“Sufre lo que denomino el ‘síndrome de Anatomía de Grey’: una historia que, de haber aportado elementos más realistas y duros, podía haber sido interesante, pero que al plantear escenarios tan sumamente limpios y personajes que parecen salidos de “Beverly Hills 90210” termina convirtiéndose en una telenovela”
Creada por Joshua Safran (“Smash», «Gossip girl”).
Producida por Mark Gordon («Anatomia de Grey», «Mentes criminales»), G. Mac Brown («Lavida secreta de Walter Mitty», «St. Vincent») y James Coburn («Arrow», «Gossip girl»).
Texto: FERNANDO FERNÁNDEZ.
Entre los estilos que marcan ciertas películas y series están las que intentan ser realistas y las que persiguen ser idealistas. Me refiero a series que no tienen nada que ver con la fantasía y la ciencia ficción, por supuesto. Todas las historias tienen elementos de fantasía o idealización, pero la diferencia principal estriba en que las realistas integran esos elementos a la trama y el estilo de la serie, y las idealistas suelen crear mundos perfectos e idealizados. Este es el principal problema de “Quantico”.
La serie nos presenta a un variado grupo de nuevos reclutas que llegan a la Base Quantico del FBI en Virginia. Algunos provienen de familias ya conocidas por su pasado en el FBI, otros han sido víctimas del terrorismo, otros siguen una vocación. Pero cualquiera que sea su razón para unirse, tiene pocas opciones de finalizar dicho entrenamiento, y sin segundas oportunidades. Este es el primer elemento de la trama que se va desarrollando a lo largo de los capítulos y probablemente uno de los que menos interesa y peor desarrolla la historia. Tampoco importaría mucho, ya que en el fondo es el que menos aporta, poco más allá de quién es bueno en qué, y punto.
Sí aciertan en el planteamiento de ir descubriendo poco a poco las motivaciones de cada uno de ellos en ser parte del FBI, algo que la serie desarrolla a través de múltiples «flashbacks», y que aprovechan las supuestas «pruebas» de aptitud para que vayamos conociendo aspectos de cada uno. Esto incluye a los principales responsables de la academia, que incluso son parte de los secretos a descubrir durante el entrenamiento.
Para terminar de redondear el interés de la trama, la excusa es descubrir quién ha sido el responsable intelectual y efectivo de un ataque terrorista en la Estación Grand Central de Nueva York, uno de los mayores desde el 11 de septiembre. Este es el elemento que sirve de linea central para la temporada, lo que sostiene la trama de intriga.
El manejo de estas tres tramas en un «thriller» procedimental clásico no es en absoluto malo. Hay un interesante equilibrio entre ellas, salpicándolas con los suficientes elementos de acción y tensión para redondear su ritmo. Y aunque el programa piloto deja un poquito de desear, la intriga mejora de manera importante a partir del tercero, creando un cierto interés en el desarrollo de la historia por descubrir a los responsables del atentado, asi como las motivaciones de los múltiples caracteres protagonistas.
El principal problema de la serie es la idealización de todo ello. Sufre lo que yo denomino el “síndrome de Anatomía de Grey”: una historia que, de haber aportado elementos más realistas y duros, podía haber sido interesante, pero que al plantear escenarios tan sumamente limpios y personajes que parecen salidos de “Beverly Hills 90210” termina convirtiéndose en una telenovela, especialmente cuando casi todos los actores principales carecen de carisma y una profundidad psicológica que dudo ocupe más de una cuartilla de DIN A5. Pasa con los actores veteranos como responsables del FBI, como Josh Hopkins (“Caso abierto”, “Cinco hermanos”) y Aunjanue Ellis (“NCIS: Los Angeles”, “El mentalista”), pero también con los jovencitos. El rostro en el que se basa la publicidad de la serie es Priyanka Chopra, en su primer papel protagonista en Estados Unidos tras una larga carrera en Bollywood, aunque será más conocida por la audiencia masculina como la Miss Mundo del año 2000. Algo bastante evidente en la serie, donde es complicado verla sin arreglar a pesar de estar constantemente perseguida y atacada. Del resto de jóvenes cadetes sólo Jake McLaughin (“Believe”, “Crash”) aporta algo de experiencia a un plantel de casi recién llegados a la pequeña pantalla.
Una serie que promete más de lo que da, y que gana puntos por el ritmo y desarrollo de la intriga entre tramas, pero cuya falta de interés en los múltiples personajes protagonistas hace que pueda dejar de interesarnos con rapidez, sobre todo si pensamos que deben de ser los mejores agentes y los más preparados de todo el cuerpo, entrenando en uno de los centros más duros de todo Estados Unidos. Si lo que buscas son elementos de culebrón y caras bonitas, los encontrarás. Si no es así, hay series más interesantes por ahí fuera.
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Anterior crítica de series: “Blindspot”.