Con su nuevo disco –Canciones de Santiago Auserón con la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics–, Santiago Auserón abraza completamente la independencia: su productora, La Huella Sonora, pasa a ser su propia discográfica. Así, una de las grandes leyendas –aunque a él no le gusten estos adjetivos, es una leyenda– del rock español, se sale una vez más de la foto, como ya hiciera cuando refundó Radio Futura, cuando dio por acabada esa misma experiencia o cuando se reinventó como Juan Perro. Santiago Auserón hace tiempo que aprendió que lo suyo es la libertad artística y personal, el no atenerse a las reglas del juego establecidas. Probablemente no pretenda ser un ejemplo para nadie, pero también lo es: Los músicos de este país siempre están atentos a sus pasos, a su obra, a sus palabras.
Texto: JUAN PUCHADES.
Hace ya un par de temporadas, Santiago Auserón, recuperando su nombre real y aparcando temporalmente a Juan Perro, se embarcó, una vez finalizada la travesía de la gira Las Malas Lenguas junto a su hermano Luis, en una nueva experiencia: dejar que parte de sus canciones –tanto de Radio Futura como de Juan Perro– fueran reinterpretadas por el músico, arreglista y productor Enric Palomar, experto en trabajos de música clásica y contemporánea, para ser puestas en pie en directo por la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics de Barcelona. Una banda de metales que aporta nuevos y sorprendentes bríos a canciones que los seguidores de Auserón ya conocemos en sus lecturas originales. Así, este músico poco dado a las ataduras, se sale una vez más del papel que se puede esperar de él.
Ahora, la grabación de uno de esos conciertos se publica en formato de disco, y en descarga digital, dando comienzo a un nuevo capítulo en su quehacer profesional: autoeditarse desde su propio sello, La Huella Sonora.
Santiago, aunque quede feo, empecemos hablando de dinero: El disco, en descarga digital, lo habéis lanzado a un precio fantástico, sólo seis euros.
Sí, ya que el medio está por definir, vamos a tratar de hacer pruebas lo más ajustadas posible. Hemos trabajado controlando mucho los gastos, todos los colaboradores se han portado muy bien, entendiendo el objetivo de salir a la calle con los gastos lo más controlados posible y que el público lo note. Sobre todo en el terreno de la descarga digital, la idea ha sido salir a un precio equivalente a lo que puede quedar de una descarga a través de los distribuidores grandes.
Pero al comprador, desde vuestra web, le sale bastante más barato que en las tiendas digitales.
Lo que hemos intentado es que salga aproximadamente a lo que nos quedaría a nosotros después de venderlo en una de esas tiendas. De hecho, en esas tiendas nos quedaría menos de ese precio.
¿Pretendes probar fórmulas para ver por dónde puede evolucionar el mercado?
No, más que probar lo que hay que hacer es ir asentando territorios y abrir canales que puedan ser duraderos. Nosotros pensamos que hay que asentarse en el terreno de la autoproducción y de la autogestión con un equipo pequeño que, con el tiempo, sea capaz de defender sus salarios. Y de ajustar un poco los precios de la autoproducción basándose en el directo, creemos que ése es el territorio más estable para abrir camino futuro. A partir de ahí, las pruebas que se vayan haciendo, la evolución que vaya teniendo la distribución de música, sea digital o física, que tenga siempre una base en la que se pueda apoyar. Creemos que esa base mínima se puede sostener a lo largo del tiempo, aunque dependerá de las posibilidades del directo, del alcance que puedan tener las producciones. Hoy en día la grabación en directo se ha abaratado mucho y disponiendo también de un estudio casero, relativamente dotado de una infraestructura profesional, se puede hacer frente al porvenir, tratando de no volverse loco con las fórmulas. Porque todo esto de estar regalando falsos regalos que luego se transforman en fórmulas mágicas de ingresos fabulosos es nerviosismo en un medio que está en transformación. Nosotros queremos situarnos en una base estable que tenga sentido a lo largo del tiempo, sean cuales sean las transformaciones venideras, e iremos viendo. Por la experiencia, creemos que la descarga digital en España no es muy significativa todavía, porque la gente que descarga de verdad consume determinado tipo de música, quizás no del perfil artístico en el que estamos nosotros. Vamos a asentarnos en el terreno de la descarga digital sin demasiadas pretensiones y darle tiempo a que se desarrolle sin prisas, paso a paso. A la vez, iremos viendo cuándo y cómo conviene editar soportes físicos cuidadosamente elaborados para que el público coleccionista tenga también otro tipo de formato, porque no creemos que vaya a desaparecer completamente el CD, como de hecho el propio vinilo no ha desaparecido, y está volviendo a circular de nuevo.
Sí, es un fenómeno curioso, sobre todo porque fue la propia industria discográfica la que mató al vinilo. Todos recordamos aquella operación: matamos ese soporte y vuelve a comprarte los mismos discos en este nuevo formato, porque éste es el soporte del futuro.
Llegó un momento en que los soportes estaban en alza especulativa, por decirlo así, y se especulaba con el CD, con el DAT, con los diversos soportes digitales. No olvidemos que entre las grandes empresas hay contactos con los fabricantes de equipo, de ahí vino la operación del CD.
Claro, y luego fue Sony, que también era una discográfica, quien fabricó el primer copiador de CDs doméstico…
Exactamente, que también era productora de aparatos de reproducción. Es decir, todo proviene de las mismas empresas y de los mismos monopolios. Al final, todo está conectado. El CD ha sido históricamente una transformación muy importante, porque digamos que el paso del vinilo al CD es, en cierto sentido, responsable de una parte de la crisis actual: la duplicación del catálogo en CD generó fortunas tan grandes que acostumbró a las multinacionales a unos ingresos tan brutales que crearon estructuras que no se adaptan con facilidad a los cambios y, sobre todo, al desarrollo de la descarga y de la reproducción libre. No se puede mantener el nivel de ingresos que produjo el paso del vinilo al CD, porque es que duplicaron el catálogo mundial.
Fue uno de los grandes negocios de la historia, de la música sin duda.
Y comparativamente con otros negocios también. Se podría comparar al tráfico de armas o al tráfico de drogas [risas].
Lo más increíble es que nos vendieron lo que ya teníamos.
Exactamente, nos vendieron lo que ya teníamos. Es verdad que hasta cierto punto es un formato más manejable, pero nos lo vendieron también como si fuera una panacea indestructible, por el que no pasa el tiempo, de una calidad muy superior, y eso es muy discutible. La grabación en CD también se deteriora, el formato no siempre es práctico y en cuanto a calidad, la comparación del digital con el analógico todavía… todavía se puede discutir. Cuando pones un “plástico” en casa, con lo hosco que es el mecanismo de reproducción, que es por puro roce… el plástico se agradece porque el sonido que proviene de un vinilo ocupa el espacio de otra manera, y llena de calidez la habitación. Mientras que el “muestreo numérico”, comparativamente, tiene una cierta frialdad. Creo que no está dicha la última palabra en cuestión de soportes, es evidente que la digitalización se impone porque ya se liga con todo el medio informático, pero eso deja lugar a que quizás la evolución de los formatos ya no tendrá que ser en un único soporte impuesto masivamente, sino que a lo mejor en determinados sectores de aficionados se pueden poner a prueba formatos del pasado y nuevos, en relación a los usos. Esto puede dar lugar a la convivencia de varios tipos de soportes.
Uno de los grandes errores del CD fue lo que se perdió en obra como conjunto, incluyendo los centímetros de portada que se evaporaron y que convertían al vinilo en algo único.
Era una superficie visual que permitía una comparación con otros objetos, una superficie impresa, un cartel. Tenía un carácter plástico en el sentido amplio, que luego el CD reduce.
Es la diferencia entre la concepción del disco como mero producto de consumo o como producto cultural con unas características específicas y definitorias.
Claro, pero todo está en la urgencia por masificar un producto, la industria del disco ha dependido siempre de la posibilidad de dirigirse al mercado más amplio posible, excitado por la publicidad masiva para generar el máximo de ingresos en el mínimo de tiempo. Si consideramos la evolución de los formatos musicales, de la mercancía musical, no sólo como un tema mercantil, sino también cultural podemos comparar los diversos formatos de registro de la música con los libros o con otros objetos culturales y ver cómo aguantan el paso del tiempo. Porque con el libro pasa un poco lo mismo, la digitalización informática va a presentar nuevas soluciones, ya están ahí las formas de leer en pantallas electrónicas que pueden ser muy transportables, casi como un libro. Pero la pregunta es si la lectura en pantalla es lo mismo que la lectura en papel, lo mismo va a ocurrir con los discos. Pienso que habrá formatos que tiendan a la masificación y formatos que tiendan a la especialización. Nosotros hemos optado por empezar a buscar en los que respondan al público más fiel, es decir, a la especialización de la gente que nos sigue con el tiempo. No podemos dejar de atender a la independencia que nos da la descarga digital y la creación de una plataforma web en la que hemos puesto todo el interés en este primer paso, pero, al mismo tiempo, queremos preservar el objeto cultural: una mercancía que tenga valor cultural, que tenga tacto, que tenga cierta presencia, que esté elaborada con cariño para que el que la quiera guardar la pueda tener en su casa y que esté justificado el espacio que ocupa.
¿Tú, como creador musical, cómo vives que un disco tuyo, tu obra, se transforme en unos archivos informáticos. Eso de llevar 30 años haciendo discos y que ahora el disco sea una carpeta archivada en un ordenador?
[Risas] Si se redujese a eso me sentiría un poco desasistido, debo reconocerlo, por el momento. Porque yo mismo soy perezoso con las fuentes informáticas. Si he de ser honesto, no descargo música, voy a la tienda a comprar CDs, pero mis amigos y todos los músicos con los que trabajo descargan música continuamente, y ya no se preocupan tanto de la música como álbum, como colección de canciones, sino de la canción individualizada. Mis amigos músicos, de muy diversos géneros, rockeros, jazzeros o de música culta, cuando necesitan un tema, lo buscan, se lo descargan y, poco a poco, van acumulando temas favoritos. Hay otra gente que está loca por tener todos los archivos del mundo metidos en un disco duro, lo que no tendrán nunca es tiempo para escucharlos. Eso de individualizar las canciones está bien, es volver a poner los pies en el suelo.
¿Tú crees?
Sí, hasta cierto punto es bueno. Y, por otro lado, tampoco creo que haya que renunciar al álbum, al concepto de una serie de temas que en el tiempo reflejan una parte de tu búsqueda y que para el oyente, para el aficionado, se nos transforman –hablo también como aficionado– como en un paisaje mental y sonoro de un creador o de un equipo de creadores que se desarrolla en un cierto periodo de tiempo. O sea, que el álbum también tiene unidad, pero la unidad fundamental es la canción, y la pregunta a la que hay que seguir respondiendo es para qué sirve una canción y en qué contexto se mueve y por qué va a sobrevivir a estos cambios de civilización siendo un medio que tiene miles de años de existencia, siendo que es un medio por sí mismo. Porque la canción es un medio de comunicación, es un aparato en sí mismo, está hecho a medias entre herramientas sonoras y anatómicas, el cuerpo de los intérpretes y de los oyentes. La canción de por sí es un medio, y hoy en día, desde hace un siglo o casi un siglo, es un medio inserto en otros medios de comunicación, pero de por sí es un medio de comunicación.
Te estás introduciendo en la independencia más absoluta, porque eres tu propio manager, aunque tienes quien te busca los conciertos, pero tú diriges tu carrera. Y ahora también editas tus propios discos. ¿Por qué?
Trato de mantener la iniciativa para no estar condicionado por circunstancias que pueden frenar la inquietud de la búsqueda musical, que pueden, en cierto momento, incluso, quitarte la ilusión por esa búsqueda. Es decir, yo le tengo miedo al hecho de que se transforme en algo tan pesado el tener que hacer canciones y difundirlas que acabe aburriéndote. Hablar siempre de las mismas cosas con la misma gente, caer en las mismas situaciones a lo largo de los años… pasa una década y otra y otra, y seguimos en las mismas. Todo eso me parece muy aburrido y triste, y a nivel personal me rebelo contra ello, no quiero perder la ilusión por el hecho de hacer canciones y de pensar en torno a la música.
¿Recuerdas aquel título de una casete de Los Cardiacos, antes de que grabaran en serio, sería en el año 79, que se llamaba Las discográficas no dan la felicidad?
[Carcajada] ¡Los Cardiacos de León! Gran banda. Está muy bien puesto eso. Desde finales de los 60 ya podía darse uno cuenta que todo el impacto de la música de los 60 y primeros 70, y la expansión industrial enorme a escala planetaria que tuvieron los discos entonces, había entrado en un periodo de decadencia muy serio. Ya todas las iniciativas de las independientes habían caído en manos de las “majors”, y las “majors” a su vez formaban monopolio con las grandes empresas de comunicación. En realidad, los discos nacieron para alimentar a las radios, para alimentar la publicidad en las radios y luego en la televisión. Y a su vez, las cadenas de televisión y de radio formaban parte de las grandes empresas de comunicación que tenían intereses muy ligados con el poder político-militar a gran escala. El problema de las comunicaciones siempre acaba vinculándose con el control de las masas, de la macroeconomía y de los intereses político-militares a gran escala, no nos engañemos. Toda la industria de la cultura deriva de ahí, lo que sucede es que no se limita a esos usos, y no quiere decir que haya luego otras vías. Todo el poder de transformación de la música afroamericana en el siglo XX surgió porque echaba chispas la cultura en la calle, había una necesidad de expresión y porque se producían encuentros de culturas que estaban enfrentadas en todos los demás aspectos, y sin embargo en el terreno del baile y de las canciones ligaban bien. Es muy contradictorio, pero es bueno que asumamos esas contradicciones para hacernos cargo de lo que pueda venir de aquí en adelante. ¿Podemos, los que hacemos canciones y los que consumimos canciones como aficionados, independizarnos totalmente de los medios de comunicación? Dependerá de la evolución de Internet. Ni podemos ni debemos pretender independizarnos por completo de la realidad social, de lo que es el tejido de las comunicaciones en sociedad, pero lo que sí podemos al menos es no tragar siempre por los condicionamientos de la comercialidad a gran escala. Porque eso ya ha demostrado que conduce al empobrecimiento cultural y a la desilusión del público y de los que hacen canciones.
EL COMPROMISO CON LA CANCIÓN
¿Asumes que artistas como tú, y como muchísimos creadores españoles, una vez casi cerradas las puertas de la radio comercial, las de la televisión cerradas hace décadas, prácticamente sólo os quedan las páginas de cultura de los diarios e Internet?
Sí, y alguna revista especializada, pero es así, sí. Y el contacto directo con el público siempre que se pueda mantener un cierto nivel de presencia en el circuito de directo.
Pero es casi una pelea cuerpo a cuerpo.
Sí, prácticamente. Y algunos todavía estamos favorecidos por el hecho de que haber sido muy famosos en un tiempo ha permitido mantener un circuito de fieles que transmiten el interés a sus hermanos pequeños o a sus hijos y que eso nos sigue dando trabajo en directo. Pero, bueno, para que ese interés no se agote va haber que trabajar muy duro ahora.
¿Lo asumes?
Sí, claro, no queda más remedio. Pero lo que hay que asumir es el compromiso con la necesidad de hacer canciones, de poner música a tu lengua pase lo que pase, aunque tengas que acabar cantando en la calle. Por otro lado, todos tendríamos que asumir que el ser un cantante, un músico, un artista o miembro de un grupo, no tiene por qué conducir al éxito inmediatamente, ni a la riqueza. Ésa es una figura que hemos heredado de los mitos del cine y del pop concebido por la gran industria y todavía hoy se generaliza esa, digamos, ética de la música popular a través de ideas como Operación Triunfo y todo eso. Pero engañar a los jóvenes haciéndoles creer que pueden pasar del iniciarse en la canción al triunfo, al golpe de fortuna definitivo que te convierte en un inculto millonario creo que es un engaño que intentan mantener los medios que se enriquecen muchísimo más que los propios cantantes que salen de esas fórmulas. Ese engaño social hay que desmontarlo. Tiene que haber música ligera, siempre la habrá, tiene que haber música culta, siempre la habrá, tiene que haber muchos géneros de canción, debe haberlos, deben convivir, lo que no puede ser es que una sola ética de producción de canciones se imponga, barra a todas las demás y cierre el camino. Eso no se debe consentir y es un poco una tarea de todos el no consentirlo. Lo que te decía antes, los que estamos favorecidos por la suerte porque hemos sido famosos en algún momento y podemos todavía funcionar y dar guerra aunque sea con muchísimo trabajo, tenemos esa suerte. Pero la cantidad de grupos y solistas nuevos que hay en todos los pueblos y ciudades de España, con un nivel de formación mejor que el que teníamos nosotros cuando empezamos, con más medios, pero sin ningún canal, sin ninguna vía para darse a conocer ni en su propio barrio, porque les cuesta dinero tocar en los bares. Esto es un freno cultural muy peligroso para una sociedad. Una sociedad sin canciones vivas se embrutece, se empobrece mucho culturalmente, la canción va a seguir siendo necesaria para transmitir ideas de una manera más rápida que otras formas culturales y sin tener que pasar necesariamente por la universidad. La canción es un pequeño objeto mágico que condensa muchas tradiciones y que transmite pensamientos muy veloces y que son a la vez emociones, que no necesitan de una lógica pesada para explicarse. Cuando tienen calidad, un germen muy sencillo es capaz de transmitir muchas cosas. Pero no hay que confundir la sencillez con la simpleza manipulada. La sencillez de una fórmula popular cuando nace de algo que tiene fuego, que tiene chispa, es maravillosa y le transmite igual a los cultos que a los menos cultos.
Tú siempre has buscado la sencillez en tus canciones, aunque partas de la elaboración, ¿no?
Hasta cierto punto, yo estoy en un territorio un poco fronterizo porque mi oficio es el de escritor de canciones y el de cantante, pero a la vez sigo siendo un estudiante vocacional de filosofía, es un vicio privado. Soy amante de las letras. Mis compañeros del medio a veces me ven como un tipo pretencioso que intenta meter en el pop algo que no corresponde, un rollo universitario o académico. Yo no lo vivo así, lo vivo simplemente como una pasión que me motiva y por la que me dejo llevar siguiendo los impulsos: me apasiona esto, me apasiona lo otro. Necesito pasar de las canciones a la reflexión, a la literatura, una cosa alimenta a la otra. Mi taller esta formado por esa especie de triángulo entre literatura, música y reflexión. Es mi caso particular, no se lo tengo por qué vender a nadie como la panacea cultural. Ya te digo, por inspiración espontánea un solista o un grupo puede encajar una idea que tenga gancho y magia a la vez, pero pretender producir sencillez por fórmulas calculadas, premeditadas para que alcancen a la mayoría sin que medie la inspiración espontánea, eso es un engaño social que no debemos tragarnos. Las canciones han de tener algo de magia, que expresen cosas que salgan de la tierra, de las calles, de los pueblos, de las ciudades, que tengan el color del ánimo de la gente. Que transmitan algo más que fórmulas tecnificadas o pequeñas reglitas para hacer una canción ajustando el minutaje en que tiene que aparecer el estribillo y cuántas veces se tiene que repetir, etc., etc., que es como proceden quienes componen hits prefabricados.
Pero, a la vez, sabiendo que tu intención no es producir hits prefabricados, intuyo que las tuyas nacen de una profunda reflexión, es decir, que no llegas a ellas en cinco minutos.
Suelo ser muy lento. Es decir, cuando decías antes que busco la sencillez, es verdad, busco, aprecio, valoro y disfruto la sencillez en las canciones cuando se produce como una chispa de inspiración, y a mí me gustaría llegar a eso. Ojalá me salieran todas así, lo que pasa es que como no me contento con las canciones que ya están hechas, cuando ya están hechas y me gustan, pues ya están hechas, pero veo que en mi lengua y en mi medio cultural hay muchas cosas por hacer. Me divierto investigando otras posibilidades, en posibilidades de la tradición contrastadas con la modernidad, en posibilidades de otras músicas cercanas, fronterizas con el rock. En esa búsqueda, pues claro, a veces especulo, teorizo y me busco la vida como puedo, y a veces intento canciones que parten de una intención algo especulativa, un poco teórica, y unas aciertan y otras fracasan o se quedan a medio camino. Pero asumo todos esos niveles de resultado. Me gustaría llegar a ser lo más claro posible, pero sin renunciar a la búsqueda.
¿Cómo ves cuando una de tus letras acaba en una antología –recientemente ha salido una seleccionada por Silvia Grijalba–. Ves la letra coja sin la música?
Primero debo reconocer que me siento halagado de que Silvia Grijalba, que es una mujer con juicio, inteligente y perceptiva me incluya en una antología así. La lectura de las letras separadas de la música no siempre se sostiene, y estoy hablando de mis propias canciones, y a los otros les pasa lo mismo, yo creo. Pero sirve como documento para repasar todo un periodo, de qué tipo de letras se están haciendo en España en los últimos quince o veinte años.
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