Santiago Auserón recuerda a El Hortelano

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La pasada noche falleció el El Hortelano, pintor y dibujante y una de las figuras clave de La Movida. Santiago Auserón ha escrito en Facebook el sentido y emocionante texto que reproducimos a continuación, en el que da testimonio de su relación con el Hortelano.

 

«Alucinante, tío. Necrológica para El Hortelano».

“La radio acaba de salpicar la noticia, que me alcanza en la cama, donde me recupero de la presentación de ayer: ha muerto El Hortelano. ¡Pepe! Hace solamente dos días supe por mi hermana Teresa que estaba gravemente enfermo y me aferré ingenuamente a la idea de que podría superarlo, para seguir pensando en mis ocupaciones inmediatas. No se ha hecho esperar mucho la confirmación contraria. La imaginación, aterrada y morbosa, corre a representarse el inicio, la noticia y la duración de la enfermedad, hasta los últimos momentos, pero afortunadamente se ve interrumpida por los recuerdos gratos: el primero de todos, su manera de reír, entrecerrando los ojos con picardía levantina, dando por sentada la complicidad inteligente de su interlocutor.

Luego, los momentos compartidos, espaciados a lo largo de muchos años. No nos veíamos a menudo, es cierto. La última vez -puede que haya pasado un lustro–, en un concierto de Juan Perro cerca de Madrid, en compañía de Bárbara (Ouka Leele), Ceesepé y Mariano López Torrubia. Durante la cena, confraternizando con los músicos, su risa caía iluminando la amplia mesa con algo de eucarístico. Todos los años me dejaba un mensaje por mi cumpleaños, recordándome puntualmente que los dos nacimos en el 54, bajo el signo de Leo. A veces me llamaba desde cualquier parte del mundo –a cualquier hora del día o de la noche– para comunicarme su entusiasmo aventurero: desde las faldas del Etna, desde un bosque de Finlandia, desde las aguas del Mar Muerto… “Holaaaa, que soy Pepito, te llamo desde… Estoy viendo ahora mismo la fumata, ¿sabes?, el cráter donde se tiró Empédocles de Agrigento, tío…”. O bien: estoy con mi novia encerrado en una cabaña de madera en medio del bosque, mirando por la ventana cómo se acercan los osos.” O bien: “Acabo de salir del agua, de bucear en el fondo del Mar Muerto, no veas lo que se ve ahí abajo… ¡Es alucinante, tío!

Por último, repaso mentalmente los cuadros donde trataba de fijar su canción de alabanza al universo, en forma de cielo estrellado bajo el que yace un sujeto desnudo, sin edad, el hombre-niño contemplador, Pepito. O en forma de camino alegre entre frutales donde los colores densos suplantan los aromas del verano… O en forma de cardumen destellante en la profundidad oleosa… Mil veces quise comprarle un cuadro. Anduve detrás de una silla metamórfica, regia, que se transforma en cetro por uno de los pilares del respaldo… Pero él no fijaba precio –quizá por no asustarme– y solventaba la situación con un obsequio. Nos regaló un cuadro de la época de Europa réquiem: una familia provista de máscaras de gas con la torre Eiffel al fondo, premonitorio…. Otro de la serie que hizo sobre La estatua del jardín botánico; otro con un hombre-niño de dos cabezas que mete la mano en el río para atrapar un pez, que a su vez sale a mirarle desde el agua, sorprendido; y los originales para portada y contraportada del maxisingle de Tierra: una versión monocroma del contemplador yacente, con los ojos cerrados y un pato vecino, y un hormiguero en forma de “T” por el que sube una hormiga decidida… Hace cuatro o cinco días vi el dibujo para la portada del nuevo disco de Luis Auserón, Lógica y proporción: una mariposa o falena (¡psyché, decían los griegos, con la misma palabra con que designaban el alma!). Fue quizá su último regalo.

Hace un par de lustros visitamos su estudio, poco antes de que se mudase al piso junto al Retiro. Vimos muchos cuadros, aspiramos mucho óleo y comimos obedientemente de una lata de carne de oso finlandés, bajo el aviso de que allí mismo estaba toda la energía profunda del bosque nórdico. El ciclo de lo alto y de lo bajo, de la vida y de la muerte, ese era el tema secreto de El Hortelano. No la manía bipolar de subidas locas y descensos abismales, sino una visión lúcida, equilibrada, completa y agradecida de dicho ciclo, propia de un pensador presocrático o de un místico andalusí: José Morera Ortiz, Pepe El Hortelano. Algo menos equilibrada, mi imaginación vuelve a las andadas, funde amenaza y recuerdos gratos en una escena delirante. No me hubiera extrañado nada recibir una llamada, a cualquier hora del día o de la noche, con el siguiente mensaje: “Holaaaa, que soy Pepito, tío, que me estoy muriendo, ¿sabes? ¡Es alucinante!”.

La imagen de cabecera, donde El Hortelano aparece a la izquierda, junto a los Radio Futura, es un fragmento de una de las fotos que hizo Ouka Leele para el cuadernillo de «La estatua del jardín botánico», editado por Moriaty en 1983, con dibujos originales del pintor.

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