El sueño de vivir a todo tren gracias a la música se ha acabado para todos, ya sea en España o en Kinshasa. Diego A. Manrique, en “El País”, lo ejemplifica con Staff Benda Bilili, “cuatro maduros músicos callejeros de Kinshasa que, afectados por la poliomielitis, se desplazaban en triciclos, no siempre motorizados”. Se fabricaban sus propios instrumentos y ensayaban en la ruinas de un zoológico, “el triunfo de la voluntad contra la adversidad … Y triunfaron, o al menos eso parecía: inspiraron un aplaudido documental («Benda Bilili!», 2010), grabaron dos exuberantes discos para la colección Congotronics del sello belga Crammed”.
Pero finalmente no habrá gira europea en 2013, “parece que el grupo no existe”. “Dos de sus cabezas visibles, Coco Ngambali y Théo Ntsituvuidi, se han embarcado en uns nueva aventura, el Trio Mbongwana. Por su parte, el líder Ricky Likabu insiste en que Staff Benda Bilili sigue vivo”. Detrás, la historia de siempre, “unos músicos que sienten que no se recompensan sus esfuerzos. La ruptura con el ‘descubridor’ (blanco), que no tomó la precaución de hacerles firmar un contrato formal. La aparición de un ‘salvador’ (negro) que pretende enmendar la situación”.
Manrique cree que “Staff Benda Bilili simplemente ha chocado con las rudas evidencias de la industria musical en tiempos recientes. A saber: que la música grabada apenas genera ingresos. Que el dinero —cada vez menos— está en los directos”. Y recuerda lo sucedido en Cuba con Buena Vista Social Club.
Y concluye: “Estamos hablando de artistas que, por usar la jerga habitual, hacen world music. Pero, créanme, ocurre igual en todos los territorios sonoros. Amamantados por fabulosas epopeyas de ascensiones a la cima, los creadores del pop y el rock hoy se dan de bruces con realidades ásperas. Ya nadie sueña con comprar coches deportivos y mansiones con piscinas: con discos y un nombre establecido, se lucha simplemente por vivir de la música”.
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Sin oro al final del arco iris”.