Llegan los Beatles. Historias de una generación
Varios (U. Buttafava / E. Gentile, Eds.)
SKIRA
Ya se ha dicho repetidamente en esta misma sección de reseñas de libros de temática musical que la biografía y la obra de los Beatles han sido y, con toda seguridad, seguirán siendo la mayor fuente de análisis posible. Ahora bien, lo que quizás se vuelve cada vez más complicado para todas y cada una de las nuevas aportaciones bibliográficas que invariablemente nos llegan año tras año, es lograr no caer en la reiteración para conseguir dar un enfoque diferente o novedoso a esas entregas de cuño tan reciente. Se está constatando cada vez más en los últimos tiempos, que al interés ya inherente en cualquiera de esos libros nuevos referidos a los melenudos de Liverpool, debe sumarse una nueva perspectiva que iría más allá de la pura y dura labor de investigación histórica o musical; me refiero, como ocurre en el caso que ahora nos ocupa, de una mayor profundización en la percepción que el fenómeno produjo durante los años de vida artística del grupo a sus contemporáneos; que sigue interesando a la gente de todas las edades en la actualidad; y que seguirá produciendo, seguramente, en las generaciones venideras en un futuro a medio y largo plazo.
Este espectacular Llegan los Beatles, volumen ilustrado a todo color, es una traducción –que simultanea el español y el inglés– de una obra redactada originalmente en italiano y que en su origen fueron el texto y notas explicativas utilizadas para el catálogo de una exposición de homónimo título y que se repartió en varios ámbitos temáticos, entre los que destacan: “Las historias y la historia de una generación”; “Los Beatles y el 1967: un año increíble”; “Los Beatles y su entorno”; “Get Back – Un cine reconocido”; “Beatles: una revolución con efecto retardado” o “Los Beatles y la moda”. En dicha muestra, a través de una espectacular colección de objetos provenientes de todo el mundo relacionados con el célebre conjunto (discos, objetos de memorabilia y recuerdos escritos varios), se pretendía resaltar su impacto pero también contextualizar socialmente a la generación que vivió en el país transalpino durante los años 60, es decir, los del furor Beatlemaníaco que sacudió a buena parte del orbe. Todo ello sin perder de vista que esa juventud representó de alguna manera, también, buena parte de los elementos que caracterizaron la situación social y política del mundo occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente esa generación que nació durante la guerra, de la que salieron John, Paul, George y Ringo a finales de los años 50 y la que, con ellos como estandartes indiscutibles, se encargó de crear el nuevo orden musical. Un nuevo orden musical y social que desde ciertos puntos de vista se nutrió o propició elementos transgresivos que los jóvenes reivindicaron como propios: a saber, un vocabulario diferente al de los adultos y hábitos gestuales, indumentarios, estéticos y comunicativos también alternativos al orden establecido. Así como los Beatles crecieron y cambiaron con su música, la sociedad y el mundo creció y cambió con ellos, quizás también gracias a ellos. El nuevo mundo conserva intacta la fuerza, la lección y la energía de los movimientos culturales y artísticos que trajeron consigo.
Los Beatles, tanto entonces como ahora, con su carrera y el abanico de reflejos indirectos que escapan de sus canciones, están vivos y son más actuales que nunca. Las radios, las televisiones, los periódicos y las revistas de todas las latitudes –junto al maná informativo que supone la red virtual– nos lo recuerdan cada día, retroalimentándose todavía del mito. Y como mejor muestra de ello, este sugerente libro.
JAVIER DE CASTRO.
Comunicación y música I. Lenguaje y medios
Comunicación y música II. Tecnologías y audiencias
Varios (M. de Aguilera, J. E. Adell, A. Sedeño, Eds.)
UOCPRESS
Aquellos que estamos vinculados de una u otra forma al mundo universitario sabemos lo difícil que ha sido –o diría mejor, sigue siendo, en la mayoría de los casos– que la música moderna entendida en sentido amplio (jazz, pop-rock, folk o cualquiera de sus derivados genéricos) entre en nuestras aulas en igualdad de condiciones a otras materias regladas. Durante décadas y en el mejor de los casos, algunas especialidades de letras, humanísticas o de ciencias sociales han contado con algunas asignaturas relacionadas con dicha temática pero casi siempre desde la perspectiva de la quizás mal llamada música “culta”; es decir, la antigua, la clásica, la ópera o, estirando mucho, aquello que se conoce como música contemporánea y subgéneros como el dodecafonismo o la minimal. A la gente que copaba las cátedras de Arte, de las que generalmente dependían esas escasas materias matriculables, les parecía poco menos que de risa hablar de la creación y la interpretación musicales más allá del primer o segundo cuartos del siglo XX si no era citando como lo más “moderno” a nombres como Satie, Debussy, Schoemberg, Ígor Stravinski, Béla Bartók, Gerswin o, más recientemente, al propio John Cage. Sin embargo, hablar de Elvis, de los Beatles o de Bob Dylan resultaba como una especie de sacrilegio o, mejor todavía, una frivolidad y moda pasajera, eso del rock & roll. Sólo es a partir de la década de los años 80, cuando empezaron a programarse en unas pocas universidades algunas conferencias y foros de discusión para dar paso, más tarde y en época mucho más reciente, a cursos de verano, ciclos monográficos o estudios de postgrado sobre tal o cual materia musical. La musicología poco a poco ha ido ganando espacio en la enseñanza universitaria y ya algunos planes de estudio relacionados con la comunicación u otros más generalistas, a través de lo que hoy denominamos créditos de libre elección, permiten a muchos de sus alumnos matriculados profundizar con seriedad en la materia musical desde muchas y variadas perspectivas y, lo más importante, sin discriminar por las razones que sea a ningún movimiento artístico ni, por supuesto tampoco, a creador alguno por “raro” o “alternativo” que sea y aunque –vade retro– no haya pasado en su vida por un conservatorio.
Los dos volúmenes que estamos comentando provienen del trabajo de diferentes estudiosos y especialistas –la mayoría profesores o investigadores universitarios– e irían en esta línea de amplitud de miras porque ahondan en la importancia social de la comunicación y en la relación de ésta con la música. A partir de varios bloques temáticos denominados “Música y lenguaje”, “Música y medios”, “Música y tecnología” y “Música, audiencias e hibridaciones” amén de otro par de apartados conformados por varias experiencias didácticas y charlas presenciales en los que participaron algunos de los autores y alumnos de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), el lector puede hacerse una idea global bastante certera de la importancia que en nuestra actualidad más inmediata supone la música para los diferentes lenguajes comunicativos sociales y viceversa. Todo y que, en general, casi todas las aportaciones que se incluyen en este monográfico deberían despertar gran interés para el lector, me gustaría destacar por su rabiosa actualidad los artículos siguientes: de Ana Sedeño “La relación músico-visual en el videoclip”; de Jesús Alcalde: “La interacción música-imagen en la cultura de la escucha”; de Miguel J. Sevilla: “La música como protagonista: el anuncio visual”; de Joan E. Adell: “Músicas portátiles: tecnología y evolución del consumo musical”; de Héctor Fouce: “No es lo mismo; audiencias activas y públicos masivos en la era de la música digital” o el de Amparo Porta: “Música en construcción; un análisis de contenido de las revistas Rolling Stone y 40 P”. Aunque mención aparte merece también “Música y medios de comunicación en Cataluña”, una aportación fina y razonada de Jordi Turtós –compañero y antiguo colaborador de esta revista antes de que la misma saltase a la virtualidad de la red– que traza una perspectiva histórica y hasta nuestro presente más inmediato de la evolución de los medios especializados y de la crítica musical en Cataluña –extrapolable sin embargo a otras comunidades del estado español– y que firma junto a su nombre con la expresión “Periodista musical (especie en vías de extinción)” no sin cierta sorna pero desde una perspectiva de auténtica y trágica realidad. ¿Os suena compañeros?
JAVIER DE CASTRO.