John Fogerty
Revival
FANTASY/UNIVERSAL
La nueva colaboración entre el sello Fantasy y el ex líder de la Creedence Clearwater Revival va mucho más allá de esa mera anécdota, perfilándose como uno de los mejores álbumes de entre la decena publicados por Fogerty desde su salida de la banda, en 1971. De hecho, este Revival no tiene nada que envidiar a aquel Centerfield de 1985, con el que el cantante dejó claro que, cuando quería, podía ofrecer el mejor rock.
Las guitarras y esa voz genuinamente rockera son las protagonistas de una docena de canciones sin artificio, de efecto rápido y directo sobre el oyente, en las que los tempos y estructuras fluctúan desde el country-rock de algunos pasajes hasta tímidos coqueteos con el pop en otros o salvajes bocanadas de blues, aunque siempre con ese rock básico y clásico como materia prima. Así, si “Don’t you wish it was true» trae dulces ecos de finales de los cincuenta, con un cierto regusto a Roy Orbison en la interpretación de Fogerty, “Long dark night” o “Summer love” deparan un festival de solos de guitarras y arreglos al más puro estilo Creedence, mientras que pasajes como “I can’t take it no more” ayudan a recuperar la confianza en el rock para levantar espíritus. No es fácil destacar una canción sobre otra en este conjunto de producción impecable e inmejorable compañía, con una cuadrilla de músicos acompañando a Fogerty entre la que se respira camaradería de vieja hornada. Un álbum, en definitiva, a prueba de modas, que destila fuerza en 2007 del mismo modo que habría seducido treinta años atrás.
JAVIER MÁRQUEZ.
Nadadora
Hablaremos del miedo
JABALINA
El sexteto gallego ha tirado, en cierta forma, la casa por la ventana a la hora de dar forma a las continuación de Todo el frío del mundo, su estimable debut de hace dos temporadas. En primer lugar, porque se han desprendido de ciertas ataduras líricas que embellecían pero a la vez constreñían algo la claridad de su mensaje. Si en aquel álbum prevalecía el uso de ciertas metáforas escapistas, ahora las voces de Gonzalo Abalo y Sara Atán parecen querer expresar sentimientos más descarnadamente explícitos, fácilmente identificables por públicos más amplios. En segundo lugar, y puede que a consecuencia –o en consonancia– de ello, el grueso de su temario ha ganado en intensidad, algo que se trasluce en ese indisimulado superávit emocional que destilan “Tú y cuántos como tú”, “El bosque”, “Frágil” o “La forma”. Y en tercer lugar, porque para dotar de un empaque instrumental que aguante el peso de tal envite, han incorporado secciones de viento que acicalan su discurso sin hacerlo excesivamente pomposo. Por todo ello, Nadadora maduran sin perder ese carácter de modestos orfebres de un pop en castellano que, pese a escribir sus caracteres en minúsculas, va encontrando poco a poco una vía de crecimiento en la que los referentes son, afortunadamente, cada vez más difusos. Resumiendo, reválida con nota.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Ismael Serrano
Sueños de un hombre despierto
UNIVERSAL
Una década y seis discos después, el artista madrileño recupera su pulso de antaño y su postura de cantautor de vieja escuela. Y no es que el chico defraudase con propuestas anteriores, que en cada caso han venido cumpliendo un mínimo de calidad en todos los sentidos, pero sí que algunos discos, sobre todo los últimos, se perdían un poco en divagaciones estilísticas que no acababan de cuajar de un episodio a otro. En este caso los experimentos han quedado a un lado y el cantautor ha recuperado para su guitarra y su voz el protagonismo absoluto. En este sentido, los trece cortes que conforman este nuevo trabajo hacen gala de una gran madurez, recuperando en buena medida ese excelente tono narrativo de algunos de sus primeros éxitos. De hecho, una de las claves de que este disco de Ismael Serrano vuelva a funcionar tan bien como los primeros radica en que el autor ha vuelto a impregnar los textos de esa melancolía a veces demasiado amarga. Estos sueños de hombre despierto esconden también grandes dosis de ironía, inevitables denuncias sociales, versos rebosantes de amor y respaldos a utopías colectivas. Como mayor sorpresa de esta cuidada producción destaca el dueto con Mercedes Sosa en “Zamba del emigrante”, una de las canciones que Ismael firma junto a Rodolfo Serrano, su padre.
JAVIER MÁRQUEZ.
Iron & Wine
The shepherd’s dog
TRANSGRESSIVE/SUB POP
Desde la discográfica Sub Pop venden el nuevo álbum de Iron & Wine, The shepherd’s dog, como el Swordfishtrombones de Sam Beam, el verdadero espíritu hacedor de Iron & Wine. Comparar cualquier cosa por buena que sea con el disco clave que redefinió el sonido y el camino de todo un Tom Waits es peligroso y perjudicial. Pero, a decir verdad, si quitamos de encima tal superlativo, The shepherd’s dog se presenta como un trabajo diferente, que si no cierra, al menos entorna la puerta con el folk delicado de sus grandes antecesores y abre un punto de partida en la búsqueda de nuevos sonidos, tales como la bossa nova, el funk, los ritmos africanos o los coqueteos electrónicos.
Todo ello sin perder la exquisitez. Porque Iron & Wine vuelven a facturar un trabajo magnífico, incluso más impulsivo y visceral a pesar de grabarse en medio año mientras los anteriores apenas fueron grabados en dos semanas. Buena culpa de esta ralentización la tiene la nómina de colaboradores que han tenido que pasar por el estudio de grabación de Beam, entre ellos miembros de Calexico, como Joey Burns y Paul Niehaus, con los que a dos bandas dio forma en el 2005 al interesante In the reins.
Beam, que ahora vive refugiado con su mujer y cuatro hijas en una colina de Austin, Texas, después de dejar atrás la esperpéntica Miami, ha sabido sacar provecho de sus colaboraciones durante los últimos años y hallar un camino donde mediante su singular e hipnótica voz conviven desde el folk cristalino y algo psicodélico con añadido de percusión, marca de la casa, estilo Nick Drake (“White tooth man” o “Lovesong of the buzzard”), hasta el ligero acento rock de piano de bar (“The devil never sleeps”). Las referencias bíblicas son constantes y se elevan en alegorías como “Innocent bones”, reflexión sobre la piedad y la hipocresía cristianas desde los tiempos de Caín y Abel fundida con una base de bossa nova. De diferente molde son “Resurrection fern” con sus ecos a balada country, “Pagan angel & a borrowed car” con su elástico sitar o, más aún, “House by the sea”, sugerente mezcla que se arrima a la electrónica. Otra pieza de ritmo bailable es el funky “Wolves (Song of the sherpherd’s dog)”, que termina por recrearse en un reggae. Pistas que más que nunca abren otros horizontes, cercanos a Lambchop o los propios Calexico, en la atmósfera siempre misteriosa y personalísima de Iron & Wine, que se reafirma como una propuesta musical única en su especie, repleta de talento y vitalidad.
FERNANDO NAVARRO.
Bernardo Bonezzi
La hora del té
KARONTE
El bueno de Bernardo. Se apartó del pop y su mundanal ruido de fondo para cultivar su faceta cinematográfica (las músicas del primer Almodóvar, Gómez Pereira, Díaz Yanes, Bollaín, Mercero, algún Goya…). Pero en 2004 volvió rebosante con ganas de alumbrar su propia biografía musical. La hora del té es ya el tercer capítulo de esta trilogía que comenzó dedicando a los sonidos de la noche (La hora del lobo), prosiguió con los de la mañana (La hora azul) y culmina ahora con los de la tarde, “el instante más social, participativo y menos introspectivo del día”, según cita Leopoldo Alas en su brillante anotación sobre el disco. Lo de la mencionada falta de introspección es muy relativo y no hay que interpretarlo con frivolidad o ligereza: el disco contempla abundantes instantes de sobrada maestría y extraordinario buen gusto que denotan un calado y una personalidad apabullantes. También revelan que fue en los 80 –ese milagro tecnológico predigital– donde Bonezzi se agenció su propio campo de batalla. Este trabajo remite precisamente a una cualidad esencial que posteriores rescates de época han omitido por ignorancia: La importancia del sonido como hallazgo puesto al servicio de una pieza musical. Y las buenas artes de Bernardo se han encargado de que no sea tan “per se” como a las voces más críticas con la tecnología les gustaría proclamar. El conjunto –completamente instrumental– parece majestuosamente calculado y dispuesto como la propia vajilla sobre el mantel de hilo. Piezas de una lejana e irreconocible sensualidad (“Ceylon orange pekoe”), de leves pero intensos aromas rusos (“Russian caravan”) u orientales (“Lapsang souchon”), o con excitantes reversos de inquietud (“Java green”, “Prince of Wales”). Un disco que sabe a té, huele a té, suena a té.
GERNOT DUDDA.
Two Gallants
Two Gallants
SADDLE CREEK
Con el EP, The scenery of farewell, Two Gallants señalaron la febril intensidad que estaba por venir con el nuevo y esperado largo que acaba de ser publicado y lleva el título de la banda. Un nombre muy simple que no pega para un tercer trabajo pero que, según afirma su cantante y guitarrista Adam Stephens, no es debido a la falta de ideas o la pereza servida en plato grande sino a una sencilla y buscada vuelta a los orígenes.
Tampoco es que estos dos gallardos de la Costa Oeste lleven una carrera que se cuente con las dos manos, o hubiesen presentado un cambio tan radical en su sonido como para retroceder hacia un pasado añorado, pero cuando Stephens asegura que desean retornar a los orígenes parece que lo que quiere es reivindicar, aún más, el desgarrador folk eléctrico que ha dado a conocer a este tremendo dúo asentado en San Francisco.
Porque mucho de lo de antes y lo de siempre sigue intacto. Esto es: folk pero remojado de rock, blues, country, punk y hasta garage. Es una mezcla variada y casi siempre sugestiva. Más que nada porque hay algo “näif” en estos dos chicos que les hace especiales. Sólo basta escuchar “Ribbons round my tongue”, una balada bastarda donde la armónica a la vieja escuela da paso a los versos trágicos salidos de la voz vagabunda de Stephens y acompañados por la de su compañero, Tyson Vogel. O, si se prefiere, “The hand that held me”, un blues con golpes de batería contundentes que en el mismo paquete pone los pelos de punta. Es como si hubiesen salido de una vieja casete recién descubierta en manos de un adolescente con ganas de comerse la vida a bocados.
Las otras siete composiciones tienen la misma fuerza para noquear, con su crueldad folkie de dientes afilados en “Trembling of the rose”, su country punk a lo Violent Femmes en “The dealer” o esos campanazos de batería llamando a la desesperada en “Reflections of the marionette”. Una potencia que todavía muchos recuerdan de su paso por la pasada edición del Azkena Rock de Vitoria y que les puede situar definitivamente un peldaño por encima de otras tantas bandas estadounidenses, como en su día estuvieron los Uncle Tupelo.
FERNANDO NAVARRO.
Los Reactivos
Ex teenagers
LUCINDA RECORDS
La escena de Castellón es especialmente propensa a facturar un power pop acelerado y de espíritu punk. Así ha sido en las dos décadas anteriores y así es en ésta con Los Reactivos, herederos y ex componentes de antiguas y vigorosas bandas de la zona como Depressing Claim o Shock Treatment.
Con un pie en los 80 y otro en los desbarres del punk pop actual, en este primer disco suplen con verdaderas ganas todo lo que no les ofrece una producción escasa y que busca sobre todo la efectividad y el sonido directo. Y por ello el trío logra resultados enérgicos y sustanciosos. Melodías chispeantes, coros que estallan y la sensación de estar ante la resplandeciente esencia de la mejor tradición adolescente, aquella que empieza en los Beach Boys y acaba en Screeching Weasel.
Y las letras se aferran también a ese mundo de costumbrismo sentimental (las dos canciones dedicadas a Carla Love), serie B (“Odisea en el espacio”) y parodia de la industria (Cincuenta por ciento). Todo esto y una revisión de un clásico de Mamá (“Chicas de Colegio”) es lo que conforma un disco que aparece casi de forma casual –los contratan en su primer concierto para una de las fiestas de Flor de Pasión– y que consigue simplemente lo que pretende: trece rodajas de vitaminas musicales.
CÉSAR PRIETO.
Los Imposibles
Lost & fun
BITTERSWEET RECORDS
Los Imposibles fueron una de las mejores bandas de revival sesentero español de los noventa. Sabían mezclar con una tremenda sabiduría el beat, el soul, la psicodelia, el garaje y el castizo espíritu ye-yé hispano de grupos como Los Brincos y Los Cheyenes. Después de grabar tres impecables LPs y una opereta pop, que fue ninguneada en su época pero que gana enteros con el paso de los años, Los Imposibles arrojaron la toalla. Tras diez años de silencio han vuelto a grabar un disco que repite los clichés añejos que dominaban a la perfección. Y la verdad es que a este combo madrileño no se le puede ni debe exigir nada más ya que se trata de una banda sincera que sólo pretende divertir y divertirse tocando y grabando discos. Abre Lost & fun (disponible en CD y LP) “Gooliver song”, un tema que es un punto y seguido con Party a go-go, su tercer LP. “Una vez más” es la prueba palpable de que Los Imposibles son los herederos de Los Brincos en el siglo XXI. “I don’t want u” es su particular homenaje a los Beatles de la época Revolver, “Keep trying” es una perfecta aproximación al blue-eyed soul (soul hecho por blancos) y “Seven ways to love you” y “Faith” son la dosis de garaje que no falta nunca en un disco de los madrileños. ¡Pero ojo! Ninguno de estos temas es un calco de las influencias que citamos. En cada uno de los temas de Lost & fun, Los Imposibles mezclan y agitan todas sus influencias de manera que en cada una de las composiciones de Paco Poza y David Lorenzo hay un poco de todo y mucho de nada con lo cual consiguen un sonido propio e inconfundible que tanto habíamos añorado.
ÁLEX ORÓ.
Varios
Death proof BSO
WARNER
Quentin Tarantino tiene la habilidad de trufar sus películas con excitantes bandas sonoras en las que olvidados temas de los años sesenta y setenta del siglo pasado son los principales protagonistas. El director norteamericano ha repetido esta fórmula desde se debut con Reservoir dogs y Death proof, su última y discutida entrega, no es una excepción. Para explicar como el “serial killer” especialista Mike mata a jóvenes muchachas con su coche, Tarantino ha escogido una composición de Jack Nitzsche titulada “The last race”, un instrumental surf con una angustiosa línea de bajo y otro de Ennio Morricone, “Paranoia prima”, que pone los pelos de punta. Destacan también la versión del tema de The Shirilles “Baby it’s you”, interpretado endurecido y ennegrecido por Smith en 1969; la visita al territorio glam de la mano del “Jeepster” de T-Rex y las baladas soul interpretados por Eddie Floyd y Joe Tex. Pero lo que no deja de sorprender de los “scores” de Tarantino, es su habilidad para escoger composiciones que se alejan del estilo, digamos, “clásico” de sus intérpretes. Así encontramos a The Coasters y su “Down in Mexico”, en el que doo woop se mezcla con el funk; a los reyes del pop babosín de los sesenta Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick and Tich convertidos en una terrible banda de de furibundo garaje pop con “Hold Tight” o a los bluseros Pacific Gas and Electric mojando tímidamente los pies en las aguas de la psicodelia con “Staggole”. Todo esto aderezado con algunos de los diálogos más incisivos del film y que servirán al oyente inquieto para mejorar su nivel de inglés aprendiendo a conjugar el verbo “fuck” y a pronunciarlo en una ilimitada variedad de entonaciones.
ÀLEX ORÓ.
Varios
¡Gózalo! Bugalú Tropical (Vol. II)
VAMPI SOUL / MUNSTER
Multitud de sellos independientes llevan realizando desde hace unos cuantos años ya, una ardua labor de investigación, recuperación y actualización de viejas grabaciones de todos los estilos. El caso que ahora nos ocupa lo ha protagonizado el sello Vampi Soul y es la segunda entrega de una fabulosa recopilación de “bugalús” a base de artistas y bandas peruanas que desde mediados de la década de los sesenta y hasta bien entrada la de los setenta produjeron verdaderos pepinazos bailables de este género tan poco andino en apariencia. El secreto de tal hazaña se explica gracias al trabajo de un productor llamado Manuel A. Guerrero que logró capturar en sus grabaciones un sonido pan-latino emergente gracias a la ayuda de unos cuantos colegas cubanos y portorriqueños de paso que sumaron al típico sonido local unos cuantos ingredientes de cumbia, latin-soul, rock e, incluso, jazz-funk. El resultado práctico fue la activación en el país de los Incas de nuevas tendencias musicales muy próximas a la salsa. A tenor de la vitalidad que desgrana la escucha de estas veintiocho grabaciones que superan todas ellas de largo los 30 años de vida, debe concluirse cuán errados andan aquellos que sostienen que sólo los países muy desarrollados se suelen dar los verdaderos avances de la cosa artística.
JAVIER DE CASTRO.
Pink Floyd
The piper at the gates of dawn
EMI
Cuatro décadas después del lanzamiento del primer álbum de Pink Floyd, con un peso evidente de la arrolladora y oscura personalidad de Syd Barrett, The piper at the gates of dawn vuelve a ponerse a la venta para demostrar su plena vigencia y los numerosos y ricos resquicios que quedan aún por descubrir en su audición. La edición especial que se lanza con motivo de este aniversario consta de tres compactos y un exquisito diseño firmado por el colaborador habitual de la banda, Storm Thorgenson, en el que se incluye también una reproducción del cuaderno de notas de Syd Barrett.
El álbum original se ofrece por duplicado en los dos primeros compactos, en versión mono y estéreo, mientras que el tercer disco es el que más interés despertará probablemente en los seguidores del grupo al incluir numeroso contenido adicional, como todos los sencillos de Pink Floyd de 1967, las caras B y algunas piezas tan suculentas como una versión diferente de “Interstellar overdrive”, más clara y estructurada (editada en su día sólo en Francia) o una mezcla diferente de “Mathilda mother”, con la misma base musical pero con letra distinta. Aunque Pink Floyd seguiría grabando discos memorables tras la marcha de Barrett, no cabe duda de que, como trabajo iniciático, éste perdura como uno de los más originales, rompedores y memorables.
JAVIER MÁRQUEZ
Para consultar el Rockola de la semana pasada.