Son hijos de My Bloody Valentine (la madre del cordero), Pale Saints, Slowdive, Chapterhouse, Swervedriver o Curve; adictos a las guitarras eléctricas y con la mirada fija en sus zapatos. El Shoegazing ha vuelto de la mano de The Pains of Being Pure At Heart. Carlos Pérez de Ziriza repasa a los principales integrantes de este revival.
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Solían tocar con la mirada perdida en algún punto del suelo. Con una actitud aparentemente abúlica, pero con toda la rotundidad de una guitarras eléctricas que escupían chorros de fuzz enmarañados en melodías ensoñadoras. Porque la contundencia, tal y como rezaba el espíritu independiente del momento, no debía residir en la pirotecnia escénica, sino exclusivamente en la música. Por eso se miraban los zapatos (de ahí el calificativo de shoegazers). Ruido y melodías cegadoras. Malicia y candor. Hiel y azúcar. En esa dualidad residía su hechizo.
A finales de los 80 y principios de los 90, emparedada entre la heterogénea escena C-86 (surgida a raíz de aquella recopilación del «New Musical Express», en el año que daba nombre a la cinta) y los balbuceos del sonido Manchester, toda una pléyade de jóvenes bandas, para quienes nada hubiera sido lo mismo sin el característico muro de sonido patentado unos pocos años antes por The Jesus & Mary Chain y una azucarada estirpe melódica que se remonta a décadas atrás, comenzó a copar la atención de los medios especializados. My Bloody Valentine (la madre del cordero), Pale Saints, Slowdive, Chapterhouse, Swervedriver, Curve o la primera etapa de Lush, The Boo Radleys o Ride dieron fe de un modus operandi que, fiel al carácter cíclico del rock, vuelve a adquirir resonancia veinte años después. My Bloody Valentine llevan más de dos años destrozando de nuevo tímpanos sobre los escenarios, y jovencísimas bandas como The Pains Of Being Pure At Heart (que deben mucho al movimiento, y que apenas habían nacido cuando este estaba perfilando sus límites) están en boca de todos. Sin ánimo enciclopédico, desbrozamos a continuación los argumentos de algunos de los jóvenes valedores de este enésimo revival.
SAVIA (RELATIVAMENTE) NUEVA
The Pains of Being Pure At Heart
Como casi todas las bandas que aquí aparecen, a los de Brooklyn no se les puede considerar shoegazers en sentido estricto, aunque es innegable que su propuesta no se entendería del todo sin su influjo. El candor de la escuela de Sarah Records o el espíritu de la C-86 también forman parte de su menú. Convertidos en una de las sensaciones indies de las últimas dos temporadas, acaban de editar un segundo álbum tan fiable como el primero, aunque haya desaparecido el factor sorpresa. Sus actuaciones en nuestro país han basculado entre el entusiasmo (como el Primavera Sound del 2009) y algunas muestras de cierta falta de hervor (el Greenspace del mismo año) que, si nos atenemos al espejo en el que se miran, está más que justificada.
Discos: «The Pains of Being Pure At Heart» (Fortuna Pop!, 2009) y «Belong» (Fortuna Pop/PIAS, 2011)
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Asobi Seksu
Seguramente los que mejor se ajustan a la etiqueta genérica. La voz de la japonesa Yuri Chikudate (en ocasiones trae a la memoria a Miki Berenyi, de Lush), en connivencia con la guitarra de James Hanna, enhebra (también desde Brooklyn) densas melodías, aunque no es hasta que las traducen en escena cuando recobran su mejor versión. Lo mejor de su producción, vista la reciente pérdida de garra de sus últimos dos discos, reside en sus dos primeros álbumes, ya algo lejanos (de 2004 y 2007)
Discos: «Asobi Seksu» (One Little Indian/Popstock!, 2004); «Citrus» (One Little Indian/Popstock!, 2007); «Hush» (One Little Indian/Popstock!, 2009); «Fluorescence» (Polyvinyl/ One Little Indian, 2011)
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Sad Day For Puppets
Deliciosos. Como buenos representantes de la escuela sueca, se ajustan al canon sin dejar de destilar su particular encanto naïf. Podríamos decir que también delimitan la cara más pop del shoegazing, primando más la instantaneidad de los estribillos que la densidad de las texturas. Cuentan con dos álbumes como dos soles.
Discos: «Unknown Colors» (Green Ufos, 2008) y «Pale Silver and Shiny Gold» (Green Ufos, 2010)
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A Place To Bury Strangers
Tanto por su rotundidad como por su ocasional tenebrismo, a veces se podría discutir si andan más cerca de Health, No Age o incluso I’ve Love You But I’ve Chosen Darkness que de las bandas aquí listadas. Aunque la lija de sus cortinas de guitarras no admite dudas acerca de su filiación. También de Brooklyn, cómo no.
Discos: «A Place To Bury Strangers» (Killer Pimp, 2007), «Exploding Head» (Killer Pimp, 2010)
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OPORTUNOS ANTECEDENTES
Bandas que llevan pavimentando el camino algunos años antes que los hasta ahora citados…
Amusement Parks On Fire
Fieros, apasionados y melódicos, desaparecieron en combate hace unos años para recuperar crédito con el radiante «Road Eyes», su disco de orientación más pop, el tercero, editado el año pasado. Y es que tras un tremendo debut homónimo, se repitieron con mucha menor fortuna en el segundo. Curiosamente, los únicos británicos de este recuento.
Discos: «Amusement Parks On Fire» (IM Records, 2005), «Out of The Angeles» (Coop/V2, 2006); «Road Eyes» (Filter, 2010)
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Serena Maneesh
Arrolladores. Los suecos llevan desde su debut, hace seis años, trazando diabólicos akelarres sonoros sin desperdicio alguno. Al contrario que otros, han perdido concreción, pero en su favor hay que decir que no se han domesticado. La veta más opresiva y demoledora del revival shoegazing.
Discos: «Serena Maneesh» (Play Louder, 2005); «Zurück» (Honey Milk, 2006) y «No.2: Abyss in B Minor» (4AD, 2010)
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The Radio Dept.
También suecos, se han alejado progresivamente de los presupuestos shoegazing, delegando más en los sintetizadores y menos en la guitarras, pero no cabe duda de que su debut, hace ya ocho años, no se explicaría sin el influjo de My Bloody Valentine y demás practicantes del ruido blanco. Sus últimas visitas a nuestro país han mostrado una traducción algo anémica de su credo sobre los escenarios.
Disco recomendado: «Lesser Matters» (Labrador, 2003)
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M83
Aunque últimamente se decantó más hacia una vertiente electrónica con ciertos ecos de 4AD, el ya lejano segundo álbum del francés Anthony González («Before The Dawn Heals Us», 2005) fue una estupenda forma de reformular el shoegazing desde una perspectiva contemporánea, aunque muchos le vean más cerca del ambient. Si no ya de reformularla, al menos de barnizarla, para no espantar a nadie.
Disco recomendado: «Before The Dawn Heals Us» (Mute, 2005)
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Para finalizar, no sería justo obviar momentos ocasionales de bandas como los daneses Mew o los británicos, ya extintos, My Vitriol, entre muchos otros que se quedarán en el tintero. Y en nuestro país, terreno en el que la herencia shoegazer ha tenido un efecto muy tangencial, hay apuntes del género en discos editados en los últimos años por bandas como Limousine o Nadadora o en ciertos manierismos de la primera época de Los Planetas, aquella en la que el influjo anglosajón era más evidente. Aunque se antoja difícil que haya algún reflejo hispano del shoegazing más elocuente que la hipnótica ‘El fantasma de la Transición’, uno de los puntales del fantástico debut que Triángulo de Amor Bizarro publicaron hace cuatro años.