DISCOS
«Vuelven a enredarse en su mágica telaraña de post punk y noise; ya no hay por aquí quien los supere en la destreza de este lenguaje»
Triángulo de Amor Bizarro
Sed
MUSHROOM PILLOW, 2023
Texto: SARA MORALES.
Nadie está a salvo de las derrotas y las victorias son subjetivas, porque al éxito se le llama así dependiendo de quién lo mire y lo valore. En esa búsqueda incansable hacia el reconocimiento y el poder, en ese viaje hacia la cima de la montaña de cada uno, suceden demasiadas cosas. Hay quienes alcanzan la meta por el camino y se conforman, quienes consiguen llegar hasta el final pero se sienten perdedores, quienes ganan todo el tiempo —o eso creen— y también los hay que nunca emprendieron la aventura porque entendieron que lo que ansiaban ya estaba a su lado. A todos ellos les cantan Triángulo de Amor Bizarro en su nuevo disco, este Sed que aniquila y abruma, al mismo tiempo que engancha y posiciona razones. A todos ellos que podrían ser, posiblemente, cada uno de nosotros en nuestras diferentes etapas vitales sujetos al estado de ánimo de cada momento y circunstancia. Suspendidos y dependientes de nuestra propia evolución, entendida esta como una huida hacia adelante con sus errores y sus aciertos.
La soledad, la ambición, la satisfacción, lo efímero de la felicidad, el inconformismo, la decadencia, la hipocresía y la superficialidad se dan cita en este sexto álbum de estudio para el que los gallegos vuelven a enredarse en su mágica telaraña de post punk y noise; ya no hay por aquí quien los supere en la destreza de este lenguaje. Y lo hacen tirando de synthpop, como en “Estrella solitaria” que tanto recuerda a New Order y a aquellos preceptos que impulsaron al cuarteto de Abanqueiro a su bautismo; también de experimentalismo, claro, jamás faltarán en los repertorios de Triángulo de Amor Bizarro piezas instrumentales que evidencian sus dotes inventivas, su ingenio tecnológico y su mente maravillosa para esa perfecta comunión entre música y ruido, como son “Dinosaurio” o la que da nombre al disco, “Sed”.
Y en ese punto medio entre el fatalismo y la esperanza, entre el caos sonoro y la clarividencia conceptual, sus mensajes —cada vez menos cifrados y más directos— chorrean gota a gota entre la voz de Isa que regala el toque pop, melódico y ambiental (“La carretera”, “La condena”, “La espectadora”, “Canción de muerte de El Pez Dorado) y la voz de Rodrigo que nos empuja, cada vez más, hacia nuestro averno particular (“Cómprate un yate”, “Él” o “Cripto hermanos”).
Pero los detalles de cada una son para detenerse. Para detenerse y recrearse en cada verso, en cada crisol instrumental e incluso en cada zasca y conclusión: «Él es punki pero no tanto, torturando aspirantes cuando va de jurado», canta Rodrigo en la oscura y subversiva “Él”. O «Vieja estrella solitaria, para quién brillas si ya no hay casi nadie mirándote», como entona Isa en esa alegoría espacial con pista de baile que es “Estrella solitaria”.
Las guitarras continúan presentes. Y tanto. El rock asoma crudo, enérgico y maravillosamente enrevesado en pasajes como “Cómprate un yate”, “Estrella antivida” con su dulce e inquietante entropía y también en “Huele a colonia Chispas”, con esa potencia distorsionada e hipnótica que actúa de agujero negro que todo lo engulle. Y a través de este sueño compuesto de doce canciones, que son lecciones, se levanta la nueva obra de Triángulo de Amor Bizarro, con el carisma a la producción de Carlos Hernández Nombela una vez más, para que habite en nuestras cabezas como esa pesadilla que no se olvida o ese sueño recurrente que nos atormenta, pero que nos hace aprender.
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