Alfredo González
Dudas y precipicios
DFX RECORDS
Qué bien sabe el rock de autor cuando está bien hecho. Desde la humildad del novel y con la nobleza que el oficio aporta, Alfredo González presenta Dudas y precipicios, una obra compuesta por canciones emocionantes, que se hacen hueco con modestia y grandeza. Haciendo ofrendas a la santísima trinidad guiri (Dylan, Cohen, Waits) y bebiendo de los incontestables santorales patrios (Quique González, Nacho Vegas), el asturiano se presenta en sociedad con muy buen disco bajo el brazo. No es su primer largo, pero sí el primero editado con el apoyo preciso.
Las influencias pesan, pero el tipo se zafa con habilidad de comparaciones gracias a sus buenas aptitudes como compositor. Puede que alguna de las canciones remita sin rubor a las referencias citadas, pero cuando el oyente se quiere dar cuenta ya ha sido atrapado por la cercanía de una voz entre la lija y la seda, que hila historias corrientes con la genialidad propia del observador atento y sensible. Aquí hay recuerdos de días pasados, latidos de corazones abandonados que luchan por resucitar, un exorcismo sentimental. Instrumentación generosa según qué caso, a veces delicada, otras cruda, pero siempre envolviendo el esqueleto de canciones imprescindibles. Alfredo se ha rodeado de una banda que le cubre perfectamente cada flanco, un grupo que él comanda en múltiples direcciones: rock sin aditivos, baladas crepusculares, medios tiempos casi épicos… Variedad, pero variedad cohesionada. No hay trama pero sí un paraje claro formado por amaneceres, ceniceros a rebosar, vasos vacíos y arrebatos emocionales. No, no son temáticas originales, pero el músico aplica la fórmula con esmero y eficiencia, sonando verídico y convincente.
Dudas y precipicios no es un disco de euforia, sino más bien meditativo, melancólico. La adrenalina no es buena compañera para su escucha, es preferible el abatimiento sentimental o el cansancio emocional. Las canciones hacen mella, pero con la debida atención (sólo un par de temas ceden ante un vistazo poco centrado). Se intuye interés en su composición y esa alegría de estar triste que parece alimentarnos a todos a veces, no hay que sentirse derrotado para disfrutar de la añoranza.
En resumidas cuentas, el producto final es colosal, con influencias claras pero lógicas, pues se trata de un músico joven y la revelación de 2008, si se me permite. Este tipo tiene madera de corredor de fondo y con este disco ha dado en el clavo, es una realidad. Una realidad que permite vislumbrar una carrera de lujo. Francamente indispensable, esta temporada musical no tiene sentido sin este Dudas y precipicios a mano.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Oasis
Dig Out Your Soul
BIG BROTHER/WARNER
Por un momento, especialmente si nos atenemos a su primera mitad, da la sensación de que los Oasis de sus dos fulgurantes primeros álbumes estén de vuelta. Como si la última década no les hubiera visto perpetrar toda clase de naderías en una de las carreras más dependientes de rentas que se recuerdan (excepción hecha de la ligerísima recuperación que supuso Don’t believe the truth en 2005). Y lo dicho: por un momento. La reciedumbre guitarrística de “Bag it up”, la solvencia sin miramientos ni florituras estériles de “The turning” (aunque no sea para tirar cohetes: si la firman The Charlatans ni nos enteramos de su existencia, y aquí paz y después gloria) o la psicodelia arrastrada, el falsete y la rugosidad de “Waiting for the rapture” así como, sobre todo, ese estupendo single que es “The shock of the lightning”, nos retrotraen a aquella banda que facturaba rotundos e irresistibles himnos euforizantes plenos de arrogancia y justificada chulería a mediados de los 90, en los días de vino y rosas del Nuevo Laborismo, cuando Tony Blair compadreaba con ellos y con Blur como máximos exponentes de aquella forma tan británica de recuperación del orgullo patrio a través de su insondable legado musical.
A partir de ahí se suceden las luces y las sombras, en un ejercicio de voluntarismo cuyo tambaleante balance no hace más que ratificar aquel tópico de que posiblemente sea su mejor álbum posible a estas alturas –algo no tan meritorio dados algunos precedentes–, aunque transite, de forma irremediable, muy lejos de Definitely maybe (94) o What’s the story morning glory (95). “I’m outta time” reincide con alevosía (¿por enésima ocasión?) en la fijación Beatle más estéril, “High horse lady” no le anda a la zaga, y la cosa se reanima nuevamente con la hipnótica atmósfera de “Falling down”, uno de sus momentos álgidos. Dig Out Your Soul hubiera sido un disco prácticamente notable si se hubiera quedado ahí, y no hubiera dado pábulo a que el guitarrista Gem Archer (a través de la rutinaria “Where there’s life”) o el bajista Andy Bell (con el vulgar glam rock de “The nature of reality”) cubriesen esa cuota cada vez más democratizadora en tareas de composición con sendos ladrillos de tal calibre, amén del picapedrero y simplemente cumplidor rock de batalla firmado por Liam Gallagher en “Ain’t got nothing” y el flácido pasaje psicodélico que se marca en el cierre, “Soldier on”. Está claro quién compone, desde hace mucho tiempo, el único material del grupo que consigue traspasar en ocasiones el umbral de la relevancia. Y a la vista está que no es ninguno de ellos.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Mate
Ventajas de ser optimista
SIESTA
Cuando el crítico se enfrenta al disco de Mate espera una exquisitez, como todas las que etiqueta Siesta, pero no en esta dirección. Tras la deliberadamente sepia “El paisaje”, un aire antiguo tratado como moderno, a los tres segundos de iniciar la voz en “Pájaros” algo se agita, algo que pide asimilarlo a una tendencia hispana. Dos segundos más tarde se capta: es el perfil de algunos cantautores de los setenta. Y viene “Normal”, con un leve aire tropical como en el Gainsbourg de Couleur café, pero ahí se entiende que el tono de voz es cercano a Aute, y el repaso en las letras de un registro coloquial y el aire de letanía que salpica “La equilibrista” parecen sacados directamente de Fuga o de Albanta.
Incluso en los arreglos de chelo y vientos, sobrios y emotivos. Y si pensamos que es un disco mezclado y masterizado en los Estados Unidos cabe deducir que encuentran las mismas soluciones para el eterno problema de recoger las voces de la calle y vestirlas de belleza. Y para ello en ocasiones acude al pop como disfraz. “Melancolía en el verano”, por ejemplo, es una canción que enfoca con levedad la tristeza y la voz de Jabier Muguruza en “Se rueda” suena festiva y colorista.
Todo acaba, es normal, con el valsecito acústico de “Vértigo”, espontáneo y encantador. Pero justamente antes se desplaza “Pipo”, despreciada o ignorada por los comentaristas hasta ahora, despliega un aire infantil, unos juegos musicales y una historia sobre el autismo tecnológico tan clara y tan emocionante en sus arreglos como cualquiera de los Beatles. Y eso son palabras mayores. Y buenas.
CÉSAR PRIETO.
Varios
Big blue ball
REAL WORLD/RESISTENCIA
Uno pensaba ya que Peter Gabriel era un músico que ya no hacía música. Pero este año se ha pronunciado con un tema nuevo para la película Wall-e y con la publicación, por fin, de su Escorial particular: el proyecto Big blue ball. Lo importante no es que lo haya publicado sino que lo haya dado por acabado. Un proceso que ha durado 18 años y para el que ha empeñado a 75 músicos de todas las nacionalidades posibles del planeta. La parte que nos toca se llama Juan Manuel Cañizares, ya un habitual de los estudios Real World. Su guitarra flamenca se lleva muy bien con la garganta del congoleño Papa Wemba y las percusiones caprichosas de Tchad Blake (“Shadow”). El propio Gabriel canta más de lo que cabría esperar y comparece con dos piezas compuestas por él mismo, “Burn you up, burn you down” y “Everything comes from you”, esta última interpretada por Sinéad O’Connor. La vertiente anglo/celta y su querencia por el “high-tech” predomina claramente sobre la afro/asiática, pero el tono general del álbum es cosmopolita y responde bien por ese globo azul sin demarcaciones administrativas que Peter Gabriel y su mano derecha, Karl Wallinger, dicen que los astronautas dicen ver desde el espacio. Para dar el carpetazo final a esta incontrolable Torre de Babel tuvo al final que llegar el productor Stephen Hague. Suyo es el mérito de condensar los 18 minutos de “jam” ilimitada que fue la grabación de –con permiso de la húngara Marta Sebestyen y su conmovedor “Rivers”– la mejor pieza del álbum: el “Habibe” de Natacha Atlas, con la soberbia contribución del “zeppeliniano” percusionista egipcio Hossam Ramzy, el saz de Tim Whelan y la electrónica de Neil Sparkes.
GERNOT DUDDA.
Reckless Kelly
Bulletproof
YEP ROC
El quinteto estadounidense Reckless Kelly ha publicado un séptimo disco muy del agrado de los que apreciamos el roots rock, de aquellos a quienes nos gusta escuchar música de raíz country con nervio rockero. Así, con las guitarras eléctricas imponiéndose claramente a violines y mandolinas en la mayoría de los cortes, paladeamos con mayor regocijo sus historias de carreteras, rendiciones amorosas, dudosas reputaciones y la riada que asoló Nueva Orleans. Aunque en el repertorio destaca por su fuerza “American blood”, un sagaz disparo a la hipocresía de un sistema que prohíbe beber alcohol, por no haber cumplido 21 años, a los mismos muchachos que manda a morir y matar pertrechados con un par de botas, 13.000 dólares y un fusil. El compromiso no es ajeno, por tanto, a un grupo calificado por Billy Gibbons como “the real thing” (dato aportado suponiendo que concedes mayor credibilidad al auténtico galáctico de ZZ Top), y que en “One false move” evoca, sin abrasar, la electricidad que desprenden Frank “Poncho” Sampedro y Neil Young cuando se juntan. Dadas las coordenadas de su propuesta, ejemplo de alt country, no sería extraño observar también a Steve Earle y a los miembros de Drive-By Truckers, por ejemplo, entre el público de sus conciertos. Una audiencia, la verdad sea dicha, con buen gusto.
IGOR CUBILLO.
Steve Cropper & Felix Cavaliere
Nudge it up a notch
CONCORD/UNIVERSAL MUSIC IMPORT
Lo que hay aquí es una de esas grandes anomalías de la Historia que los fans con uso de razón no debemos dejar caer en saco roto cuando ocurren. 40 años después de los mejores capítulos del sello Stax, dos personalidades que influyeron decisivamente en la evolución de aquel sonido crucial han unido esfuerzos ¡en 2008! con la misma fuerza, frescura y pundonor que caracterizaron aquellos días de gloria para el soul. Steve Cropper, por ejemplo. Sólo por lo que hizo con Otis Redding, Sam & Dave o Wilson Pickett… Su guitarra, sus producciones y la composición de canciones como “(Sitting on) the dock of the bay”, “Soul man” o “In the midnight hour”, es suficiente para caer postrado a sus pies. Pero es que además están Booker T. & The MG’s, The Blues Brothers… Esa guitarra a sueldo para gente como Jeff Beck o John Mellencamp… ¿O qué decir de Felix Cavaliere? Ese blanco con voz negra que supo iluminar a su manera con sus Young Rascals ese Nueva York monopolizado por Warhol. Esa voz, ese Hammond eclesial caldeándolo todo a su paso… Ese otro hito llamado “Groovin’”…
Ni Cropper ni Cavaliere habían trabajado antes juntos en la composición de canciones, lo que añade más morbo aún a esta reunión que, en el fondo, ha cobrado visos de banda real con la incorporación de otros históricos como Chester Thompson a la batería o Shake Anderson al bajo. Y hay sobrados motivos para que los dos protagonistas vean reconocida su autoría. Cavaliere con inquebrantables demostraciones vocales en piezas cuya novedad no es óbice para que desde ya sean consideradas “clásicos”, como “One of those days”, “If it wasn’t for loving you”, “Impossible” o “Still be loving you”. Cropper, muy generoso con una de sus mayores especialidades: los instrumentales, departamento en el que brilla su genio demoledor, aquí con piezas como “Full moon tonight”, “Jamaica delight” o “Love appetite”. Por permitirse, los dos se permiten hasta un detalle anacrónico para con su sonido más histórico: una intro “rap”, la que hay en “Make the time go faster”.
GERNOT DUDDA.
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REEDICIONES Y RECOPILATORIOS
Varios
Wizzz! Vol. 2 Psychorama français 1966-70
BORN BAD RECORDS
En España y Francia se está viviendo un interés parecido por recuperar los discos más oscuros de los sesenta y setenta. Los habituales de esta sección de EFE EME han estado puntualmente informados de las novedades hispanas que han aparecido en los últimos tiempos y también de algunas de las del país vecino. La que nos ocupa en esta ocasión es el segundo y esperadísimo segundo volumen (siete años de espera son muchos años) de Wizzz!, una recopilación de los sonidos más psicodélicos y groovies “made in France” de la segunda mitad de los sesenta. Este disco refleja con claridad que los artistas franceses acostumbraban a tener más medios materiales y de producción que sus colegas del sur de los Pirineos, arriesgaban más instrumentalmente y, por las razones que todos sabemos, eran más desinhibidos con las letras que, en muchas ocasiones contenían todo tipo de explícitos mensajes eróticos.
Wizzz! (editado en CD y LP) ofrece 15 temas de alto voltaje artístico que reúnen todas estas características. Como muestra destacamos locuras con fuerte carga sexual como “Un soir d’ete”, de Nelly Terrier, y “Bonne nuit Chuck”, de Phillipe Nicaud; tiernas baladas psicodélicas como “Je t’aime normal”, de Jean et Janet”; la lela “L’electrocuté”, de Jesus; la garajera “Crazy girl, crazy world”, de Alain Boissanger, o la cósmica “Hallucinations” de Bruno Leys. Un disco, en definitiva, que sirve tanto para para pinchar en una fiesta sesentera o en un club de intercambio de parejas. También hubiera podido ser la perfecta banda sonora para un clandestino viaje a Perpiñán a principios de los setenta con un solo objetivo: ver El último tango en París.
ÀLEX ORÓ.
Los Flippers
Pronto viviremos en un mundo mucho mejor
GUERSSEN RECORDS
Pronto viviremos en un mundo mejor fue grabado en 1973 por Los Flippers, uno de los grupos más populares de esa época en Colombia, una época que, como la que nos toca vivir ahora mismo, estuvo marcada por una profunda crisis económica mundial. Por ello el singular y “buenrollista” título de este LP invita al optimismo y, naturalmente, a escucharlo con atención. Los Flippers, que a diferencia de sus anteriores entregas, se autoeditaron este disco, mezclan el soul, la psicodelia y los sonidos progresivos propios de principios de los setenta. Los colombianos demuestran una gran solvencia instrumental y una gran inspiración compositiva, en todos los temas de este disco. La mayoría de letras, son hijas de un tiempo en el que todavía se creía en los lemas hippies sobre la paz, el amor y la guerra. Por ello, 35 años después rezuman una candidez encantadora, una inocencia casi, casi delirante. Incluso se adapta a estas características “Ovni”, un tema de lisérgicas y desmelenadas guitarras que habla de encuentros con seres de otro planeta que, como no puede ser de otra manera, llegan a la tierra para ser nuestros hermanos. Guerssen ha reeditado por primera vez este LP en vinilo y ha incluido un tema extra y unas cuidadas notas a cargo de Arturo Astudillo, el alma mater de Los Flippers, este fantástico grupo con nombre de delfín televisivo, que intentó cambiar el mundo con sus canciones. Como tantos otros no lo lograron, pero fue un bello intento. ¡Paz y amor para todos!
ÀLEX ORÓ.