Sabina y Varona: pronóstico reservado

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En la foto, Pancho Varona, Joaquín Sabina y Antonio García de Diego.

«Hace alrededor de quince años que la relación entre Varona y Sabina se limitaba estrictamente a las giras, a subirse al escenario. No mantenían más contacto»

 

Al calor de la polémica suscitada por el comunicado de Pancho Varona en el que anuncia que Joaquín Sabina no cuenta con él en su próxima gira, ofrecemos esta columna de opinión de Juan Puchades, con datos contrastados.

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

La que se ha liado con el comunicado de Pancho Varona anunciando que Joaquín Sabina, «contra todo pronóstico», no cuenta con él en su próxima gira. Más allá de lo ingenioso de recurrir al nombre de esa misma gira, sorprende que Varona piense que ha sido contra todo pronóstico, porque, caramba, sería el único que no se lo esperaba: cualquiera que hubiera seguido en los últimos meses a la banda de Sabina y al propio Varona en las redes sabía de la ruptura completa entre unos y otro. Es más, desde hace días, en las de Pancho, menudeaban las preguntas de si iba a estar en la gira, a las que él, habitualmente tan locuaz, no respondía. Aunque, así me lo confirman, hacía una semana que le habían comunicado que Sabina no contaba con él.

Los integrantes de la banda de directo de Sabina han sido particularmente discretos y no han querido que trascendiera lo sucedido con Pancho. Todo se remonta al otoño de 2021, cuando la formación tuvo que cambiarse el nombre tras la salida de Pancho, pasando a denominarse Benditos Malditos (Banda Sabinera), mientras que Pancho (además de hacerse con el control de las redes sociales de la formación anterior) llamaba a lo suyo La Banda del Pirata Cojo, que en Twitter se anuncia como «la auténtica Gira Sabinera» (¿?). De lo poco que se conoce de lo sucedido es que meses antes se había producido un cambio en la contratación de las llamadas Noches Sabineras: una amiga de Pancho, sin experiencia en el sector, se hizo cargo de la contratación reemplazando a la mánager anterior. Además, Pancho mantenía en paralelo varios proyectos de directo más (siempre alrededor de Sabina y sus canciones: los reflotados Viceversa y conciertos en solitario en los que lo mismo podía tocar en un teatro, un bar o en el salón de tu casa por tu cumpleaños) que marcaban la agenda de la banda principal. Ahí se halla una de las razones, aunque parece que hubo más. Finalmente, llegó la separación, Pancho y la nueva mánager se fueron juntos, mientras que a Benditos Malditos, regresó la anterior.

La ruptura entre el grupo (Antonio García de Diego, Mara Barros, Jaime Asúa y Paco Beneyto, a los que se unió la bajista de las últimas giras, Laura Gómez Palma) y Pancho fue completa. Algunos seguidores, atentos a los acontecimientos, se preguntaban qué había sucedido y quién tenía razón: ¿eran los otros cinco unos malvados que habían dejado en la estacada a Pancho? ¿Lo era Pancho? ¿La razón estaba de parte de cinco o de uno?

Así las cosas, Sabina respondió con hechos consumados a la gran pregunta que sobrevolaba el ambiente: ¿de parte de quién se posicionaría? El 22 de abril, en la sala madrileña Galileo, por sorpresa, se subió al escenario con los Benditos Malditos para interpretar con ellos un par de canciones. Era, además (ceremonia de los Goya al margen), su primera aparición pública sobre un escenario desde la caída en el WiZink de dos años antes. El misterio quedaba resuelto: Sabina había tomado partido, seguía fiel a su banda. Pancho estaba fuera, o con pronóstico reservado.

Podría parecer una decisión extraña, pero no lo fue en el entorno de Sabina, sabedor de que, desde hace años, alrededor de quince, la relación entre Pancho Varona y Joaquín Sabina se limitaba estrictamente a las giras, a subirse al escenario. No mantenían más contacto, ninguno extraprofesional, no había visitas a casa de Sabina, ni amistosas ni profesionales. Lo profesional quedaba limitado a las giras. Las razones de la distancia nunca se han hecho públicas. Pero tampoco es que hubiera un detonante concreto, un día D y una hora H, como tampoco los hay en el final de la mayor parte de relaciones, sean sentimentales o profesionales. Es el tiempo. El roce, que no siempre hace el cariño, sino todo lo contrario. Puestos a poner una fecha, quizá todo se empezó a torcer en 1999, con el disco 19 días y 500 noches, para el que Sabina contó con Alejo Stivel como productor, lo que no sentó nada bien a Pancho.

Pero antes de continuar, ofrezcamos algunos datos esclarecedores:

Uno: el último disco en el que hubo canciones firmadas entre ambos y en el que Pancho participó en la producción fue Vinagre y rosas, en 2009, hace trece años.

Dos: cuando en 2018 Sabina recibe el encargo de escribir la canción “Tiempo después” para la película del mismo título de José Luis Cuerda, la compone solo junto a Antonio García de Diego (y la produce Lucio Godoy; por cierto, una producción fantástica, la mejor de Sabina en la última década: certera, valiente, imaginativa, colorista, actual).

Dato accesorio, por ser de sobra conocido: desde 2017 y Lo niego todo, se apoya en Leiva para la composición y la producción.

Quisiera destacar que en la banda, atención, permanece Antonio García de Diego, el hombre tranquilo, histórico de la música española, el otro colaborador fundamental de Sabina durante años, en concreto desde 1988, y con el que Varona ha trabajado estrechamente. Porque más que hablar de un dúo Sabina-Varona como se está haciendo obcecadamente, habría que hablar del dúo Varona-García de Diego trabajando «con» y «para» Joaquín Sabina. No es lo mismo. Pero la mayor parte de los medios lo han obviado. Quizá porque Antonio siempre ha sido alguien discreto, ajeno a los focos, las redes sociales y la cháchara. Nunca ha tenido necesidad de reivindicar su figura. Uno no lo imagina proclamando «¡yo he compuesto ochenta y tres canciones con Joaquín Sabina!». No, no es su estilo. La elegancia y la discreción son su emblema. Siempre ha sabido cuál era su papel, capital, pero detrás, o a un lado, sin alharacas.

Y eso que si consultamos la discografía oficial de Sabina (al margen dejo las canciones para otros) es fácil apreciar que hay 39 canciones acreditadas a Sabina (letras), De Diego y Varona (músicas; en muchas ocasiones firmadas también por Sabina); 17 a Sabina, Varona y otros (en muchas ocasiones con De Diego, siempre con otros más); y únicamente 11 firmadas a solas por Sabina y Varona (una de ellas con letra compartida con Benjamín Prado). Al margen de 6 compuestas por Sabina y De Diego solos y, por supuesto, un buen número de Sabina con otros compositores (entre ellos Jaime Asúa, que también sigue en la banda de directo).

Sin embargo, Pancho Varona ha sabido, y querido, reivindicarse como el compositor de Sabina, prácticamente como si durante años hubiera sido el único o hubiera estado solo en esa labor, obviando unos datos que, tozudos, reflejan una realidad distinta: que en una mayoría abrumadora de ocasiones no estuvo solo, no fue el único. Pero ha sabido transmitir con enorme efectividad su idea del binomio Sabina/Varona, una fantasía que en los medios, con la pereza acostumbrada, siempre hemos reflejado. Como ha sucedido con su interesado comunicado, con el que ha conseguido manejar el relato, consciente de que en las redes él es un capo (donde lleva años comunicándose derrochando simpatía y encanto), y que resultaría extrañísimo que sus compañeros se lanzaran a explicar lo sucedido o que, más inédito todavía, Joaquín Sabina saliera a replicarle.

Y Sabina no tiene ninguna necesidad de responder entre otras razones porque no parece que tenga nada que explicar: siempre es el artista quien decide con qué músicos colabora o contrata para sus giras (algo que no suele ser noticia de telediario). Y eso es lo que ha hecho. Porque no olvidemos que aquí el artista, el cantante, el autor principal, el que pone su nombre y su cara en los carteles y los discos es Joaquín Sabina. De hecho, toda esta desdichada polémica no tiene el menor sentido.

Nadie puede negar el encanto personal de Pancho Varona, ni su talento, ni su carisma, ni su capacidad comunicativa, pero no hay que olvidar que quien llena grandes recintos es Joaquín Sabina, no Pancho Varona. El público se lo ha ganado Sabina, no él. Y aquí permítanme un recuerdo personal: empecé a escuchar a Joaquín Sabina en el año 1980, quizá 1981, desde luego con su segundo disco, Malas compañías, el primero suyo que compré. Y por entonces Pancho Varona no estaba a su lado. Con esto quiero subrayar que uno, a lo largo de estos más de cuarenta años, ha sido seguidor de Joaquín Sabina, por mucho aprecio personal y artístico que le tenga a Pancho Varona. Como, me temo, el grueso de los seguidores lo son de Sabina, no de Pancho. ¿Contra todo pronóstico? No.

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