Rockola, Discos. 26 de diciembre de 2008

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Rockola, Discos. 26 de diciembre de 2008Los Secretos
Gracias por elegirme

DRO/WARNER

Merecían Los Secretos un concierto como el del pasado 10 de octubre en la plaza de toros de Las Ventas. Ellos, que llevan 30 años demostrando su buen hacer, con una honestidad que nadie puede poner en duda, y con una modestia que, en muchas ocasiones, ha resultado innecesaria y les ha hecho un flaco favor en una escena como la española, en la que conviene, de tanto en tanto, sacar pecho y decir una palabra más alta que otra. Ellos, que tan putas las han pasado y que han logrado sobreponerse, ya no se sabe ni cuántas veces –mejor no contarlas–, a la adversidad. Así que supone todo un placer disfrutar de este doble CD y doble DVD que recoge lo acontecido aquella noche con una calidad rayana en la perfección, sobre todo en lo que a la parte audiovisual se refiere, rodada casi como si de una lujosa superproducción se tratara, acercándonos a los músicos, al público y a la trastienda de un concierto en el que algunos amigos se sumaron a la que sin duda fue una noche muy especial.
Pero más allá de las interpretaciones codo con codo junto esos amigos –y emociona ver a Sabina, José María Granados o a Amaral acompañando a Álvaro Urquijo, Jesús Redondo, Ramón Arroyo y los demás–, lo que queda es una banda que lleva años haciendo excelencia de su música, unos tipos cuidadosos que disfrutan con su oficio, de esos que piensan menos en el terno que van a enfundarse cada noche sobre un escenario y las posturitas que van a ejecutar, y más en ofrecer un espectáculo en el que la música es la principal protagonista y en el que se intenta, por encima de todo, hacérselo pasar bien al respetable pero sabiendo que para eso cuentan con un buen número de canciones que han marcado a varias generaciones y que una parte de su audiencia –quizás la más silenciosa– disfruta con un grupo que nunca defrauda y que busca esa excelencia musical que, por ejemplo, pueden ofrecer por ahí fuera unos Eagles. Y sí, sabemos que muchos condenan a quien busca precisamente eso, pero la solución está en no sintonizar con Los Secretos. Es sencillo.
Pero si eres de los que aprecian a un grupo de músicos perfecto que sólo busca ofrecer pop de calidad, este es tu disco, pues ofrece la oportunidad de saborear a Los Secretos en vivo, sin intermediarios. Y de disfrutar de una treintena de canciones –sí, están todas esas que te imaginas y que no podían faltar– que recorre la historia de una formación que ha sabido crecer ajena a corrillos hasta convertirse en un clásico del pop español.
JUAN PUCHADES.

Tachenko
Los años hípicos

LIMBOSTARR

Gran idea la de Limbostarr al recoger los dos primeros discos y EPs de Tachenko y reeditarlos en un bonito paquete con DVD adicional conteniendo, ni más ni menos, que un concierto completo. Qué duda cabe de que la citada discográfica sabe cómo tratar a sus artistas y, casi más importante, cómo saciar la sed de los fans con productos a la altura de las expactativas. El personal universo de Tachenko estalla cual iniciático big bang en esta completa edición, un retrovisor enfocado a sus primeros pasos, una paleta de colores repleta de magnificos juegos de voces y de sus siempre personales composiciones, jugando entre la inocencia y la cruda realida. Es en esa línea donde han demostrado no tener rival, siendo capaces de hacerse un hueco en la escena indie aunque su condición puramente pop les convierte en carne para cualquier aficionado a la música de calidad y actualidad. Y es que cada canción echa anclas en la memoria con gran facilidad, pues no dejan de ser unos verdaderos orfebres compositores pop, de verdadera vocación popular. En una primera escucha pueden parecer livianos, pero el minucioso entramado que da forma a cada una de las piezas contenidas en Los años hípicos los hace latir con vida.
Es importante mantener vivos a grupos tan especiales como ellos o a discográficas como Limbostarr, capaces de apostar por lanzamientos que nunca serán pasto masivo pero sí nutrirán las colecciones de aquellos que aún muestran interés por un elemento cada vez más injustamente devaluado como la música. Tan artistas ellos como su disquera, no lo dudéis.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

McCoy Tyner
Guitars

MCCOY TYNER MUSIC/NAÏVE

Ser el pianista que estuvo con John Coltrane cuando éste hizo Impressions o A love supreme no es ninguna tontería. McCoy Tyner está desde luego orgulloso de su pasado con aquel célebre cuarteto, pero es de justicia reconocerle sus más de 80 grabaciones propias, algunas de las cuales están entre lo mejorcito del jazz de los últimos 40 años. Hace apenas año y medio regresó al mundo de los vivos con su primer trabajo de estudio en mucho tiempo. Regreso que mantiene de forma impecable con esta nueva obra llamada Guitars y que, como su nombre expresa, contiene grabaciones efectuadas junto a prestigiosos guitarristas, que es algo que no había hecho nunca y menos con el grado de avanzada curiosidad y experimentación que deja sentir a través de las propuestas de sus ocasionales colegas. La base rítmica estable que mantiene es la mejor posible: Ron Carter al bajo y Jack Dejohnette a la batería. Pero se van sucediendo Marc Ribot, John Scofield, Béla Fleck (con su banjo, claro), Derek Trucks (de los Allman Brothers) y Bill Frisell, a cada cual mejor, más expansivo y más dotado. Todos se encuentran a gusto a su manera respectiva, pero el propio Tyner logra (no-se-sabe-bien-cómo, o mejor sí lo sabemos) que el conjunto sea “desbordantemente” homogéneo.
Cuesta destacar algo, aunque Bill Frisell ayuda a hacerlo con la nota emotiva que dedica al final del álbum al gran “bluesman” de Malí Boubacar “Kar Kar” Traoré. Ha escrito de su puño y letra una pieza oportunamente titulada “Boubacar”, que le sirve de introducción a su monumental versión de “Baba drame”. Y no por nada es la segunda vez que el guitarrista graba este tema en un mismo año, como bien saben los afortunados seguidores del reciente History, mystery.
El álbum se completa con un DVD de ¡3 horas! con imágenes impagables de las sesiones. No es exagerar un ápice cuando uno dice que se trata de un trabajo imprescindible.
GERNOT DUDDA

James Taylor
Covers

HEAR MUSIC/UNIVERSAL

James Taylor, su voz y su típica sonoridad, esa suerte de soft-rock soleado en el que el de Boston se mueve con la facilidad del que pisa siempre terreno conocido pero, en este caso, todo puesto al servicio de doce canciones ajenas –aunque cantautor, Taylor siempre ha gustado de reinterpretar temas de otros–, de los años 50 a los 70, que debemos entender como algunas de sus favoritas y que él hace suyas con naturalidad. Del clásico “Hound dog” al “Suzanne” de Leonard Cohen, pasando por “On Brodway”, Taylor se recrea en ellas en una producción que tira hacia el soul blanco en medios tiempos en los que en compañía de una potente banda, se hace hace alarde de coros gospel, saxos calientes, guitarras luminosas, pianos juguetones, vientos, cuerdas… Elegancia pero sin olvidar la necesaria pulsación vibrante, esa es la apuesta de Taylor en un disco que es como un lujoso capricho de madurez de un músico que se puede permitir casi cualquier cosa. Taylor muy rara vez defrauda, ni cuando opta por, simplemente, pasárselo bien.
JUAN PUCHADES.

Individual
Fantastic smile

JUNK

Sirva esta última reseña del año para rescatar como icono un disco que –aparecido poco antes del verano– va a pasar desapercibido. Ni va a aparecer en listas retrospectivas ni marcará ningún tipo de inflexión para el futuro. Pertenece a ese batallón de obras que sin anclarse en la tendencia, ni urdirse en despachos ni tener apoyo de los medios conformarán una dimensión paralela de lo que ha sido el pop español e ilustrará esa búsqueda placentera de verdad y belleza de los modestos. Esa segunda división que juega mejor y más finamente que la primera.
Individual sube de la categoría de grupo paralelo a la de reunión de amigos. Mayor grado. Provenientes de Índigo y Pleasant Dreams y centrados en Sagunto, desde hace un lustro largo vuelcan ahí camaraderías y el amor por un folk-pop americano –estático a veces, en otras rugoso– que cantan en inglés. Su cuota lírica en castellano ya la pagan en las letras de sus otros proyectos más –por definirlos de una manera breve y común– mediterráneos.
No en vano el disco ha sido tratado en Texas por y no en vano todo el trabajo lo llevan las guitarras, nerviosas como en The Feelies, o correosas y magras como en los Violent Femmes, “Attention guys” o “Meanwhile” ofrecen ese rockabilly esquelético. Unas guitarras bien cimentadas y plañideras, en un constante diálogo que se acerca, en todo caso, más a la alegría y la placidez. En “Kind, not fantastic” o “100%” acabas descubriendo entre su compleja estructura un juego melódico infantil.
Una última virtud –grande, puesto que hoy abunda el defecto contrario– es su constante aliento, es un disco que no decae, tonadas que florecen a la par que se hacen y entre las que no hay un hit reconocible a la primera pero tampoco ninguna que decaiga. Acaban, eso sí, cansados: “Honestly feel” no es solamente un baladón soleado, es la válvula de escape de todo el disco, el desinflado de algo que ha estado enormemente lleno.
CÉSAR PRIETO.

The Aliens
Luna

PET ROCK/NAÏVE

Ya de entrada un grupo de rock que se hace llamar The Aliens tiene asegurada toda nuestra simpatía. Y más cuando uno descubre que se trata de la nueva banda de John MacLean y Robin Jones, dos de los componentes de la disuelta The Beta Band, que además han repescado a su viejo colega Gordon Anderson (que había dejado el grupo para formar su propio proyecto). Con Luna se hacen acreedores de la curiosidad y fascinación que ya despertaron con Astronomy for dogs, su sorprendente debut (lo que dado el historial de The Beta Band tampoco debería ser ninguna sorpresa). Pero ser marcianos fuera de Marte puede explicar por sí solo que tengan tanto gancho para el llamado sunshine pop o la psicodelia rock, y sepan dotarlo además de tan bellísimas como extrañas armonías vocales. Por algún rincón de su estudio de Escocia deben de tener escondidos a Brian y a Dennis Wilson para que “Everyone” suene como suena, o a Syd Barrett para que piezas de un incuestionable ingenio creativo como “Bobby’s song”, “Billy Jack” o la propia “Luna” conformen tan inteligente continuación de The piper at the gates of dawn. Y hasta más allá, porque luego viene “Dove returning” y esta es ya como un nuevo “Echoes”, cuando Pink Floyd alcanzaron a reposar su caudal inicial (contando apropiadamente incluso con un solo de guitarra muy de la marca David Gilmour).
El álbum se cierra con dos broches de un gustazo ya insoportable. Primero “Boats”, o cómo una canción de semejante ternura, y que no es de Neil Young, bien podría haber estado en cualquiera de sus dos Harvest (que hasta le hubieran perdonado esta vez que se viniera con la eléctrica). Después “Blue mantle”, u otra de esas maravillosas “space-age torch songs” que muy de tanto en tanto salen de la brillante calva de Brian Eno. Para sumergirse en tremenda maravilla no valen excusas ni demoras.
GERNOT DUDDA.

Watermelon Slim and the Workers
No paid holidays

NORTHERN BLUES

Watermelon Slim, es una leyenda. Quizá todavía no le hayas escuchado, pero puedes creerlo, este tipo parece huido de una novela de Jim Dodge. Camionero, peón de fábrica o veterano de guerra, cualquiera de sus encarnaciones parecen conducir a su más suculenta faceta, la de músico. Compone con mano, toca con el corazón y canta con el alma. Blues, rock de raíz, componente rural. Podríamos hacer una analogía con las últimas obras de Dylan: producción robusta, un tipo de mediana edad vomitando su alma y un divertido coqueteo con la mortalidad y el buen hacer. A nivel de género tampoco sería exagerado situarlo en la estantería al lado del autor de Modern times: las aguas son las mismas sólo que en distinta costa. No hay intención literaria en las palabras de Watermelon Slim y sí mucho de canto vital al albor del ciclo de la vida. Al fin y al cabo la poesía emana de su música, no lo dudéis.
No paid holidays es un documento excepcional, de un caballero cuyas referencias musicales no pasan de tres discos más. Quizá estuvo muy ocupado con su vida de trotamundos post-beat, quizá la industria le resultaba repelente, pero bien cierto es que de haber trabajado en su carrera, quizá hoy podríamos estar hablando de una figura fundamental en el blues americano o de un músico de culto a descubrir. En cualquiera de lo casos, lo gratificante es quedarse con las obras que en su madurez vital nos está regalando.
Hierven las cuerdas, el ritmo primitivo de las raíces se pierde en el alba de los tiempos y su voz late como si un escuadrón de bombarderos descargara sobre tu cabeza kilos de tierra añeja americana. Maestría rock, artesanía folk, iluminada negrura blues.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

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RECOPILATORIOS

Outrageous Cherry
Wide awake in the spirit world. The best of…

WICKED COOL/LOCOMOTIVE

Pop psicodélico made in Detroit. Esto es lo que ofrecen Outrageous Cherry (cereza escandalosa) desde que empezaran su andadura musical en la primera mitad de los noventa. Desde entonces y liderados por el guitarrista Mathew Smith han grabado ya un puñado de álbumes en los que, a su manera, rinden tributo a sus influencias “sixties” que van desde la Velvet Underground a las cristalinas melodías de los primeros Bee Gees pasando por Pink Floyd y Brian Wilson.
Decimos a su manera, porque la cereza escandalosa (vaya nombrecito) también mantiene deudas con ese gran amante de los sesenta que fue Joey Ramone así como con Ken Strangefellow, Galaxie 500 y Spirtualized. O lo que es lo mismo: Outrageous Cherry sabe mezclar el punk, la psicodelia, el power pop, el country y el pop espacial de una manera sencilla y eficaz. Lo mejor de todo este sólido y fértil maremagno sonoro se recoge en esta recopilación en la que sobresalen los temas de LPs como Our love will change the World (2005) o Nothing’s cheer you up (1997), pero incomprensiblemente no de Out there in the dark, uno de sus mejores trabajos y del que no se ha incluido ningún corte aquí. Oyendo los 16 temas de este Best of hay momentos en el que uno cree estar ante una recopilación de diferentes bandas si no fuera por la voz de Smith, siempre presente y verdadero denominador común del sonido de Outrageous Cherry.
ÀLEX ORÓ.

White Zombie
Let the sleeping corpses lie

GEFFEN

Por fin tenemos entre manos la antología definitiva de White zombie. Let the sleeping corpses lie es un compendio de cuatro CDs más DVD que recoge prácticamente todos los temas registrados por la extinta banda de metal industrial. Por el camino se ha caído algún tema y se han obviado remixes, pero a cambio se recogen canciones pertenecientes a bandas sonoras y discos tributo. No hablamos simplemente del testamento de un grupo metálico, sino de una colección de canciones que representan el nacimiento y destrucción de una de las mejores formaciones rockeras de los pasados años noventa, época de la que se coronaron reyes gracias a los colosales La sexocirsto vol.1 y Astrocreep 2000 (ambos trabajos recogidos aquí integramente y remasterizados para la ocasión). Importante: White zombie no eran una formación particularmente agresiva. Es cierto que su música podía resultar frenética, pero no dejaban de ser una puesta al día de Alice Cooper o Kiss. Tanto a nivel visual como temático, las películas de terror de bajo presupuesto eran su fuente de inspiración, la materia prima para que el proyecto fundado por Rob Zombie y Sean Yseault se alimentara y retroalimentara creando un universo de fantasía cuya única pretensión era entretener al oyente. Sin embargo, dejaron un buen puñado de canciones memorables, verdaderas obras de ingeniería rockera saturadas de detalles, un colorido circo psicópata en el que Charles Manson convivía con muertos vivientes, criaturas diabólicas y seres eléctricos. Sólo prejuicios esnobistas impiden el acercamiento a una obra tan completa como esta, una porción de historia que abarca desde sus titubeantes inicios hasta su más alto momento creativo, siempre con un sonido puesto a punto.
Ahora Rob Zombie parece más interesado en su carrera como director cinematográfico que en la música y la relación entre los miembros del grupo es nula, pero gracias a esta caja es más sencillo rememorar cómo prendieron fuego a los escenarios de los festivales europeos en pleno 1995 o como hicieron a su país postrarse ante ellos mediante una legión de fans que no dejaba de crecer. A nivel de “package” quizá se echa en falta el multicromatismo del que gozaba cualquier lanzamiento de la banda, pero los pálidos tonos de su presentación no dejan de recordarnos que estamos ante el lanzamiento de una banda que dejó de existir. Aunque no en nuestros bafles.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.