DISCOS
«Por encima de barreras idiomáticas y matices culturales, transmiten. Y mucho. Con una franca honestidad»
Fontaines D.C.
Skinty fia
PARTISAN RECORDS, 2022
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Seguramente no sea la mejor banda del rock del mundo, como afirmaba un semanario inglés en una de esas hiperbólicas sentencias que tan chistosas (involuntariamente, se supone) resultan a veces, pero sí es diferente a todas las demás. De eso, no debería caber duda. Por la forma en la que han ido inoculando en su molde sonoro no solo las inquietudes de esa juventud desilusionada ante un futuro que se intuye negro, y que en su caso es de Dublín pero podría ser de Sebastopol, sino por el modo en el que han recogido el acervo cultural y literario tradicionalmente irlandés: primer punto diferencial respecto a sus colegas de quinta. Por la forma en la que han escapado de la fórmula fácil, la que les habría sido más cómoda, la que se podría haberse limitado a reeditar los argumentos de su debut con mínimas diferencias: segundo rasgo diferencial. Y por el modo en que lo han hecho, con una progresión en tiempo récord, combando su discurso de un trabajo a otro, en solo tres discos y en solo tres años: tercera y más concluyente singularidad.
Aquí siguen primando las atmósferas por encima de los estribillos, los intrigantes crescendo que juegan a la tensión no resuelta por encima de los estallidos de ira punk de sus inicios, el torrencial borboteo narrativo que hace de las suyas unas canciones aparentemente lineales pero irremediablemente magnéticas por su apego a una observación de la realidad y de la identidad que tiene mucho de generacional, pero a la vez conecta con una desazón que trasciende épocas. Lo han grabado en solo dos semanas y no sorprendería que en otras dos ya tuvieran listo su sucesor. Su único hándicap quizá sea que sus cuatro canciones de avance eran tan sobresalientes que nos han dejado poco margen para la sorpresa.
Te pueden recordar a Joy Division, a The Cure, a The Smiths, a The Waterboys o incluso a The Prodigy (el tema titular), pero acaban sonando esencialmente a ellos mismos. Un grupo consciente del legado que asume (el tono ancestral de “In ár gCroíthe go deo”, surgida de una noticia sobre una mujer a quien la Iglesia inglesa cuestionó el derecho a inscribir unas líneas en gaélico, en su propia tumba, porque lo consideraba un mensaje “político”) y cada vez más consciente también de hacia dónde quiere dirigirse. Por encima de barreras idiomáticas y matices culturales, transmiten. Y mucho. Con una franca honestidad. Con el corazón sangrando en la mano y una brújula bien firme en la cabeza.
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Anterior crítica de discos: Diario de una tregua, de Loquillo.