Señor Mostaza: Benditas inseguridades

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«Nunca he sabido si hay evolución en los discos de Señor Mostaza porque es un terreno en el que me gusta no saber hacia dónde voy. Me sigue sorprendiendo que pueda seguir componiendo canciones»

 

«Delitos y faltas», así se titula el nuevo disco de Señor Mostaza, ese grupo que, como pocos, sabe cómo atraparnos con canciones generacionales que esconden la clave del mejor pop y rock. César Campoy entrevista a Luis Prado, alma del grupo.

 

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

 

Una de las razones por las que Señor Mostaza pasará a la historia será por plasmar, de manera certera y, en ocasiones, incómoda, el devenir de una generación. Luis Prado sigue siendo experto en invocar aquellos fantasmas que merodean por la mente de todo aquel que tenga más de una neurona en su cabeza. Esos fantasmas recurrentes que, afortunadamente, hacen que nuestro agridulce devenir difiera sobremanera del de un saco de patatas. El cuarteto valenciano sigue siendo fiel a muchas cosas: su productor, Carlos Raya; su sello, Hall of Fame Records, y, sobre todo, a seguir brindando al respetable momentos épicos (‘Dile la verdad’, ‘Megaindecisión’), contundentes píldoras rabiosas (‘Sólo quiero llegar’, ‘Hora de dejarlo atrás’), reflexiones más o menos existenciales (‘Dejar de ser yo’) o dramáticas bofetadas (‘Crecer (y no enloquecer)’, ‘Hoy me voy’). Todas ella forman parte de «Delitos y faltas», el último larga duración de una banda que ha visto como, hace poco, fue editado el directo «Señor Mostaza plays Revolver … Live», a partir del mítico concierto en el Lluís Vives de 2006. Charlamos con la cabeza pensante del invento, Luis Prado. Nuestra cita tiene lugar en una cervecería, cuyo hilo musical va desgranando variados éxitos de los ochenta; todo un reto para Luis, contrastado melómano, y mitómano de memoria fotográfica.

Productor y formación estables desde hace años, fidelidad a un sello discográfico, consolidación de un sonido definido y característico… ¿Al final va a resultar que el Señor Mostaza, en el fondo, es un conservador nato?
Bueno, es posible que, en ese sentido, sea un poco conservador. Si el proyecto, con estos músicos, ha funcionado hasta ahora, perfecto. En cuanto al sello, el propio Luis [González, de Hall of Fame], nos ayudó a buscar otras discográficas más grandes, y la cosa no funcionó. Estamos muy a gusto con él. Es amigo, se lo curra… A Carlos Raya lo conocí a raíz de tocar yo con M Clan. Nos vio en directo y nos dijo que quería producirnos. Yo, antes, era un poco antiproductor, pero ya me he acostumbrado a la figura de alguien ejerciendo de oído externo. Tampoco descarto producir yo mismo o trabajar con otras personas, porque esto no quiere decir que todos mis discos los producirá Carlos, ni que los publicará Hall of Fame o las portadas las diseñará Ana Mainero. No es algo que me haya autoimpuesto, pero hasta ahora ha funcionado bien.

Si algo ha caracterizado vuestra carrera musical, ya desde los tiempos de The Flauters, es el hecho de que tendéis a ser fieles con algunos aspectos que puedan conferiros una imagen de marca. «Delitos y faltas» tiene algunos rasgos característicos de la casa: ciertos riffs guitarreros, sonidos y líneas de piano, elementos corales… ¿Hasta qué punto, cuando trabajas en un disco, te obsesionan términos tan comunes en las reseñas como «influencias», «evolución», «sello propio»…?
Es anarquía, pura y dura. Ahí sí que no me he marcado, nunca, si debería reflejar esta o aquella influencia. Este disco tiene diez canciones, y son las diez canciones que llevé al estudio. No existe directriz alguna porque me gusta que intervenga la magia a la hora de hacer canciones. Si de repente has oído tal disco que te inspira para componer un tema con cierto ritmo, y al final resulta que lo que creas no tiene nada que ver, pues perfecto. Nunca he sabido si hay evolución en los discos de Señor Mostaza porque es un terreno en el que me gusta no saber hacia dónde voy. Me sigue sorprendiendo que pueda seguir componiendo canciones, más o menos originales. Te pongo un ejemplo: cuando fuimos a grabar el disco anterior, nos pilló que en el estudio no había piano, y a mí me resultaba muy frío tocar con el piano digital. Carlos tenía un Wurlitzer y eso hizo que muchas canciones las grabara con él. No estaba planificado. Con este disco me di cuenta, al terminar de grabarlo, que es de piano, piano. No acabé añadiendo ni Wurlitzer, ni clavecín, ni Hammond… ha salido como más crudo. Y no fue premeditado. [En ese momento suena el ‘Karma chameleon’, de Culture Club; primeras risas]. La armónica de esta canción parece MIDI. Vamos, que te decía que nunca me planteo si un disco deber sonar de una manera u otra. Que me sigan saliendo canciones ya me parece un milagro. A veces me pasa como aquello que decía Manolo Divago [Manolo Bertrán, del grupo Doctor Divago]: ¿Todavía me quedarán cosas que decir?

Muchas de las letras de este disco parecen querer mostrar una sensación de inseguridad evidente. ¿Crisis de los cuarenta mezclada con Síndrome de Peter Pan?
Sí. Ese tema siempre ha estado latente en Señor Mostaza. Tienes razón. Por un lado, no todo lo que cuento en mis canciones tiene que ver conmigo, ni con experiencias mías. Por otro, es verdad que yo me veo con cuarenta tacos, y no sé si esperaba ser más maduro a estas alturas.

Nuestros padres, a los cuarenta, ya parecían unos señores como muy mayores, que parecían tenerlo todo muy claro. En cambio, a nuestra generación, la de los setenta…
Exactamente. Es posible que, cuando eras pequeño y te imaginabas, para bien o para mal, con cuarenta años, te esperaras otra cosa.

En relación con esto que comentamos, sigue habiendo cierto grado de melancolía agridulce a la hora de mirar atrás. ¿Te sientes anclado, de manera positiva o negativa, a ciertos recuerdos y costumbres del ayer? ¿Tus canciones son la mejor manera de enfrentarte a ellos? Estoy pensando en temas como ‘Hora de dejarlo atrás’.
No sé [Momento para el ‘Let’s dance’ de Bowie; de nuevo, risas]. ¿Sabías que quien toca la guitarra es Steve Ray Vaughan? Ahora verás cuando llegue el final. Perdona. No, si a mí siempre me decían que era muy melancólico. Más que estar anclado a algunos recuerdos del pasado es que me acuerdo de cosas. Tengo muy buena memoria. Creo que he tenido discos más de mirar atrás. Bueno, somos lo que nos ha pasado. ‘Hora de dejarlo atrás’, de hecho, tiene que ver más con deshacerte de ciertos lastres. Mira, ahí está: Steve Ray Vaughan [risas]. Luego, en el videoclip sale Bowie, con los guantes [tocando la guitarra] y Steve, que iba a formar parte de la banda dijo: «Ahí te quedas».

Estos tiempos tan peculiares que vivimos deben de ser fabulosos a la hora de despertar la creatividad artística, ¿no?
Personalmente, no me afecta mucho. Yo tengo ciclos creativos. Tuve una explosión de creatividad los años que trabajé de pianista acompañante en el Conservatorio. Hasta que los alumnos no tienen las piezas trabajadas no tocan, y muchas tardes estaba yo solo en una habitación con un piano. Allí se gestó todo el «Mundo interior». Me salían las canciones a cascoporro. En otras ocasiones pienso que no voy a ser capaz de sacar nada más, porque hasta que yo le doy el visto bueno a una canción pasa un tiempo.

Hasta ahora, vuestras voces e instrumentos bastaban para construir los incontables momentos épicos de vuestros discos. Salvo contadas excepciones, como aquel ‘Igual’ de «Mundo interior», apenas habíais tirado tan claramente de vientos (con Raúl Marques y Rolfi Calahorrano) o cuerdas (precisamente recuperáis de aquel ‘Igual’ a Philippa Skillman) como ahora. ¿Has soñado alguna vez con un «muro de sonido» o una gran orquesta para arropar tus canciones?
Lo que ha pasado con muchas canciones de estribillo prolongable, es que me pedían cuerda o viento, pero, al no haber presupuesto, hemos tirado de los «pa pa pa» corales. Esta vez sí quería que hubiera algo de cuerda y vientos reales [suena ‘The final countdown’, de Europe; muchas risas, ningún comentario]. Claro que he soñado con un «muro de sonido». Y en la época de The Flauters. Tampoco es sencillo: tienes que hacer los arreglos, porque me gusta encargarme de ello; buscar buenos músicos… y muchas veces no tienes tiempo. Y te dices: Vale, no tenemos a la filarmónica, pero tenemos a Paco, así que le voy a poner a hacer coros a «puntapala». O Boli le mete distorsión al bajo. Pero, como te comentaba, aquí ya había canciones que me pedían con más claridad esos arreglos. Ahora recuerdo, de «Podemos sonreír», ‘Ojalá pudieras ser’. Hubiera matado por tener a Augusto Algueró y sus arreglos de viento en la parte que dice aquello del «hilo musical de Mercadona».

En cierta medida, ¿ese uso progresivo de vientos ha ganado un poco de terreno a los coros?
Sí. De hecho, oídas las maquetas, se llegó a barajar, en el estudio, grabar el disco en directo. Pero luego, analizado el tema, vimos que requería de otras pinceladas. Por ejemplo, el fiscorno de ‘Dile la verdad’ me parecía fundamental, y no quería sustituirlo por otro instrumento o por coros. Con Raúl y Rolfi coincidí en la banda de Miguel Ríos, y me hicieron el favor. Al final hemos conseguido que el disco quede muy como de directo, pero con tres o cuatro pinceladas muy interesantes. En general suelo quedarme muy contento con todos los trabajos, pero es verdad que, en esta ocasión, puede que sea el disco en que menos he pensado aquello de «molaría haber…».

Llama la atención la rabia, tanto a nivel de letra como musical (esa parte final), de ‘Crecer (y no enloquecer)’. Ese mensaje de ánimo, de esperanza, ¿va dirigido a alguien en especial, a todo el mundo en general, o a uno mismo?
Es una buena pregunta que no tiene respuesta porque es todo lo que has comentado. Creo que es un sentimiento muy compartible, que el mundo es un sitio raro que, muchas veces, te sorprende negativamente. Podría ser, por ejemplo, un mensaje que yo dirigiría a mi hijo. Tengo varias canciones en esta línea. Por ejemplo, la segunda parte de ‘Eurovisión 70’s’, que se llama ‘Podemos sonreír’. Es un tipo de temática que me sale a veces; aquello de vamos a animarnos mutuamente.

También rezuma un dramatismo especial ‘Hoy me voy’. Invita a pensar que está narrada por una persona que acaba de ser despedida. ¿Van por ahí los tiros?
Podría ser la más fácilmente entendible, alguien que es despedido de su trabajo, pero no tiene por qué ser, únicamente, eso. No me gusta que mis canciones tengan una única lectura, aunque sí que exista coherencia, que el oyente reciba un mensaje cerrado, sea el que sea. Este tema también puede hacer referencia al hecho de irse de un sitio a otro, y esa sensación que te embarga al marcharte y que te hace pensar: pues, vaya, no pensaba yo que me iba a sentir así. En resumidas cuentas, suelo cerrar el mensaje de la canción para que quede abierto.

Se habla mucho de la vena irónica de Señor Mostaza, pero apenas se hace referencia a su vertiente más, digamos, romántica, porque creo que no hay disco vuestro en el que no podamos encontrar una canción de las llamadas de amor.
Sí, yo también lo creo, lo que pasa es que si te pones romántico parece que tengas que ser Sergio Dalma. Claro. Mis letras también hablan mucho de relaciones; de amor, amistad y sexo; y, a veces, de las tres cosas a la vez, u otras cosas más. Es que es un tema que no se acaba. Puedes imaginar un montón de historias entre personas.

¿Eres una persona que, en ciertos aspectos, se autoexige demasiado? ¿Hasta qué punto existe una conexión de aquel ‘Necesito mejorar’, de «Mundo interior», con ‘Solo quiero llegar’?
Aquí tengo que volver a decir que no tengo por qué ser yo el que aparece en mis canciones [risas]. En un tema como ‘Necesito mejorar’ yo podría situarme en ambas partes. Hay canciones en las que hablo en segunda persona, y me refiero más a mí, y canciones en las que hablo en primera persona, y no tienen nada que ver conmigo. ‘Solo quiero llegar’ tiene un puntito de incomunicación; de alguien que quiere acercarse a otra persona y nota que algo pasa, que hay cierta torpeza en la comunicación.

¿Os gusta que se siga diciendo de vosotros que vais a la vuestra, que no tenéis ataduras…?
Hombre, es cierto. De todas maneras, aunque presumas de ir a la tuya, también es verdad que siempre piensas en el público, en hacer ciertas concesiones. Pero, vamos, que no me molesta. No sé si existe algo que pueda ser definido como integridad musical, pero es cierto que nunca nos hemos apuntado a ninguna moda, ni nunca hemos hecho algo en lo que no hayamos creído, ni a ver si suena la flauta. Lo mismo te puedo decir de mis colaboraciones.

Y, ¿dejó de mosquear todo ese «buenrollismo» de la mayoría de músicos y periodistas cuando hablan de Señor Mostaza? ¿Se ha creado un poco de mito en torno a vosotros, sobre todo en lo de grupo de culto, casi para minorías, injustamente tratado?
Creo que tiene que ver con que gran parte de la crítica y del público que nos sigue no nos considera inferiores a otra gente que vende mucho. Yo también lo pienso. También tiene que ver con que, hoy por hoy, no sabemos si podríamos llenar una sala en Vigo. Entiendo que lo digan, pero es que, como te comentaba, para lo bueno y para lo malo, nosotros hemos pensado mucho en la música, y no en otros aspectos. Hay gente que se sorprende de que no hayamos sido fácilmente etiquetables y, eso, para la industria convencional, es un handicap. Pero es algo implícito en el carácter de la banda, y está fuera de nuestro alcance. Es cierto que llegó un punto en que me sabía mal por la gente que nos lo decía, porque parecía que sufría. Casi todas las entrevistas del «Podemos sonreír» fueron en esa línea; y es algo a lo que yo no puedo responder. Lo mío es hacer música. Tampoco quiero desacreditar a nadie. Hay gente que se lo curra muchísimo, y yo reconozco que, en algunos aspectos, como el de promocionarse, soy más vago.

Después de veinte años en la música, y más de diez en Señor Mostaza [suena ‘The look’, de Roxette]… Perdona, ¿ésta canción estaba en la cinta de Roxette que comentas en el tema que da título al disco?
Nunca me grabé una cinta de Roxette [risas], pero me parecía un ejemplo genial. Este es el mejor tema que tienen. A partir de aquí, todo va en picado. Es como Simply Red: un tema, y punto.

Bueno, los defensores de Simply Red dicen que sus mejores temas son los más profundos y menos conocidos.
No lo creo. Es que no soporto al cantante.

Te decía que, a estas alturas, ¿te has parado a pensar en qué lugar y estado se encuentra tu carrera musical?
Tiendo a pensar, a veces, que podría hacer más cosas, pero, luego, hago inventario y veo que hago muchas. A veces sí que me tienen que empujar, porque tengo una relación de amor-odio con los directos, aunque puede que sea lo mejor que existe. En ese aspecto soy un poco perezoso.

 

«Si quieres hacer música, haz música; que quieres salir a tocar fuera, pues ya sabes lo que hay; que quieres difundir canciones, pues te gastas la pasta en grabar un disco; que no estás dispuesto, pues te quedas en casa. Mientras nadie tenga la potestad de prohibirme hacer música, pues te adaptas, un poco, a lo que hay en cada momento»

 

Hace pocos días reapareció, en televisión, Eduardo Zaplana, al que dedicasteis ‘Mi ídolo de la democracia’. Pasados los años, ¿crees que nuevos desmanes de diferentes administraciones han hecho que su discutible gestión de lo público quede en un juego de niños?
Posiblemente. Aparte de ejemplificar lo que a mí me parecía lo peor de la política, el personaje, en sí, daba mucho juego. Sí, evidentemente, con todo lo que está pasando ahora, ha quedado, digamos, empequeñecido. En aquel momento no me costó nada que formara parte de una canción de Señor Mostaza. No me considero seguidor acérrimo de una ideología, sino más una persona que rechaza ciertos comportamientos y, por aquel entonces, lo que representaba aquel personaje era atacable.

Y, ¿no has vuelto a sentir la necesidad de volver a abordar la política, en tus composiciones, de  manera tan evidente?
Esto me lleva a lo que te comentaba al principio. Pocas veces me planteo que tengo que hablar de tal o cual tema. Muchas veces, la música me dicta un par de frases en el subconsciente, muy raras, y eso me marca de qué va a ir la letra de la canción. Con una ya es bastante [risas]. Si surge, ya vendrá. Obviamente, con la que está cayendo podrías componer un triple disco conceptual: «The dark side of the right».

Ignoro si esto está relacionado con el título del disco, pero tradicionalmente, algunos de los enfoques y giros humorísticos de Señor Mostaza han recordado mucho esa manera tan peculiar que tiene de ver la vida Woody Allen. Por otra parte, personalmente también veo rasgos «berlanguianos» en algunos elementos característicos de la banda. ¿Son estas algunas de vuestras influencias filosóficas?
Recuerdo que el «Insert coin», de The Flauters, nos dio por llenarlo de paridas de «Amanece que no es poco» [José Luis Cuerda, 1989]. Bueno, si tengo que buscar algo en común con Woody Allen es que yo también he utilizado muchas canciones para meterme un poco conmigo y reírme de situaciones patéticas en las que te puedes ver involucrado. No ha sido nada consciente. Cuando le puse título a la canción sí sabía, obviamente, que se trataba de una película de Woody Allen, porque es una de mis preferidas. Creo que es la más completa. La gente alucinó con «Match point», pero yo creo que es la mitad de «Delitos y faltas», la parte seria. Una película que, encima, tenía otra parte para partirse de risa. Tiene el doble de mérito que «Match point».

Vosotros, junto con Luis, de Hall of Fame Records, dais una importancia enorme al potencial que ofrece, tanto internet en general, como las llamadas redes sociales, en particular. No te voy a pedir que hagas cábalas sobre el futuro de la música, pero sí me gustaría que me dijeras, a día de hoy, ¿cuál te gustaría que fuera esa relación de la música, precisamente, con la red y con esa industria despistada?
Poco te puedo decir de la industria porque, para bien o para mal, es algo de lo que he permanecido muy al margen. Nunca he sentido que pertenezca a ella. Y, sobre el corporativismo, no creo que nadie tenga que simpatizar conmigo por el simple hecho de ser músico. En cuanto a las redes, me gustan. Dan una oportunidad, precisamente, a aquellos que no forman parte de la industria. Estar en contacto, de una manera tan eficiente, con seguidores de cualquier punto geográfico no puede ser más que positivo. ¿Que tiene sus contras esto de internet? Posiblemente. Igual cuesta pensar en gente escuchando canciones enteras. Eso, inevitablemente, te tira para atrás. Y yo, que me lo paso en grande con los discos conceptuales… Pero supongo que estas ya son sensaciones generacionales.

Dicen por ahí que la cultura, y con ello, la música, agonizan en este país.
La música no morirá mientras haya alguien que siga tocando. Otra cosa es que cualquier tipo de apoyo a todo aquello que tenga que ver con la actividad musical sea bueno; evidentemente. Lo que a mí me pasa es que, como yo siempre he ido mucho a la mía… Vamos, que si quieres hacer música, pues haz música; que quieres salir a tocar fuera, pues ya sabes lo que hay; que quieres difundir canciones, pues te gastas la pasta en grabar un disco; que no estás dispuesto, pues te quedas en tu casa. Mientras nadie tenga la potestad de prohibirme hacer música, pues te adaptas, un poco, a lo que hay en cada momento.

Me gustaría que habláramos del resto de la banda. Está claro: Luis Prado es el alma máter del invento, pero, con el paso del tiempo, ¿qué porcentaje de Señor Mostaza lleva el ADN de Paco Tamarit, Alejandro Climent (Boli) y Edu Olmedo?
Es difícil de calcular. El porcentaje no puede ser el mismo en un tema como ‘Frecuéntame’, que dejas a Boli solo, a ver qué hace, que en una canción más marcadamente pop como ‘Dile la verdad’, que deja menos margen al músico. Puedo tener el defecto y la virtud de que en muchas de mis canciones, cuando las acabo, ya está hecho lo gordo: el patrón de batería, por ejemplo, ya está marcado. También me gusta esperar, un poco, en determinadas canciones, ver qué pueden aportar ellos para potenciarla. Y si no sale nada, pues se busca.

Con Boli y Paco llevas subiéndote a un escenario desde hace unos veinte años. ¿De verdad que todavía llegan a sorprenderte?
Boli, Paco y yo siempre nos hemos comunicado muy rápido. La gente, a nuestro alrededor, se suele quedar un poco alucinada. Raya, la primera vez que trabajamos con él, no podía seguirnos. Nos decía que no entendía nada. Nos sorprendemos entre nosotros porque nos encanta improvisar. Esas sorpresas que nos llevamos en el local o el escenario, donde marcamos bastantes huecos para dejarnos llevar. Lo mismo pasa con Edu. Hay momentos en los que te dices: Vale, esto es irrepetible, nunca volverá a salir así. En ese sentido, sigue habiendo sorpresa.

Vayamos por partes: Por sus expresiones, mientras actúa, a Boli parece que le afecta mucho lo de tocar. ¿Es cierto? ¿Cómo vive la música?
Le gusta mucho tocar lo que está tocando, pero no le agrada tanto estar «de cara a». Yo era así, y llegó un momento en que tuve que cambiar. En muchos aspectos también sigo siendo así. Hay veces que mola el punto exhibicionista, pero otras veces tocarías solo que, de hecho, es lo que más hago al cabo del día. Entiendo ese punto de vista de Boli, ese «estoy haciendo música, no quiero exhibirme». Lo defines bien: ves que disfruta mucho con lo que hace, pero también que no le gusta ser el centro de las miradas.

Paco es una persona increíblemente imaginativa, y un músico al que le gusta indagar, pero, en ocasiones, sobre el escenario, mientras sus dedos siguen moviéndose, parece fijar la mirada en el horizonte y visitar otra galaxia. ¿Es así?
Digamos que su expresión facial es diferente. Se entera más de lo que pasa con la gente que yo. Es más consciente de lo que está pasando. ¿Sabes qué pasa? Que nosotros siempre hemos sido muy músicos. No nos veías, con veinte años, con pintas de roquero ligón. Yo mismo, con The Flauters, estaba detrás, no miraba. Al principio del todo dejaba que Paco hablara y se dirigiera a la gente. E, incluso hoy en día, a veces, me tengo que pegar un toque y decirme: Oye, que tienes gente delante. Vale, tal vez ahora me paso y me enrollo demasiado, y hablo más que nunca. Pero, como te decía, es que lo que realmente nos interesa es la música, y a veces corremos el riesgo de estar demasiado pendientes, precisamente, de ella; aunque creo que, en los últimos tiempos, ya no es tan descarado.

Pasados ya unos años, ¿qué ha aportado Edu a este trío que se conocía tanto y cuya complicidad era total?
Me tiene que aguantar a mí. Cuando vino a hacer la prueba ya vi que iba a ser un tío muy solvente y muy, valga la redundancia, baqueteado. Además, es un encanto. Estoy convencido de que, para él, Señor Mostaza es algo especial. Al menos, ésa es la sensación que nos transmite.

Has trabajado, tanto tú, como la mayoría de miembros de Señor Mostaza, con artistas consagrados como Ariel Rot, M Clan, Fito, Makaroff o Miguel Ríos, y todos ellos se muestran más que satisfechos con vuestro trabajo. A estas alturas, ¿cómo sueles afrontar este tipo de reto, el de la colaboración?
Te desdoblas. En ese momento eres creativo como instrumentista. Yo he tenido la suerte de hacer aquellas cosas que me apetecía, y poder decir que no a otras. Es la mejor manera de aportar algo positivo al trabajo de aquel que te llama.

Imagino que componer para, y grabar y girar con Miguel Ríos debe dejarle a uno un regusto especial. ¿Qué poso queda de aquella experiencia con el proyecto «Bye Bye Ríos»?
Pues que fue algo muy chulo. En primer lugar, porque viví momentos muy divertidos con la banda que se montó. Luego, fíjate, el «Rock and Ríos» fue el primer disco de rock que me compró mi padre, cuando yo iba a 4º de EGB, y me lo sé de memoria desde que tengo diez años. Imagínate, girar con un concierto que, en un 75%, está basado en el «Rock and Ríos»… Genial. El primer ensayo no me lo podía creer.

¿Y la aventura de afrontar tu primera banda sonora, la de «El efecto K» (Valentí Figueres, 2012)?
Fue arriesgado, porque la hice sin haber visto nada de la película. Trabajé a partir del guión y de ciertas directrices, y me pilló en un momento en que me acababa de comprar el Mac portátil, porque llevaba el GarageBand, que es un programa para tontos. Y yo, como con la informática musical no me llevo muy bien, pues lo utilizaba como multipistas. Me fui animando y al final hice casi treinta temas. Y como parte de la película está ambientada en los años veinte y treinta, pues toqué ragtime por un tubo. Muy bien.

Hay que estar muy seguro de uno mismo, no solo para tocar, en directo, completo, el «Revolver» de The Beatles, sino, además, para atreverse a publicarlo. ¿Cómo surge la opción de recuperar aquel concierto, seis años después, y editarlo?
Surge más de Luis González que de nosotros. Fue un arrebato de chulería tocar el disco entero; un disco del que nunca se llegó a tocar, en su momento, ni una canción en directo. Aquella noche fue alucinante, pero no se planificó realizar una grabación, con lo que aquello que se registró, a través del sonido que entraba por mesa, bajo mi punto de vista, quedaba un poco frío. Mucha gente nos dijo que había que editarlo; a mí me parecía un pelín arrogante y, pasado un tiempo, como había quien seguía insistiendo, pues llegamos a la conclusión de que el delito había prescrito.

¿Cómo se te quedó el cuerpo al enterarte de que gran parte del tema ‘Camino Soria’ está basado en el ‘I’m only sleeping’?
Ah, pues no lo sabía. Hombre, no es exactamente igual.

Está reconocido por ellos. Sobre todo la sección rítmica. Como que la intro de órgano de Esteban Hirschfeld está basada en el ‘Fly me to the Moon’. ¿Crees que se pierde magia al desvelar estos secretos?
Bueno. No sé. ¿Cuántas canciones tienen la sección rítmica de The Kinks? De hecho, seguro que ‘I’m only sleeping’ está basada en The Kinks. ¿Ves? Es un ejemplo de canción, ‘Camino Soria’, que si no lo hubieran mencionado, igual nadie se hubiera dado cuenta. Me parece genial; así se crea. Lo malo es fusilar directamente. Pueden haberse basado en aquel tema, pero el resultado final va por otro lado. Y eso es lo que cuenta. Es muy complicado crear desde la nada. Lo chulo es que las influencias cristalicen en algo con un punto de originalidad. Tú vas creando tu estilo a partir de micropartículas de influencias. Michael Jackson, bailando, es una mezcla de James Brown y Bob Fosse; y lo ves. Pero, luego, llega a un punto en que lo eleva, y lo lleva más allá. Vamos, que bien por Esteban.

Por cierto, ‘Love me do’ ya es de dominio público en Europa. ¿Es el fin de una era?
Suena raro, ¿no? Bueno, de dominio público ya era. Imagino que a los que realmente afectará será a los propietarios de los derechos, que no acabo de tener claro si los recuperaron Ringo y Paul. Es un lío [Suena ‘Material girl’, de Madonna]. Fíjate en el inicio, suena como ‘El ruido de fondo’.

Señor Mostaza tienen previsto actuar, presentando «Delitos y faltas», en Valencia (8 de febrero, El Loco Club, y 10 de marzo, en Sala Russafa), Madrid (15 de febrero, Sala Clamores, y 16 de febrero, Fnac Callao), Barcelona, (22 de febrero, Sidecar) y Murcia, (1 de marzo, 12&Medio).

Aquí puedes escuchar «Delitos y faltas».

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