Dentro de su extensa discografía, Sabina ha compartido varios discos con otros músicos, a veces solo la composición y otras también los escenarios. Arancha Moreno recuerda los casos.
Texto: ARANCHA MORENO.
La Mandrágora (CBS, 1981)
La carretera de Joaquín Sabina suele detenerse en estaciones solitarias, pero de cuando en cuando también comparte canciones y discos con amigos y enemigos. Sucede prácticamente desde sus tardíos comienzos: después de Inventario y Malas compañías llegó La Mandrágora, su primer álbum en directo y también el primero que compartió con otros compañeros de generación, como Javier Krahe y Alberto Pérez. La actuación que recoge ese disco, en realidad, es una de tantas noches que los músicos compartían en el sótano de La Mandrágora, un fugaz e histórico bar enclavado en la Cava Baja madrileña, en pleno corazón de La Latina, que estuvo abierto solo cuatro años en los que se convirtió en un hervidero cultural. Por allí pasaron muchos artistas a finales de los setenta y primeros de los ochenta, y en aquel escenario desembarcaban Sabina y Krahe una noche por semana, cuando sus salarios rondaban las tres mil pesetas a repartir entre los dos.
Acompañados por el guitarrista Antonio Sánchez, los tres autores se repartieron los trece temas que registraron en el directo, editado por CBS en 1981. En el repertorio de la noche se colaron varios guiños al cantautor francés George Brassens, como “Marieta” y “La tormenta”, el primero cantado por Krahe y el segundo por Alberto Pérez, y un homenaje a Chicho Sánchez Ferlosio en “Círculos viciosos”, interpretada por Sabina y Pérez. Esa noche, Krahe también defendió temas propios, como “El cromosoma” o “Un burdo rumor”. En cuanto a Sabina, dejó registrada en directo una de las grandes piezas de su cancionero, “Pongamos que hablo de Madrid”, la canción “de amor y de odio” a su ciudad adoptiva. Una noche de camaradería en la que no faltó el humor, de mano de Krahe y Pérez en su interpretación cómica de “Un santo varón”. A lo largo del disco se escuchan copas cayendo al vacío, risas y un sonido que refleja el ambiente del pequeño bar. No es la mejor acústica, pero sí un documento único para testar cómo sonaba el joven Sabina de entonces, defendiendo su segundo disco y obviando ya el siempre apartado Inventario.
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Enemigos íntimos (BMG / Warner, 1998)
Pasaron diecisiete años y ocho discos de estudio más hasta que Sabina se aventuró a grabar otro álbum conjunto. Esta vez fue en estudio, a medias con Fito Páez, grabado en Circo Beat —el estudio del segundo— y publicado en 1998. Se trata de Enemigos íntimos, el disco número decimotercero en la carrera del ubetense y el décimo trabajo del argentino. Sabina ya tenía el precedente de La Mandrágora, pero no era significativo: era un disco en directo, bastante espontáneo, reflejo de las actuaciones compartidas con Krahe y Pérez, no un trabajo diseñado mano a mano. Páez, por su parte, sí había compartido una experiencia similar con Luis Alberto Spinetta, con el que grabó La la la en 1986.
Páez acudió a Sabina tras caer rendido a los mejores versos sobre el amor que había leído jamás: “Y morirme contigo si te matas / y matarme contigo si te mueres / porque el amor, cuando no muere, mata / porque amores que matan nunca mueren”. El argentino le propuso repartir el trabajo: él se encargaría de la música y Sabina de las letras. La propuesta parecía jugosa, pero no tan fácil de llevar a cabo.
Enemigos íntimos se gestó con la misma duración que un embarazo: cuatro meses de composición y cinco de grabación. El disco se grabó en Buenos Aires, con la producción de Fito y la coproducción de Carlos Narea. Y entre los dos protagonistas se desataron las tensiones, supuestamente por un choque de biorritmos entre Paez, más disciplinado en el estudio frente a un Sabina más bohemio y menos encorsetado. Este último lo contó así en 1998 el diario El País: «Se luchó por cada verso y cada nota; no siempre gané yo. Lo que me emociona es pensar que ha sido algo parecido a las pocas canciones que hicieron juntos John Lennon y Paul McCartney: dos personas con estéticas contrastadas encerrándose hasta sacar algo que satisfaciera a ambos».
A pesar de las diferencias en los métodos, ambos firman uno de los mejores discos conjuntos de la historia del rock español. Un trabajo que agradecían «a la infinita paciencia y a la brevísima inspiración», además de «a los familiares de todos los heridos en el campo de batalla, ellos saben por qué». Ambos se reparten los créditos de todo el disco, sin distinciones, salvo “Yo me bajo en Atocha”, una canción (firmada junto a Pancho Varona y Antonio García de Diego) que le encargó una televisión autonómica a Sabina, y que el ente rechazó y su autor aportó a este álbum conjunto. “Llueve sobre mojado”, una de las cartas de presentación del disco, simboliza la confrontación de una pareja (que bien podrían ser ellos mismos), en un disco donde destacan temas de amor, como “Cecilia” (inspirada en la compañera de entonces de Fito, Cecilia Roth) o “Tengo una muñeca que regala besos”, y donde hay hasta un retrato de una pareja de etarras en “¿Hasta cuando?”. Entre lo más destacados está también “Delirium tremens”, con versos que podrían reflejar el propio espíritu del disco: “Maldito seas, Satanás / quítate el antifaz / en ese espejo no cabemos los dos”. Así fue, en definitiva: acabado el disco, discutieron por un videoclip que no llegaron a rodar, y decidieron cancelar la gira de presentación del disco. Una década después, volvieron a acercar posturas y a colaborar juntos en el disco en directo de Paez No sé si es Baires o Madrid.
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Dos pájaros de un tiro (Sony BMG, 2007)
Tuvo que pasar casi otra década para que Sabina se animase a encarar un disco al alimón, y esta vez lo hizo con alguien con el que se entendía a la perfección: su amigo Joan Manuel Serrat. Se trata de un nuevo álbum en vivo, registrado durante la gira conjunta Dos pájaros de un tiro que ambos compartieron por España, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay y Argentina. Seis intensos meses, entre junio y diciembre de 2007, en el que ofrecieron setenta y dos conciertos acompañados por una selección de músicos habituales de ambos. Del lado de Sabina, Pancho Varona (guitarras acústicas), Antonio García de Diego (guitarras, teclados y armónica), Pedro Barceló (batería) y José Antonio Romero (guitarras), y del lado de Serrat, Ricard Miralles (piano), Víctor Merlo (bajo y contrabajo), Patxi Urchegui (trompeta), José Miguel Pérez (saxofón) y Roberto Bazán (trombón); así como Paqui Sánchez y Marcela Ferrari (coros).
Para dar testimonio de la gira, se grabaron los conciertos que ofrecieron en Madrid, que editaron como Dos pájaros de un tiro, en dos formatos: un disco doble con DVD, y un disco sencillo con DVD. A diferencia del experimento con Páez, aquí cada uno trajo su repertorio previo, y fueron defendiéndolo a medias sobre las tablas. Sabina se apropió de algunas canciones de Serrat, y viceversa, y otras, como “Aves de paso”, “No hago otra cosa que pensar en ti”, “Señora” o “Más de cien mentiras” las cantaron a medias. El mano a mano no tiene desperdicio: dos de los mejores repertorios de las últimas cuatro décadas servidos por dos autores que encajan a la perfección. El público, aquí, se deja escuchar constantemente, entusiasmado con lo que está viviendo.
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La orquesta del Titanic (Sony, 2012)
Cinco años después, Sabina y Serrat se animan a dar el paso que les faltaba: trabajar juntos en las canciones desde cero. Así nace La orquesta del Titanic, un disco de once composiciones originales del dúo que produce Javier Limón. El título es bastante simbólico: son tiempos difíciles para la música (y para el país, en general), y ellos se empeñan en seguir tocando hasta que el barco se hunda. Serrat y Sabina mano a mano son sinónimo de giras a reventar, aunque en esta ocasión, el reto es más difícil: la colección no es, como en Dos pájaros de un tiro, hit tras hit. Aquí hay que encontrar lugares en los que ambos se sientan identificados, lo que les lleva a orillas de todo tipo. Como la propia “La orquesta del Titanic”, una canción estilo años veinte guiada por el piano, ambientada en el propio barco del que habla el título. También “Después de los despueses”, con vientos y aires flamencos en el estribillo, aires que también llegan al villancico “Canción de Navidad”. En el disco, Sabina canta en catalán (“Dolent de Mena”), y hay algún tema de aires carnavalescos, como “Quince o veinte copas”.
Un trabajo muy de medios tiempos que se aleja en general de la electricidad (a excepción de “Maldito blues”). Entre los temas que presentaron el disco estuvo el bolero “Cuenta conmigo”, también defendida con guitarra española.
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En el Luna Park (Sony, 2012)
Como reflejo de La orquesta del Titanic, Serrat y Sabina en 2012 se embarcaron en una nueva gira que volvieron a registrar en vivo. Esta vez, optaron por quedarse con un directo argentino, grabando los conciertos de los días 28 y 29 de abril de 2012 en el escenario del Luna Park de Buenos Aires. Su último disco en directo conjunto, el tercer álbum mano a mano entre Sabina y Serrat, que siempre han demostrado, cada uno desde su orilla, cómo disfrutan cuando salen a pasear juntos.
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