Rockola, Discos. 31 de octubre de 2008

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Rockola, Discos. 31 de octubre de 2008Candy Caramelo
Por amar no hay que pagar

DRO/WARNER

A
veces, encarar la grabación de un disco alejándose de pretensiones
comerciales suele ser la clave para alcanzar loables metas creativas.
Olvidar las listas de éxitos puede ser el ingrediente fundamental en la
receta para cocinar un buen disco, y que irónicamente conecte con el
público mayoritario. No sabemos hasta qué punto ocurrirá esto último
con el primer álbum en solitario de Candy Caramelo, pero sí podemos
subrayar que el susodicho ha firmado un trabajo que no sólo supura
calidad por los cuatro costados, sino que es divertidísimo.

Hacía tiempo que no aparecía un disco cuyo objetivo fuera el mero
entretenimiento del oyente. Y sí, aquí hay entretenimiento para dar y
tomar, pero con calidad y a ritmo de rock and roll clásico, de época,
bien anclado en los 50. Al fin y al cabo, ¿no es esa la misión del rock
and roll? La criatura nació como dramática evasión y sólo fue con el
tiempo que se intelectualizó (¡bendito Dylan!), así que volver a las
raíces saltarinas y sensuales de la mano de Candy no deja de ser una
pequeña lección de historia que es de agrado repasar.
En Por amar no hay que pagar,
el bajista más deseado del rock español (en los últimos tiempos
repartiéndose entre Fito y Fitipaldis y Andrés Calamaro) se destapa
como un guitarrista de “feeling” arrollador y como un cantante más que
solvente (en algunos momentos su voz puede recordar a la del M Clan
Carlos Tarque), capaz de empujar el bailoteo del chocar del hielo y el
vaso, al son del taco y la bola (¡el rock and roll se bailaba antes de
las cajas de ritmo!).
Las brillantes colaboraciones de sus
jefes (tanto Fito como Calamaro se marcan sendos duetos) son un
aliciente más, pero el protagonista es este secundario de lujo que
salta al primer plano del fotograma con gracia, esmero y muy buenas
canciones. Solvente es poco para definir a este caballero, él se lo
guisa (¡también lo produce!) y él se lo come con la ayuda de estimados
compañeros de aventuras «calamarianas» como «El Niño» Bruno o Julián
Kanevsky.
Quizá la época idónea para disfrutar de una música tan
caliente no sea el frío otoño en el que ha sido editado, pero sólo una
escucha puede convertir noviembre en florida primavera.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

David Holmes
The holy pictures

MERCURY/UNIVERSAL MUSIC IMPORT

Quien piense que Hollywood ha cambiado al creador de discos como Let’s get killed o Bow down to the exit sign
es que no ha oído este primer trabajo realmente nuevo que el de Belfast
graba en cinco años. David Holmes ha tirado esta vez para casa, con su
lluvia y sus grises, recordando a sus padres fallecidos y amigos, y
estableciendo de paso un proceso de examinación personal que le ha
llevado por (casi) toda la música que le ha gustado siempre: mucho
Beach Boys, Velvet Underground, Blondie, The Jesus & Mary Chain, el
after-punk británico y, por supuesto, el “kraut”. Dos piezas modélicas
como “I heard wonders” o “Melanie” podrían pasar por un rotundo
homenaje al recientemente desaparecido Klaus Dinger, con la
circularidad rítmica y melódica de sus grupos (Neu!, La Düsseldorf). Y
otra canción, como “The ballad of Sarah and Jack”, apunta hacia la
pareja Brian Eno/Daniel Lanois. A lo mejor se ha dejado aquí fuera su
propensión nata para la punzante orfebrería sonora que obtenía de gemas
“garajeras” del soul o de viejas sintonías de TV. Pero para eso ya
están más a mano las últimas películas de Steven Soderbergh, con la
saga triple de Danny Ocean a la cabeza. Martin Rev, teclista de
Suicide, ha coescrito la letra de la mencionada “I heard wonders” y el
no menos célebre Andy Weatherall ha hecho una remezcla que hay que
buscar fuera del álbum.
GERNOT DUDDA.

Cooper
Lemon pop

ELEFANT

Hace
ya unos años que Álex “Cooper” Díez renunció a editar LPs. Quería
focalizar todos sus esfuerzos creativos en el formato single o EP de
cuatro canciones, los más coquetos de la iconografía pop. Pero la cabra
tira al monte y de una manera u otra, Cooper se las ha ingeniado para
editar discos de larga duración. En 2004 optó por Retrovisor, una
recopilación de las canciones más destacadas de sus primeros singles a
la que se añadió dos temas inéditos. Cuatro años más tarde, Cooper nos
ofrece cuatro composiciones nuevas en el EP Lemon pop, que
incluye también una quinta pista, de casi una hora de duración, con la
grabación del concierto en directo que la banda de Álex Díez ofreció en
enero de este año en la sala Gruta 77 de Madrid. Es decir, que por el
precio de un single, el aficionado puede gozar de un larga duración en
vivo.
En Lemon pop, Cooper ofrece el sonido que ha
caracterizado a la banda en los últimos años. A saber: guitarras
rabiosas, una alta dosis de colorista power-pop, bonitas armonías
vocales, unas gotas de nostalgia del sonido Flechazos y algunos
momentos sosegados. Así, “El círculo polar” (una versión de “Getting
over delusion” de Myracle Brah), encarna la versión más pop de Cooper,
“En el sofá” asume el rol de canción sosegada, “Ruido” es un tema que
hubiera podido pertenecer al cancionero de Los Flechazos, mientras “Ola
de calor” entronca con las influencias más sesenteras de Álex Díez.
Habrá quien acuse a Cooper de inmovilismo musical, de repetir la misma
fórmula disco tras disco. Pero si cada EP de Cooper atesora canciones
de la calidad de las de Lemon pop, no hay nada a criticar. Al contrario, temas que desprenden honestidad y ganas de pasarlo bien siempre serán bienvenidos.

La quinta pista esconde 16 temas en directo, la mayoría de ellos
versiones de grupos como Gigoló Aunts, Badfinger, Buzzcocks,
Smithereens, The Muffs, Nacha Pop, Los Bólidos o los Raspberries, sin
olvidar un par de guiños al repertorio de Los Flechazos. Se trata de
una grabación de la que no se han pulido las imperfecciones de un
concierto (tiempos muertos entre canciones, sonorización de la sala…)
que da una idea de cómo suena la banda en directo ahora mismo, aunque
se trate de una actuación atípica en la que no se incluyen las
canciones habituales de los shows de Cooper. Una acta notarial en toda
regla. Un documento sonoro vibrante y altamente recomendable.
ÀLEX ORÓ.

La La Love You
Umm… Qué rico!

FAMILIA MUSICAL

Vienen,
indudablemente, de otra época y de algún otro lugar. Su mundo, el de un
festival emplazado en un planeta de fantasía; su tiempo, aquel en que
los estímulos sean burbujeantes. Los miras, y casi no te los crees. Que
cinco estudiantes de Parla montasen un grupo hace tres años –activo en
maquetas, reconocido como icono– con la misma eficiencia, estética y
pulsión con la que un niño de tres años aporrea tambores es digno de
elogio.
Sí, digo bien, digno de elogio y del grande. Porque todo
lo que ha sido la suprema historia del pop, pues parece que va
decayendo y la música ha de tener una excusa emocional o cultural. Y
existe música sin excusas. Basta acceder a “Cocodrilo” y darse cuenta
de que bajo una explosión glam de barraca de feria a lo Sigue Sigue
Sputnick late un anclaje perfecto con la emoción primigenia. El paso de
Alf, Benny Hill, Punky Brewster o Paco Pil por su letra no es más que
un argumento para recalcar el orgullo de no haber sido fagocitado del
todo por la madurez (“aún hay tiempo para disfrutar”, predice la
letra). Ejemplo preclaro: los coros en la canción de amor a Míriam Díaz
Aroca –parece ser que es fan del grupo a raíz de eso– o en la pimpante
“Mi chica sideral” oxigenan tanto como abrir las ventanas en invierno.

Porque en esencia no es más que eso, guitarrazos hiperventilados a lo
Airbag, facilidad para las melodías como La Casa Azul y resolución
directa como Helen Love, la soltura de los Hombres G primitivos, el
espíritu de Terry IV con algo menos de genialidad poética. Esos
estribillos que se te estampan y no te explicas que antes no
existieran. Y hay muchas: “Palomitas para dos”, “Mariposas” o “Peter y
Wendy” acogen de forma certera toda esa línea de pop desinhibido que
elimina lo serio, lo pretencioso, lo convencional y lo deprimente.
En el extremo, música de “cartoon”. Imagínense las cortinillas de una animación que se llamase Flash de limón.
Pues eso es la canción homónima, una sintonía de dibujos animados. Y a
la vez, editado en una compañía de discos de reciente creación. Tal y
como están las cosas, viene a ser éste –disco y sello– el único
“underground ”posible.
CÉSAR PRIETO.

Towers of London
Fizzy pop

VIBRANT/MASTERTRAX

Los
Towers of London se han reinventado en su segundo trabajo, pero
reinventado con mayúsculas. Siguen practicando rock enérgico pero la
crudeza punk ha sido barrida por una producción limpia, radiable y apta
para todos los públicos. Esta vez se han centrado en componer hits y la
cadencia callejera de su álbum de debut se ha diluido en una fórmula
cuyos componentes principales provienen de la new wave neoyorquina o
del pop inglés más actual. Baterías concisas y sin matices, bailables
líneas de bajo, guitarras de distorsión domada y una voz de festiva
reverberación son las claves para enfrentarse a un trabajo efectivo y
bien llevado que podría suponer el espaldarazo definitivo a su carrera.
Sí, es pop, pero pop de calidad, de pedigrí callejero, chulesco. Quizá
habría sido de agradecer que el punk más crudo no hubiese sido
eliminado de la ecuación final, pero el disco es el que es: sin
profundidad pero de rítmica salvaje. Puro entretenimiento dirigido a
las masas, ampliando mercado y tratando de hacerse un hueco en la liga
pop.
El gancho de Towers of London está en su descaro, su actitud y su cultura (T-Rex o los Clash de Sandinista
asoman por aquí), pero especialmente en esta nueva aventura destaca su
interés por acceder a un nuevo nivel musical, un asalto al galeón del
pop por parte de estos piratas. Suerte en su empresa.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.


Violent Groovy
Aviso de bomba

DFX RECORDS

A
mediados de los años noventa la fusión de estilos parecía ser la única
vía posible para que el rock and roll pudiera continuar innovando.
Robert Plant se aferraba a la world music, Pearl Jam se empapaban de
Neil Young y grupos como Rage Against The Machine, Living Colour o Red
Hot Chilli Peppers se esforzaban por aunar el funk y el rock en una
única visión. En España los nunca suficientemente reivindicados Tribu X
tomaron la última de las tendencias citadas y rompieron barreras
mezclando la rabia del rock alternativo con la rítmica negra. Casi 15
años después, Violent Groovy retoma el testigo del funk metalizado para
llevarlo a un nuevo nivel y conducirlo de vuelta a la calle. Energía
urbana y joven, riffs metalizados, un bajo predominante y una voz que
da el do de pecho ante una sociedad gris y hormigonada que los reclama
como banda sonora oficial. Sus canciones agresivas, de mensaje social o
individualista y están hechas para ser paseadas por calles y avenidas,
como himnos de una generación dormida que debería despertar entre los
entrecortados temas de un disco cuyo título no podría ser más
explícito.
No son amables al oído, pero precisamente esa es su
virtud, que gruñen con todo el temperamento que le faltan a tantísimas
bandas. No venden humo, regalan una descarga sónica de impresión, pero
sin dejar de ser bailables y adictivos. ¿Cómo puede ser? Sencillo, se
disfruta muchísimo escuchando cómo se enzarzan en diatribas sonoras,
cómo caen de pie pirueta tras pirueta. Y quieres volver a ver el truco.
Efectividad, esa es la clave de esta producción cruda que reclama un
hueco a voz en grito. Más que convincentes.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

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RECOPILATORIOS

Varios
Futurismo latino

FACTORÍA AUTOR

Una
recopilación modélica, tanto por concepto como por contenido. No se
trata sólo de celebrar el cruce entre la música latina y la
electrónica. Es mucho más que eso. De una manera más especial que con
otros géneros y latitudes, lo latino lleva muchos años expresándose con
autoridad propia en el lenguaje que establecen los tiempos modernos. Y
aun tratándose esto de “una descarga de música electrónica, hip-hop,
lounge y beats latinos”, como reza el subtítulo del proyecto, aquí se
honra, y mucho, a la riquísima tradición de la música popular
latinoamericana. Su creador y compilador, Valentín Ladrero –responsable
de proyectos como Radical mestizo o Entre dos deltas–,
se introduce con mucha propiedad en territorios de difícil acceso para
el más común de los mortales, como la latintrónica, el hip hop cubano,
el favela funk, el electrotango, el reggaeton, la champeta, la cumbia
electrónica, el nopal beat o el latin-lounge (sea lo que sea mucho de
esto). Independientemente del empaque en los nombres –probablemente
sólo Instituto Mexicano del Sonido, Nortec Collective u Orishas pasen
por ser las más reconocibles–, el verdadero mérito del álbum está en la
oportunidad que brinda de conocer a gente a la que de otra manera no
habríamos llegado (sin faltar, por supuesto, a la merecida
representación española, con Gecko Turner, Javi Pez y Professor Angel
Dust a la cabeza). Muy recomendables dos piezas de innegable factura
afro-beat, como “Changó”, de Ska Cubano (en la remezcla de Álex Acosta
y DJ Floro, claro), y “Ataole remix”, de los colombianos Bomba Estéreo.
GERNOT DUDDA.

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