FONDO DE CATÁLOGO
«Viene a ser un compendio del mejor Silvio, el que puede viajar del sentimentalismo lírico a la toma de conciencia»
Luis García Gil vuelve a 1992 para recuperar Silvio, un álbum con el que Silvio Rodríguez daba inicio a una trilogía que contiene algunas de las canciones que han quedado como cimeras de su repertorio.
Silvio Rodríguez
Silvio
EGREM, 1992
Texto: LUIS GRACÍA GIL.
Con Silvio, publicado en 1992, el cantautor cubano Silvio Rodríguez dio comienzo a una interesante trilogía formada por su nombre y sus dos apellidos. Rodríguez y Domínguez completaron un fresco compositivo de enorme calidad con algunas canciones que han quedado como cimeras dentro de su repertorio.
Este Silvio acogía doce canciones tras casi un lustro de silencio creativo, ya que Oh, melancolía se grabó en 1988. Luego vino el muy resonante disco en vivo grabado en el Estadio Nacional de Chile en 1990, modo de celebrar con la multitud esperanzada el fin de la dictadura pinochetista.
Silvio está compuesto por doce canciones grabadas en La Habana en un intervalo largo de tiempo, entre junio de 1989 y julio de 1992. En portada, el cantautor cubano se nos muestra en blanco y negro, dando la espalda al micrófono, en claroscuro, mostrando una de sus manos abiertas, de modo muy expresivo. La fotografía fue realizada por Roberto Coggiola, muy ligado al Club Tenco, que promueve y difunde la canción de autor.
El disco empezaba apuntando alto con “Compañera”, en la que Silvio navegaba de modo muy inspirado en las aguas de la metacanción. «La canción es la ola / que me eleva y me hunde», canta Silvio entre acordes sutilísimos de su guitarra preponderante. En cierto modo, “Compañera” es un canto al oficio cantor de raíz trovadoresca, de ahí la referencia al medievo juglaresco. «Yo no vendo ni rajo mi pasión», afirma quien entendió el canto como un arma cargada de futuro y como forma de defensa de una revolución –la castrista– cada vez más desgastada y cuestionada.
Después de “Compañera” llega una deliciosa miniatura, “Trova de Edgardo”, dedicada a Edgar Allan Poe, definido metafóricamente como fumador de amapolas, y al que ya había dedicado un texto temprano, “Y mucho más que veremos viendo”, que luego formó parte del libro, con forma de diario, Canciones del mar, consecuencia de aquella travesía fructífera y seminal del cantante en el barco pesquero Playa Girón.
Las canciones de Silvio responden a periodos de gestación diferentes. “Compañera” está fechada en 1987 y “La desilusión”, tercera canción en la secuencia del disco en 1989. En este caso Silvio Rodríguez se decanta por una pieza musicalmente más juguetona como también subrayan los coros y algunos efectos de sonido. Este canto cotidiano a la desilusión venía a ser un dibujo preciso de los tiempos históricos que corrían, con los efectos de la caída del Muro de Berlín o la teoría del fin de las ideologías. La intrahistoria como metáfora perfecta del devenir histórico.
El disco avanzaba con otra gran canción, la elocuente “Y Mariana”, compuesta en los albores de los noventa y con estrofas tan rotundas, como aquella en la que Silvio canta con denuedo: «La libertad solo es visible para quien la labra / y en lo prohibido brilla, astuta, la tentación / nacer a veces mata y ser feliz desgarra. / ¿A quién acusaremos cuando triunfe el amor?».
Hay un Silvio cívico, moral, glosador de causas perdidas, pero también hay otro que canta al amor con extraordinario lirismo o que incluso se adentra con sumo ingenio en la brujería como sucede en la hermosa “Abracadabra”, en la que canta: «Pero a mí lo que me embruja es volar/ y hechizarme con tus sortilegios». La palabra sortilegio que terminará dando título a una canción de Silvio. “Abracadabra” es una muestra perfecta de la capacidad de Silvio de inventar melodías con una musicalidad digna de encomio.
Entre los capítulos de este disco no falta la canción hagiográfica al comandante revolucionario Ernesto Guevara, con esta sucinta dedicatoria: «A Che, tras veinte años». La canción se escribió en 1987, en el veinte aniversario de su fusilamiento, y termina titulándose simbólicamente “Hombre”. No es casualidad que esta canción, algo morosa y con partes recitativas, sobrepase los seis minutos. En cualquier caso, responde a la fe inquebrantable de Silvio en una serie de iconos revolucionarios e indudablemente el Che Guevara, héroe de la propia revolución cubana, es uno de ellos.
Mucha mejor resuelta es la emocionante “Monólogo”, dedicada a la actriz cubana Tete Vergara, y de todo el disco la primera que se compuso, en 1984. Solía presentarla con estas palabras: «Imagínense una calle oscura una noche, en silencio, y de pronto de una ventana se oye música, voces de muchachos, ruido de vasos, risas y de las sombras de esa calle sale un señor que le llama la atención todo aquel ruido, se detiene escucha, toca la puerta y dice esto…». “Monólogo” retrata a un viejo actor que conoció fama y fortuna y ahora se ha convertido en una sombra errante por las calles. La canción entra a la primera, sacude al oyente con su melancólico lirismo y con este arranque magistral: «Favor, no se molesten / que pronto me estoy yendo / no vine a perturbarles / y menos a ofenderlos. Vi luz en las ventanas / oí voces cantando / y sin querer ya estaba tocando». Un año después, “Monólogo”, convertida ya en clásico instantáneo, sonará en ese inolvidable mano a mano de Silvio con Luis Eduardo Aute que se grabará en disco.
A partir de “Monólogo” el disco logra ser sublime casi sin interrupción. Llega “El necio”, escrita en 1991, y muy representativa de la forma de hacer canción comprometida de Silvio. Una afirmación de todos sus principios ideológicos absolutamente inamovibles y resumidos en el clamoroso: «Yo me muero como viví». Silvio, una vez diluido el sueño revolucionario, llega a verse como una especie de Víctor Jara, mártir de una causa, defendida con uñas y dientes. A propósito de esta canción Silvio escribió: «Es una canción de marketing, de precios. Y para que nadie se imagine que soy santo, voy a poner el mío. El levantamiento del bloqueo a Cuba y la entrega incondicional del territorio cubano que Estados Unidos usa como base naval en Guantánamo».
El disco Silvio entra en su parte final con dos prodigios en letra y música: “La guitarra del joven soldado” y “Quién fuera”, compuestas en 1989 y en 1990. Silvio evoca en “La guitarra del joven soldado” su tiempo en la milicia y traza una tonada de corte indudablemente pacifista cuando afirma que la guitarra viene a ser el mejor fusil del joven soldado que la toca y le ha de seguir en la dicha y en el canto. En cierto modo esta canción dialoga con la primera canción del disco, “Compañera”, porque es un canto a su instrumento compositivo, de la que nacerán todas sus canciones.
“Quién fuera”, con sus acordes y sutiles disonancias, es otra joya y en cierto modo es una canción que nace de la falta de inspiración como aquel “No hago otra cosa que pensar en ti” de Serrat. En este caso Silvio busca esa palabra en el umbral del misterio de la mujer amada, en el centro mismo de la angustia amorosa. En un momento de la canción Silvio se encomienda a una serie de referentes musicales para inspirarse a la hora de encontrar la más precisa melodía. Cita a John Lennon, Paul McCartney, Violeta Parra, Sindo Garay –el único paisano– y a Chico Buarque, al que le envió la canción, respondiéndole que había acertado al ubicarlo entre algunos cantores muertos, porque hacía tres años que no hacía un disco y andaba escribiendo una novela. El estribillo de “Quien fuera” es otra maravilla: «Corazón oscuro / corazón con muros / corazón que se esconde / corazón que está donde/ corazón en fuga/herido de dudas de amor».
El disco Silvio quedaba finiquitado con otra enorme canción de firme compromiso, “Juego que me regalo un seis de enero”, con guiño a otro referente político y literario del cantautor cubano, José Martí, el poeta de los versos sencillos al que ya citaba en “Yo soy de donde hay un río”, grabada en el anterior y ya citado Oh, melancolía. Musicalmente Silvio Rodríguez vuelve a lograr ese milagro de la aparente sencillez en la forma de entender las armonías y de conjugar la letra con la música. Todo ello antes de rematar el disco con la breve pieza instrumental “Crisis” cuyo título refuerza el inconformismo y la mirada crítica del cantautor cubano a una realidad que no acaba de gustarle. Silvio viene a ser, finalmente, un compendio del mejor Silvio, el que puede viajar del sentimentalismo lírico de “Quien fuera” a la toma de conciencia de canciones como “El necio” o “Juego que me regalo un seis de enero”.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Sólido, de Los Deltonos.