Scott 4 (1969), de Scott Walker

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

«El álbum pone sobre la mesa todo el catálogo de habilidades de Walker, con mención especial para el tratamiento de sus textos»

 

Scott Walker
Scott 4
4 MEN WITH BEARDS, 1969

 

Texto: Fernando Ballesteros.

 

«Scott 4» es la obra maestra definitiva de un periodo apasionante en la trayectoria de un artista irrepetible. Igual he empezado muy fuerte, pero vamos a explicarnos con rapidez, porque semejante catarata de afirmaciones lo requiere. El reciente fallecimiento de Scott Walker, nuestro hombre en las próximas líneas, volvió a refrescar la historia de un chaval que vivió el éxito masivo con los Walker Brothers en la década de los sesenta y terminó sus días convertido en un músico de vanguardia.

Ídolo adolescente, este norteamericamericano de alma europea estaba llamado a más altas empresas e iba a ir mucho más allá. Disuelta la banda, emprendió una carrera en solitario cuyos cuatro primeros pasos, entre el 67 y el 69, iban a ser pura ambrosía musical para paladares exigentes. Y justamente el cuarto, este Scott 4, es el mejor de todos. A diferencia de sus tres primeros asaltos solistas, estaba compuesto por sus propias creaciones. Atrás habían quedado las versiones y la relectura de títulos de su adorado Jacques Brel. El álbum pone sobre la mesa todo el catálogo de habilidades de Walker, con mención especial para su tratamiento de unos textos que nos situaban tras la pista de la oscuridad que iba a presidir su mundo en lo sucesivo. 

La voz de barítono de Scott domina la escena en la que las manos de Johnny Franz vuelven a ocuparse de una producción, rica en detalles, que se ajusta como un guante a las canciones. Las letras, ricas en metáforas, son sobresalientes. A estas alturas se atreve con todo. El matrimonio de su voz con la sección de cuerdas ofrece un resultado maravilloso y los temas respiran con comodidad a pesar de que la producción carga el ambiente.

Desde la trompeta inicial de «The seventh seal» se intuye que estamos ante algo muy grande. Las breves «On your own again» y «The world´s strongest man» nos llevan por el camino de la balada. igual que «Angels of ashes». Y hay pasajes más cercanos al folk y gotas de soul pero, sobre todo, lo que hay es Scott Walker: un artista y una voz capaz de emocionar al oyente más frío con una interpretación como la de «The old’s man back again». 

 

Una recepción fría

Scott vivió unos años frenéticos con estos cuatro lanzamientos. Seguramente, y aunque gozaron de reconocimiento, él esperaba que los tres primeros hubieran triunfado a lo grande. No ocurrió, y en «Scott 4» echó el resto. Casi se trataba de un «ahora o nunca», y salió cruz.

Los motivos se pueden seguir buscando medio siglo después, pero el caso es que hay muchas preguntas sin respuesta y una certeza: el álbum no atrapó la atención de sus seguidores. La promoción y el trabajo de la discográfica no acompañaron y, con toda seguridad, esto marcó el carácter de Walker y sus relaciones posteriores con la industria. En cualquier caso, el revés comercial provocó en el artista un shock que le hizo perder confianza en sus composiciones. Y llegó el silencio. Comenzó el periodo oscuro. Nació el Scott más misterioso, el personaje que luchaba contra sus múltiples fantasmas en soledad, huyendo de los focos y dando lugar, con el correr de los años, a todo un mito, una leyenda en la que, muchas veces, lo real se confundía con lo inventado. 

Los dos años anteriores había editado mucho material y, es curioso, pero los títulos de los discos también pudieron jugar en su contra. Tituló aquellos elepes simplemente con su número, y cuando llegó el cuatro, muchos debieron pensar que era otro disco más igual que los anteriores, y no era así. Ojo, que tampoco hubiese sido malo, pero es que Scott 4 era otra historia. Aquel rechazo dio paso a los años de obras menores, discos de versiones, grabados para cumplir compromisos. Los años en los que nació su fobia a unos escenarios que no volvería a pisar.

 

Recta final experimental

La vuelta puntual de Walker Brothers en 1978, fue el canto del cisne del grupo y el «nacimiento» de un Scott que, cada vez que asomase de nuevo la cabeza al mundo exterior, lo iba a hacer más escorado al terreno de la experimentación. Climate of hunter en el 84 es casi un simple aviso, si lo comparamos con Tilt o The drift, trabajos que llegaron con once años de intervalo entre uno y otro. Curiosamente, sus últimos años, tras la edición en 2006 del imprescindible documental Scott Walker: 30 Century man fueron los más activos de su segunda vida artística. 

Convertido ya en un creador inclasificable en el que no quedaba rastro del joven ídolo, Scott recogió la admiración incondicional de discípulos y coetáneos. Fue emotivo —hoy lo es más— comprobar como la gente de Radiohead, Blur, Pulp (a los que produjo We love life en 2001), Divine Comedy o Bowie, entre otros, se rendían ante la grandeza de Scott, el hombre que llevaba las canciones hasta terrenos por los que nadie había transitado y que aún así, tenía ese magnetismo necesario para hacer que muchos siguieran queriendo ir con él hacia terrenos en los que la palabra pop ya no existía. Llegará el siglo XXX y se seguirá hablando con admiración de Scott Walker y de su cuarto disco en solitario.

Anterior entrega de Operación rescate: Carried to dust (2008), de Calexico.

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