Rufus T Firefly: Un viaje a las profundidades del ser humano

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“Me desnudo mucho cuando hago una canción, y eso me hace sentir indefenso. Por eso necesito gente fuerte cerca como ellos”

 

La banda encabezada por Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro presenta en directo su tercer trabajo discográfico, titulado Magnolia. El 22 de abril lo presenta en Madrid, en el Ocho y Medio Club. Una entrevista de África Egido.

 

Texto: ÁFRICA EGIDO.
Fotos: IRIS BENEGAS.

 

“Magnolia” es el tercer álbum de Rufus T Firefly. Entre la psicodelia, el rock setentero, la electrónica, el indie y su personal forma de experimentar, la banda de Aranjuez firma un disco concebido como una obra global; no en vano, acompañan el cedé de una obra pictórica. Tras la salida de la banda de dos de sus fundadores (Sara y Alberto), el grupo encabezado por Víctor Cabezuelo, Julia Martín-Maestro y Carlos Campos, se ha vuelto a edificar con ayuda de Miguel de Lucas (Mucho) y Rodrigo Cominero. Víctor Cabezuelo ha hecho un alto en la vorágine de su gira de presentación, para bucear con nosotros en este nuevo trabajo, y ayudarnos a entender su peculiar viaje por las profundidades del ser humano, el amor, el arte y la naturaleza.

 

Publicáis nuevo disco después del primer cambio que vive la formación desde su nacimiento. ¿Cómo habéis vivido la salida de Sara y Alberto del grupo?
Fue bastante duro. Cuando acabamos la gira de “Nueve” y decidieron dejarlo, fue complicado para los que queríamos seguir, porque hemos sido una banda que siempre hacíamos todo juntos. Éramos gente que no tenía ni idea de tocar, que se juntó para hacerlo y al final todo se nos fue de las manos y empezamos a tomárnoslo en serio. Cuando pasan los años y eso se rompe, te preguntas si tiene sentido seguir, porque toda la esencia ya quedaba un poco desvirtuada.

 

¿Cómo llegaron Miguel y Rodrigo a entrar en la banda?
Fue algo muy natural. Julia y yo sentíamos que queríamos seguir haciendo música con el mismo lenguaje y el mismo sello que teníamos. Hablando con Miguel, de Mucho, con quien también toco, le dije: “Échame una mano con los bajos, tengo unas canciones y quiero que saquemos el disco adelante, aunque sea para despedirnos”. Apareció también Rodrigo, que es amigo de Aranjuez, y se ofreció a echarnos una mano con los teclados. De repente, sin darnos cuenta, volvimos a tener lo que teníamos: cinco amigos que se juntaban para tocar y hacer canciones.

 

Y aunque Rufus sigue sonando a Rufus, ¿cómo han influido en el sonido del disco las nuevas incorporaciones?
Ellos tocan las canciones de una manera que ya te lleva a otro lugar distinto. Algo traumático, como la salida de Alberto y Sara, se ha convertido en algo bonito y nos ha llevado a otro lado que no esperábamos. Es bonito que pasen estas cosas, que de algo que te entristece mucho, pueda salir algo bonito.

 

De nuevo os habéis puesto en manos de Manuel Cabezalí en la producción, el responsable, según cuentas, de “atarte” a la realidad. ¿Tan caóticos llegan los temas?
Sí, van por ahí los tiros. Yo le mando a Manu todas las ideas que tengo, le explico por dónde me gustaría que fueran las canciones y él me dice cómo conseguir llegar a ese sitio. Él tiene los conocimientos técnicos para poder llegar a ese sitio y también para decir: “Ahí no podéis llegar porque no sois Muse o no sois Radiohead”.

 

¿Acatáis todos sus “Por aquí, no”?
La primera vez que me dijo “Por ahí no”, yo le dije, “Sí, sí, por ahí sí”. Luego lo escuché y me di cuenta de que él tenía razón. Ahora sé que si Manu me dice que no, es que no. Me gusta que sea sincero, que si estamos haciendo algo regular me lo diga. En esto de la música, nadie te dice “Eso es una mierda”, pero Manu sí te lo dice, y es lo que más le agradezco.

 

Manu parece el encargado de dar el visto bueno a las canciones. ¿Te cuesta confiar en tu propio criterio?
A mí me cuesta absolutamente. Antes de pasar este disco a Manu, pensaba que era el peor disco que había hecho nunca. Hasta que Manu no me dijo “Es increíble lo que habéis hecho”, yo no pensé “¡Hostia, pues mola!”.

 

¿Siempre te ha acompañado esa inseguridad?
Me ha pasado toda la vida. Las canciones que hacemos son demasiado íntimas. Cuando yo escucho mis canciones no escucho lo mismo que escuchas tú, por eso, en el momento de darle esas canciones a alguien no estás seguro de lo que estás ofreciendo. Estás seguro de lo que has dado de ti, pero no de lo que la gente recibe.

 

¿Te preocupa que no llegue la emoción que quieres transmitir?
Sí, me preocupa que no se entienda. No me preocupa que guste o no guste, cada uno pensará lo que quiera de la música que hacemos, pero me preocupa que en una canción en la que quiero expresar amor, la persona que lo escuche no reciba amor. Si eso pasa es que lo estoy haciendo mal.

 

Manu te ata a la realidad, y dices que Julia te baja a la tierra para que puedas volar tranquilo. ¿Cómo lo hace?
Ella con la batería hace eso todo el rato. Asienta las canciones y las hace concretas. A mí se me va mucho la olla componiendo y las canciones van a terrenos muy ambiguos y extremos. Todo eso cambia cuando voy al local, se lo enseño a Julia y ella hace una batería. Eso ya se va a un sitio en concreto. Hemos conseguido encontrar una manera muy buena de hacer las cosas donde yo no tengo que decirle nada a ella, y ella no tiene que decirme nada a mí. Simplemente nos ponemos a tocar y sale todo.

 

¿Os equilibráis el uno al otro?
Justo eso. Además, yo soy muy inseguro y necesito a Julia y a Manu, igual que necesitaba a Sara y Alberto. Me desnudo mucho cuando hago una canción, y eso me hace sentir indefenso. Por eso necesito gente fuerte cerca como ellos. Y quizá llegue un día en que saquemos un disco que todo el mundo diga que es una mierda. En ese caso, voy a necesitar tenerles cerca para que me digan: “Bueno, no ha salido bien pero el próximo va a ser increíble”.

 

Que eso os ocurra parece complicado, porque no os habéis topado con muchas malas críticas en estos once años de trayectoria. ¿Os llega alguna con Magnolia?
Con este álbum es la primera vez que recibimos alguna. No son malas críticas, pero cuando algo empieza a tener más repercusión y llega a más gente, se generan a veces sentimientos encontrados. Un medio decía: “¡Qué increíble es todo, y qué pena que sea una copia de otros grupos!”.

 

¿A quién opinan algunos medios que imitáis?
Tame Impala, Radiohead… cosas muy evidentes. No creo que aquí nadie vaya a inventar nada, cada músico coge sus referentes, los pasa por su filtro y hace canciones. Si entramos en ese juego de cómo se parece este grupo a este otro, y hacemos una lista, acabamos diciendo cómo se parece Tame Impala a Led Zeppelin o Pink Floyd, y cómo se parece Pink Floyd a otro… y así una y otra vez.

 

¿No se puede inventar nada en la música?
No, no se puede inventar nada. Se puede coger todo lo que hay y hacer algo nuevo, crear algo diferente. Los Beatles no inventaron nada, cogieron lo que sabían, lo que escuchaban, y lo hicieron de una manera diferente, crearon música nueva. Y a partir de los Beatles, todo igual, todo va evolucionando, pero todo funciona con referentes. Es muy osado para cualquier artista decir “he inventado el rock”, “he inventado el new age” o lo que te de la gana. Eso es una sobrada.

 

Contaba un músico que la música es como la tortilla de patatas: podemos usar los mismos ingredientes, pero la tuya no sabe igual que la mía. ¿Crees que es algo así?
Claro, y es lo bonito, y también depende de lo que quieras arriesgar al hacer la tortilla. Hay quien le echa pimienta o le pone jamón, o lo hace de una manera diferente, pero la tortilla es la tortilla y no la vas a inventar.

 

Sigues tocando el teclado con Mucho. ¿Te preocupa que acaben mimetizándose ambas bandas?
No, todo lo contrario, me gusta. En este disco de Rufus puede haber similitudes en cuanto a sonoridad con Mucho, y con el siguiente disco de Mucho pasará al revés, tendrá partes que parezcan de Rufus. Y me gusta eso, igual que me pasa con Havalina, aunque no toque con Manu. Me pasa con grupos a los que admiro, que entran en mis canciones. Es retroalimentación y hacer algo más grande entre todos. Nunca he entendido la competitividad en la música, que parezca que cada grupo tiene que ir a su movida, si aquí estamos todos juntos intentando salvar esto.

 

Teníais varias decenas de demos de cada canción cuando entrasteis a grabar “Magnolia”. ¿Por qué necesitabais tantas versiones de un mismo tema?
Nos gusta grabar mil demos de cada canción casi más por nosotros que por la canción. Decimos: “Vale, esto lo hemos hecho así, pues ahora vamos a hacerlo más electrónico, o más acústico, o lo hacemos al doble de tempo… por ver qué sensaciones genera”.

 

¿Así es como vais buscando la textura que mejor refleje cada emoción?
Exacto. Aunque las letras y la melodía sean la misma, depende de cómo la envuelvas va a llegar más o menos a esa emoción. Por ejemplo, la canción ‘Magnolia’ habla de una especie de viaje lisérgico y ahí vienen como espectros setenteros. Podría haber sido electrónica o acústica o de cualquier manera, pero creo que llevándola al rollo setentero se ha conseguido más.

 

 

Ese aroma setentero se aprecia mucho en “Magnolia”. ¿Qué tienen los setenta que parece la época sobre la que más bandas pivotan?
Lo que tienen es que se juntó una calidad musical increíble, todos eran músicos muy buenos que tocaban muy bien, con muchas ganas de experimentar y de descubrir cosas nuevas. Ese momento fue mágico, porque para mí tenían los dos valores más importantes en la música: primero, tocar bien, y segundo, tener la mente abierta para experimentar y no tener prejuicios a la hora de hacer nada, simplemente dejarte llevar y que cada disco sea diferente, una locura y un concepto diferente.

 

¿Se han perdido esos valores en la música?
Ahora hay poco de eso. Se supone que hemos avanzado en la música y no veo mucho de todo eso que estaba en los setenta. Veo gente que quiere tocar exactamente como en los setenta, que me parece muy guay, pero…

 

Pero falta la innovación.
Claro. Estamos haciendo lo contrario. Hacemos un homenaje a los setenta pero olvidando que ellos lo que querían era hacer cosas nuevas. Y por otro lado, también hay muchas cosas nuevas que descuidan la calidad o la pureza de la música. Por ejemplo, el Trap es el movimiento musical que mejor define nuestra sociedad ahora mismo, me gusta en cierta manera, pero me da rabia que sea una música que no tenga calidad.

 

En tus letras siempre aparece la naturaleza, pero en este álbum lo cubre todo: traduces casi todas las emociones en paisajes. ¿Nos hemos desvinculado de la naturaleza en favor de lo urbanita y lo virtual?
Sí, el hombre ha desconectado totalmente de la naturaleza, la cosa va por ahí. Nos estamos olvidando de lo esencial y lo importante como sociedad. Tenemos una casa que se está cayendo, el tejado está a punto de derrumbarse, y todo el dinero que tenemos lo invertimos en una televisión de plasma. Mañana probablemente el techo se haya caído y no tengamos nada. Es lo que estamos haciendo ahora mismo como sociedad. Si miras en los programas de partidos políticos, dime quién pone la naturaleza como uno de los asuntos más importantes. Es evidente que nos estamos yendo a la mierda, pero, ¿por qué lo obviamos? Creo que tenemos que empezar a defenderlo muy seriamente, se puede hacer de muchas maneras. En el caso de los músicos, mola tenerlo presente y volver a esto de hablar más de un bosque que se está muriendo que de un mensaje de Whatsapp.

 

¿Crees que al público le cuesta conectar con la literatura, la música o el cine que retrate la naturaleza?
A la gente le cuesta todo. Cada vez estamos más embobados, tenemos un sobre exceso de información. Pero yo he sentido algo curioso con este disco. Aquí hablo de la naturaleza, que parece algo pasado de moda y que a nadie le importa, y sin embargo hay mucha gente que dice: “¡Qué bonito!, «Me acuerdo de cuando era pequeño» o «Me he emocionado”. Todos lo tenemos ahí, pero quizá hace falta un pequeño clic para recordarlo.

 

Siendo tan cinéfilos, ¿el título guarda relación con la película?
Es una película que me encanta, pero no está relacionada con la canción. A lo mejor en cierta manera con el disco sí, porque “Magnolia” es una película muy triste pero muy bonita. El contexto es triste, pero ver esa película puede cambiarte la vida en un momento dado, te puede hacer ver las cosas de otra manera. El mensaje que te deja al final es de reflexión, de asumir lo que eres. Eso es bonito.

 

Con este disco queríais cantar a lo bello de la vida. ¿No es arriesgado cantar a lo bello cuando los hits de la historia de la música suelen hablar de tristezas, desgracias y perdedores?
Sí, pero es que en eso somos bastante expertos. Todo lo bello lo hacemos desde nuestro punto de vista que es totalmente derrotista (risas). La canción de ‘Río Wolf’ habla mucho de la naturaleza, pero también dice “tengo el poder del fracaso y kilómetros de derrotas”.

 

 

Parece que cuando habláis de oscuridad, siempre dejáis un hilo de luz en la canción. ¿Es intencionado?
Justo. Estamos en un momento social muy difícil en el que lo suyo sería quejarse continuamente. Pero cuando te quejas estás desprotegiendo las cosas buenas que tienes. En algún momento teníamos que parar y no atacar sino defender lo bueno que hacemos. Este mundo se va a acabar dentro de nada y nos lo estamos ganando a pulso, pero tenemos cosas buenas. Los que creen que el mundo puede ser más justo y más tolerante necesitan sentirse respaldados. A mí me alegra poder dar ese pequeño respaldo.

 

Una de esas cosas buenas que defendéis es el arte. En este disco no sólo habéis hecho música, porque incluís auténticos cuadros en el libreto. ¿Forma parte de vuestro empeño en considerar el arte algo global?
Es algo voluntario y tiene mucho que ver de nuevo con los setenta. Pink Floyd no hacía canciones sino conceptos. Y todos sus discos son un concepto y una historia con muchos recovecos. Yo no sé hacer canciones y ya está. Pienso en algo un poco más global en cuanto a sentimientos y a lo que quiero expresar. Y a veces eso hay que ayudarlo con otras herramientas aunque no sean musicales, como en este caso con el increíble diseño del disco que ha hecho Julia. No sé lo que habrá pasado por su cabeza, pero sí sé que veo más claramente las canciones en sus dibujos que en las descripciones que yo le di de las canciones (risas). Nos hemos preocupado de que estéticamente sea bonito, que el mensaje sea muy claro, y de que todo lo que rodea este disco tenga algo en común.

 

¿Cómo se os ocurrió que el disco, además de entrar por la vista y el oído, entrase también por el olfato?
En nuestro afán de hacer el homenaje a los setenta, queríamos meter en el disco un pequeño tripi. Hay un cartoncillo muy pequeñito metido entre las láminas. Y pensamos, vamos a meterlo en esencia de magnolia y jugamos con los conceptos. Cuando lo abres huele a magnolia y está el pequeño tripi ahí, es muy simbólico.

 

Siempre incluís referencias literarias, cinematográficas… Ahora vuestras referencias al cine están hasta en los títulos: ‘Halcón Milenario’, ‘Pulp Fiction’, ‘Cisne Negro’, ‘Tsukamori’… ¿Se os fue las manos?
Al contrario, en este caso pensamos que no nos podíamos quedar cortos, teníamos que pasarnos. Con eso de no desvelar los referentes de cualquier tipo nos hemos rallado siempre. Pero, ¿por qué no? No tengo ningún problema en decir qué grupos me encantan, y como me gustan, están musicalmente en este disco. Lo mismo con otros referentes de los que hablan las canciones. No he querido ocultar nada, de hecho, quiero como defenderlos.

 

‘Nebulosa Jade’ es un buen ejemplo de esa defensa de referentes…
Sí, nunca había hecho algo así, como “en esa guitarra que llora de Harrison”. Vamos a decirlo directamente. Si son cosas increíbles que me han marcado la vida, quiero ponerlas en una canción.

 

Hablando de referentes, creo que has escuchado mucho a los Beatles para trabajar las melodías. ¿Has encontrado su fórmula?
Cuando te pones a hacer canciones te das cuenta de lo increíble que es lo que hacían los Beatles, y de lo difícil que es hacer una canción como ‘Love Me Do’, que parece una chorrada, pero esas melodías salen de algún sitio muy difícil de encontrar. Lo grande es que ellos lo hacían aparentemente sin ningún esfuerzo. Para mi han hecho las mejores melodías de la historia de la música. Escuché mucho esas melodías que hacía John Lenon, McCartney, para investigar cómo lo hacían, tratar de averiguar en qué podían pensar… me ha llenado mucho y ha sido muy guay para poder hacer este disco.

 

Y eso se ve en canciones como ‘Halcón Milenario’, supongo.
Esa canción es Beatles total. Y me gusta que sea así, porque nunca había hecho melodías de ese tipo.

 

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“Julia es súper fuerte, y es injusto que una chica tenga que ser el triple de fuerte que un chico para tocar un instrumento, me refiero a fuerza interna, no a fuerza física”

 

Tu forma de componer parece la confección de un puzzle. ¿Cómo lo haces?
Para que te hagas una idea, cuando me puse a escribir las letras de “Magnolia”, tenía unos ochenta folios escritos. Siempre voy escribiendo. Si se me ocurre algo o veo algo lo escribo con el móvil y lo dejo guardado. Cogí todas esas cosas que tenía escritas, las imprimí y me puse a leerlas. De ahí han salido las canciones. Nunca he sabido soltar todo lo que tengo y punto. O si lo he hecho alguna vez, no me ha salido como quería.

 

Tus letras viajan de la oscuridad a la luz, de dentro a fuera, del sueño a la realidad… ¿Esto va de viajar hacia los dos lados?
La idea de este disco es un viaje hacia dentro. Salimos hacia fuera para contarlo, para ser conscientes de lo que había dentro para contarlo e interpretarlo. Cuando estás dentro de ti mismo no puedes contar nada, ni describir nada, solo ver lo que hay y intentar recordarlo.

 

Entre los homenajes y los referentes que sobrevuelan este disco, está ‘Río Wolf’, un emotivo tributo a Jeff Buckley. ¿Cómo surgió esta canción?
Habla de amor, pero un amor algo diferente. Queríamos contar el momento en que Jeff Buckley nos abandonó. Para mí siempre ha sido difícil hablar de él porque es uno de los músicos que más me ha emocionado en la vida, creo que no se puede repetir. Tú puedes intentar hacer una canción como los Beatles y puedes medio conseguirlo, aunque sea muy difícil, pero nadie puede conseguir lo que transmitía Jeff Buckley cantando. Creo que no es ni humano. Creo que él vino a dejar ese disco y ese mensaje y se fue de esa manera preciosa: entregándose al río Wolf y cantando el ‘Whole Lotta Love’ de Led Zeppelin. Se fue diciendo: “He venido a darte todo mi amor, llévame donde tú quieras, ya he cumplido mi misión”.

 

Buckley llegó a hacer conciertos con un seudónimo, porque decía que el éxito no le permitía equivocarse ni experimentar como antes. ¿Crees que el éxito implica esa pérdida?
Sí, creo que hay que tener un poco de cuidado con qué puede llegar a esperar la gente de ti. Cuando haces discos que están englobados en un estilo concreto, es muy extraño para el público si de repente haces otra cosa. Creo que se refería a algo así, al derecho que tiene el músico a llevar su carrera por donde le dé la gana. O que se espere de él una cosa que a lo mejor no es lo que quiere expresar en ese momento.

 

Tú expresas también con la voz, aunque siempre has considerado tu voz tu punto débil. ¿Te sientes ya cómodo con ella?
Yo podría ser cantante si no fuera por la voz. Es una broma que yo cante en un grupo, porque tengo el registro más limitado de la historia de los cantes del rock del mundo (risas). Al final he encontrado un poco el sitio en el que mi voz suene más o menos bonita. En los primeros discos intentaba ser Jeff Buckley, llegar lo más arriba posible. No me daba cuenta de que mi voz, más abajo, es más bonita. Si sabes muy bien lo que puedes hacer, puedes llegar más lejos. El problema es creer que eres otra cosa, que es lo que me pasaba a mí, que quería cantar como Thom Yorke, y no se puede. Pero tampoco creo que él pueda cantar como Víctor Cabezuelo.

 

Sois un grupo que nació en plena crisis, conscientes de la situación de la industria. ¿Eso os ha ahorrado disgustos?
El golpetazo nos lo dimos muy al principio, y enseguida nos dimos cuenta de que todo es una debacle en la industria musical y que si tienes algo que contar, lo bueno es contarlo a tu manera y con tus medios. A partir de ahí, empezamos a saber que no necesitas a nadie para hacer música, solo te necesitas a ti mismo y a la gente que la quiera escuchar. Es muy bueno saber eso como músico.

 

Parece que no habéis tenido muchos resbalones, en Rufus cada paso ha sido hacia arriba, ¿lo sentís así?
Sí, porque teníamos eso muy claro. Sabíamos cómo queríamos llevar el camino y que debíamos aceptar determinados apoyos, pero otros no, y ni si quiera buscarlos. Cuando nos dimos cuenta de que los únicos dueños de nuestra música éramos nosotros, y que eso sería así siempre, ganamos mucho como banda, por lo menos a nivel interno.

 

También habéis crecido a nivel externo, y el público parece que crece a cada disco, ¿lo notáis?
Nosotros nos preocupamos de hacer canciones y, de hecho, lo que me dice la experiencia es que si haces una canción cada vez mejor, cada vez tienes un número mayor de seguidores.

 

¿Es tan matemático? ¿Por qué entonces hay buenas bandas que no llegan?
Es muy difícil aguantar. Cuando tocábamos fuera con el “Conjunto vacío”, venían cinco personas a vernos. Es difícil llegar el lunes a casa o al trabajo y pensar en seguir, y creer que llegará un momento en que la gente lo escuchará y lo apreciará. Cuando tocábamos, esas cinco personas que venían nos decían: “Es increíble lo que habéis hecho, muchas gracias por este concierto”. Eso hacía que pudiéramos seguir tocando. Pero ahora que las cosas están empezando a cambiar un poco, viene más gente a vernos… te das cuenta de que todo ha progresado con nuestro nivel de calidad musical también.

 

Empleando un símil deportivo… ¿se juega como se entrena?
Sí, tienes que prepararte para lo que quieres contar, y estar preparado para todo lo que te va a pasar, porque si no te hundes en seguida. Si esperas demasiado de la música o lo esperas muy rápido, no vas a durar nada.

 

¿Cómo está yendo la gira? Parece que tenéis el calendario lleno de conciertos, festivales incluidos.
La gente está muy entregada. Ojalá siga así. Tenemos un montón de fechas y festivales, aunque los festivales no nos obsesionan demasiado. Estoy encantado, pero creo que deba ser el objetivo de ningún músico. Cuando yo empecé a tocar, eran un escaparate donde la gente te veía y podías desarrollar tu carrera de salas a gusto, pero ahora me da la sensación de que es un poco al revés: voy a desarrollar mi carrera musical a ver si puedo entrar en festivales. Creo que pensar eso es muy malo para los músicos y para la música.

 

Hablando de festivales, este año ha habido polémica por la escasa presencia de mujeres en los escenarios de algún festival. Tú estás acostumbrado a tocar con mujeres en el grupo. ¿Cuál creéis que es el problema?
No es una cuestión de calidad. Creo que eso está empezando a cambiar. Hay más chicas que empiezan a tocar o se interesan por la música, pero es complicado. Yo he visto todo por lo que ha tenido que pasar Julia para tocar la batería. Julia es súper fuerte, y es injusto que una chica tenga que ser el triple de fuerte que un chico para tocar un instrumento, me refiero a fuerza interna, no a fuerza física. Una chica tiene que tener mucha más fuerza de voluntad para dedicarse a la música, que la que tiene que tener cualquier chico, y esa es una injusticia.

 

¿Cómo crees que se puede cambiar?
Creo mucho en la igualdad, pero ahora mismo no podemos hablar de igualdad. Lo que hay que ser es un poco radicales y feministas hasta que la balanza se equilibre. Las cosas no se van a solucionar solas, y no es que las cosas no sean para tanto, sí son para tanto. Que en el día de la mujer haya solo una mujer DJ en un evento… ¿qué coño es esto? Pero cada vez hay más mujeres tocando y estoy seguro de que irá a más.  Julia es la mejor batería con la que he tocado. No es que sea como que «tocar con una mujer es guay», tiene que ver con su calidad, y que se mea en todos los baterías tíos con los que he tocado.

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