«El año que viene vamos a cumplir treinta años. Treinta años de mi vida están ahí. No quiero hacer otra cosa. No puedo separarlo de mi vida personal»
El veterano grupo valenciano publica “El mundo al día en 80 vueltas”, su primer trabajo discográfico con canciones nuevas desde “Puerto escondido” (2005). Después de tres décadas en activo, su líder indiscutible recapitula sobre el momento actual de la banda, su trayectoria pasada y sus próximos proyectos de futuro. Eduardo Guillot entrevista a José Manuel Casañ.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Guste o no, han hecho historia en la escena musical española. Siempre con José Manuel Casañ al frente, Seguridad Social publican “El mundo al día en 80 vueltas” y se preparan para conmemorar por todo lo alto, el año que viene, su trigésimo aniversario en activo.
Han sido seis años sin material nuevo, desde “Puerto Escondido” (2005). ¿Cada vez cuesta más componer?
A mí me gusta tanto hacer canciones nuevas como versiones. Siempre he cantado versiones a lo largo de mi carrera. Bueno, siempre no. Al principio tocábamos ‘All day and all of the night’ (The Kinks), cuando aún éramos Paranoicos, antes de Seguridad Social. No sé si ese tema está en alguna maqueta. Luego dejé de hacer versiones hasta que demostré que, con mis propios temas, podía triunfar, quizá por orgullo mal entendido, pundonor o llámalo como quieras. Cuando eso pasó y tuvimos un relativo triunfo, desapareció ese prejuicio. Me gustan las canciones. No soy de grupos o de estilos musicales, aunque haya ido por muchos derroteros y haya muchos grupos que me gustan. Soy más de canciones como tal. Entonces, me di cuenta de que a muchas de ellas se les podía dar la vuelta, pervirtiendo la esencia original o conservándola, y me divertía mucho hacerlas. Incluso más que las composiciones propias, en lo que se refiere a la diversión. Pero nunca he dejado de componer. De hecho, en este disco hay canciones que tienen seis años o más. Canciones que están en el cajón, escondidas, y que no te ves preparado para terminar en su momento, así que las dejas en barbecho hasta que llega un momento en que las retomas. Eso pasó con ‘El viajero’, que quizá es el ejemplo más claro. La puse como poesía en la contraportada de “Vino, tabaco y caramelos” (1988), porque musicalmente no la tenía concretada. Me hizo falta ir a Cuba para darle la esencia que creía que debía tener, y grabarla en “Furia latina” (1993). Nunca he dejado de componer. De hecho, cada vez soy más exigente a la hora de editar material, quiero tener muchas canciones para poder elegir las mejores. Cuando me enfrenté a este nuevo disco, probablemente tenía cuarenta. Algunas de ellas no estaban preparadas para salir, otras las deseché, y quizá aparezcan en próximos trabajos. Hay una presión tremenda por las canciones que han sido muy populares, porque adquieren unas dimensiones que traspasan generaciones. ‘Chiquilla’, ‘Comerranas’ o ‘Quiero tener tu presencia’ se han convertido en algo más importante de lo que fueron en su momento, y es muy difícil luchar contra ellas.
¿Son esas canciones las que ponen el listón a la hora de hacer las nuevas?
No lo veo como un listón. De hecho, otros artistas tienen con ese tipo de temas una especie de relación amor-odio, o no quieren tocarlas, pero a mí me pasa lo contrario. Cuando en un concierto veo el clímax que se produce, con la gente participando, me da una gran alegría.
Salvando todas las distancias, The Rolling Stones tocan en directo un 90% de material antiguo. También es vuestro caso, aunque saqueis nuevos discos. ¿Es culpa del público, que es muy perezoso y solo pide los hits, o de que lo grupos sabéis que eso funciona y es más cómodo para vosotros?
En la primera parte estoy de acuerdo. El público es muy perezoso. La segunda la matizaría. Como sabemos que el público es perezoso, le damos lo que quiere, pero también le enseñamos el material más reciente, para que el antiguo sirva de apoyo al nuevo. Las canciones se retroalimentan con el tiempo, se hacen grandes de manera paulatina, y a veces es difícil que convivan las nuevas con las antiguas.
Pero tocáis muy pocas de las nuevas. Os pasa a todos los que tenéis una trayectoria larga.
Sí, a todos. A menos que te separes del grupo y emprendas carrera en solitario, aunque en la mayoría de esos casos acabas también tocando material del grupo, porque la gente te lo pide.
Si el público es perezoso y solo está interesado en el material antiguo, y el grupo, forzado por la situación, toca ese material viejo, y además no se venden discos, ¿qué sentido tiene sacarlos?
Pues muy poco, porque no solo no se venden discos, sino que encima las radiofórmulas no pinchan nada nuevo. Todas se han convertido en M80. No ponen las nuevas canciones, sino las antiguas. Salvando las distancias, es como si las radiofórmulas anglosajonas, cuando sale un disco de los Rolling Stones, Aerosmith o U2, en vez de radiar el nuevo single pusieran los anteriores. Eso pasa en este país, y es absurdo. Pero pasa porque la gente que está en las radiofórmulas no se ha renovado desde hace décadas. Han perdido el contacto con la calle. No dejan paso a nuevas generaciones. En Valencia está demostrado. No hay una generación que haya logrado un nivel importante después de la nuestra, la de Presuntos Implicados, Revólver y nosotros… Y hay grupos extraordinarios que podrían tomar el relevo sin echarnos del carro, porque no hace falta, como La Pulquería o La Habitación Roja. Sacar un disco hoy solo es una carta de presentación, una manera de hacer ruido y que la gente sepa que estás vivo. Sobre todo, la que no sabe que hacemos cuarenta conciertos por toda España cada año. Cuando empecé, y siempre he mantenido la misma filosofía, nunca pensé en vender discos. Nunca pensé en hacer canciones para vender. Es una consecuencia de la pasión que tengo por estar en el escenario y escribir canciones. Pero el objetivo que no hay que olvidar nunca es la dedicación, ser creativo, hacer música, divertirte. En ese proceso, también entra grabar discos. ¿Qué sentido tiene ahora? Como tarjeta de presentación, únicamente.
Aunque Seguridad Social eres tú, ¿has tenido alguna vez la tentación de hacer algo en solitario?
Es que he hecho siempre lo que he querido. Evidentemente, toda la gente que ha estado conmigo a lo largo del tiempo ha colaborado mucho. Con algunos incluso he compuesto canciones a medias. O les he cedido derechos, que es otra cosa que habría que ver. Siempre he hecho las canciones y he sido el cantante. Y las letras siempre han sido mías. Hombre, tendría que ser algo muy radical, que también he pensado en algún momento, tomando una línea cerca del folklore mediterráneo, ponerme a trabajar con gente de L’Ham de Foc y hacer algo a mitad de camino entre lo suyo y lo mío, pero de verdad. Esa tentación siempre la he tenido. Pero para tocar rock and roll, tengo a Seguridad Social. El año que viene vamos a cumplir treinta años. Treinta años de mi vida están ahí. No quiero hacer otra cosa. No puedo separarlo de mi vida personal.
Hemos quedado en que no se venden discos. ¿Son, entonces, los derechos de autor los que mantienen a los músicos? ¿Y son los que generan los conciertos o los que produce la publicidad, terreno en el que habéis logrado introducir varios temas?
Si colocas una canción en un anuncio de televisión, obtienes unos derechos de autor bastante considerables, sobre todo para una banda que tiene un mercado limitado. Pero el ingreso mayoritario, actualmente, es el del caché de los directos, más que el de autores o royalties. Evidentemente, ser el autor de las canciones implica tener algún ingreso, pero son las actuaciones lo que mantiene a los grupos.
En directo seguís siendo cuatro, sin añadidos. Otros grupos de larga trayectoria caen en la tentación de añadir coristas, teclados o saxo para ofrecer alguna novedad. Vosotros seguís siendo guitarra, bajo, batería y voz.
Sí. En los discos podemos añadir otras cosas, pero siempre predomina la base rock. De hecho, nunca hemos llevado dos guitarras. Alguna vez tuvimos la tentación, hacia 1997, cuando introdujimos algo de percusión, un teclado, pero lo desestimamos muy pronto, porque la esencia del rock and roll ramoniano nos sigue gustando, y podía hacer que algunas canciones perdieran esa frescura. No creo que el concepto vaya a cambiar.
Hace poco os vi en directo y me sorprendió que los últimos veinte minutos del show fueran versiones. ¿Por qué un grupo que tiene canciones con un impacto popular tan grande hace un bis de veinte minutros a base de temas ajenos?
Me gusta recrear las canciones históricas, divertirme, fundirme con ellas. Es cierto que quizá estamos abusando un poquito. Rafa Villalba [ex batería del grupo y productor del nuevo disco] me ha dicho lo mismo, y tiene toda la razón. También es cierto que veníamos de defender un disco anterior que era exclusivamente de versiones [“Clásicos del futuro”, 2009]. Eso lo vamos a corregir, pero me gusta cantar ‘Gloria’ y ‘Achilipú’. Espero que el directo no se apachangue demasiado, porque la jugada es un poco egoista: Realmente, cuando salimos a un escenario, y aunque quede mal decirlo, no lo hacemos para que la gente se lo pase de puta madre, aunque lo vamos a intentar por todos los medios, sino para pasárnoslo en grande nosotros. Y luego la gente se contagia, claro. A veces me he planteado si a alguna radio o tipo de público le gustaría cierto tipo de canción, pero eso es un error, aunque todos hayamos pasado por ello alguna vez. A la larga, te vas metiendo en un bucle que acaba por anular tu personalidad. Lo mejor es ser un poco egoista. Cuando haces un disco no piensas que vaya a sonar en Los 40 Principales, sino en canciones que te gustan, aunque luego llega a la hora de elegir el single y puedes tener la tentación de pensar en escoger un tema radiable. Esa es la mayor gilipollez, hay que estar por encima de esas cosas y elegir la mejor canción, aunque dure siete minutos. Es lo que deberíamos hacer todos.
Has hablado de apachangarse. ¿Es el mayor peligro para el grupo actualmente?
No es la palabra adecuada. Se trata de no caer en la tentación de utilizar canciones archiconocidas como están haciendo las orquestas de moda ahora, que las hay especializadas en los ochenta o en temas clásicos del rock, que son mejores que ‘Paquito el chocolatero’, con todos mis respetos. Me refería a la idea de que podamos desprestigiar nuestro repertorio, que es muy amplio, haciendo versiones populistas. Pero no es el caso.
Sin compararos con esas orquestas, la pachanga está directamente relacionada con el verano y los conciertos en pueblos. ¿Qué porcentaje de conciertos tiene Seguridad Social en invierno?
Siempre hemos sido un grupo de verano, porque damos mucha fiesta. No tocamos en teatros porque ese no es el concepto que la gente tiene de nosotros. Tampoco hacemos unpluggeds ni acústicos. Pero eso es algo que también quiero corregir. La gente no tiene conciencia de que seamos un grupo de teatros o salas, aunque fue en salas donde empezamos. Lo que está claro es que si podemos hacer cuarenta conciertos al año es porque somos un grupo muy divertido, y la gente en las fiestas quiere grupos para pasárselo bien, no que el cantante esté mirándose los zapatos, sino que salte y baile con naturalidad. Y eso lo sabemos hacer muy bien. Pero también los acústicos en salas, porque la fiesta no está reñida con el poderío de las letras y la poesía. Divertirse no tiene porque ser banal.
«Ahora soy más dueño de los medios tiempos, mi voz ha cambiado después de treinta años de carretera, soy un hombre hecho y derecho, y necesito más medios tiempos y más temas acústicos»
En la hoja promocional del nuevo disco se recuerda que habéis pasado por etapas muy importantes. En España, fuisteis de los primeros en hacer ska, pioneros en la mezcla de rap y guitarras eléctricas, casi inventasteis la rumba rock, abanderasteis la escena del rock latino… Sin embargo, hace años que no se produce un nuevo giro en vuestra trayectoria. ¿No quedan más puertas que abrir?
Sí. Intentamos abrir una puerta hacia la música mediterránea con dos discos: “Otros mares” [2003] y “Puerto escondido”. Inicialmente iba a ser una trilogía, y pretendía introducir elementos del folklore mediterráneo dentro de nuestro repertorio.
Incluso cantasteis un tema en valenciano.
Sí, con Miquel Gil. Intentamos utilizar elementos del folklore marroquí, griego, turco, árabe… El tercer disco, que es el que falta por hacer, sería más acústico y menos rockero, con otro tono.
¿Por qué crees que ese giro, a diferencia de los anteriores, no obtuvo el respaldo del público?
Me he dado cuenta de que no era tan interesante para la gente, probablemente por la cercanía y por nuestra historia. De hecho, a Carlos Goñi (Revólver) le ha pasado un poco lo mismo con “Argán”. Cuando empiezas a meter instrumentos medievales o cosas con olor magrebí, el público no acaba de conectar. Nuestra cultura está impregnada de su herencia en el lenguaje, la comida, etc., pero la gente le tiene recelo.
¿Y cuál es el siguiente paso?
No sé si es una cuestión de madurez, pero últimamente estoy escuchando mucho blues. Siempre lo he hecho, me hice cantante porque me gustaba el blues, y siempre he visto el rock and roll como blues acelerado con una gotita de country. Ahora soy más dueño de los medios tiempos, mi voz ha cambiado después de treinta años de carretera, soy un hombre hecho y derecho, y necesito más medios tiempos y más temas acústicos. Estoy más confiado en lo que canto y me siento mucho mejor cantando. No sé si la evolución natural sería acercarme a un registro más crooner, aunque es un término relacionado con otras cosas, con el cantante que no es dueño de sus canciones y toca con una big band. Quizá explote una faceta de cantautor contemporáneo. Es una necesidad vital. Seguiré rapeando y haciendo rock, pero en este disco hemos intentado, precisamente, dar un paso en esa otra dirección más acústica, utilizando mejor los medios tiempos.
En la letra de ‘Poco que me das’ cantas: “Mi canción está hecha para locos”. En 1985, en el tema ‘Controla tus yo-yos’, basado en “El lobo estepario”, de Herman Hesse, decías: “Solo para locos es esta canción”. ¿Síntoma de agotamiento?
No, es un guiño personal recuperando el concepto de loco según el libro: Alguien que está fuera de la sociedad, que no comulga con las normas de la moral que se le imponen. El loco es quien tiene muy claro hacia dónde tiene que ir. Lo que es evidente es que todo es cíclico, y actualmente hay canciones nuestras que son más actuales que cuando las grabamos, como ‘Acción’, que encaja perfectamente en un movimiento como el 15-M. Seguro que hay varias en cada disco. Porque las cosas no han cambiado tanto. Estamos en una sociedad muy tecnológica, pero seguimos manejados por las mismas pasiones, celos y envidias.
Sin embargo, vosotros, desde el éxito de ‘Chiquilla’, siempre habéis sido un grupo que ha estado dentro del sistema.
En el momento en que vendes más de dos copias, formas parte del sistema, eso está claro. Pero se puede estar dentro del sistema y decir las cosas que decimos. Eso es lo que habría que valorar. Por mucho que queramos alejarnos, no somos antisistema. Yo pienso que el sistema se puede mejorar, pero no soy un radical. Hay gente que lo hace como honestamente puede y otros que no. No soy un anarquista. No creo en la revolución, porque sería un caos absoluto, peor que lo que tenemos, pero hay que hacer cambios sustanciales. Puede ser cierto que, durante treinta años, en algunas ocasiones hayamos tenido la tentación de acomodarnos un poco, pero en todos los discos siempre hay canciones diciendo a la gente que no se duerma. Y quizá me lo digo más a mí mismo que a los demás.
¿Cómo se te ocurrió escoger a Rafa Villalba como productor?
En los dos discos anteriores, yo tuve mucho que ver en la producción. A todos los músicos que llevamos mucho tiempo en activo nos llega un momento en que tenemos la tentación de producir nuestros discos. Pero me involucré excesivamente. Esta vez vi las cosas con más claridad, y preferí que lo hiciera alguien que me conociera muchísimo y en quien tuviera una fe absoluta. Rafa siempre fue mi mano derecha cuando estaba en el grupo. Cualquier duda se la consultaba, aunque luego yo eligiera por mi cuenta. Tanto él como Dani Rayos, coproductor del disco, forman un tándem que estaba haciendo cosas muy interesantes y les faltaba trabajar con un grupo un poco más grande. Les di la oportunidad de que lo hicieran. Para mí, un productor no es un mezclador, sino alguien que se pelea contigo hasta las comas. Aparte de todo lo musical y los arreglos, se pelea hasta las letras. Vi que Rafa estaba capacitado para ello y era la mejor persona para hacerlo. Nadie me conoce más.
Durante una época el grupo tuvo un notable éxito en Latinoamérica. ¿Por qué no habeis vuelto?
Es un tema relacionado con las compañías discográficas. Entre 1992 y 1997 estuvimos mucho por Latinoamérica. En aquel momento, éramos parte de DRO, y podíamos negociar en cada país con la compañía que quisiéramos, que fue lo que hicimos en Francia o Argentina. Cuando DRO fue absorbida por Warner, nos incorporaron a una división llamada WEA Latina, junto con Maná, Los Fabulosos Cadillacs, Café Tacuba y otros. En ese momento, WEA Latina apostó por el nuevo rock. Pero las cuentas no les salieron muy bien, exceptuando la consolidación mundial de Maná, y le cortaron la cabeza a los responsables del proyecto, como Mari Mondelo, directora de promoción que nos apoyó muchísimo. Los de arriba decidieron que la nueva estrategia iba a ser imitar a Sony y apoyar la música tropical. Eso nos cortó las alas, fue muy difícil retomar el tema. Porque una cosa es ir a tocar a Buenos Aires, México o Los Ángeles, que lo podemos hacer mañana, porque tenemos los contactos, y otra es que el grupo tenga cierta relevancia allí, suene en las radios y haya un compromiso por parte de un sello discográfico. Pero estamos a tiempo de retomarlo.
¿En qué situación contractual estáis actualmente?
“El mundo al día en 80 vueltas” es el último disco de nuestro contrato actual con Warner. Vamos a ver qué hacemos en el siguiente.
¿Podría haber cambio de compañía?
Lo más probable es que sigamos con ellos. Mi intención el año que viene es hacer algo especial para conmemorar el treinta aniversario del grupo. Es una cifra muy redonda y vamos a intentar hacer algo diferente. Quizá un unplugged con grandes éxitos y algunas otras cosas, versioneando nuestras propias canciones. Me gustaría grabarlo en directo en algún lugar emblemático de Valencia, para que los políticos se enteren de que existe un grupo valenciano que lleva tres décadas en activo y estaría bien que le echaran un cable dejándole tocar en un espacio público. Porque la instituciones en Valencia jamás han apoyado el rock y el pop.
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