Rulo y La Contrabanda: Cuanto más humano, mejor

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“Otro concierto de Rulo y la misma sensación: no inventa nada ni lo intenta, pero ha encontrado lo que le hace único, y eso le ha granjeado el aplauso de muchos y el respeto de todos”

 

En apenas cuatro días, Rulo y La Contrabanda afrontan tres conciertos diferentes en Madrid. Dos días antes de subir al escenario del Wizink Center estuvo en la Sala Galileo, donde acudió nuestra compañera África Egido.

 

Rulo y La Contrabanda
Sala Galileo, Madrid
21 de marzo de 2017

 

Texto: ÁFRICA EGIDO.

 

Si por algo se ha caracterizado la carrera de Raúl Gutiérrez ‘Rulo’ desde que abandonó La Fuga es por una incontinencia creativa y un continuo cambio en su puesta en escena. En esta ocasión, el de Reinosa ha convertido su paso por Madrid en todo un combate en tres asaltos en el que su juego cambia a medida que se amplía el número de músicos que le acompañan. El pasado lunes, en la Sala Siroco, Rulo defendió su primer asalto solo con piano y guitarra. Este martes en la sala Galileo lo hizo con parte de la formación en formato acústico, y este jueves, 23 de marzo, la banda al completo estará en el Wizink Center en formato eléctrico.

A las 21:30 empezaba ese segundo round en una abarrotada sala Galileo. Rulo, solo al piano, cantaba ‘Madrid’, uno de los hits de su época como frontman de La Fuga. Al contrario de lo que reza la canción, esta vez, sí «fue buena idea venir a Madrid», porque desde esos primeros acordes y hasta el final del show, Rulo volvió a sentirse como en casa, porque el público madrileño, que había agotado semanas antes las entradas, no dejó de corear las canciones en toda la noche.

Con Dani Baraldés ‘Pati’ a la guitarra, Adolfo Garmendia ‘Fito’ a la guitarra y teclados, y Karlos Arancegui ‘Charli’ con una batería mermada para la ocasión, el show empezaba envuelto en los rituales que el músico hizo suyos en la gira de teatros: flores adornando el micrófono, sus pies descalzos y una continua conversación con el público. De tú a tú, como a Rulo le gusta. Como al público le gusta.

Tras «Venecia sin agua» (mucho más cálida con Pati con la lap steel), sonaban sobre las tablas los motivos que traían a Rulo y la Contrabanda a Madrid: su nuevo álbum “El doble de tu mitad”. ‘Alambre’, ‘El doble de tu mitad’ y ‘Me quedo contigo’ volvieron a ser coreadas de principio a fin por el público, que se enardeció cuando Fito se acercó al teclado para marcar el primer punto álgido de la noche con ‘No sé’.

‘M’ y ‘Delirios locos’ se convirtieron en el puente perfecto para que ‘Noviembre’, con Rulo solo de nuevo al piano, dejase el corazón reblandecido a los asistentes. Era el momento idóneo para seguir meciendo al respetable, y transportarle -casi espiritualmente- a un lugar acogedor que incitase al recuerdo. Para eso, los músicos bajaron del escenario y se acomodaron en unos sofás en un lateral de la sala. Rulo, con la guitarra, y Pati, con un xilófono, dieron a ‘Buscando el mar’ una nueva (y delicada) dimensión. ‘A punto de colapsar’ y ‘Mi pequeña cicatriz’, ambas a dos guitarras, remataron un tridente que convertía la nostalgia en la protagonista de una noche que a menudo intentó desprender más olor a Nashville que al barrio de Chamberí.

De vuelta al escenario, ‘Objetos perdidos’ dio paso a las dos partes de ‘La Flor’ (‘La Flor II’ y ‘La Flor’) y al habitual reparto de flores del cantante y la espontánea subida al escenario de un niño en brazos de Rulo. Después de la tormenta emocional,  ‘Descalzos nuestros pies’ y ‘Como a veces lo hice yo’ devolvían la calma al show y preparaban al público para los bises, no sin antes escuchar a Rulo gritar: «Yo solo soy un chico de Reinosa que soñaba con cantar y con no hacer dos conciertos iguales».

Los bises empezaron fuerte. Tanto, que Rulo rompió a llorar tras interpretar en solitario ‘La reina del barrio’ (canción de su último disco dedicada a su abuela). Con toda la banda en el escenario, siguieron desfilando ‘Heridas de rock and roll’, ‘Fauna rara’ y ‘32 escalones’ (los tres cortes que más fuerza parecen haber perdido en su reconversión al formato acústico). ‘Cabecita loca’ volvía a hipnotizar al público y le preparaba para el brindis de despedida que, una vez más, quedaba a cargo de ‘El vals del adiós’.

Otro concierto de Rulo y la misma sensación: no inventa nada ni lo intenta, pero ha encontrado lo que le hace único, y eso le ha granjeado el aplauso de muchos y el respeto de todos. Con el apoyo de grandes músicos con sensibilidad y talento para vestir sus canciones, el cántabro ha demostrado una enorme facilidad para desnudarse emocionalmente en los escenarios, una indiscutible habilidad para conectar con el público, y una tremenda destreza para borrar la línea invisible que separa al músico del espectador. Y es que no siempre un músico tiene que ejercer de dios. Casi siempre, cuanto más humano, mejor.

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