Rebeldes
Más sabe el diablo
Rebel Records/Karonte
Los Rebeldes, o Carlos Segarra –que viene a ser lo mismo– parecen vivir, como los Beach Boys, en ese verano eterno en el que la diversión está asegurada: en sus canciones no busques compleja filosofía o soflamas sociales, lo suyo es mucho más carnal e inmediato. Así que ahora que el verano pega sus últimos coletazos, viene al pelo esta nueva entrega de la banda barcelonesa, producida por Aurelio Morata y con la incorporación en las guitarras del Lunático y ex M Clan Santi Campillo.
Lo cierto es que los Rebeldes siguen en sus trece, sonando como dios, pero aficionados a esos temas clásicos que unen diversión, noches, carretera y chicas –ahora quizás de éstas algo menos, o se tornan más reflexivos en sus aproximaciones a ellas, como en “Perros y gatos”– junto, que ya son casi 30 años de supervivencia, a miradas al pasado, como en la titular “Más sabe el diablo” (que sabe más por cabrón que por diablo…) y buen humor sobre el paisaje (la irónica “Made in Spain”: “Uno trabajando y más de 20 mirando”) y cómo no, los típicos golpes en el pecho para rockeros de corazón (en la potente “Sangre de rock and roll”, a dúo con Mürfila); aunque Segarra también dice la suya sobre los tiempos de comida rápida que vivimos en “Carne para tiburones”. Hasta la “bolinguera” “Agua de Valencia”, una vez pasado el susto inicial, tiene su aquel y no se tarda mucho en entonar la colección de tópicos con los que se brinda por este brebaje autóctono a base de naranja y cava. Todo ello despachado con el buen ritmo habitual que te impide dejar de mover los pies, con la mirada puesta en el rock and roll y en los sonidos clásicos de Norteamérica en los que con tanta mano maestra se maneja Segarra desde hace tres décadas.
Para el tanteo final quedan, por lo menos, media docena de canciones sensacionales: “Carne para tiburones”, “Perros y gatos” (¡toma swing!), “Desnudos en la playa” (qué clima surfero más logrado), “Cambalache” (de orientación latina, y sin nada que ver con el tango del mismo título), “Orgullo y pasión” (seguramente la pieza mayor de este álbum), “Buen viento y barca nueva” (título que toma prestado del “Bon vent i barca nova” de Ovidi Montllor)
Más sabe el diablo levanta a un muerto y muestra a Segarra y a los suyos en forma. Lo mismo sirve para escucharlo el lunes de camino al tajo que para entonarse el sábado por la tarde.
JUAN PUCHADES.
Les Très Bien Ensemble
Rougeole
ELEFANT
Vuelven a la carga Les Très Bien Ensemble, uno de los grupos con las filias más elegantes del pop español. La más destacada es la francofilia, o lo que es lo mismo, amor por los sonidos procedentes de Francia, especialmente los protagonizados por cantantes como Françoise Hardy, France Galle y el resto de “filles” ye-yé, Serge Gainsbourg o Jaques Dutronc. Esta deuda sonora enlaza con su otra filia, la “sixtiefilia”, la de la pasión por los sonidos de los años sesenta, hábilmente manejada por su guitarrista Phillipe des Fraisons, conocido en ámbitos más castizos como Felipe “de los Fresones”.
Rougeole (sarampión) es su segundo trabajo discográfico, una colección de doce canciones que logra atrapar al oyente con la calidez y la sensibilidad de sus melodías. Doux-amer, su primer disco, tenía una producción más “vintage” y el resultado acercaba a Suzette y sus “garçons” a las sonoridades de sus artistas galos sesenteros más admirados. En Rougeole hay una mayor elaboración de los temas, algo que suele suceder en la segunda entrega discográfica de muchos grupos y que, a veces, se traduce en una pérdida de frescura, pero en el caso de los TBE, refuerza y potencia las canciones hasta el límite de la solemnidad y la emotividad y los acerca a artistas francófonos más contemporáneos como Françoiz Breut, Phillipe Katerine o Karen Ann. Rougeole es un disco que habla del paso del tiempo, de la vida y la muerte. Doce canciones para escuchar con mucha atención este otoño. Doce razones para aprender francés.
ÀLEX ORÓ.
Los Reservas
Entre las Flores
LUCINDA RECORDS/SUBTERFUGE
De todas las etiquetas valorativas, la de pop español es sin duda la que más pobreza en la categorización y menos alcance denotativo ofrece. Suele referirse a grupos de clara limpieza vocal e instrumental, letras sentimentales y directas, estructura medida y un claro anclaje en los ochenta. Suelen acertar en alguna canción, aunque lo habitual es que se trate de composiciones insulsas. Todo ello es claramente aplicable a Los Reservas, con la única salvedad de que la proporción de canciones con sustancia es mayor, aunque las lastre el consciente remedo de sus fuentes.
Y éste quizás es el único argumento del disco: la asunción precisa de un modelo para cada canción. A veces se acercan al hard-rock, incluso en los dejes vocales, como en “Viviendo en el planeta rock”; otras –“Ay qué pena”– recrean esa verborrea y esas guitarras saltarinas de Los Rodríguez. De golpe asaltan con una rodaja de pop festivo a lo Diablos como “Más de lo que ya te amé” y de golpe se convierten en cantautores y parecen rescatar a Pedro Guerra en “Lugares extraños”.
Sin embargo, es un disco hecho con verdadera inteligencia, no en vano Marc Vilaclara y Joan Pàmies vienen de la banda de Carlos Cros y con él ya habían sido artífices de un disco impoluto. Quizás éste no lo sea en su conjunto, la dispersión acaba penalizando, pero tiene un buen puñado de canciones deslumbrantes: “Lo que tú no sabes”, un baladón soul lleno de vientos tenaces y, sobre todo, “Lo mejor para ti”, una delicia de melodía adhesiva, coros precisos y guitarras soñolientas. Un disco de aire pasado y espíritu presente. O al revés, que viene a ser lo mismo.
CÉSAR PRIETO.
Rose Hill Drive
Moon is the new earth
MEGAFORCE
Cada vez son más las bandas jovenes que deciden tomar el pasado histórico musical como materia prima para labrar su futuro. Buena premisa para combatir modernismos vacíos y “cool”, especialmente si la alternativa está llena de contenido, como es el caso. El segundo CD de los americanos Rose Hill Drive no es solamente bueno: es superlativo. Rock and roll anglo, bien arreglado y ejecutado en caliente por este trío engrasado y rodado. Suenan clásicos, tanto que bien podría tratarse de una banda yanqui de los tardíos sesenta. Imaginativos, inspirados, sólo por un tema como “Laughling in the streets” ya merece la pena hacerse con el disco, aunque para fortuna de todos se trata sólo de una referencia, pues el resto de los temas no bajan del notable alto.
No hay flaquezas en este artefacto, tan lleno de vida como sus creadores. Es cierto que este tipo de bandas parecen estar creando un subgénero “vintage”, pero situar a Rose Hill Drive en ese gueto sería una injusticia, pues dejan patente una férrea voluntad por no estancarse en sus patrones culturales. No presentan nada nuevo, pero su propuesta es sólida y para nada rancia, no repiten fórmulas sino que aplican influencias sin caer en plagios estúpidos ni en temas deshilados bajo el pretexto de la jam o la pureza. La canción empieza, acaba y entremedias te han metido en la cabeza estribillos y riffs de matrícula de honor.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Ángel Kaplan
Transparent dayze
LOST RECORDINGS
No suele haber una sensación que regocije más que encontrar fuera de los canales habituales esas canciones que parece que estaban esperándonos. Algo de eso ocurre con el asturiano Ángel Kaplan en el disco que se ha autoeditado, lleno de composiciones que le bullían y que sus amigos lamentábamos que no saliesen a la luz. Volcado al power pop en sus experiencias con Bubblegum o Dr. Explosión, aquí se desmarca y nos entrega seis elegantes canciones que deben tanto a la Norteamérica de la Costa Oeste como al pop anglosajón.
Son interpretaciones cosidas con un hilo primoroso en los arreglos, y ello hace grandes a unas melodías que ya son grandes de por sí: una trompeta que dispara un lirismo campestre heredado de Pete Dello o de unos Beach Boys tardíos en “Broken toys”, una delicia con xilófono y viola que recuerda a las canciones de feria como es “Time will be gone so fast”. Notas que desgranan algo en el corazón porque están hechas con cristales de verdadera pasión.
No duda en tomar modelos ya sancionados –y también olvidados como la canción de West Coast Pop Art Experimental Band que da título al disco–, pero la similitud se resuelve con personalidad y emoción. “Not my friend” sería puro Simon & Garfunkel si se borrara esa leve traza de melancolía, “No return” parece sacada del doble blanco y haber recibido una inyección de alegría y de placidez.
Eso es, canciones que nos esperan, que no vienen a nosotros con ninguna campaña promocional. Intimidad que retrata a amigos con la retórica de los héroes griegos en esa miniatura que es “Kid Kubrick”. Y como se trata de eso, de artefactos que corren al fin y al cabo entre amigos, sería una lástima que el lector no pudiese acceder a una de las escasas tiendas que lo sirven, así que en este mail se lo pueden conseguir sin problemas. Eso sí, sólo en vinilo. Gracias a Dios, todavía hay clases.
CÉSAR PRIETO.
Los Gatos
Reunión 2007 en vivo
PENTIMENTO/MELOPEA
Reacio como pocos a “reunir” al que fue uno de los grupos básicos del rock argentino de los años 60, el año pasado Litto Nebbia se animó a celebrar el 40 aniversario de la fundación de Los Gatos –como había hecho dos años antes con Los Gatos Salvajes– para una serie de conciertos cerrada y limitada, nada de apurar la nostalgia hasta el cansancio de la audiencia.
No pudo estar el quinteto original por la muerte de Óscar Moro –sustituido por dos baterías: Daniel Colombres y Rodolfo García–, ni el último guitarrista –Pappo, fallecido en 2005– pero los otro cuatro Gatos de la primera formación ahí estuvieron –Litto Nebbia (voz, teclados y guitarra), Ciro Fogliatta (órgano, piano, coros), Kay Galifi (guitarra) y Alfredo Toth (bajo, coros)–, repasando aquellas viejas canciones que definieron una manera de hacer rock en nuestro idioma: “Soy de cualquier lugar”, “El vagabundo”, “Mañana”, “Viento dile a la lluvia”, “Esperando a Dios”, “La chica del paraguas”, “Madre, escúchame”, “Rock de la mujer perdida” o, cómo no, “La balsa” (de la que se incluyen dos versiones, una en directo y otra en estudio, ambas con Fito Páez como invitado en la voz). Temas que toman nuevos vuelos en las manos y gargantas de estos Gatos, más viejos pero más sabios, tanto que saben ser respetuosos con unas composiciones que ya en sus versiones originales resultaron sorprendentemente perfectas para la época y la latitud.
Un placer escuchar a Los Gatos de nuevo, vivos y en forma en este directo grabado la noche en la que abrieron la gira de regreso. Desgraciadamente, por el momento este disco no se distribuye en España.
JUAN PUCHADES.
The Explorers Club
Freedom wind
DEAD OCEANS/HOUSTON PARTY
The Explorers Club suenan igual que los discos surferos de los Beach Boys. Tal cual. No sabemos si por un inconfesable fetichismo por las composiciones de Brian Wilson o por la simple intención de convertirse en un grupo clon, la colección de canciones que nos presenta esta banda de Carolina del Sur nos traslada directamente a las playas californianas. El sonido es impecable. Consiguen imitar hasta el más mínimo detalle de las producciones musicales de los chicos de la playa (portada incluida), con algún que otro destello de Phil Spector y Burt Bacharach. Lo bueno del asunto es que no tienen ninguna otra pretensión y esto es lo que convierte este disco en algo entrañable.
“Forever”, la canción que abre el álbum, tiene reminiscencias de las Ronnettes. “Last kiss” es realmente turbadora, mientras que “If you go” la podrían firmar a medias Brian Wilson y Richard Hawley. El resto de canciones no tiene desperdicio. Si te gustan los Beach Boys, cierra los ojos, imagina que es su último disco y disfrutarás hasta la última nota. En caso contrario, prueba y comprobarás que pese a ser un álbum completamente inútil y que no aporta ninguna novedad sonora, está cargado de razones para que te cautive.
ÀLEX ORÓ.