Rubén Pozo: “He pasado noches gloriosas. También alguna de mierda”

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“Supongo que por eso hago canciones, porque se me da mejor explicarme con una canción. O eso pienso yo”

 

Hoteles, carretera, conciertos y maletas a medio hacer. Esa es la mejor vida que existe para Rubén Pozo. La que experimentó con Buenas Noches Rose, con Pereza y en su etapa solista. De todo ello habla con Carlos H. Vázquez, en este recorrido que arranca en su casa, una tarde de junio, en el que mira atrás, y también de frente.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ. Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

Hay días en los que una canción puede hacerse muy larga. Un tema de dos minutos o uno de cinco puede llegar a los diez años o quedarse toda una eternidad. En esta historia la letra comienza con la predicción del horóscopo y acaba llevándote al baile; hay quien baila en pareja y quien lo prefiere (o no) a solas. Rubén Pozo lo hace con una camiseta de rayas y unos pitillos ajustados. Se mira al espejo, pero siempre queda en tablas.

Después de “Aviones” (BMG, 2009), el quinto y último álbum de estudio de Pereza, Rubén publicó “Lo que más” (Sony, 2012). Su compañero Leiva hacía lo propio con “Diciembre” (Sony, 2012). Uno con “grasa” y el otro continuando la línea de “Aviones”. Caminos distintos —los sonoros— que han ido diferenciándose dos veces más: Rubén continuó con “En marcha” (Sony, 2015) y “Habrá que vivir” (Sony, 2017), y Leiva con “Pólvora” (Sony, 2014) y “Monstruos” (Sony, 2016).

Rubén vive ahora a unos cincuenta y pico kilómetros de Madrid. Su casa está más rodeada de campo que de hormigón. Ladran sus perros Lynch, Lucho, Frida (el músico prefiere llamarla Petita) y Mila, “la jefa”. Los truenos que sacuden el cielo de Madrid esa tarde le hacen coros a Django Reinhardt, que sirve de banda sonora de toda la entrevista. “Estoy hablando de mí, pero no es lo que le tiene que valer a todo el mundo”, advierte, encendiendo el primer cigarrillo. No será el único.

 

¿Quién era El Picota?
(Risas) Es una coña familiar que tengo con mi hermano. En la adolescencia, muchas partes del cuerpo no crecen igual. Después se equilibra todo, pero hay una época en la que la nariz es muy grande. A mí, por eso, me decían: “¡Vaya picota!”. Mi hermano y yo todavía nos seguimos llamando “picota” el uno al otro.

 

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“No saqué ‘Lo que más’ para reivindicarme, sino porque tenía una colección de canciones que me parecían cojonudas”

 

Decían que eras muy bueno con los crucigramas. ¡Cuéntame eso!
Me he educado con “El País”, pero reconozco que ya no lo compro. Aunque ahora todo el mundo está alabando a la nueva directora (Soledad Gallego Díaz), soy uno más de los que se bajaron del carro de “El País” al dejar de reconocerlo. Me lo compraba como un hábito por la sección de cultura, por la contraportada y, principalmente, por el crucigrama de Mambrino. La verdad es que solo lo compraba por el crucigrama. Pero vamos, que no me lo solía terminar.

 

¿Y la leyenda que dice que solo tienes un huevo (testículo)?
(Risas) Eso es mentira. Forma parte de las tonterías que decíamos Pereza en las entrevistas. Hacíamos muchas, miles, y algunas veces, para divertirnos, metíamos alguna trola, como que estábamos a punto de hacer una colaboración con Slash o que planeábamos girar por Japón. No te voy a enseñar los huevos, pero te aseguro que tengo dos y ninguno es de madera.

 

¿Te reconoces en las entrevistas antiguas?
Hace mucho que no las leo, pero siempre he hablado muy mal. No he tenido plan, ni en las entrevistas ni en mi vida. Si las leo, pensaré que Leiva no hablaba mal y que yo hablaba de puto culo (risas). Supongo que por eso hago canciones, porque se me da mejor explicarme con una canción. O eso pienso yo.

 

En su momento, cuando publicaste “Lo que más”, dijiste que era un disco para reivindicarte. ¿Sigues pensando lo mismo?
Eso me parece un poco tonto, a día de hoy. ¿Ves por qué no leo mis entrevistas antiguas? (Risas) Realmente no saqué “Lo que más” para reivindicarme, sino porque tenía una colección de canciones que me parecían cojonudas. El “soporte” en el que sacaba mis canciones estaba dentro de un grupo que se llamaba Pereza. Después de eso yo seguía teniendo unas canciones que me gustaban y me siguen gustando muchísimo. Lo hice porque tenía algo que decir, como en todos los discos.

 

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“Yo hago rock and roll y la emoción es más importante que un do sostenido”

 

“Diciembre”, el primer disco de Leiva tras Pereza, continuaba el sonido de “Aviones”. Sin embargo, “Lo que más” era diferente.
En esa época, la verdad, musicalmente me sentía poco… Tenía ganas de gritar. En lo personal, me habían pasado cosas muy potentes (me separé de la chica con la que tenía un hijo). Todo eso está en “Lo que más”. No había ningún tipo de mal rollo con Leiva, pero es verdad que musicalmente no nos encontrábamos. En ese momento de mi vida tenía algo que debía ser más gritado que cantado.

 

Te pega más gritar que cantar…
(Risas) No sé si es un piropo o una cabronada. Creo que es evidente que no soy Pavarotti ni Freddie Mercury, pero soy de los que les gusta un cantante (a su pesar). Lo único que tengo que notar es que el que canta lo hace porque no tiene más remedio que hacerlo (lo haga bien o mal). Eso me llega más que la perfección o lo que llaman “clavar la nota”. Tiene que haber unos mínimos, evidentemente, pero yo hago rock and roll y la emoción es más importante que un do sostenido. Así es como lo veo yo.

 

“En marcha”, tu segundo disco, era más limpio y estaba producido por Nigel Walker. No tenía tanta grasa.
Lo quise así y creo que me equivoqué. Esas canciones en directo siempre sonaron mejor, la verdad. Mejor, porque sonaban peor. En ese momento buscaba hacer un disco con Nigel Walker y muy perfecto. Pero bueno, también se aprende de los errores. Ahora lo grabaría más a la brava, como he grabado el último disco o como grabé “Lo que más”, sin estar mucho tiempo en el estudio y sin hacer demasiadas tomas, confiando más en la emoción que en la perfección. Supongo que uno hace las cosas según el reflejo de lo que escucha y lo que más le ha llegado. Para mí es muy importante la emoción. Si la hay, ya tiene mucho para que me gane una canción. Luego existe la emoción perfecta, pero para mí no es suficiente si hay solo perfección. A veces puedo disfrutar más una maqueta que un disco.

 

Pero ya habías trabajado con Nigel Walker en “Animales”, de Pereza.
Y en “Aproximaciones”. Nigel es un genio, pero yo no soy tan buen músico como para trabajar con él. A lo mejor Nigel quería un solo de guitarra fija, pero yo no preparo los solos. En cada toma y en cada concierto hago un solo distinto, no puedo fijar una cosa. Puedo repetirla, pero a la segunda vez ya no me la creo.

 

Sin la gira de “En marcha”, ¿habría existido “Habrá que vivir”? Las canciones nuevas ya sonaban en las pruebas de sonido del disco anterior.
Sí. Y grabé el disco con la misma banda, también para no perder tiempo en el estudio y tenerlo lo más claro posible. El sonido y la forma de grabar de “Habrá que vivir” viene de “En marcha”, disco del que me estoy vengando ahora. Siento la necesidad de recalcar que me encantó trabajar con Nigel y que me parece un genio del sonido, pero no es el productor para mí, ni yo soy el músico para él. Tenemos amor mutuo y le quiero mucho y lo mismo volvemos a trabajar en el futuro, pero yo digo cosas de las que luego, a lo mejor, me retracto. Igual hacemos esta entrevista dentro de diez años y me he pasado a la perfección y ya no soporto lo sucio.

 

¿Recuerdas cuál era la primera canción que compusiste?
Está en el primer disco de Buenas Noches Rose. La canta Jordi Skywalker y se llama ‘Tiempo perdido’.

 

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“En cada toma y en cada concierto hago un solo distinto, no puedo fijar una cosa. Puedo repetirla, pero a la segunda vez ya no me la creo”

 

Cuando llegas a 2º de BUP conoces a Alfredo (Alfredo Fernández “Alfa”), quien luego terminó siendo guitarra de Buenas Noches Rose.
Alfredo era nuestro héroe. Con 15 años, coincidimos en clase Jordi, Alfredo y yo, y un curso más arriba estaba Rober (Roberto Aracil), el batería. También estaba Juampa (Juan Pablo Otero), bajista y colega que conozco de toda la vida, pero iba a otro colegio. Recuerdo que Alfredo era repetidor. Yo soy de estirón tardío y en 2º de BUP todavía no lo había dado. Encima he sido siempre muy lampiño y me afeitaba para que me saliera más la barba, pero en ese momento Alfredo era ya un tío con greñas que fumaba Ducados y llevaba pantalones de pitillo, mientras que yo iba con un jersey y con la ropa que me compraba mi madre. Ya tocaba la guitarra, pero Alfredo era un tío que hacía canciones.

 

¿Qué música escuchabas?
Hasta ese momento solo había escuchado música en inglés. No distinguía si unos eran ingleses o americanos. Led Zeppelin, Rolling Stones, The Beatles… También vi el documental de Woodstock; fue un pelotazo para mi cabeza ver a The Who, Jimi Hendrix o a Ten Years After (con Alvin Lee). A Jordi Skywalker le gustaba el punk y yo le pasaba cintas de Led Zeppelin, los Rolling, Beatles… A cambio, él me pasaba cintas de La Polla Records, Eskorbuto, Dead Kennedys… Alfredo me pasaba las de Barricada y de Guns N’ Roses. Le gustaba ese rollo californiano y el glam rock de los 80, como L.A. Guns, Faster Pussycat… Pero el grupo español para nosotros era Barricada. Después llegó el zambombazo total con Extremoduro.

 

¿Ya tenías la guitarra española que te regaló tu madre?
Sí, sí. Y me había comprado mi primera guitarra eléctrica. Una Samick, por 27.000 pesetas.

 

En “Algo para cantar”, el segundo disco de Pereza, está ‘Dale a la guitarra’, una canción que hiciste en quince minutos y en un momento muy difícil en el que tenías dos opciones: o hundirte o seguir adelante.
Esto te lo dirá cualquiera que haga canciones: hay algunas que salen en un momento, porque tienen que salir y porque las tienes que sacar, pero hay otras que requieren mucho trabajo y tienes que saber de qué coño estás hablando. Son más meditadas. Cuando una canción empieza a salir rápido tienes que seguir esa corriente. Que se note que no es algo muy meditado. Hay frases que podían estar mejor pero, si te las curras, igual cortas el rollo de la canción. Por lo menos a mí me pasa.

 

A la gente le chocaba mucho el “ola k ase” de ‘Me quieres destrozar’, el single de “En marcha”.
Creo que el error fue que saliera esa canción, un medio tiempo, como single. Podía haber salido ‘Tonto de tanto (r’n’r)’, pero salió ‘Me quieres destrozar’. Le tengo un poco de “gato” a “En marcha”. No sabría explicarte lo del “ola k ase”, pero a mí me encantaría escuchar más cosas así en canciones que oigo. Pero no sé explicarlo, como tantas otras cosas de mi trabajo.

 

Quiero volver a Buenas Noches Rose, sobre todo al comienzo, en el 92.
Si hablamos del 92, éramos Alfredo, Jordi y yo en la habitación de la casa de los padres de Jordi haciendo las primeras canciones con guitarras españolas. A lo mejor estaba Sergio Sánchez, el primer batería, que tocaba encima de unos libros con unos lápices. No teníamos ni local de ensayo.

 

¿Y cómo surge la idea de hacer un primer disco?
Tocábamos en Al’ Laboratorio, en Malasaña, y en el Siroco. En Al’ Laboratorio, como técnico de sonido, estaba Ángel Altolaguirre, que también tenía un pequeño sello. Cuando le gustaba una banda, la grababa y sacaba quinientas copias de un single o de un epé en vinilo, pero en nuestro caso no cuajó. El primero que nos vio fue Antonio Santos. Una vez, después de tocar nosotros, actuó un tipo que se llamaba Pulgarcito (Luis Rodríguez), que en los 80 había hecho con Sabina ‘¡Qué demasiao!’. El caso es que su bajista era Antonio Santos. Vio nuestra actuación y nos dijo: “Chavales, me gustaría grabaros”. Se juntó con otro tipo, Pablo Pinilla, montó el sello Discos Madison y grabamos el primer disco de Buenas Noches Rose.

 

Con ese disco recibiste tu primer millón de pesetas.
Sí. Un millón para cada uno. Yo vivía en casa de mi madre y tardé mucho en gastarme ese millón de pesetas. Me compré una guitarra Epiphone Casino y un ampli Marshall Valvestate. Era tan joven y tan teenager que ni me gastaba el dinero.

 

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“Pereza, al nivel compositivo, fue más mío al principio, pero terminó siendo más Leiva, algo que también está bien”

 

Y el segundo disco, “La danza de la araña”, ya sale con BMG-Ariola, un paso más.
Me encanta ese disco. Bueno, los tres me encantan. Con este disco no hubo del todo entendimiento con la compañía, se rompió el grupo y Jordi se fue. Luego hicimos un tercer disco sin él (“La estación seca”). Las canciones que yo había hecho para Buenas Noches Rose siempre las cantaba Jordi, pero el hecho de ponerme yo a cantar también tuvo mucho que ver. Cuando ya se estaba acabando Buenas Noches Rose, un día me llamaron Leiva y Tuli (Ignacio Villamor) para hacer en Siroco una movida de Leño y nos pusimos a hacer canciones. Con Leiva hacía muchos coros. Los dos veníamos de bandas en las que ninguno era el cantante y queríamos cantar. Teníamos el plan de hacer un rock más melódico con dobles voces. Recuerdo que fue una de las cosas que nos hermanaron al principio.

 

Y cuando se acaba Buenas Noches Rose…
Me puse a trabajar en Telepizza (risas).

 

También te pusiste a pintar carreteras.
Pintar carreteras, poner señales, las vallas quitamiedos… En verano, en un tramo de Guadalajara, podía estar a cuarenta grados a la sombra y la valla a setenta. Se podía freír un huevo antes de que la tocara. Y en invierno hacía un frío de cojones en ese mismo tramo. Ahí tuve de compañero a Nico Álvarez, el guitarrista de Burning. Me acuerdo que decíamos: “Tío, hay que salir de aquí a golpe de guitarra”.

 

¿Querías salir del instituto y de ese trabajo gracias a la música?
Era eso o nada. Hay quien tiene su trabajo y se hace un disco con otros y de casualidad pita la flauta. A mí me volvió loco la música y hacer canciones. Siempre he pensado que una vida con muchos hoteles, mucha carretera, conciertos y discos es la vida más guay que se puede tener. Siempre he querido hacer esto y he renunciado a todo lo que he tenido que renunciar, pero me ha salido. Aunque no sea para siempre y esté en la cuerda floja.

 

¿Cómo viviste el despegue de Pereza?
Con alegría. Tocábamos muchísimo y llevábamos tiempo haciéndolo, pero también habíamos comido mucha mierda, cobrábamos muy poco o no cobrábamos. Empezaron a contratarnos en sitios, nos empezaron a pagar…

 

¿Es verdad que, según iban pasando los discos de Pereza, tus canciones tenían menos espacio?
Es verdad. Pereza, al nivel compositivo, fue más mío al principio, pero terminó siendo más Leiva, algo que también está bien. Yo estaba muy a gusto con Leiva, pero no quería ser el líder de la banda. Y si en el primer disco de Pereza no hay canciones de Leiva es porque yo había acabado con Buenas Noches Rose y él seguía con Malahierba. Pereza empezó como un divertimento para hacer las cosas que no podíamos con nuestras bandas. Pero vamos, yo no quería ser el cantante principal.

 

¿Y asumiste un rol más secundario?
Sí. Y lo digo con la boca grande. Siento que mis canciones en Pereza son como una especie de caras B. Si el primer disco de Leiva (“Diciembre”) era más continuista es porque Pereza ya era Leiva. Lo digo sin acritud. Y es un rol que tengo asumido y que está bien (para mí).

 

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“He aprendido y he pasado noches gloriosas. También alguna noche de mierda, sobre todo un sábado en un pub con gente borracha que no se callaba”

 

¿En qué momento notaste que Pereza se iba a acabar?
Cuando nos juntamos después de “Aviones”. Dos años después íbamos a hacer otro disco y no nos pusimos de acuerdo en el repertorio. Pero fue de una manera muy civilizada.

 

Hablas de otro disco de Pereza…
Claro. Las canciones del primer disco de Leiva ya las conocía y él sabía cómo eran las mías. Pienso que podíamos haber hecho un disco doble y que podía haber sido ese, pero no nos pusimos de acuerdo.

 

Cuando empezaste en solitario, ¿sentías que lo estabas haciendo desde cero?
Lo hice con mucha ilusión. Me encanta “Lo que más”. Que me perdonen los dioses por esta frase, pero me parece un disco de puta madre, la verdad. Tenía muchos nervios y mucha excitación, y estaba lo de Pereza muy reciente. Recuerdo mucho un punto muy importante, después de hacer las presentaciones de “Lo que más”. No daba del todo como para llevar a la banda, porque quedaba poco dinero, pero yo quería seguir tocando y al final me fui solo con mi chica en el coche a hacer conciertos, tanto en garitos como en pequeños teatros. En todas las localidades de España hay un teatro precioso o una sala de conferencias donde se puede tocar a voz y guitarra. Ese ha sido uno de los momentos más bonitos en los que más he aprendido. Al principio era duro, porque siempre había salido con banda, pero luego fue muy bonito tocar solo a voz y guitarra. He aprendido y he pasado noches gloriosas. También alguna noche de mierda, sobre todo un sábado a las doce de la noche en un pub con gente borracha que no se callaba.

 

¿Qué tal te entendías con Mark Olson (The Jayhawks) cuando saliste con él de gira?
Muy bien. Fue otra experiencia muy bonita y practiqué mucho inglés (risas). Él y su mujer vinieron a casa y estuvieron viviendo aquí casi un mes. Tocábamos todos los días. Empezó la cosa un poco rara, pero cogió fuerza y tocamos en sitios muy raros, de no llenar, como en Zamora o Santiago. Pero al final acabamos la gira con la sensación de haberlo hecho muy bien.

 

¿Cómo surgió esa gira?
Estaba en un garito de León tocando a voz y guitarra y al día siguiente actuaba Mark Olson, si no en ese garito en uno de al lado. La noche que yo tocaba, Mark Olson le preguntó al tipo que le había programado la gira por España (Leo, un argentino) qué había por ahí para salir y éste le dijo que había un concierto. Entonces vino a verme. Después, Leo intercedió y lanzó la propuesta. Es genial estar abierto y liarte en cosas que no tenías planeadas. Aprendí mucho de country y de música americana con Mark Olson. Me ponía a los discos de los Everly Brothers que tenía que escuchar.

 

¿Y cómo ha sido lo de Lichis?
Mira, tío, a mí siempre me llaman. Lichis me escribió un mensaje: “He estado pensando mucho y me gustaría hacer algo contigo”. Cuando Pereza, me llamaron Tuli y Leiva para lo de Leño. Para Buenas Noches Rose me dijo Alfredo que podíamos hacer un grupo. “Tú y yo los guitarras y que cante el Jordi”, me dijo. Siempre ha sido así. La única cosa que he hecho por mí ha sido “Lo que más”, el primer disco. Y lo de Mark Olson igual, porque me llamó Leo. Lo de Lichis me hace mucha ilusión, porque me gusta lo que hace, tanto ahora, en solitario, como con La Cabra Mecánica.

 

¿Cuándo fue la última vez que deshiciste una maleta?
Las deshago a la mitad: quito lo que está sucio y lo otro lo dejo, porque ya sé que son camisetas y pantalones de concierto. No sé cuándo ha sido el último concierto, pero todavía tengo ahí la maleta.

 

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