El Salón Fujiyama de Julio Bustamante abre de nuevo sus puertas

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Julio Bustamante (a la derecha) con José Manuel Moles en 1987.

«Siempre he ido a contracorriente, y entonces ya sabía que esto no iba a ser fácil».

 

Se publica hoy, en las plataformas de streaming, el tercer disco de Julio Bustamante, Salón Fujiyama. Obra de 1988 que nunca se había reeditado. Juan Puchades lo rememora junto a su autor.

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Si hay dos discos de Julio Bustamante poco conocidos, esos son Cargo de mí (1986) y Salón Fujiyama (1988), su segundo y tercer álbum, respectivamente. Y lo son porque nunca han conocido reedición y han permanecido como obras para el disfrute de sus seguidores de primera hora, o para los más avezados buscadores de tesoros ocultos. Pero desde hoy, uno de ellos, el gozoso Salón Fujiyama, está, por fin, disponible en las plataformas de streaming, de la mano de Warner (gracias al buen hacer de David Bonilla). Un disco que vio la luz originalmente en el sello GASA/DRO y que, nos cuenta Julio, como le sucedió en otras ocasiones, grabó y financió por su cuenta y luego buscó discográfica. No eran aquellos tiempos nada fáciles para alguien como él, tan alejado de cualquier corriente y desarrollando un pop tan personal como de calidad. Tan complicados, que esas tres obras iniciales vieron la luz en otras tantas discográficas, y el cuarto elepé (Ciutat magnética, 1992) saldría en otro sello más: «Bueno, siempre he ido a contracorriente, y entonces ya sabía que esto no iba a ser fácil. Luego, a partir del año 95, las cosas se organizaron mucho mejor, cuando conocí a Borja Casani, de El Europeo, y todo se normalizó mucho más. Pero Salón Fujiyama fue el primero que edité en Madrid, y luego casi todos los he publicado en Madrid, con El Europeo, que hice tres, o con El Volcán. Con El Volcán ya llevo cuatro discos, contando el de Maderita [el grupo que fundó junto con los componentes de Ciudadano y que dejó el disco Vivir para creer]. No está mal».

 

Salón Fujiyama conforma con Cargo de mí una suerte de díptico al imbricarse claramente en los sonidos de los años ochenta, próximo al synth pop, y compartir productor: José Manuel Moles, guitarrista y compositor valenciano que en la segunda mitad de los años setenta formó parte de los históricos Albatros y cofundador, a comienzos de los ochenta, de Vídeo, en cuya primera formación militó junto al batería Puchi Balanzá, hermano de Julio: «A José Manuel, desde luego, lo conocí con Albatros, pero no éramos amigos entonces, nos conocimos más cuando Vídeo, por mi hermano Puchi. Pero éramos mutuos admiradores. Él, en la época de Vídeo, quería producir algo conmigo, nos entendíamos bien e hicimos esos dos discos. En Cargo de mí, en realidad, somos los In Fraganti: Tico [Balanzá, también hermano de Julio], Remigi [Palmero] y yo, con Moles. Salón Fujiyama ya lo grabamos con el grupo que tenía entonces Moles, con Santi Navalón en los teclados, es, digamos, un disco más tecno. Pero son dos discos que me gustan mucho».

Le apunto que, sin embargo, me da la impresión de que Salón Fujiyama es un disco más luminoso que Cargo de mí: «Sí, es probable, pero por las canciones, que son muy diferentes. Cargo de mí tiene un sonido que es una mezcla de In Fraganti con Moles, y en Salón Fujiyama somos Moles y yo mano a mano, pero dejándoselo todo a él, aunque él se ceñía mucho a mi manera de hacer las cosas, pero le dejé carta blanca. La verdad es que siempre he admirado mucho a José Manuel». Desvela Julio que en los (escasos) créditos del disco hay un error, pues las baterías están acreditas a Puchi: «No, la batería la tocó Eduardo Pertegás. Una batería electrónica, por cierto, porque es un disco con sonido de la época. En los teclados estuvo Santi Navalón, José Manuel Moles en las guitarras y yo en el bajo». Le preguntó si no hay guitarras tocadas por él mismo, porque algunas, como las de “Invierno”, me parece que tienen su habitual toque con la eléctrica: «No recuerdo que hubiera ninguna mía, creo que todas las tocó Moles. Lo que pasa es que José Manuel, seguramente, imitaría mi manera de tocar en algunos temas para que tuvieran mi sonido. De hecho, es un disco que presentamos en directo con esa misma formación».

El álbum se abre con “Avenida infinita”, unas de esas canciones tan de Julio que, sin embargo, está compuesta sobre un poema de Uberto Stabile, poeta y por entonces editor del sello Malvarrosa —donde, también en 1988, editó el libro Canciones (1974-1988), de Julio— y propietario de Cavallers de Neu, un local de la calle Caballeros de Valencia que fue tanto bar como imprescindible reducto de agitación cultural de aquel tiempo. Le pregunto por quien es un amigo común y en cuyo bar, como tantos otros, abrevamos con constancia, y en el que Julio era figura preeminente. Bueno, tanto allí como en las calles del barrio: «Claro, en el bar de Uberto nos reuníamos todos, en el barrio del Carmen, cuando El Carmen era otra cosa y no nos habían invadido los bárbaros [en referencia a la marabunta de turistas que lo frecuenta en el presente, cual parque temático]. Yo viví en el barrio muchos años». “Avenida infinita” nos lleva a comentar ese trabajo habitual suyo musicando poemas o, incluso, cuentos o novelas en algunas de sus canciones: «Estoy muy acostumbrado, llevo ya veinte adaptaciones en toda mi carrera y sigo trabajando en ello. Y no solo poemas, como en el caso de Uberto. “Ser nómada”, por ejemplo, está basado en el libro Nómadas, de Fernando Garcín. Para “Pasear” subrayé partes del libro Deseo de piel roja, de Miguel Morey y, poco a poco, hice la letra. Son trabajos que me apasionan. El de Carlos Marzal, “Atención encandilada”, del disco de Maderita, no es ningún poema, es el libro Metales pesados, y fue lo mismo: ir buceando en el libro, cogiendo párrafos de aquí, frases de allá y así hacer la canción sobre algo que vibraba por todo el libro. Marzal era también de la gente habitual de Cavallers de Neu». Entiendo, le comento, que estas adaptaciones surgen porque está leyendo algo y en su cabeza empieza a ver una canción: «Sí, así es. Es algo que tú querías decir y que ya está muy bien escrito, y te dices: “pues aquí vamos”. Para mí es muy fácil, porque más que tocando, paso los días leyendo. Ese es, junto con escribir, mi principal trabajo».

Uno de los temas destacados que incluye Salón Fujiyama es “Invierno”, descripción de esa estación inhóspita para quien, como él, ama el verano, su calor y su luz. Una pieza, le comento, que diría que In Fraganti la interpretaban, en directo (no la grabaron), en valenciano, “Hivern”: «No, no te falla la memoria, para nada, así es. Para grabarla en Salón Fujiyama lo que hice fue traducirla al castellano porque originalmente la escribí en valenciano». También deja parte de su filosofía vital, de la artística, por lo menos, en la animosa “Toulouse-Lautrec”, donde el pintor es prácticamente una excusa para reivindicar que un artista debe hacer aquello en lo que cree, sin importar el precio que deba pagar por ello o lo que digan de él: «Para esa canción me basé en Moulin Rouge [1952], la película de John Houston, y es lo que dices, de ahí se podría extrapolar la vida del artista totalmente, con ese inicio de la letra que dice “Nadie lo quería porque era extraño”».

Hay que prestar especial atención en Salón Fujiyama al corte que lo cierra, “Esas miradas”, pues ha quedado como su primera incursión en la canción social, que será una línea en la que, en el futuro, iría incidiendo en otros discos y canciones. Una pieza, “Esas miradas”, de plena actualidad por el genocidio en Gaza y las matanzas de niños: «Desde luego, sí, lamentablemente, sigue estando completamente vigente. Fíjate lo que pasó con esa canción, el disco estaba acabado, con siete canciones, y “Esas miradas” la añadimos al fallecer mi padre, porque las últimas palabras que me dijo fueron lo que me estás diciendo tú: que pensara, sobre todo, en la sociedad, en los demás. Y la escribí en ese momento y la añadimos al disco, con la colaboración de Remigi Palmero y Miquel Gil [por entonces vocalista en Terminal Sur]. A partir de ahí han ido surgiendo esas otras canciones posteriores, pero esa fue la primera, sí».

Julio Bustamante tiene que salir a escape, pues llega tarde a una reunión, pero antes de subirse al autobús deja caer una excelente buena noticia: «Ya estamos acabando el nuevo disco, pero no tengo ninguna prisa, lo publicaré el año que viene». Hasta entonces, podemos deleitarnos con el indispensable Salón Fujiyama, que para muchos será un disco que escucharán por vez primera. Y a ver si alguien se anima y repesca en digital Cargo de mí, que estaría bonito.

 

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