FONDO DE CATÁLOGO
«Lo que refrendan estas once canciones es la reinvención constante, por parte de alguien que siempre huyó de las servidumbres que podía conllevar la palabra cantautor»
Luis García Gil se sumerge en uno de los más significativos discos de Aute. El segundo que publicó en los noventa, de discurso profundo y carácter libre, Slowly.
Luis Eduardo Aute
Slowly
BMG ARIOLA, 1992
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Los años noventa son para Luis Eduardo Aute tan fructíferos como lo fueron los ochenta. A diferencia de aquella década, su producción se destensa tras la agitación propiciada por discos tan exitosos como Entre amigos o Cuerpo a cuerpo. En los noventa toma aire y, frisando la cincuentena, firma uno de sus mejores trabajos, Slowly. Repetirá proeza años más tarde con Alevosía.
Ya no le acompaña musicalmente Luis Mendo, figura indispensable para comprender el Aute de los ochenta. Toca variar de rumbo y buscar otras posibilidades musicales, las que le ofrecen músicos como Gonzalo Lasheras o Suso Saiz. Slowly agrupa una serie de canciones redondas que el propio Aute consideraba singles potenciales. Lo que refrendaban las once composiciones de este disco es la reinvención constante, por parte de alguien que siempre huyó de las servidumbres que podía conllevar la palabra cantautor. Concibió la canción, desde sus comienzos, como un género abierto en lo poético, pero también en lo musical. Su formación cosmopolita contribuyó a ello.
Al año 1992, de los fastos olímpicos, opondrá la resistencia de su mirada siempre alerta, cuya ternura lírica no ocultaba una visión crítica de la mundanidad circundante. Slowly se grabó en el verano de aquel año de fastuosidades y despilfarros inocuos. En cierto modo, aquella sociedad satisfecha no podía ocultar sus lacras como el tiempo, juez severísimo, se encargaría de demostrar. Aute se encierra en un estudio, sortea la canícula del estío madrileño y graba once canciones en las que la inspiración no mengua en momento alguno, desde “Animal”, la pieza inaugural, a “Enamorarse o morir” que lo clausura. Es capaz de firmar un disco trepidante, que flirtea con el pop y hasta con derivados como el soft pop o el dream pop. Nos encontramos con un cantautor musicalmente ecléctico y Slowly es un disco que es consecuencia de muchos mundos sonoros.
Para la portada del disco, Aute es retratado en movimiento, caminando por una calle, con un look informal: camisa, vaqueros y gafas de sol. El disco ya entra bien con las esdrújulas juguetonas de “Animal”. Ante la desigualdad de un mundo deshumanizado, la respuesta está en el deseo estallante y en la fogosa animalidad del cuerpo a cuerpo. El compositor desata su verbo apasionado y carnal: «Quítate el vestido/ quítate el desnudo/ y muéstrame al animal», canta como si actualizase la invocación amatoria de “Anda”. Todo ello en sintonía con la defensa que hizo de la pasión ante lo racional, en la presentación del disco a los medios en octubre de 1992. “Animal” es una pieza anticipatoria, porque ese será el título de su siguiente disco y el inicio de todo un proyecto lírico futuro con la serie de AnimaLhadas y la creación de lospoemigas. Aute y el juego de dualidades -Norte-Sur, cuerpo-alma- con la animalidad como concepto vital.
Tras “Animal”, firma con “Prodigios” una pieza emparentada con lo étnico, de sones cubanos y una envolvente y marítima musicalidad. Otro derroche de poesía amorosa con su poso melancólico, porque la más hermosa historia de amor está abocada a su final. Un músico que le ha cantado al amor y al desamor, e incluso que ha firmado piezas en las que ambos conceptos se entremezclan. Para muestra del prodigio de esta canción, valgan estos versos: «La luna en tu pupila/ era una perla flotando en el mar». Solo él podía ser capaz de ofrecer una composición de tan desbordante romanticismo, que se enuncia susurrante, sin artificios, yendo a la esencia misma del sentimiento.
Se percibe desde el principio del disco la mano en los arreglos de Suso Saiz, un hombre musicalmente inquieto, que sabe lo que un artista de las dimensiones de Aute necesita para sonar de la manera adecuada. Saiz podía ofrecer un registro diferente al de Mendo, propio además de alguien poseedor de una formación heterogénea que incluía un interés por la música experimental, puesto en práctica en algunos discos en solitario. En el caso de Slowly las canciones parecen envueltas en una sugerente ingravidez que se percibe hasta en el uso de los sintetizadores.
Slowly tiene dos piezas maravillosamente afrancesadas. La primera de ellas es el encantador relato parisino de “L’ amour avec toi”, tan evocador y nostálgico, con varios guiños a la cultura francesa, con una especial querencia por Serge Gainsbourg. El Aute pictórico, que cita a Marc Chagall, o que vuelve a encomendarse al cine de François Truffaut, es capaz de desplegar un mapa intelectual de un París desbordante e inagotable para articular otra de sus canciones de amor inmarchitables, de una levedad majestuosa. Evoca una primavera parisina de principios de los años sesenta. Un amor de juventud que nace en un kiosco del barrio de Saint-Germain de Pres, entre canciones de Françoise Hardy, muy presente en la propia concepción del pasaje. Habrá evocación de ese amor perdido y también reencuentro desde las cicatrices del presente. Nada puede ser igual ahora, una vez se ha perdido aquella poesía de la carne y el placer.
Tras la reminiscencia parisina, entrega otra canción arrebatadoramente pop, “La locura que todo lo cura”, de ripioso título, y en la que es capaz de sortear todos los tópicos para terminar regalando una de esas canciones aparentemente livianas de su repertorio, pero que refrendan su versatilidad compositiva. Otra muestra de ello es el tema que daba título a todo el disco, en el que es capaz de asomarse a registros insospechados sin dejar de jugar con la nostalgia. “Slowly” es una canción dionisiaca, carnal, voluptuosa, que recurre a la intertextualidad con guiños a éxitos musicales anglosajones del pasado, desde “Dreamin”, de Los Everly Brothers, a otras baladas de corte poderosamente romántico como “Unchained melody”, “The end” o “All I have to do is dream”. Todo ello aderezado por el arreglo sutil y melifluo de Suso Saiz. En el medio tiempo que constituye “Slowly”, vibra el concepto que impulsa todo el disco: dejarse llevar por canciones lentas que tengan cierto swing para hacerlas bailables. La pieza llegará a ser versionada por Duncan Dhu en el disco de homenaje ¡Mira que eres canalla, Aute!, grabado en el año 2000. Una evidencia notable de las posibilidades pop de su repertorio.
La segunda canción de filiación francesa de Slowly es “Jacques”, que dedica a Jacques Brel, uno de los monstruos sagrados de la canción francesa. Brel venía a ser una suerte de refugio balsámico del sujeto lírico de la canción, que padece la eterna soledad del amante abandonado. Aute cita en su letra una serie de perlas del repertorio del quijote belga, como “Ne me quitte pas”, “Le plat pays”, “Jef”, “Zangra”, “Jaurés”, “Fernand” o “Amsterdam”.
Como es norma en sus discos, importan los detalles; como las citas incorporadas, en este caso cinéfilas, extraída de la legendaria película Casablanca, que Michael Curtiz rodó en Tánger, en donde el cantautor sitúa la rutilante “Hafa café” que evoca este rincón de renombre con terrazas escalonadas y vistas al Estrecho de Gibraltar. El disco incluía fotos tangerinas de Fernando Suárez, que retrató también al propio Aute en el estudio de grabación. Tánger posee una literatura tan viajera como fascinante que él conoce. De ahí el guiño al cielo protector del neoyorkino Paul Bowles, cuya obra homónima había llevado al cine Bertolucci a comienzos de los años noventa. El músico no solo dibuja con ingeniosidad un relato amoroso y orientalizante, sino que muestra la mirada singular que es propia de un viajero, presto a sublimar los lugares que se habitan. En lo musical, Javier Paxariño toca el casi ancestral nay, un tipo de flauta procedente de Oriente Medio. También se suman a la canción las guitarras de Gonzalo Lasheras y Suso Saiz, el contrabajo de Víctor Merlo y la batería de Tino di Geraldo. Búsquese en YouTube una temprana y estupenda versión en directo de la canción con los coros de la canaria Alicia Alemán.
Una de las canciones de mayor recorrido de Slowly es “Con un beso por fusil”. El amor vuelve a ser la respuesta a un mundo de hostilidades e injusticias. Funde dos conceptos antitéticos, el beso y el fusil. El juego de contrarios, como cuando titule uno de sus discos, Alas y balas. “Con un beso por fusil” aúna todas las virtudes de Aute como creador de canciones, con un comienzo superlativo que remata el estribillo: «No se me ocurre otra manera/ de seguir en pie de guerra/ que cobijarme entre tus brazos/ practicando el cuerpo a tierra/ y camuflarme con tu carne/ en su pasión más incivil/ para hacer frente a la jauría/ cuando escape del redil. No se me ocurre otra manera/ de seguir en la trinchera/ con un beso por fusil…».
Slowly prosigue su curso con “De tripas, corazón”, en una nueva alusión a los tiempos escasamente edificantes que corren. Sigue revelándose como un cantautor profundamente inconformista. Se refugia en la belleza, en la carnalidad del amor, pero no deja de denunciar los tiempos de maleza, de vivir al paredón, tal como refleja en “De tripas, corazón”.
Solo el amor salva, a la manera que el clásico Dante enseñara, y tal como determinan las dos canciones que cierran el disco. “¿Quién eres tú?”, sostenida en una pregunta cuya respuesta solo puede concretizarse a través del deseo de las palabras como besos. Tras ella, llega la despedida y cierre con “Enamorarse o morir”, otro pasaje abiertamente pop, con una exultante batería, y en el que el cantautor de origen filipino reitera el discurso amoroso frente a lo ominoso del presente. No hay por parte de Aute el más mínimo triunfalismo frente al oropel de aquel año 1992, de fastos y celebraciones. Tampoco, pese al manifiesto desencanto, aceptación de la derrota tal como canta con implícita ironía: «No acepto la derrota/ y me debato entre las dudas…/Y debo decidir/enamorarse o morir…/ o simplemente escapar al primer bar (…)». Termina la canción recitando al mismísimo Dante de uno de los cantos de La Divina Comedia.
Aute había cerrado la década de los años ochenta con un notable disco, Segundos fuera, con el que en cierta manera dialoga este Slowly noventero. Un disco rutilante en el que todas las canciones sobrepasan los cuatro minutos, muestra del tempo discursivo de un músico siempre a su aire, libérrimo, certero en su manera de fijar las palabras en el tiempo, sin atender a las modas, al imperativo comercial o al sometimiento de la industria.
–
Anterior entrega Fondo de Catálogo: Un buen momento (1995), de M Clan.