DISCOS
«Está construido con finura artesana, modelando minuto a minuto para que cada canción sea una joya de orfebre»
Hank Idory
Sentimental jamboree
Pretty Olivia Records, 2021
Texto: CÉSAR PRIETO.
Juancho Alegrete es un músico valenciano que cuando se convierte en Hank Idory entra en otra dimensión. Una dimensión que entiende el pop como tres minutos de belleza en las melodías, de cuidado en la precisión de los arreglos y de resultado delicado, pero a la vez enérgico. Es una arquitectura sonora hecha con la escuadra del corazón y el cartabón de la precisión en los instrumentos. Unos pocos músicos visitan esta habitación en nuestro país: Wild Honey, Miguel Ángel Villanueva, Roger Sincero o Javier de Torres…, siempre minoritarios, siempre para connaiseurs.
Por el contrario, en el mundo anglosajón estas artesanías tienen un recorrido más prolongado: los grupos que la practican son clásicos. “Nadie sabe nada”, la que abre este su segundo disco, recoge por lo menos el espíritu de los sesenta, encarnado en The Lovin’ Spoonful; de los setenta, hecho vida en Raspberries, Alex Chilton o Badfinger; y de más allá, con The Pastels o Teenage Fanclub.
Una escucha atenta percibe que hay dos decorados en el disco. Uno es primaveral, de esos fondos en los que el sol simplemente acaricia, con el decorado de The Beach Boys, y crea sensaciones, imágenes, películas, en “Por primera vez”. También en otras dos de título significativo. “Un rayo de sol” es animosa, con un estribillo que es la cristalización del sunshine pop y cuatro notas en proporción áurea. Más perfecta imposible. Mientras, “Mancini, tú y yo” es un valsecito de atmósfera mediterránea.
Un par de canciones directamente se trasladan a la visión de imágenes cinematográficas sofisticadas. “La Costa Azul” evoca aperitivos con Bacharach y Niza al fondo, o con la arena de Copacabana, pues algo tiene de bossa. Más intimista es “Aquellas olas”, hecha en esos momentos en que te encuentras contigo mismo y el tiempo no transcurre, solo el mar parece traer el pasado. Una preciosidad.
Otro bloque de canciones se viste con muchos más bordados. “En estos días” está marcada por el espíritu de cuerdas y vientos, con una letra que habla de reencontrarse, como todas las del disco: sencillas, pero trabajadas para que te reconozcas en ellas. “Carrusel” se acerca mucho al funky suave, con vientos casi soul, la más cercana a las atmósferas de Le Mans o La Buena Vida. Dentro de este grupo se incluye la que, para nuestro gusto, es la mejor canción: “Club de astronomía”, que a la primera escucha ya se percibe como un clásico del power pop con todas las de la ley. Su crescendo, el puente lleno de delicadeza y el bajo que empuja la canción hacen que se eleve y se eleve.
Hay discos magníficos construidos con energía, los hay fabulosos entre los que buscan nuevas vías; la virtud de Sentimental Jamboree estriba en que está construido con finura artesana, modelando minuto a minuto para que cada canción sea una joya de orfebre; para que cada canción, sin ningún tipo de estridencia ni aspaviento, nos enseñe lo qué es la belleza.
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Anterior crítica de discos: Negativo (1977-1980), de Negativo.