Sinatra, de Raúl Núñez

Autor:

LIBROS

«De aquí a algunos años se verá a Sinatra como una de las mejores novelas españolas del siglo XX»

 

Raúl Núñez
Sinatra
EFE EME, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Antonio Castro, «Sinatra», por su parecido con el crooner, ha de reinventarse. Las circunstancias ya no son las mismas. Su mujer lo ha dejado y debe instalarse en una pensión, en la que le ofrecen trabajar de portero de noche. Antonio se encuentra solo, sin amigos, y acepta el trabajo, tanto por tener asegurada su manutención como por mantener ese mínimo contacto social que lo haga pervivir como humano. Es por eso también que se apunta a un club de amistades por correspondencia que descubre, aburrido, hojeando una revista. Sin ser una novela epistolar, su trama va a estar sustentada por las cartas que le van enviando otros socios del club.

A partir de este momento, Antonio va a enredarse en una espiral de historias tan alocadas como tiernas y va a tratar con interlocutores —de la misiva pasan a la vida real— a veces desquiciados, a veces delicados y sensibles. Son seres rotos, partidos, que quieren vaciar su amor donde no hay nada, quizás derrotados, pero llenos de una sublime dignidad. La viuda que le invita a comer, la adolescente que pasa de la devoción por él a la locura, el iluminado que cree que el Maligno está en el grupo, el homosexual maltratado por su pareja o los trabajadores y dueños de la pensión conforman una humanidad fuera de una sociedad que centrifuga y expulsa lo que no sigue parámetros convencionales.

A pesar de ser una novela, publicada originalmente en 1984, no demasiado extensa no dejan de pasar cosas, de sucederse escenas, hasta el punto de convertirse en una verdadera road movie que no sale de Barcelona, o más bien que no sale del barrio del Raval —excepto por una visita esporádica a Mataró—, de sus pensiones y sus burdeles, de sus bares, sobre todo de sus bares, donde Antonio pasa sus minutos de oro, porque lo acogen y porque tiene miedo. Es una Barcelona, la de 1984, que este cronista vivió recorriendo sus calles siendo veinteañero, que los Juegos Olímpicos taparon con capas de disimulo, pero que ya no existe o que existe de otra manera. A cualquier barcelonés que pasee por las Ramblas o la Plaza Real se lo llevan los demonios, y la calle del Hospital, donde está la pensión en la que trabaja Antonio, es una sucursal de Pakistán.

Los personajes están perfectamente matizados, a pesar de su extravagancia, y componen el relato con una estructura de sinfonía muy bien cuidada, apareciendo cada uno en el momento justo, haciendo mutis como si fueran una melodía que se desvanece y apareciendo de nuevo en el momento justo para que la narración no pierda ni compactación ni intensidad. Y, al aparecer, se generan escenas impactantes. Las hay plenas de buen humor, como la que presenta a Antonio obsesionado por la limpieza tras tomarse cinco anfetas; otras angustiosas, como todas las protagonizadas por Natalia, esa chiquilla demente, especializada en meterse en líos que cada vez que aparece sabemos que el mundo se va a trastocar, o tiernas, como aquellas en que la humanidad y empatía de la Rosita hacen pensar que el mundo puede ser un lugar potable.

El estilo es efectivo por sencillo y los diálogos resultan creíbles. En ocasiones, salvando todas las distancias que ustedes quieran, este uso del lenguaje y estas ambientaciones me han recordado a Pío Baroja, sobre todo al de la trilogía La lucha por la vida. La misma búsqueda de transparencia, el mismo retrato de seres perdidos y la misma concatenación de episodios laten en los dos proyectos narrativos. Seguramente, ello es lo que permite que la película de Francesc Bertriú de 1988 basada en la novela, que sigue con bastante fidelidad sus escenas, tenga una agilidad casi juvenil y merezca la pena que se recupere.

Raúl Núñez, a pesar de todos los libros publicados, no llegó a completar su obra, pues falleció en 1996, dejando un relato inédito que la editorial Efe Eme ha prometido recuperar, a la par que toda su obra narrativa, muy afín a perspectivas norteamericanas y llena de historias sobre desterrados del paraíso y almas que quieren llenarse. Aplaudimos el empeño porque ahora nadie lo sabe, pero de aquí a algunos años se verá a Sinatra como una de las mejores novelas españolas del siglo XX.

Anterior crítica de libros: Ya casi no me acuerdo, de Clara Morales.

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