Rufus Wainwright: Canciones contra la aflicción

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«Cuando estuve enfrascado en la literatura de Shakespeare me di cuenta de que sus poemas eran realmente increíbles, cambiaron mi vida y mi alma»

La publicación del álbum “All days are nights: Songs for Lulu” trae nuevamente a España al polifacético Rufus Wainwright, que ofrecerá tres conciertos en los que repasará toda su trayectoria. Eduardo Guillot charla con él.

 

Texto: EDUARDO GUILLOT.

 

Lunes, 21 de junio. Pasan treinta minutos de la medianoche en España. Las diferencias horarias y la apretada agenda de Rufus Wainwright impiden mantener una conversación con él en otro momento. Está en Montreal, en el Teatro St-Denis, y acaba de terminar la prueba de sonido de su último concierto en tierras americanas antes de viajar rumbo a Europa. La de Valencia, el martes 29, será la primera escala de su nueva gira por el viejo continente, motivada por la publicación de “All days are nights: Song for Lulu”, un álbum grabado únicamente con piano y voz, en el que el compositor ha convertido en canciones las intensas experiencias que ha vivido en los últimos meses, desde el fallecimiento de su madre (la cantante Kate McGarrigle) hasta el nacimiento de su sobrina, el estreno de su controvertida ópera «Prima donna» o su colaboración con el prestigioso director teatral Robert Wilson. Un disco de gran carga emocional que será la base de sus actuaciones españolas.

Dadas las circunstancias que han motivado la grabación de tu nuevo álbum, ¿crees que se trata de un exorcismo musical?
Bueno, yo diría que cada uno de mis discos ha sido un intento de exorcizar alguna cosa. Quiero decir que, por ejemplo, cuando publiqué “Rufus does Judy at Carnegie Hall”, mucha gente me dijo que era estupendo porque soy un gran admirador de Judy Garland y era lógico que grabara esas canciones que amaba tanto, pero en realidad era todo lo contrario: Lo hice para poder sacarla de mi sistema de una vez por todas [risas]. El nuevo disco está inspirado por todos los dramas que han tenido lugar en mi vida recientemente. He estado envuelto en situaciones muy intensas, y el piano se convirtió en una especie de concha, de cuna, de amigo, en cualquier caso, que me permitía estar solo y ejercitar mis emociones a través de las canciones.

¿Por eso la grabación es tan austera? Porque cabía la posibilidad de añadir posteriormente tus característicos arreglos de cuerda.
Hay varias razones por las que lo he hecho de este modo. Una es que mis fans llevaban mucho tiempo esperando un álbum sólo con piano. A lo largo de los años, he hecho muchas giras únicamente con el piano, y a la gente le encantan, pero no había plasmado eso en un disco. Otra razón, si quieres que sea sincero del todo, es que me resultaba mucho más sencillo. Es más rápido, y no tengo que contratar otros músicos. Y el tercer motivo es que estamos atravesando un momento económico realmente complicado, y creo que el disco es un reflejo de su tiempo, de una era de crisis.

¿Cómo fue la grabación? ¿Lo tocaste en directo al completo?
No, trabajamos en diferentes estudios y utilizamos varios métodos. Algunos temas los hice en vivo, en otros grabé primero el piano y luego la voz… La magia del estudio te permite editar después el material como creas conveniente. Aunque lo cierto es que cuando ahora me enfrento al instrumento en el escenario me doy cuenta de que, en realidad, no hay magia, sólo estamos las canciones, el piano y yo. Pero en el estudio tuve la valiosa ayuda del productor Pierre Marchand, todo un experto.

Antes de este disco compusiste y estrenaste la ópera “Prima donna”. ¿Cómo fue la experiencia de abordar un género tan alejado del pop?

Fue muy intenso. Era pop bajo el agua [risas]. Quiero decir que me encanta el pop, pero es un género más directo, divertido, y cuando te enfrentas a una ópera es como construir una pirámide o una catedral en tu mente. Es muy grande y complejo. Se lleva todas tus emociones, esperanzas y miedos. Me gustó mucho, y cuando funciona, no hay nada mejor sobre la tierra. Es como las Olimpiadas de la música.

¿Quiénes son tus compositores de ópera favoritos?
Me considero un discipulo de Verdi, quizá porque me entusiasma su carrera. Fue mejorando espectacularmente con el paso de los años. Si escuchas sus primeros trabajos y los últimos, parecen de compositores distintos. Se nota su evolución. Por supuesto, también me gusta Strauss y otros compositores, pero diría que Verdi es como mi padre.

“Prima donna” fue recibida con división de opiniones. ¿Lo esperabas?
Las críticas estaban muy posicionadas en un sentido u otro. Hubo gente a la que le encantó y otra que la odió sin paliativos. Yo estoy muy satisfecho, porque creo que, al final, todo el mundo la aceptó y admitió que yo había sobrevivido. Tuvo un impacto. A los artistas nos gustó tocarla, el público disfrutó y ese es el principal objetivo. En cuanto a la crítica, la ópera es un género en el que los periodistas se equivocan en un 80%. Cometen muchos errores, es un hecho.

Tu colaboración con el director teatral Robert Wilson se basaba en la puesta en escena de los sonetos de Shakespeare. En “All days are nights: Songs for Lulu” hay tres de ellos. ¿Los has recuperado de aquel espectáculo?
Sí, proceden de allí. La razón por la que están en el disco es que trabajé muy duramente en el proyecto, porque no había tenido contacto real con los sonetos previamente. Cuando estuve enfrascado en la literatura de Shakespeare me di cuenta de que eran realmente increíbles, son unos poemas que cambiaron mi vida y mi alma, así que me pareció necesario incluirlos en el álbum. Los textos son maravillosos.

En unos días actúas en España. Tengo entendido que has pedido al público que no aplauda durante la interpretación del disco…
No, lo que haré en España será diferente. Tocaré algunos temas del nuevo disco, sí, pero intercalados con material antiguo. No será un concierto en dos partes. Espero que sea divertido, porque también quiero interpretar algunas canciones del disco de Judy Garland. Deseo que la gente disfrute, será un show de verano, aunque, por supuesto, habrá algunos momentos deprimentes [risas].

Bueno, en caso contrario no sería un concierto de Rufus Wainwright.

¡Claro!

En todo caso, en los conciertos de presentación del disco pedías a la audiencia que no aplaudiera. ¿Facilitaba tu concentración?
Sí, esa era una de las razones, pero también buscaba que la gente no se perdiera, que se zambullera en la música y se olvidara de dónde estaba, pensara sólo en las emociones que pudieran sugerirle las canciones. Por otra parte, también me daba la oportunidad de no ser tan cómplice con el público. Si me equivoco, suelo hacer bromas y establecer cierta conexión humorística con la audiencia. Y esta vez no quería hacer eso.

Ópera, teatro, un disco confesional… ¿Qué podemos esperar ahora de Rufus Wainwright? ¿Qué será lo próximo?
Necesito tomarme unas vacaciones [risas]. Mi madre falleció en enero, y no he parado de trabajar desde entonces, lo cual me ha impedido pensar en el tema. Como cualquier persona, necesito parar, poner mis ideas en orden y asumir lo que siento acerca de lo ocurrido. Así que, cuando acabe la gira, dedicaré un tiempo a descansar y reorganizar mis emociones. Ya veremos qué pasa después.

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