Varios
New Orleans brass
PUTUMAYO
Dicen que si mueres en Nueva Orleans tienes asegurada una banda que desfile junto a ti en el último viaje –camino del cementerio, claro–, alegrando el duelo a familiares y allegados a ritmo de contagioso jazz y R&B surgido de los márgenes del Mississippi; incluso se cuentan historias de muertos que salieron de la «caja» por un rato para disfrutar una vez más de su música favorita.
A esas formaciones locales, dominadas por versátiles secciones de viento, que lo mismo sirven para animar la noche en un garito como para ponerle ritmo a un desfile callejero, está dedicado este volumen del sello Putumayo: New Orleans brass, o cobres de Nueva Orleans; «cobres» (o «bronces», como traducen en el libreto) en referencia a las secciones de viento: trompetas, saxos, trombones… Una antología que recoge propuestas actuales de la ciudad de Nueva Orleans y que es como un exuberante catálogo puesto al día de ritmos infecciosos de los tiempos en los que el jazz era género bailable y Louis Armstrong el rey del sonido de la ciudad –no pueden negar James and Troy Andrew, en el corte que abre el álbum, la herencia al scat de «Satchmo»–. El jazz clásico como hilo conductor, pero teñido, con ese sentido plural de la ciudad, de ritmos latinos, de gospel, de blues, hasta de rock (prodigiosa la lectura que la Dirty Dozen Brass Band, en compañía del enorme Dr. John, hace de «It’s all over now»).
Música instrumental y canciones cantadas (sensacional John Boutté, en un tema sólo para este recopilatorio) se alternan en un recorrido por músicas intrínsecamente festivas, resueltas con imaginativos y ubérrimos arreglos que, ciertamente, podrían levantar a un muerto y ponerlo a bailar.
Un banquete para disfrutar de principio a fin, pero que también es una invitación a investigar en un género –eso son las bandas de metales en Nueva Orleans– asombroso. Para facilitar la labor, como en todas las referencias de Putumayo, se incluye un libreto con datos esenciales –traducidos al castellano– de cada una de las formaciones presentes.
JUAN PUCHADES.
Refree
Els invertebrats
ACUARELA
Raül Fernández, alma de proyectos diversos en el mundo indie de los noventa, decidió convertirse en Refree hace cuatro discos y ha decidido ahora acudir al estudio de Jacques Brel para volcar sus nuevas canciones. Y algo se le ha impregnado de él, a pesar de que la crítica haya destacado las lecturas del ideario de Sisa o Vainica Doble; también presentes, es cierto. Pero tanto como el belga, desde luego, en un disco que hurga en lo aparente con desengaño.
Porque Els invertebrats son canciones de barrio. Como las de Estopa, pongamos por caso, pero en el lado contrario de la balanza costumbrista. Con la sutileza de captar el tiempo como si tuviese una vida propia, esas porteras que parecen desvanecidas, ese paseo en el que todo es quevediana destrucción, esa “Mestressa· que es un tierno y amargo retrato de la soledad escrito bajo la plantilla de “La tieta”.
Y si en las letras se escapan imágenes pulsadas con desazón, en las músicas, sostenidas por el trío de jazz The Sweet Cut, se bascula entre un aire a lo Tete Montoliu y una crudeza extrema. La crudeza que hace que el contrabajo de “El Sud” acompañe en soledad un hondo viaje a la extrañeza de la infancia, que en la “Nana al niño que nació muerto” desvela que en Gloria Fuertes floreció una poetisa inmensa. Ojalá el disco que le está preparando para Jeannette llegue a estas alturas.
CÉSAR PRIETO.
Al Andaluz Project
Deus et diabolus
GALILEO
Crónica de un encuentro anunciado: el de los valencianos L’Ham de Foc y los bávaros Estampie, consumado primero con un “ensayo” en directo, en julio de 2006, en el Festival de Landshut. El nombre elegido, Al Andaluz Project, es un claro homenaje al tiempo en que Al-Andalus impuso criterios musicales por todo Oriente y Toledo fue la capital europea de las Tres Culturas. Valencianos sacan a muniqueses varias cabezas en su conocimiento y estudio de la música sefardí y del Mediterráneo Oriental en general. Pero los alemanes viven desde 2004 un periodo de expansión sin precedentes desde su fundación, que incluye un recorrido completo por la Ruta de la Seda. Las dos partes se han puesto de acuerdo en primar en su selección el repertorio tradicional sefardita (“Morena”, “La galana y el mar”, “Las suegras de ahora”) y el arábigo-andaluz (“Nassam alaina lhawa”, “Chamsse lachia”, “Atiny naya”), y recogen hasta tres de las Cantigas de Santa María. Y tienen a tres vocalistas femeninas que se complementan bien (una de ellas, la cantante de Tetuán Iman Al Kandousi). Aunque hay un innegable valor añadido a lo que hacen, no hay apenas repertorio nuevo, quizá por el deseo de centrar la atención en la parte meramente formal y física del encuentro (que no es poco), y aprovechar los fuertes vientos que soplan desde la Historia. Hay que destacar una nueva versión de “Pandero”, casi con toda seguridad el mejor tema del álbum Cor de porc y la vez que más cerca han estado L‘Ham de Foc de los cancioneros folclóricos de la Península. Y “Lluna”, una pieza instrumental de Efrén López en la que se desvela una vez más todo su brillante virtuosismo con el laúd árabe, el saz o la zanfona. El resultado global desde luego es espectacular desde el punto de vista de las músicas que gustan últimamente en los corrillos de la World Music, lo que no deja de ser perfectamente compatible con la pasión y ejemplo vital que ponen estos músicos a todo lo que hacen.
GERNOT DUDDA.
Bengi Jumping
Charme and shake!
IRMA LA DOUCE
Hace una semanas presentábamos en esta misma sección el CD de debut de The Shiffers, la banda del trompetista Claudio “Shiffer” Zanoni, un ex miembro del conjunto pop-funk italiano Ridillo. Irma Records, la misma discográfica de The Shiffers, acaba de lanzar el primer disco de otro de los miembros de Ridillo. En esta ocasión del cantante y guitarrista Daniele Benati, conocido como Bengi. Lo primero que se agradece tras escuchar los dieciséis temas del disco es que la propuesta de Bengi es completamente diferente de la de su ex compañero de grupo, que apuesta por instrumentales inspirados en bandas sonoras a los que da un tratamiento pop. “Charme and shake!” navega entre dos aguas. Algunos de los temas reflejan una clara influencia de los sonidos más elegantes del lounge clásico, el soul de los sesenta, el sonido Filadelfia, la bossa nova y algo de beat de los sesenta. Es el caso de “Ice cream pusher”, “Chekmate feat. May”, “Charme and Shake!”, “Alcoholic fuzz”, o la divertida versión de la banda Sonora de “Sandokan”, entre otras. El resto de las composiciones de Benati se acercan más a los sonidos de baile contemporáneos como el “breakbeat”. En este grupo incluimos, por ejemplo, “Allright” o “All of you”. Estamos ante un disco que pensado para el hedonismo por lo que las letras están siempre supeditadas a que la canción tenga el poder suficiente para llenar una pista de baile por lo que no debe sorprender versos tan poco elaborados como “I scream / you scream / all scream for an ice cream”. En cambio, una de las sorpresas más agradables del disco es la presencia de la vocalista May, que en algunos momentos recuerda las colaboraciones que Dee C. Lee hacía con Paul Weller en los tiempos de Style Council. En definitiva, un disco con vocación noctámbula y con el poderío suficiente para hacer salir ampollas en los pies.
ÀLEX ORÓ.
Iron & Wine
The Shepherd’s Dog
SUB POP
Hablar de Carolina del Sur resulta ciertamente exótico para un europeo. Si al lugar le añadimos términos como steel guitar o melancolía, creo concebir la imagen que se presentará en la mente del lector. Y eso es exactamente lo que Sam Bean –con el alias de Iron & Wine– ofrecía en su primer LP, de hace ahora exactamente cinco años.
Por una de esas raras casualidades del destino, las canciones que este tímido profesor de cine moldeaba en un cuatro pistas casero llegaron a la compañía Sub Pop, que las aprovechó para un disco de regusto lánguido y de instrumentación básica. Y tras un lustro de EPs y colaboraciones –con Calexico, por ejemplo– edita ahora un repertorio en que el presupuesto y el apoyo de músicos reconocidos se amplían notablemente
Y sin embargo, las más certeras emociones de este costumbrismo ensoñador se encuentran en las canciones más austeras, aquellas en las que la sobriedad llena de belleza los silencios. La deliciosa “Resurrection fern” con esa melodía sonriente, lánguida y dolorida o el valsecito de juguete que es “Flightless bird”, “American mouth” valen por todo un disco.
Por lo demás, algunos temas con esa frescura conmovedora de la mañana, fondos reggae, o texturas sonoras de monotonía hindú en otros y unos resultados que a veces se acercan al rock americano de toda la vida. Y eso no le sienta nada bien a melodías que están pidiendo a gritos vivir en el campo.
CÉSAR PRIETO.