Rockola, Libros. 23 de enero de 2009

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Rockola, Libros. 23 de enero de 2009Memorias de un Rolling Stone
Ron Wood

GLOBAL RHYTHM

En principio, cualquier biografía en la que un artista nos cuenta en primera persona su experiencia vital debería ser mucho más interesante y creíble que la que pueda aportarnos cualquier otra clase de autores, a priori, más discutibles en su opinión y que, sin duda, se ha visto obligados a documentarse en segundas o terceras fuentes, seguramente menos fiables que la del propio interesado. En el caso que ahora nos ocupa, esta autobiografía del rolling stone Ronnie Word se nos antoja tras su lectura más divertida que informativa en mayor o menor profundidad. Me explico. Que Wood es un tipo que en el mundo del espectáculo tiene buenísima fama, parece fuera de toda duda y se le reconoce más por lo buena persona que al parecer es que no por las grandes aportaciones musicales que haya podido hacer. Nadie duda que es un guitarrista muy competente capaz de adaptarse a cualquier situación artística –hablamos de capacidad técnica y de “savoir faire” en cualquier ámbito estilístico en el que se proponga experimentar– cosa que ha tenido ocasión de demostrar en su ya larga y azarosa vida en común con sus Satánicas Majestades, pero también en otras numerosas y variadas experiencias en solitario o en formato grupal que ha llevado a cabo todos estos años desde que a los 16 años debutara como músico profesional. Pero tampoco que tras todo este tiempo en la carretera no ha quedado para la posteridad ninguna obra –léase canción o disco– que deba ser considerado como relevante para la historia de la música. Pero algo deberá tener –un carácter afable y una capacidad de fomentar amistades, presumo que excepcionales– cuando propios y extraños (músicos como Jeff Beck, John Lennon, Rod Stewart, Jimi Hendrix, Bob Dylan, Eric Clapton, Bob Marley, Bo Diddley o George Harrison y personalidades de otros ámbitos como Tony Curtis, John Belushi o el mismísimo Muhammad Ali, entre muchos otros más) lo han estado requieriendo constantemente para convivir artísticamente o colaborar en proyectos de toda índole.
    El caso es que en estas Memorias de un Rolling Stone, al parecer bastante sinceras a tenor de lo que llega a contar, no le tiembla la palabra al bueno de Ronnie cuando se trata de hablar de los pasajes más escabrosos de su vida; aquellos en que el eslogan por antonomasia de este negocio –sexo, drogas y, por supuesto, rock & roll– se cumple a rajatabla en toda su magnitud. Sí que es verdad que se echa de menos algo más de información musical, detalles de grabaciones, modos compositivos, etc., pero es que las partes “rosa” y “amarilla” de la historia son tan sabrosas y abundantes en detalles que cuando uno se da cuenta ya se ha devorado sus casi 350 páginas de anécdotas.
    Queda claro que los dos personajes de su vida fuera de la estricta relación consanguínea con padres, hermanos o hijos, son por este orden Jo, su última compañera sentimental hasta la fecha y, por supuesto, el incombustible Keith Richards. Si la primera ha sido el elemento clave que ha logrado preservar desde hace más de treinta años y con no pocos quebrantos su seguridad física y mental –otra vez, por lo del sexo y las drogas–, el segundo ha supuesto algo así como su álter ego, en cuanto a amistad, complicidad a todos los niveles y una química musical dentro y fuera de los escenarios y de los estudios de grabación, que ha sido, seguramente, la culpable de que los Rolling Stones sigan dando saltos de un lado a otro del mundo sin apenas parar. Se agradece en lo discursivo ese tonillo pícaro y gamberro que parece ha presidido todo su existencia y que uno no sabe si calificar de completamente hilarante o simplemente de tragicomedia por muchas de las situaciones aquí descritas.
    Incluye por supuesto esa interesante y muy reveladora faceta suya de pintor –no olvidemos que como muchos grandes de la música su génesis formativa debemos buscarla en una escuela de arte cualquiera del Reino Unido– que ha sido el complemento vital perfecto para ocupar o compartir las pocas horas que su condición de dinosaurio del rock casi a full time o de padre y esposo más o menos modélico, le  han dejado disponibles.
JAVIER DE CASTRO.

Amy, Amy, Amy. La historia de Amy Winehouse
Nick Johnstone

DISCOS CRUDOS

Confieso que empezé la lectura de Amy, Amy, Amy con desconfianza. Los libros sobre grupos o solistas con carreras de corto recorrido suelen ser superficiales y con textos “hinchados” para que tengan un volumen mínimamente comercial cuando la trayectoria del protagonista no da para más de cien páginas. Este podría ser el caso del libro que nos ocupa, pero no lo es. Nick Johnston ha sabido sustentar su discurso en el nacimiento artístico de Amy Winehouse y cómo muy pronto su carrera fue guiada y dirigida por la “industria” que vio en la joven británica una nueva gallina de los huevos de oro.
    El autor describe muy bien todos los pasos que siguió Winehouse hasta conseguir el éxito atronador con Back to black. Jonhston se lamenta de no haber contado con la colaboración de la interfecta y su entorno para escribir el libro y se haya tenido que conformar con las entrevistas publicadas en la prensa británica. Humildemente, creo que es mejor así. De esta manera, el autor ha podido tomar cierta distancia con el personaje y abordar con más frialdad la segunda parte de esta historia. Me refiero, naturalmente, a la errática trayectoria personal de la Winehouse con episodios y “numeritos” que habitualmente aparecen en la sección “La Semana Bizarra”, de esta vuestra web musical favorita, pero que no se podían obviar en esta primera biografía de la cantante británica que, con tan solo dos discos, se ha convertido en uno de los fenómenos mediáticos más importantes del pop en los últimos años.
ÀLEX ORÓ.


Rock My Religion. Cruce de caminos entre el rock y las artes visuales
Varios

EXPLORAFOTO

El “Festival Internacional de Fotografía de Castilla y León”, conocido popularmente por “Explorafoto” brindó durante los meses finales del pasado año 2008, la oportunidad a todos los aficionados a la música y a las artes aplicadas en general, de gozar de una serie de eventos a cada cual más interesante. La sede elegida para desarrollarlos ha sido la hermosa ciudad de Salamanca, una de las ciudades universitarias españolas por antonomasia, lo que, ya de partida, garantizaba un grado alto de posibilidades de éxito para dicha iniciativa cultural, amén de un buen número de conciertos y actuaciones que redondearon tan atractiva propuesta. El resto de la receta ha sido un apetitoso programa compuesto por diferentes exposiciones de fotografías, vídeo-montajes, instalaciones sonoras, multimedia o pintura, todo ello firmado por creadores de fama internacional del calibre de, por ejemplo –cito solo unos pocos, porque la relación es tan larga como excelsa– Andy Warhol, Stephen Shore, Billy Name, Raoul Haussman, Alfred Wertheimer, Ernest Whiters, Jamie Reid, Janet Cardiff, Yoko Ono, Alejandro Vidal, Rodney Gram, Dan Gram, Nam June, Paik, Martín Frías o Félix Curto. Es decir, sólo, algunas de las cincuenta firmas a través de las que se acercó al espectador la relación entre arte y rock desde la década de los 50 y hasta ahora mismo y que han acabado por convertir a la ciudad castellana en, quizás, la sede de la muestra más importante de estas características que se ha hecho hasta el momento, al menos en Europa, en torno a estas temáticas.
    Como fantástica muestra de lo que ha sido esta ocasión, quizá únca, de ver junta la obra de tan importantes artistas, citaré la estupenda muestra de Baron Wolman, el mítico fotógrafo de Rollig Stone al que no únicamente se le organizó una exposición retrospectiva amplísima, sino que se le brindó la oportunidad de explicar en diferentes conferencias su relación personal –en ocasiones, también íntima– con algunas de las personalidades más importantes del rock de las últimas cuatro décadas como Janis Joplin, los Rolling Stones o Jimi Hendrix, entre muchísimos más. Como único recuerdo de todo ello, al menos hasta la fecha, los organizadores del festival han editado un coquetón catálogo magníficamente presentado a todo color y en tapa dura aunque de dimensiones reducidas (10 X 10 cm) que logra en apenas doscientas páginas pero con acierto indudable, resumir de forma gráfica lo que ha supuesto esta cita músico-artística auténticamente irrepetible.
JAVIER DE CASTRO.

La historia del punk
Phil Strongman

ROBINBOOK

A pesar de que la bibliografía disponible sobre el punk es bastante amplia y a que a muchos nos parecía que desde la edición ya demasiado lejana en el tiempo del magnífico estado de la cuestión de L. McNeil Por favor mátame, poco o nada más se podía añadir que mejorase lo existente, nos llega ahora esta obra de Phil Strongman como estupenda nueva aportación a la historia global de la mal llamada “música basura”. No obstante, y aunque el subtítulo de este volumen afirme de una manera quizás algo rimbombante que el punk fue el movimiento juvenil que transformó la escena musical y social en el mundo, afirmación a nuestro entender cuando menos discutible –hay otra mucho más bestia aún que sentencia que los Pistols son la mejor banda surgida desde los ¡¡¡Beatles!!!– la verdad es que su lectura se nos antoja sumamente agradable puesto que el autor, sobre todo, ha focalizado su análisis hacia las principales personalidades del movimiento, utilizando un estilo descriptivo a lo “cinéma vérité” convertido en uno más de los personajes de la acción puesto que tuvo el privilegio de vivir de forma muy próxima, o incluso desde dentro, todo lo sucedido.
    El contenido, que abarca, más o menos, desde el otoño de 1976, cuando aconteció el festival punk del mítico Club 100, hasta la celebración por dinero de alguna que otra sospechosa reunión acontecida mediados los años 90 –el apartado que el texto titula “Selfridges: escapar al siglo XX”–, puede dividirse en dos partes más o menos estancas: la primera, “Punk: ser underground”, que podría ser como una especie de introducción histórica y mediante algo así como un “who is who” + un “dónde estaba cada uno antes de…” y otra, ya metidos en harina, “Punk rocks: ser comercial” en la que se describe de forma trepidante “todo” lo que supuestamente sucedió. En los contenidos de ambas se materializan diversas idas y venidas en el tiempo, como si de un formato “flashback” se tratase, cosa que sirve para sostener mejor ciertas conexiones históricas imprescindibles para entender mejor algunas situaciones. El elenco es amplio porque conviven en el relato –no podía ser de otra forma– no únicamente las primeras espadas del escalafón sino otros combos junto a artistas de menos enjundia y fama a ambos lados del Atlántico. A saber, Sex Pistols, The Clash, Damned, Dead Kennedys, Televisión, Buzzcocks, Blondie, Patti Smith, Ramones, Generation X o P.I.L., amén de otro etcétera largo de personalidades comentadas más, incluyendo como citas  residuales varias referencias a gente como los Joy Division, por ejemplo, a los que, en su caso, se les hace aparecer de vez en cuando más por proximidad ideológica que por similitud estética o musical.
    En fin, para los entendidos en historia social de la música, un más que buen ejercicio analítico y, para los recién introducidos en el tema, una obra de enganche seguro por su muy fácil lectura.
JAVIER DE CASTRO.