda.
Escisión
El resto de Them lo volvió a intentar en 1967, en aquel momento, Morrison ya estaba debutando como artista solista. Apenas un año más tarde, “Astral weeks” se convertía en la primera gran obra maestra de una carrera casi inabarcable. Igual que han hecho Bob, Neil y otros grandes, “el hombre que casi nunca sonríe” ha ido cruzando décadas, sorteando obstáculos y entregando buenas y, en ocasiones, grandes discos, ajeno a las modas.
La peliaguada década de los ochenta no fue buena para los veteranos. Muchos cayeron en el intento de adaptarse a los nuevos tiempos y no salieron bien parados del envite. Van Morrison no tenía ese peligro. No hay concesión alguna ni intento de ponerse al día. Él sigue su camino y lo hace con discos dignos, que mantienen el tipo, a pesar de estar lejos de las cotas alcanzadas en la década anterior con “Moondance” o “Veedon Fleece”. “No guru, no method, no teacher” va un paso más allá y podría marcar una nueva etapa de esplendor en el irlandés pero, las cosas como son, cuesta mucho encontrar un momento en el que situar el comienzo de la segunda juventud de Van Morrison.
Con 72 años, todavia se permite el lujo de editar tres discos en menos de un año, como ha hecho en un curso, el 2017-18, coronado en Vitoria, encima del escenario del Azkena.
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Anterior entrega de Solistas que brillaron más que sus bandas: Ryan Adams.