“El contraste y lo bonito de Sidonie es que nos gusta dejar preguntas y reflexiones abiertas en las canciones, y en realidad somos todo lo contrario: descarados, un pelín sexuales, un poco arrogantes…”
Un año y medio después de publicar “Sierra y Canadá”, el trío barcelonés pone el punto final a su larga gira con cinco últimos conciertos. Antes de despedirse de los escenarios por una temporada, Sara Morales charla con ellos.
Texto y foto: SARA MORALES.
«Sierra y Canadá» llega a su fin. El disco ha llevado al trío barcelonés a recorrer el país durante dos años, y parece resistirse al ocaso pidiéndoles a gritos unas cuantas citas más. Con una nueva tanda de conciertos, que se alargan hasta mediados de diciembre, se despide Sidonie del 2015, de una de sus etapas más brillantes y unos de sus trabajos más representativo, aclamado y popular. Es su séptimo álbum, el más conceptual, ese con el que han cantado al amor asincrónico entre robots, han burlado clichés y han despedazado con ingenio los ritos de una generación. De su mano, nos sorprendían a principios de 2014 con un cambio de tercio hacia escapismos electrónicos, en un recorrido capitaneado por los sintes, el deje techno y la inspiración glam. Un cóctel sorprendente con el que han demostrado que esta también puede ser su fórmula mágica y que dar con la tecla consiste en atreverse a asumir riesgos y trabajar duro. De sus métodos, conclusiones e incluso confesiones hablan Marc y Jes (falta Axel) en esta entrevista, desde una de las salas de Sony con aires galácticos y retrofuturistas, de los que precisamente también han demostrado ser dueños con este «Sierra y Canadá».
Creo que sobran los motivos para que estéis satisfechos con este disco y con esta gira. ¿A qué venía tanto miedo?
Marc: Hombre, no somos David Bowie (ríe). Él arriesga mucho, ¡pero es David Bowie! Nosotros no somos así de geniales. Quisimos asumir un riesgo con este disco, pero cuando estábamos a punto de sacarlo fue inevitable que nos entrase un poco el acojone. Además, nos pasa siempre, cuando vamos a entregar el disco a fábrica pensamos: «Ay, Dios…».
Sois maestros a la hora de alejaros de vuestra zona de confort, probar nuevos registros y salir airosos. Este álbum, además, ha supuesto un importante giro en vuestro sonido. ¿Habéis encontrado en la electrónica un lugar confortable para Sidonie?
Jes: La electrónica es algo muy cercano a nosotros. Estamos muy acostumbrados a ella, Barcelona es una ciudad con una cultura electrónica muy bestia. En discos de nuestros comienzos, como «Dragonfly» o «Sidonie», ya metimos mucho de esta tendencia y trabajamos con muchas bases; lo que pasa es que con «Sierra y Canadá» nos hemos metido más a fondo. Para nosotros la electrónica es como otra pieza más en la música, tiramos de ella como cualquier cosa que necesitemos para una canción.
Precisamente por esta versatilidad, cada disco vuestro se convierte en una sorpresa para el público. Pero, ¿qué sorpresa os ha dado a vosotros «Sierra y Canadá»?
M: El hecho de poder acudir a nuestra propia discografía y ver que no todos los discos son de los 60, poder decir que también hemos citado a The Human League, a OMD, a Kratfwerk… De una forma muy pop, porque siempre vendremos de los Beatles, pero haber sido valientes y ver que lo podemos hacer sin anclarnos en una fórmula. Me entristecen las bandas que no pueden hacer otra cosa que lo que hacen porque no pueden salir de su rollo. ¡Nosotros sí que podemos hacerlo!
Imagino que este derroche eléctrico es perfecto a la hora de plantear los directos, sobre todo en festivales.
J: Al principio cuando sacamos el disco y empezamos los ensayos de las canciones tuvimos serios problemas para hacerlas sonar, porque era un disco muy complejo, grabado de la manera que se grabó. Llevar eso a un local de ensayo con cinco tíos nos costó hasta que dimos con la fórmula. Pero luego en directo es una locura, temas como ‘Estáis aquí’, ‘Yo soy la crema’, ‘Gainsbourg’, ‘Sierra y Canadá’… funcionan de maravilla, con muchísima potencia.
¿Vais a continuar esta línea en vuestro próximo trabajo o no tiene por qué?
M: No, no tiene por qué. A mí me ha gustado mucho trabajar con sintes y con electrónica, y posiblemente sí haya alguna canción que recuerde a «Sierra y Canadá».
¿Ya tenéis alguna idea?
M: Hay algunas líneas, hay canciones… pero faltan temas y falta definir el concepto. A nosotros nos gusta mucho conceptualizar el disco, nos encanta, así que ya encontraremos alguna película o algo.
Estamos en plena despedida de «Sierra y Canadá». Imagino que después de estos últimos conciertos que tenéis previstos echaréis de menos la carretera…
M: No, la carretera no (ríe).
J: Ni la carretera ni los hoteles (ríe).
M: Sí que vamos a echar de menos el ambiente entre los cinco, porque en realidad para este disco hemos sido una banda de cinco. A nosotros tres hay que sumar a Edu (teclado) y a Marcel (guitarrista), que son dos musicazos, y los echaremos de menos. Pero van a volver.
J: Está muy bien tocar, es una maravilla, somos muy afortunados de poder estar haciendo todo esto, pero ahora ya tenemos ganas de volver a entrar en el estudio, jugar, crear…
¿Qué planes tenéis a corto plazo?
M: Unas minivacaciones.
J: En enero nos iremos cada uno a donde sea, nos relajaremos, luego volveremos y empezaremos a ensayar y a preparar todo. Y luego nos pasará lo que siempre nos pasa, que estaremos en el estudio y cuando llevemos dos meses estaremos deseando salir a tocar. Es el inconformismo de siempre.
En los conciertos de esta gira os hemos visto con una puesta en escena muy concreta: chupas doradas, maniquís, luces multicolor, todo muy ochentero, muy psicodélico… Os quedan los cinco últimos: Madrid (La Riviera, día 10), Barcelona (Razzmatazz, día 12), Bilbao (Antzokia, 17), Murcia (Sala Rem, 18) y Granada (Planta Baja, el 19). ¿Cómo van a ser estos últimos directos?
M: Sí, es una mezcla entre Kraftwerk y Bowie. La estética va a ser la misma sí. Todo empieza por la bandera de Canadá que tenemos detrás… Y meteremos alguna cosita más quizás, por ejemplo Mel y Jes hacen una coreografía impresionante, tengo que decir que ha mejorado mucho.
¿Alguna sorpresa en forma de invitado o colaboración especial?
M: También puede ser, pero de momento no sabemos. A ver qué pasa.
Como hablábamos, la bandera de Canadá ha sido una de las insignias de este tour, ¿podría haber ocurrido algo parecido con la española?
M: No, pero por la cuestión de que no usamos la bandera de Canadá por el país, sino por el símbolo que tiene, y estéticamente es más chula que la de España.
¿Qué influencias propias, generadas a lo largo de vuestra trayectoria, habéis ido descartando con el tiempo?
M: Por ejemplo mezclar el rock con la música india. Hace un tiempo que dejamos de lado el sitar, no la psicodelia, pues la gente los confunde mucho. Pero ahora me apetece un montón retomarlo, es un sonido maravilloso.
J: Es muy de los 90. A mí me da un poco de pereza.
Supimos enseguida que Sierra y Canadá eran «personas», sin embargo, la representación visual ha venido del mano de Canadá con la bandera. ¿Cómo se ha visto representada estéticamente «Sierra»?
M: Se la cita en canciones, pero no visualmente porque a mí me gustaba el misterio de que la gente se preguntara quién es, dónde está… Pero sí mostrar Canadá, porque nosotros tenemos mucho de Canadá. A Sierra preferimos mantenerla un poco oculta y escondida.
Siempre os ha gustado jugar con lo enigmático, pero luego desplegáis también vuestra faceta más descarada.
M: El contraste y lo bonito de Sidonie es que nos gusta dejar preguntas y reflexiones abiertas en las canciones, y en realidad somos todo lo contrario: descarados, un pelín sexuales, un poco arrogantes… A mí me gusta ese contraste porque al final el compositor está solo y abandonado en la habitación donde compone las canciones. Tenemos ganas de tocar ese punto con la gente, y no dárselo todo mascado.
‘Un día de mierda’ se ha convertido en auténtico himno. ¿Era la canción que necesitaba una sociedad como esta en un tiempo como este?
M: Sí, sobre todo quitarle un poco de hierro al asunto. Ahora muchas bandas juegan al discurso político y a nosotros nos gusta más abogar por la cara más payasa y frívola. Porque no corren buenos tiempos y más que nunca la gente necesita payasos, y eso es lo que somos nosotros tres. No hace falta estar recordando todo el rato lo mal que está todo y lo mal que estoy yo; y ‘Un día de mierda’ tiene un mensaje muy triste, pero es una canción que se interpreta alegre.
El vídeo ha sido un pelotazo.
J: Fue una pasada. Hicimos la propuesta por redes sociales para que la gente participara en el video porque se nos ocurrió que fueses los fans los que cantaran el tema en el videoclip. Recibimos una barbaridad de vídeos, incluso los artistas colegas se unieron y nos dijeron que también querían hacerlo, así que también nos mandaron sus vídeos… Tuvo una repercusión absoluta y no hay más que ver ahora lo que pasa.
¿Han empezado a proliferar clips similares en cada esquina, no?
M: Se ha convertido en la canción más coreada en los conciertos y la gente la canta con mucha pasión. Julio Iglesias ha hecho un video similar, no cantan los invitados, hacen playback. Pero bueno, Julio Iglesias también es de esta compañía (Sony).
O sea, que lo tenía a mano y le echó el ojo…
M: ¡Hombre, claramente! ¡Podemos decir que hemos influido a Julio Iglesias!
Otro de los emblemas de este disco ha sido ‘Estáis aquí’. ¿Cómo recordáis la gestación de estas canciones?
J: Yo me equivoqué estrepitosamente con este tema. Me acuerdo cuando Marc me dijo que tenía una canción muy guapa, me la tocó y tal y yo pensé que sí, que era una canción que molaba mucho, pero no tenía muy claro si iba a funcionar o no.
M: Bueno, en realidad yo tampoco estaba muy seguro (ríe).
J: Ha resultado ser un pepino completamente y es increíble lo que pasa cuando se toca en directo. Me he comido mi desconfianza con patatas (ríe).
M: Nunca tuvimos claro cuál iba a ser el camino de cada tema, de hecho para la elección del single también contamos con la opinión de los seguidores, y decidieron que fuera ‘Sierra y Canadá’.
Hablando del destino, ¿creéis en él o sois de los que piensan que se hace camino al andar?
M: Nuestro encuentro, del que salió Sidonie, fue curioso y tuvo un punto de magia. Pero es que curramos tanto, que al final es muy fácil explicarte cómo hemos llegado hasta aquí después de dieciocho años, y es porque hay algo de talento, un poco de suerte y mucho de curro.
J: Yo no soy nada místico ni creo mucho en ese tipo de cosas del destino y tal, pero el día que conocí a Axel y a Marc, que veníamos de tocar en otras bandas de Barcelona, noté una vibración extraña y supe que con ellos iba a funcionar y nos podía ir muy bien juntos.
¿Cómo os imaginabais de niños vuestro futuro?
M: Prefería no pensarlo, me daba mucho miedo. No sé por qué pero prefería evitar esos pensamientos.
J: Yo en cambio estaba a tope, quería ser veterinario, desde siempre me han encantado los animales y estaba obsesionado con eso. No hice el servicio militar, me hice objetor de conciencia y mi primera opción era un servicio de veterinaria para ver si me podía colar por ahí, estudiar y hacer veterinaria. Hasta que llegó el momento en que me pusieron una guitarra delante, y como decía John Lennon, ves a un grupo tocando y a un montón de chicas chillando y dices: «Este es un buen trabajo». Tengo una libreta por casa en la que escribí hace muchísimo tiempo, a boli verde además por ser el color de la esperanza: «Yo quiero dedicarme a la música y quiero que la gente tenga pósters míos en su habitación».
M: ¡No sabía eso! Qué bueno.
¿Es «Sierra y Canadá» vuestro disco definitivo?
M: Se han conseguido cosas muy guapas con él. Estoy muy contento, pero definitivo no porque tiene fallos, pero no te los voy a decir (ríe).
Una frase para despediros de toda la gente que os ha acompañado en cada uno de los conciertos de esta gira.
M: Me ha gustado mucho vivir esto y no me ha molestado que me tocaran el culo cuando bajaba del escenario para adentrarme entre ellos (ríe). Un beso a todos y a todas.