«Lo normal es que admire a mis maestros; que un maestro te admire a ti es el triple de impactante»
En su nuevo disco, El árbol y el bosque, Rozalén mira hacia dentro y defiende su libertad. Sabe reírse de su omnipresencia musical y advierte que tiene un horizonte lleno de proyectos en forma de disco, tal y como revela en esta entrevista de Carlos H. Vázquez.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: JUANJO MOLINA.
En medio de esta tormenta, suficientes fueron las voces que no se dejaron tapar por los truenos. Y si no pudieron oírse, el lenguaje de signos se encargó de llegar a quien tuviera que llegar, ya fuera a modo de letra o de taza de Mr. Wonderful.
Canta María Rozalén que «es momento de que importe igual lo ajeno y lo propio». Lo hace en “Aves enjauladas”, una canción que surgió en la pandemia y que ahora está dentro de El árbol y el bosque (Sony, 2020), el cuarto disco de estudio de esta muchacha de Albacete que toma el tren para un viaje interior. Inspirado en Luis Eduardo Aute, el título de esta nueva entrega de Rozalén no es un refrán ni cierra con puntos suspensivos, como ha venido haciendo hasta el recopilatorio —y también libro— Cerrando puntos suspensivos (Sony, 2018). Muchas cosas son las que han cambiado de un tiempo a esta parte, pocas las que han perdurado, y ahora empieza a haber nieve en el pelo. Miguel Delibes lo decía: «Permitamos que el tiempo venga a buscarnos en vez de luchar contra él».
¿Eres de esas personas que no dejan que las acelgas le tapen la huerta?
[Risas] No, al contrario: la huerta acabará comiéndome y no veré la acelga. Este El árbol y el bosque, que es el individuo y el colectivo, la acelga y el huerto, vino pensando qué título ponerle al disco. Como tenía el hilo común del árbol, del autocuidado, de «ahora toca mirarme a mí» porque vengo de hablar de las historias de mi casa, viendo un documental de [Luis Eduardo] Aute descubrí que él le dio la vuelta y el bosque le permitía ver los árboles. Supe que eso era lo que quería decir. No me suelo mirar ni creo que la gente se mire; la sociedad del ruido, la rapidez, el sistema… Todo eso nos impide ver lo más importante, que es uno mismo, porque nadie da lo que no tiene. ¿Cuánta gente está de mala hostia o cabreada con el mundo porque no se ama y ya no se dedica tiempo? Algo que he aprendido estos años, cuando he llevado tanto tiempo de mucho trabajo y poco dormir, es que nunca aprecié el descanso hasta que peté y ya me empezó a costar sonreír. Al principio me pedían una foto y me parecía bonito que me conocieran, pero llegué a un punto de agotamiento en el que me echaba a temblar si me pedían una foto, porque no me salía ni sonreír.
Que es lo que vienes a decir en “Que no, que no”, ¿verdad?
Sí. También en “Y busqué” y en otras canciones, porque está clarísimo que si tienes que ofrecer tiempo de calidad o lo que sea a los demás hay que partir de uno. Y eso no es egoísmo, todo lo contrario, lo que pasa es que cuesta entenderlo. Tengo una incapacidad para decir «no», lo podemos comprobar por la cantidad de colaboraciones que he hecho y por la cantidad de asociaciones con las que participo. Y no está mal, porque soy así, es también parte de mí, pero muchas veces digo «sí» porque quiero que todo el mundo me quiera, porque quiero satisfacer todo el rato, y eso es insano y es imposible. Entonces, claro, el huerto me come.
En “Cal y arena” (Con derecho a…) decías que había «síes que son noes y noes que son tal vez»…
[Risas] Bueno, pero esa es la coña del cortejo y también era otra época. Pero sí, anda que no hay veces que en el ligoteo decía que no cuando en realidad quería decir que sí. Pero esa es otra cuestión.
Sobre las colaboraciones, @Allymcbeer_ publicó en Twitter durante la pandemia: «Porfi, poneos la mascarilla o tendremos veintiocho nuevas canciones de artistas colaborando con Rozalén».
Me pareció brillante y lo tuiteé. De hecho, el otro día, con el estado de alarma, estuve a punto de poner una broma: «Por Dios, no os preocupéis, que esta vez no voy a estar hasta en la sopa». Yo soy la primera que bromea con eso. Soy la primera que cuando veo cachondeo pienso que estoy cansada también. Hasta mis compañeros, que siempre están con la broma, hay veces que me dicen que estoy hasta en la sopa. Después hay un «pero» y me preguntan si me haría una canción ellos. Pero si hay cachondeo con eso me parece un halago, porque eso significa que curro mucho. Si la gente está harta de verme, lo siento; aquí hay Rozalén para rato.
¿Cuánto tiempo tienen algunas canciones de este disco, como “Aves enjauladas”?
“Aves enjauladas” la hice durante el confinamiento y las otras las compuse antes. “Aves enjauladas” fue como un vómito, es una idea que tuve a la segunda semana del confinamiento, pero como es benéfica no tenía cabida en el disco. Pasaba el tiempo, e Ismael [Guijarro], el productor, y mucha gente decía que tenía que estar, entonces la dejé al final. Me parece que también es nuestra historia y que no puedo obviar que encima este es uno de los discos pandémicos, porque lo hemos grabado y lo hemos terminado con esta situación global surrealista.
En “Aves enjauladas” comienzas arrodillándote ante tu abuela María Ángeles, aunque ella no escuchó la canción en su momento, solo conocía la letra.
Claro, porque mis padres no tienen Internet. El confinamiento lo pasaron ellos con mi abuela en un piso pequeño de Albacete y ha sido duro de cojones. Lo bueno es que los vecinos de mis padres se han portado de lujo, había gente que les hacía la compra y tal. Uno de los vecinos me vio en algo que hice por la tele y les dejaron un iPad.
¿Fue cuando apareciste en El objetivo?
No. Cuando El objetivo, llamaron por teléfono a mis padres. Pero esto fue algo en Telecinco. El vecino les llevó un iPad y mi padre pudo hacer una videollamada, pero no podíamos enseñarle la canción a mi abuela. Sí que la leí y luego ella lo vio, pero está malilla y no se entera mucho.
¿Sabes qué le pareció al menos?
Sí. A mi abuela, cuando escucha, le leo las letras, le canto las canciones… y ella siempre me dice: «Qué tendrás en la cabeza para que te salgan esas cosas». Me lo dice con mucha admiración. Pero luego, a la tarde, si se la vuelvo a cantar, ya no se acuerda.
¿Qué sientes cuando tu abuela dice que te admira? ¿Es la misma sensación que tienes cuando un artista al que admiras te dice lo mismo?
Sí. Ahí es cuando se da la vuelta al ciclo. Lo normal es que admire a mis maestros, entonces que un maestro te admire a ti es el triple de impactante. Y me pasa lo mismo con mi abuela. Es el mejor piropo que me han dicho en la vida. Ella ya está diciendo que se quiere morir, pero un día vio algo mío en la tele, se levantó, y me dijo: «Yo no me quiero morir ahora, no me quiero perder tu vida».
¡Qué bonito!
Tenemos una conexión muy bestia y yo a ella le he dado mucho protagonismo. El hecho de que su nieta cuente sus historias, que son las de una generación que se ha tenido que callar tanto, le da subidón. Ella no sabe qué es Internet, aunque puede entender algo por lo que le enseño. Un día me preguntó qué era lo que yo iba diciendo por ahí, porque le había reconocido la de la farmacia. Está fascinada.
En la misma “Aves enjauladas”, cuentas: «Cuando salga de esta iré corriendo a aplaudirte, sonreiré, le daré las gracias a quien me cuide. Ya nadie se atreverá a burlar lo importante. La calidad de la sanidad será intocable».
Qué utópica soy, ¿eh? [Risas]
Lo que quería preguntarte, claro, era si tú crees que, como dicen, saldremos de esta más fuertes.
Al principio creía que esto nos iba a hacer mejores, pero ahora creo que esto lo que hace es destaparnos; a quién está envenenado le sale veneno y quien es buena gente lo es más en esta situación. En algunas cosas, espero, esto sí va a dejar clarísimo que hay servicios públicos que tienen que estar cuidados por ser la base de todo. Mira lo que está pasando en Madrid. Está quedando en evidencia que, si recortas en sanidad, educación o en lo verdaderamente importante, esto al final pasa factura. Y hasta los partidos políticos que tiran por lo privado que van a cambiar eso, ¿no? No sé. Igual soy muy ilusa.
Tampoco es malo ser ilusa…
No. Por eso prefiero ser utópica y morirme ilusionada.
Siguiendo con las canciones, “Este tren” no tiene estribillo.
Sí, y suena en la radio y funciona.
¿Representa al disco?
Cuando elegimos una canción de mi disco, como son canciones tan diferentes, con tantísimos colores y tal, es muy difícil elegir una. Sí que por mensaje («vive el momento y aprovecha la vida») y por ser tan energética, me parecía que podía ser un buen resumen. Y encima no es una canción radiable, como dicen, pero en cambio funciona. Entonces, quizás es una manera de decir que se pueden hacer las cosas diferentes. ¿Por qué tiene que haber un estribillo? Si dentro de lo que podemos hacer podemos ser un poco transgresores, al menos hay que intentarlo.
Entonces, a pesar de no tener estribillo, ¿crees que una canción puede llegar con su mensaje igualmente?
Claro. Este es un ejemplo de que puede ser. Lo que pasa es que no es lo común. Hay canciones con las que se te queda un tarareo que no dice nada, pero en mi caso, que me gusta tanto que haya un mensaje y que llegue, me parece redondo que le guste a la gente y que no tenga estribillo. Las cosas se pueden hacer diferentes.
Otra canción reivindicativa es “La línea”. ¿A qué pertenece el audio que abre el tema?
A rescates del Open Arms. Tenemos el permiso porque estuve en el barco Astral, en Barcelona, cuando el gobierno (progresista) no le dejaba salir. Llevo años deseando escribir sobre esto. Estuve hace un año y pico en Argelia, en los campamentos saharauis; antes de empezar el confinamiento, también estuve en un campo de refugiados en Chad; en América Latina, con EntreCulturas, he conocido muchísimas movidas de la migración hacia Estados Unidos. Llevo muchos años estudiando todo esto, viéndolo in situ, y lo tenía pendiente. Además, “La línea” ha sido la canción que más me ha costado escribir de todas. La de “Justo” [de Cuando el río suena…] me salió más fácil, porque era como más interiorizada. Pero ahora ya tengo rostros personales y estoy feliz con la canción. Tenía que hacer una canción que te reventara por dentro, o sea, que te generara hasta un poco de angustia. Como no paramos de mirar a otro lado, supongo que habrá mucha gente que cambie de canción, pero lo tenía pendiente y eso es lo que hay. Además, la producción de esa canción tiene muchos toques árabes, latinos… Es una producción redonda.
A decir verdad, El árbol y el bosque tiene bastantes sonidos latinos, aunque no tantos en comparación con tus discos anteriores. Aquí tenemos “El día que yo me muera”, “Que no, que no” (con La Sonora Santera)…
Sí. Este es un disco más internacional, porque “Y busqué” suena como muy british, por ejemplo, y “El paso del tiempo” es súperfunky, setentera, y con un punto Dua Lipa en algunos soniditos. Por ese lado tiene que ver con el son cubano o con la cumbia antigua. Sin quererlo, hay mucha mirada a México también, porque La Sonora Santera es de México; Mon Laferte, que está en “Amiga”, es chilena, pero está como muy mexicanizada; “Y busqué” es de inspiración de un templo mexicano (Tepozteco)… Es inevitable que lo que una vive se quede impregnado en las canciones, y nosotros, afortunadamente, no paramos de dar vueltas al mundo.
«¿Por qué tiene que haber un estribillo? Si dentro de lo que podemos hacer podemos ser un poco transgresores, al menos hay que intentarlo»
Antes has mencionado a Ismael Guijarro, productor de este disco y también de los anteriores. Por qué cambiar algo cuando funciona, ¿verdad?
Con Ismael no nos cerramos en nada. La de Mon la ha hecho con [Manú] Jalil, el productor que trabaja con ella. Estamos abiertos a muchas cosas, a trabajar con gente que, dentro de cada canción, es buena en esa atmósfera. En “Loba”, que tiene un toque muy folclórico, yo he hecho todas las bandurrias, pero también hemos tocado con sartenes, cucharas… Es una coproducción con Diego Galaz, de Fetén Fetén, más folky. Y el son cubano igual: lo grabaron los mejores músicos cubanos que hay en Madrid, con [Manuel] Machado a la trompeta. Ismael no es un tío que haga todo de una manera, siempre trabajamos con mucha gente diferente. Soy muy leal con el equipo, y mi banda es mi banda de siempre. Ya tiene que pasar algo muy gordo para que algo se rompa dentro; al contrario, cada vez nos conocemos todos mejor, saben perfectamente lo que me mola, somos unos disfrutones. El año pasado, en noviembre o diciembre, nos fuimos por primera vez a una casa. Como tengo limitaciones a la hora de componer, porque solo toco la guitarra y encima vengo del «alabaré, alabaré…», hay muchas cosas en las que musicalmente no me veo mucho, entonces nos fuimos a tocar, a encerrarnos tres o cuatro días en una casa de un pueblo de Guadalajara a hacer música. Íbamos grabando cositas. De ahí han salido dos o tres canciones del disco y se nota ese paso. La funky [“El paso del tiempo”] fue haciendo el chorra. “Que no, que no” también se hizo así, como una cosa muy electrónica. Después saqué los acordes y me puse a componer en base a eso, pero con la idea de la producción que hemos hecho entre todos.
¿Guardas esa especie de maquetas?
Sí. Tengo un montón de audios y muchas cosas que me he dejado guardadas, que son guapísimas y que en algún momento haré canciones con ellas. Hay un cinco por ocho, que no sé tocarlo con facilidad, por ejemplo.
¿Prefieres este método de trabajo?
No es que lo prefiera, porque hay canciones que me salen con mucha facilidad, pero quiero evolucionar. Tengo muchas cosas en la cabeza, muchas ideas, y quiero en algún momento hacer un disco folky de verdad. Creo que además lo tengo que hacer, porque vengo de ahí, porque tengo ahora mismo una situación guay de exposición, y porque creo que no lo ha hecho nadie que suene en la radio, por ejemplo. En algún momento tengo que hacer canciones con mis maestros. Ya que estoy rodeada de Luis García Montero, de Almudena Grandes, de Benjamín Prado, de Javier Ruibal… no puedo hacer como que no estén aquí al lado y que me hagan caso. Me gustaría escribir algo con ellos. Tengo una cantidad de opciones que debo aprovechar.
La libertad: ¿es un derecho o un privilegio?
Las dos cosas. Yo, cuando digo en “Loba” que he tenido el privilegio de nacer en libertad, sobre todo lo digo porque por ejemplo mi abuela no nació con esa libertad. También creo que he perdido libertad a la hora de tener fama. No me siento libre, porque soy superjuzgada. Entonces, ¿qué es la libertad? En la canción lo digo por eso, porque he tenido el privilegio de nacer en libertad, entonces no me pueden mandar callar, porque voy a opinar, aunque me duela al principio y baje las orejitas como una loba; luego voy a volver a levantar la cabeza y a sacar los dientes.
Ahora mismo, tu opinión puede hacerte perder seguidores…
Me ha pasado. Simplemente compartiendo la noticia de Chile [el país votaba una nueva Constitución]. Está claro como pienso, pero mucha gente ha dicho que me dejaba de seguir por eso. Imagínate hasta qué punto me miran con lupa. Lo típico que recibo es: «Con lo buena cantante que eres, dedícate a cantar, no opines tanto». Las tres o cuatro personas que habían puesto eso decían que yo estaba apoyando al comunismo, pero se ha lanzado mucha más gente a defenderme. ¿Por qué una persona pública no puede tener opinión? No sé, creo que es lo lógico. Nunca me he dicho que voto a tal partido. Está claro que tengo unas ideas que tiran hacia un lado, pero que me digan esto por alegrarme porque haya un ochenta por ciento contra Pinochet… Va a haber más libertad, más democracia… Me parece que esa debería ser una buena noticia hasta para los muy «derechosos». Me choca que me digan que no opine tanto y que cante. ¿Es que no escuchan lo que digo en las canciones? “Loba” es para el que me intenta oprimir. Cuando la empecé a escribir, hace un año o así, Chile sufría la represión en la calle. Con esto no defiendo la violencia en la calle y creo que no es la manera. Ahora hay cuestiones que parece que se nos han olvidado con la pandemia, pero se está radicalizando la derecha en muchos lugares, y es peligrosa. La historia nos ha enseñado tantas veces que no es el camino… Si a un perro, por muy manso que sea, le pegas, al final te va a sacar los dientes, porque el odio provoca odio. Por eso yo, como he nacido con esta libertad y en este país, voy a opinar. Y si te molesta no te queda otra que respetarlo, porque no hay otra opción. Tenía ganas de hacer una canción así, muy a menores, que cuando llegara al estribillo cambiara a mayores y fuera como muy chirigotera mientras te digo con una sonrisa que cuanto más me mandes callar más voy a hablar.
¿Cuántas veces has visto cambiar al mundo?
Tampoco tantas, ¿eh? Tengo momentos de subidón, de decir que hay esperanza, pero luego ver que no. Al principio, en la pandemia, me parecía que podía haber un cambio; el 15-M, por ejemplo, fue otro momento… Además, dicen que la historia es cíclica, que siempre hay un movimiento social y luego radical.
¿Y cuándo te diste cuenta que estaba empezando a nevar en tu pelo?
[Risas] No sé cuándo me salieron mis primeras canas… A lo mejor llega un punto en el que empiezo a envejecer mal, pero en mi caso me encuentro cada vez mejor. Me hizo ilusión mi primera cana. Pero claro, a lo mejor llego a los cincuenta, con arrugas, y no me hace tanta gracia. Pero es que esto es sabiduría. He vivido tantas cosas, incluso malas… Muchas canas salen por amarguras, pero también significa que estoy viva, y me parece que tenemos que celebrar que nos hacemos mayores. Cuando observo a mis amigas de cuarenta o cincuenta, veo que algunas están jodidas, pero porque estamos «obligadas» a un canon de juventud que para los tíos es interesante y para nosotras es que ya no valemos. Hasta los ovarios te lo dicen, porque ya dejas de ser útil como mujer. Es duro y quería hacer una canción así.
Los títulos de tus anteriores discos eran refranes y terminaban en puntos suspensivos hasta la publicación de Cerrando puntos suspensivos. ¿Ahora sigues con un punto final o un punto y aparte?
Quiero hacer millones de discos y tengo mil proyectos en la cabeza. Ahora lo que me preocupa es cuándo vamos a llevar el disco al directo. Esa es la mayor preocupación que tenemos todos los de la cultura. Nunca había sacado un disco que no haya podido cantar. Es frustrante. Nos va a pasar factura a todos psicológicament no poder abrazar, no poder pegarte una fiesta, no poder ir a un festival… La vida es eso. Pero, como siempre, hay que reinventarse y salir, porque saldremos. Si salieron nuestros padres, y nuestros abuelos, nosotros también.